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8

Se acuerda perfectamente de ellas. Empezaban como algo tan simple como comer espaguetis, hacer un pastel o incluso lavando los platos.

Uno de ellos cogía algo y se lo tiraba al otro, y este respondía.

En menos de un minuto cualquier superficie lavable esta sucia y para lavar. Volviendo al presente, ella le contesta:

-          Sí, pero no quiero hacerlas de nuevo, Sergio. Somos genta adulta y madura, ¿no?

-          Claro, Celina. Gente adulta y madura a la que le gusta divertirse, ¿cierto? – Pregunta él.

Cuando ella va a responder, una bomba de harina cae sobre su pelo y cara, provocando un grito de furia:

-          ¡No has hecho esto!

-          Sí que lo he hecho y encantado. – Responde Sergio juguetón.

Lo siguiente que sabe el chico es que un huevo estalla en su camisa, dejándola completamente para lavar.

Harina, azúcar, huevo y leche. Una guerra de comida en toda regla. Cansado de lanzar cosas, se miran entre si y rompe a carcajadas.

¡Qué recuerdos! Como cuando eran niños. Sergio que mira a Celina a la cara, ve azúcar en las comisuras de su boca y en el labio inferior suyo. Decidido, le dice:

-          Celina, tienes algo en el labio.

-          Será azúcar, Sergio. Del que me has echado por encima. – Le contesta.

-          Déjame que lo limpie. – Le dice él, antes de que ella utilice el bajo de su camiseta para hacerlo.

Se acerca a Celina, la cual se lo mira confusa y con mucha preocupación.

Están a pocos centímetros y Sergio une sus labios con los de ella.

Un beso dulce, por el azúcar mayoritariamente, tierno y un poco juguetón.

Sergio la levanta, cogiéndola de la cintura y la coloca en la encimera de la cocina, para seguir el beso.

Sergio tiene sus manos su cintura, jugueteando con ella, haciendo que la piel de Celina se erice y sonría.

Ella, por su parte, masajea el cabello moreno de él, mientras que sus piernas las tiene enroscadas en la cintura de él.

Esta por subirle la camisa manchada cuando escuchan la puerta abrirse.

Celina salta de la encimera y Sergio se coloca bien su camisa.

Sonríen y se giran para seguir con el pastel. Entran la madre de Celina y Valentina, y la primera de ella grita:

-          ¡¿Pero qué ha pasado aquí?!

-          Nada, mamá. Bueno...lo que ha pasado es que se nos ha caído un poco de harina en el suelo. – Contesta muy inocentemente Celina.

-          Harina, azúcar, huevo y, hasta leche. – Se ríe Val, que se imagina lo que ha pasado.

-          Más os vale que recojáis este desastre, pareja. – Sentencia la madre.

Los dos asienten, mientras empiezan a limpiar.

Se miran una última vez, rojos y a la vez, felices de saber lo que sienten el uno por el otro.

Gregorio ha regresado a Doncaster.

Echaba de menos su ciudad, aunque le cueste admitirlo.

Por una parte, se siente culpable, pero por la otra es más feliz. Primero de todo, quiere disculpase con Celina por ser cruel y despiadado con ella. En cuanto ha dejado la maleta en su habitación y hablado con su madre del mes de prácticas en Londres, se dirige a casa de Celina.

Toca el timbre pero nadie le abre. Para casos así, tiene un truco. La puerta está mal colocada, así que haciendo un poco de presión en el pomo se abre, y deja a la vista el cuerpo de Celina en el sofá. A medida que se acerca, observa que ella no está sola, sino que hay alguien más. Sergio

Los dos están en el sofá, ella arriba de él. Acariciándole el cabello, mientras se besan apasionadamente, como si fueran dos adolescentes con las hormonas revueltas. Y no solo eso, sino que se da cuenta de que él no lleva camisa y ella apenas deja algo a la imaginación, con esa camiseta de tirantes rosa que Sergio está a punto de sacar.

Sin que nadie lo escuche o vea, sale de la casa.

Una vez fuera, respira aire fresco pero enseguida, una rabia interna le sale de dentro y quiere destrozar al chico que está a punto de tener a su chica. Ex novia, le recuerda su conciencia. Esto no puede quedar así.

Él no va a dejar que eso pase a mayores e irrumpe en la casa de nuevo, abriendo la puerta de un solo golpe y provocando que Celina grite e intente taparse con una camisa blanca que hay a su lado:

-          ¿Se puede saber que haces? – Le recrimina Gregorio.

-          ¿Acaso eres mi padre, Gregorio? No, pues cállate. No es de tu incumbencia con quién me bese o no. – Le grita Celina roja de furia.

-          Eres mi novia. – Le dice él.

-          Mentira. Ex novia, como mucho. Te recuerdo que lo dejamos en cuanto decidiste no contarme las cosas. – Le contesta Celina.

-          ¿Y por eso te has liado con él? ¿Tan necesitada estás? Zorra. No eres más que una maldita…

Pero no puede acabar, porque Sergio le pega en la cara con el puño cerrado.

Nadie, repite nadie insulta a su chica. Rojo de la rabia, le grita a Gregorio:

-          ¡REPÍTELO! Repítelo, si tienes cojones.  Nadie insulta a mi chica. ¿Te ha quedado claro? ¿O te lo repito?

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