Blaz Flamehowl
El pasillo de la casa de los señores Flamehowl era estrecho y mal iluminado, con las sombras danzando en las paredes mientras Phoenix se dirigía hacia el comedor. Llevaba un montón de platos delicadamente equilibrados en sus brazos, su mente absorta en una suave melodía que escapaba de sus labios en un canto suave.
Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de pasos pesados que se acercaban rápidamente. Phoenix levantó la vista y vio a Blaz Flamehowl, su señor, emergiendo en el comedor. Era una figura imponente, con cabellos grises y una mirada nublada por el alcohol. En sus manos sostenía una botella de vino casi vacía, señal de su habitual embriaguez.
"¿Dónde está Sylvie?", gruñó Blaz, su voz cargada de impaciencia mientras sus ojos recorrían la sala en busca de la esposa ausente.
Phoenix tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Sabía que era mejor evitar conflictos con Blaz, especialmente cuando estaba tan alcoholizado.
"Creo que la señora Flamehowl está en el dormitorio, señor", respondió Phoenix tímidamente, manteniendo su mirada fija en el suelo para evitar el enfrentamiento directo con su señor.
Blaz se acercó a ella, su aliento exhalando el fuerte olor a vino. Levantó una ceja incrédula antes de dirigir su atención a la mesa preparada.
"¿Dónde está la vieja con la cena?", preguntó, su voz ruda resonando en la sala.
Phoenix sujetó firmemente los platos en sus manos temblorosas, sintiendo su corazón latir descontroladamente en su pecho. Sabía que no podía vacilar ahora.
"Mi madre está en la cocina, señor", respondió ella con un hilo de voz, esperando que Blaz no percibiera su nerviosismo. "Iba a buscar la cena en este momento".
Sin embargo, Blaz no pareció satisfecho con la respuesta y agarró el brazo de Phoenix, apretándolo con firmeza. Podía sentir el calor opresivo de su cuerpo y el aliento cargado de alcohol contra su rostro.
"¿Qué hay para cenar hoy?", Blaz exigió, su tono volviéndose más agresivo.
Phoenix tragó saliva, luchando por mantener su compostura frente a la amenazante presencia de Blaz. Sostuvo uno de los platos que llevaba contra su cuerpo, mientras sus labios se preparaban para revelar que era sopa de cordero que su madre había preparado con tanto cuidado.
"S-so-sopa de cordero, señor", respondió ella, su voz temblorosa delatando su ansiedad.
El olor a alcohol impregnaba el aire a su alrededor, y Phoenix sentía que el miedo se acumulaba dentro de ella mientras sostenía la preciosa vajilla. Una sonrisa torcida se formó en los labios de Blaz, revelando sus dientes amarillentos por el alcohol. Se acercó aún más a Phoenix, sus ojos brillando con una intensidad aterradora mientras hablaba sobre su preferencia por la carne de cordero.
"Ah, me encanta el cordero, especialmente cuando es joven", dijo él, su tono lascivo haciendo estremecer a Phoenix de repugnancia.
El olor nauseabundo a vino que emanaba de Blaz llenó las fosas nasales de Phoenix, haciéndola sentir mareada y nauseabunda. En un momento de distracción, dejó escapar uno de los platos de sus manos temblorosas, que se estrelló en el suelo con estrépito.
Antes de que pudiera disculparse, Sylvie Flamehowl entró en el comedor, sus ojos fríos escudriñando la escena caótica ante ella.
"¿Qué está pasando aquí?", preguntó Sylvie, sus ojos cortando a través de la sala hasta posarse en Phoenix. "¿Y por qué diablos tenemos platos rotos en el suelo?"
Phoenix se encogió ante la mirada furiosa de Sylvie, una mezcla de vergüenza y temor apoderándose de ella. Sabía que enfrentaría las consecuencias por su distracción, y las palabras de Sylvie solo confirmaron sus temores.
"Yo... yo lo siento mucho, señora Flamehowl", murmuró Phoenix, su rostro pálido por la ansiedad. "Yo... yo solo estaba intentando... y... se me cayó el plato".
Sylvie miró a Phoenix con desdén, su expresión endurecida por la irritación hacia la joven esclava.
"Ve a buscar una escoba y limpia este desastre inmediatamente", ordenó Sylvie, su tono autoritario dejando claro que no había espacio para excusas en la casa de los señores Flamehowl. "Y pagarás por este plato roto".
Phoenix se apresuró a obedecer, saliendo del comedor bajo la mirada reprobatoria de Sylvie. Mientras tanto, una discusión entre Blaz y Sylvie llenaba la habitación.
"¿Dónde has estado toda la tarde, Blaz?", preguntó ella, su voz cargada de tensión contenida.
Blaz levantó la mirada para encontrarse con la de Sylvie, sus rasgos marcados por la indiferencia. "Tuve una reunión de negocios", respondió él, su voz sonando vacía de cualquier entusiasmo genuino.
