Capítulo 5 Día uno
James
Solo sé que no quería despertar. El sueño era la vida y viceversa, aunque había que reemplazar la palabra sueño por pesadilla, puesto que daba la impresión de que el asunto se iba a prolongar por un buen tiempo, sobre todo tras esa última conversación con Marie.
Simplemente no la podía creer.
Aquel pesado racimo de lágrimas en mi garganta era realmente insoportable y me impedía creer que sí, que iba a estar todo bien y que el dolor era solo una cosa pasajera.
Era increíble como podía pasar tanto tiempo entre un viernes por la noche y una mañana de sábado.
Entonces recordé que era fin de semana y que no había nada por hacer, por lo que me costó bastante poco esfuerzo volver a la cama tras haber ido a la cocina por un vaso con agua.
No había nada más triste que un sábado por la mañana sin Marie. Yo estaba en nuestra cama, bajo esas sábanas que ella misma me había regalado cuando me mudé ahí. No tenía fuerzas para estar en pie ni mucho menos para vivir. Ni siquiera podía dormir.
Tras un buen rato dándome vueltas intentando no pensar en nada comprendí que no iba a poder estar en paz durante mucho tiempo, por lo que me resigné a que las cosas iban a seguir estando feas y que iba a tener que tolerar difíciles situaciones. ¡Tenía que recuperarla sí o sí y estar así no me ayudaba en nada! Casi iba a levantarme de la cama definitiva y penosamente cuando el sonido del citófono me forzo inmediatamente a salir de todo aquel espectro pantanoso.
— La chica Alexa va subiendo —Me dijo el conserje.
— Muchas gracias —Respondí, pensando en que aquella era la señal definitiva que me enviaba el universo.
Cada segundo que pasaba iba sintiendo más y más dolor, pese a todas esas cosas positivas que me obligaba a pensar para poder seguir respirando con relativa fuerza. Venía Alexa y ni siquiera a ella me atrevía a mirarla a los ojos. El miedo a no recuperar a Marie poblaba cada rincón de mi ser y por si fuera poco me había hecho prometerle no renunciar a la agencia.
Abrí la puerta y ahí estaba Alexa muy sonriente, como si estuviese contenta por algo.
— Tanto llamado anoche —Dijo, peñizcandome suavemente la mejilla—. ¿Acaso no puedo salir a divertirme como una chica soltera cualquiera? ¡Arriba el ánimo! ¡Todo tiene su lado bueno!
Ahí estaba frente a la amable sonrisa de Alexa y me sentí mucho peor. Mi existencia completa se había reducido al dolor por la ausencia de Marie. Tras haber ido a dejar a casa a mi ex novia la tarde anterior la había llamado bastante con el fin de que saliera a mi rescate y no me respondió, puesto que cuando ella andaba en modo distracciones aquello era imposible, mucho menos si es que ella estaba en plan de estar conociendo a alguien, cuestión más que probable, puesto que solía hacer esas cosas con el fin de poder escribirlas después y así citar sus propias experiencias.
— ¿Te trató muy mal? —Me preguntó, casi de repente.
— Ni tanto —Respondí—. Solo que pasó todo lo que tú me dijiste que iba a pasar y no sé, al parecer me está escondiendo algo. Por si fuera poco casi me suplicó que no me fuese de la agencia.
— Así es que no quieres que te vayas de la agencia. ¿Y qué justificación te dió?
— Dice que no le gustaría que los demás piensen que por su culpa yo perdí mi trabajo.
Supe en el acto que iba a reírse, por lo que se dió vuelta para que yo no la mirara.
— ¿Y qué piensas hacer? —Me preguntó, tras intentar reprimir una sonrisa.
— Tengo que seguir adelante. ¡No tengo evidencias de que me pueda estar mintiendo!
Alexa me miró inmediatamente con unos ojos bastante agresivos.
— ¿Dije algo malo? —Pregunté.
— ¿En serio quieres recuperarla? Para serte sincera, James, cualquier chica querría estar contigo. Eres lindo y tierno y talentoso y noble, demasiado noble. ¿Por qué tienes que estar rogándole a esa perra?
— ¡Porque quiero recuperarla y tú tienes que ayudarme!
— Yo solo ayudo a mujeres.
— ¡Por favor te lo pido, Alexa! ¡No puedo renunciar a la agencia! ¡No puedo renunciar a Marie!
Alexa se dió un par de vueltas en círculos por la sala. Miraba el desorden seguramente, con el probable fin de hacerme llegar sus observaciones un rato más tarde.
— No seas idiota, James. ¿Acaso no te basta con perderla a ella? No puedes perder tampoco tu trabajo, James. ¡Te falta la nada misma para sacar del puesto de director creativo a ese payaso de Michael! Deberías estar pensando en eso más que en Marie. ¡Esa debería ser tu motivación para estar ahí! ¡Olvídate de Marie! ¡Haz que la echen! ¡Tú puedes!