Un suspiro exasperado escapó de los labios de Sylvie, sus ojos rodando en un gesto de impaciencia.
"¿Y cuánto perdiste en la mesa de juego esta vez?", preguntó ella, su voz teñida de sarcasmo mordaz.
Blaz la miró, una sonrisa irónica bailando en sus labios.
"No necesitas preocuparte tanto por las finanzas de la casa, querida", replicó él, su tono lleno de burla. "Lo que perdí es una fracción de lo que tú gastas en tus caros vestidos".
Sylvie mantuvo la mirada de Blaz, sus ojos centelleando con indignación.
"No te atrevas a desviar el tema hacia mí, Blaz", replicó ella, su voz cargada de desdén. "Sabes muy bien que esas 'reuniones de negocios' son solo excusas baratas para tus incursiones en los juegos de azar".
Blaz levantó una ceja, su sonrisa sarcástica desafiándola.
"¿Y qué tiene de malo un poco de diversión, Sylvie? Deberías probarlo de vez en cuando, en lugar de encerrarte en esta casa como si fueras una prisionera".
"Mientras tú desperdicias nuestro dinero en mesas de juego, yo estoy obligada a ocuparme de los asuntos de esta casa y mantener las apariencias ante nuestros invitados", replicó Sylvie, lanzándole una mirada gélida, su voz temblando de rabia contenida. "No tengo tiempo para tus tonterías, Blaz, y ciertamente no tengo más paciencia para tus mentiras".
Blaz bufó con desdén, una sonrisa sarcástica jugueteando en sus labios.
"Parece que siempre encuentras razones para quejarte, Sylvie. Nunca estás satisfecha, ¿verdad?"
Sylvie le lanzó una mirada cargada de desprecio.
"¿Quién podría estar satisfecho con un esposo que prefiere los placeres de la bebida y el juego a la responsabilidad de cuidar de su propia familia?", cuestionó ella, sus palabras cortantes como cuchillas afiladas.
La expresión de Blaz se endureció, apartando la mirada.
"Siempre has sido así, Sylvie. Siempre encontrando motivos para criticarme y culparme por todo lo que sale mal en esta casa", murmuró él, su voz cargada de resentimiento. "Ya no tengo paciencia para tus acusaciones infundadas".
Sylvie apretó los puños, su paciencia llegando a su límite.
"Solo quería un esposo que se preocupara por mí y por nuestra familia", admitió ella, su voz vacilante con emoción. "Pero parece que eso es pedir demasiado, ¿no?"
Blaz soltó una risa amarga, sus ojos centelleando con una mezcla de desprecio y desesperación.
"¿Quién te crees que eres para decirme qué hacer o no hacer?", le disparó él, sus palabras cortantes como una cuchilla afilada. "No eres más que una consentida, acostumbrada a una vida de lujo y comodidad. No sabes nada sobre los verdaderos desafíos de la vida".
Sylvie arqueó las cejas en respuesta a la defensiva de Blaz, su expresión mostrando una mezcla de exasperación y desdén.
"Oh, claro", respondió ella, su voz cargada de sarcasmo. "Porque, después de todo, tu derroche de dinero es mucho más justificable que el mío".
Blaz soltó una risa ácida, su postura relajada sugiriendo una indiferencia calculada.
"No vengas con eso, Sylvie. Si no fuera por mis inversiones, esta casa no estaría donde está hoy", retrucó él, su tono cargado de superioridad.
Sylvie lanzó una mirada gélida hacia su esposo, sus ojos centelleando con una determinación silenciosa.
"Y si no fuera por mi influencia, tú no estarías donde estás hoy", le respondió ella, su voz cortante como una cuchilla afilada. "No lo olvides".
Blaz respondió con una sonrisa irónica, su arrogancia no disminuyendo ante el desafío implícito de Sylvie.
"Ah, claro, querida mía. Siempre tan rápida para reclamar el crédito por mis logros", dijo él, su tono impregnado de cinismo. "Piensas que puedes controlarlo todo con tus caros vestidos y tus joyas extravagantes, pero así no es como funciona".
"Estás equivocado si crees que puedes menospreciar mis preocupaciones", le replicó ella, su voz firme y decidida. "Tus vicios y extravagancias están poniendo en peligro el bienestar de nuestra familia".
Blaz levantó una ceja en un gesto despectivo.
"Oh, querida, siempre has sido tan dramática", respondió él, una sonrisa burlona jugando en sus labios. "Pero, después de todo, ¿quién mantiene esta casa en funcionamiento, ¿verdad?"
Una chispa de furia brilló en los ojos de Sylvie, sus dedos retorciéndose con un anhelo reprimido de enfrentamiento.
"Puede que hayas olvidado, Blaz, pero esta casa es mía tanto como tuya", le replicó ella, sus palabras cargadas de determinación. "Y no permitiré que tus excesos la destruyan".