Antes de lo de Marie, los chicos de la agencia solían organizar las fiestas en el departamento que en ese entonces compartíamos con Alexa, por lo que ella estaba enterada de casi todos los chismes de la oficina, incluso de los comentarios del jefe maximo, el mismísimo mister Stauton, puesto que no se atrevía a sacar al mejor amigo de su hijo de la firma, quien era el mismísimo Michael y esa era la excusa para justificar aquel asunto. Alexa conocía en persona a mister Stauton, el dueño de la compañía, quien iba de vez en cuando los domingos a almorzar a nuestro piso con el fin de escapar un tanto de su vida de multimillonario que pasaba ocupado con gente de negocios y que necesitaba distraerse haciendo música conmigo o tomándose un café en el balcón con nosotros después del postre. Más de alguna vez intentó convencer a Alexa de que ingresara a la agencia para que hiciera dupla creativa conmigo tomando en cuenta sus habilidades para redactar, puesto que mister Stauton era de esos que creía firmemente que el trabajo en equipo era más una cosa de química que un asunto de capacidades y de largos estudios y que bajo esa lógica ella y yo éramos la dupla perfecta.
— Le regalaste tu vida a Marie, James. Ella está ahí por tí y todo lo que tiene lo consiguió por tí ¡Despierta!
— Yo la llevé solamente. Si se ha mantenido ahí ha sido por mérito propio.
— Deja de mentirte a ti mismo, James. Esa tipa es peligrosa. Deberías sacarla de ahí y tú deberías mirar a tu alrededor. ¡No estaría nada de mal que estés solo un tiempo! ¡Deberías enfocarte en otros planes!
— Yo quiero recuperarla.
— Pues yo no te voy a ayudar.
— ¡Por favor te lo ruego!
Me eché a llorar, simple y penosamente. No podía con nada de aquello. Me daba la impresión de que Alexa estaba molesta y al mismo tiempo ella era mi única esperanza, por lo que tenía que estar firmemente ahí, insistiendo.
— James.
De pronto se acercó y me dió un abrazo. Me acariciaba la mejilla mientras sentía aquel olor que me protegía de todos mis miedos. Seguían cayendo lágrimas de mis ojos.
— Llora tranquilo —Decía, sin abandonar mi mejilla—. Discúlpame si te hice sentir mal pero ya va a pasar.
— No va a pasar hasta que la recupere —Dije, muy obstinado.
Me costaba asumir la pérdida. Marie era la chica ideal y por más que lo intentaba no podía imaginarme sin ella.
— ¡Ya! —Dijo, acomodando su fresco escote—. Ahora te vas a levantar, te vas a duchar y vamos a ir por un cambio de look. ¿Hace cuánto tiempo que no te compras ropa nueva?
— La verdad es que ni me acuerdo.
— Voy a ver si limpio un poco aquí mientras te duchas. Este lugar está hecho un desastre.
— Simplemente no he podido hacer nada.
Alexa se tomó la cabeza con ambas manos.
— El primer paso es quererte a ti mismo —Dijo, sonriéndo melancolicamente—. Paradogicamente, el paso para recuperarla o recuperarte es exactamente el mismo, así es que métete a la ducha para que después salgamos a dar una vuelta.
— ¿Me vas a ayudar con Marie?
— Por supuesto que sí, James. No estoy de acuerdo con tus deseos, pero antes que todo eres mi amigo. Un cambio de look es el primer paso, así es que adelante. Durante el camino te daré las instrucciones para que escribas una carta de despedida.
— ¿Una carta de despedida? ¿Para qué?
— Para que sea ella quien sienta esa sensación de que te está perdiendo. Si de ahí en adelante haces las cosas bien, ella debería sentirse mal con tu indiferencia. ¡Tienes que bloquearla de todas las redes sociales también!
— ¿Para que?
— Tú solo confía en mí.
Intenté abrazarla pero no me lo permitió.
— No es necesario —Dijo, tras rechazarme gentilmente—. De verdad que no me gusta para nada la idea de que intentes recuperarla.
— ¿Por qué?
— Espero que algún día te des cuenta. Lo único que sé es que de aquí en adelante, si de verdad quieres recuperarla, vas a tener que tener un montón de valor.
— ¿Por qué?
— Vas a tener que hacer que la echen. Ella tiene que estar consciente de que si no te hubiese conocido...
— ¡Alexa!
— ¿Qué?
— ¡Eso es jugar sucio!
— ¡Por eso no me gusta ayudar a los hombres! ¡Ya! ¡Métete a la ducha!
Fui a buscar mis cosas.
— ¿Crees que funcione?
— Por supuesto que sí. Si haces todo lo que te pido, en treinta días más ella debería estar rogándote para que regreses.
— ¿Estás segura de que va a resultar?
— ¡Por supuesto que sí! ¡Ahora métete a la ducha, por favor!
Sin decir más me metí al baño. Con la presencia de Alexa volvió aquella ilusión de que sí, de que la vida podía volver a ser bella para mí si es que efectivamente ejecutaba bien los pasos, aunque jamás iba a permitir que a Marie la echaran por mi culpa, puesto que para mí eso sí que era jugar sucio, menos que menos tras recordar que el último favor que quería pedirme consistía en que no me fuese de la agencia.