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Capítulo 7: Aborto con anestesia

—¿Qué ha pasado?

Preguntó Isabel, pero pareció darse cuenta de algo en un instante:

—¿No es el dinero compensado por el perpetrador?

Habían gastado mucho dinero para el tratamiento de su herida en el accidente automovilístico y los gastos del funeral de su hijo. Antes de regresar al país, incluso le dio algo de dinero diciendo que era el dinero restante que pagó el perpetrador.

Cynthia no sabía cómo decirlo, era demasiado humillante para contarlo.

Su silencio era claramente una confirmación. ¿Cómo pudo una chica recaudar tanto dinero? Isabel estaba muy triste, pero no podía creerlo.

—Tú… has vendido tu cuerpo para...

Agarró la muñeca de Cynthia y dijo:

—No puedes tener este bebé. ¡Ven al hospital conmigo ahora!

—¿Por qué?

Cynthia trató de liberar su mano.

—¡Arruinarás tu vida si das a luz este bebé!

Ella no podía dar a luz a ese niño, ya estaba casada, se arruinará si la gente se enterara.

—Mamá, por favor, déjame tenerlo.

Cynthia lloró y suplicó.

Isabel no la soltó por mucho que le suplicara Cynthia, estaba muy decidida.

Cynthia fue llevada al hospital el mismo día.

Si Cynthia se negaba, la amenazaba con suicidarse.

Cynthia no tuvo remedio que ir. Para el aborto era necesario pasar por varios controles. Cuando Isabel fue a buscar la hoja de prueba, Cynthia estaba sentada sola en el banco del pasillo con las manos cubriéndose la barriga.

Las lágrimas no dejaban de caer.

Estaba triste e impotente.

—Alain, estoy bien. No estés tan nervioso, sólo es una pequeña quemadura.

Jenni sonrió. Iba vestida de un vestido ajustado negro que envolvía su cuerpo en una buena figura. Sobre sus hombros estaba una chaqueta de traje. Por su lado, Alain llevaba una camisa blanca, sus mangas estaban subidos, dejando al descubierto unos brazos fuertes.

Parecía preocupado.

—Si no se trata bien las quemaduras podrían dejarte cicatrices.

Jenni se inclinó hacia los brazos de Alain.

—Si deja una cicatriz, ¿te disgustaré?

—¡Tonterías!

Jenni se rio, sabía que Alain no era superficial.

Esa voz…

Cynthia levantó lentamente la cabeza y vio que Jenni, apoyada en Alain, se acercaba lentamente por el pasillo.

Parecían hechos el uno para el otro, toda una pareja encantadora.

En contraste, ella era como una desgraciada que perdió su virginidad a una edad temprana y se quedó embarazada de un desconocido.

Se quedó distraída mirándolos, pero luego hubo un rastro de sorpresa en sus ojos.

—El siguiente paciente.

La puerta de la sala de cirugía se abrió y la enfermera estaba de pie en la puerta. Detrás de ella había una mujer joven que salía agarrándose el abdomen mientras murmuraba:

—¿Por qué diablos duele tanto el aborto con anestesia?

Las cejas de Alain estaban fruncidas, sus ojos estaban fijos en el rostro de Cynthia. Delante suyo había mostrado que le daba mucha importancia al bebé. Pero ni siquiera había pasado un día y había venido a abortar.

¡Se burló en su interior!

Jenni siguió la mirada de Alain.

En el momento en que vio a Cynthia, tuvo una sensación de familiaridad, pero no podía recordar por qué le sonaba su cara. Entonces miró a Alain.

—¿La conoces?

—No.

Los labios de Alain se curvaron con frialdad.

Alain le había puesto muchas etiquetas en su mente a Cynthia. Tenía relaciones liosas en su vida privada, y se había quedado embarazada a una edad tan joven. Mientras mostraba su amor maternal delante de él, se vino para hacer un aborto.

¡Qué chica más maquinadora!

—¿Te lo has pensado bien?

Confirmó repetidamente la enfermera.

Cynthia no quería que la vieran en una situación tan vergonzosa. A pesar de que no estaba dispuesta, estaba angustiada e impotente, asintió con la cabeza:

—Me lo he pensado bien.

—Entonces sígueme.

Cynthia bajó la cabeza, sin mirar a nadie, siguió a la enfermera hasta el quirófano. Cuando la puerta del quirófano se cerró, se quedó separada de todo lo que pasaba en el exterior.

Jenni estaba levemente perturbada. Como sintió que Alain estaba enojado, extendió la mano para rodear su brazo y dijo en voz baja:

—Alain.

Alain dijo fríamente:

—Vamos.

Jenni apretó la mano que le sujetaba con más fuerza, volvió a mirar el quirófano cerrado y luego miró la reacción de Alain. No parecía que no la conociera, pero después de haber estado con él durante tanto tiempo, nunca hubo ninguna mujer a su lado.

Eso lo sabía muy bien, entonces ¿quién era esa mujer de antes?

¡¿Por qué estaba tan enojado?!

—Alain, esa chica de antes...

Alain la abrazó y no quiso hablar de ese tema.

—No te preocupes, no es nadie importante.

Jenni no le quedó otra que callarse, aunque tenía curiosidad, no volvió a decir nada.

En el quirófano, Cynthia se estremeció al ver esos fríos aparatos. ¡No, no podía abandonar a ese bebé, no podía hacerlo!

—Acuéstate.

El doctor hizo un gesto.

—No voy a abortar.

Cynthia negó con la cabeza, se volvió y echó a correr.

Corrió muy de prisa. Estaba tan nerviosa que no prestó atención a lo que tenía delante, y se chocó con el hombre que se acercaba.

Se cubrió la frente y se disculpó una y otra vez:

—Lo siento, lo siento...

—¿Cynthia Flores?

Flavio vio que se parecía a ella, pero no estaba seguro, así que preguntó.

Cynthia levantó lentamente la cabeza, vio claramente el rostro del hombre y dijo sorprendida:

—Doctor Flavio Haba.

Cuando vio que había un grupo de personas detrás de él, Cynthia estaba aún más sorprendida.

—Tú-tú, ¿por qué estás aquí?

Flavio era el médico que trataba a su hermano que tenía autismo, por eso los dos se conocieron de las visitas al hospital.

Flavio sonrió gentilmente, antes de abrir la boca, el presidente de ese hospital habló:

—El doctor Flavio vino a mi hospital para dar un discurso.

Flavio era un psicólogo muy conocido, especialmente para el autismo.

—¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Te encuentras mal?

Preguntó Flavio.

Cynthia se estremeció al recordar la actitud decidida de su madre.

—¡Cynthia!

Con la hoja de las pruebas en la mano, Isabel vino corriendo desde el otro lado del pasillo. Cuando regresó, la enfermera le dijo que su hija se había escapado, e Isabel se sorprendió mucho. Por eso en cuando la vio, gritó alterada.

Cynthia frunció los labios, tenía muchas ganas de llorar.

—Mamá...

Flavio le dijo al presidente del hospital que estaba a su lado:

—Volved primero, tengo algo que hacer.

—Si tienes algo que hacer, entonces no te molestaremos. Pero de verdad que te he invitado sinceramente a trabajar en nuestro hospital. Si tienes algún requisito, haré todo lo posible para satisfacerte.

Flavio dijo suavemente:

—Me lo pensaré.

—Isabel, si tienes algo que decir, salgamos para hacerlo. No es apropiado hablar aquí.

El hospital estaba lleno de gente y no era un lugar adecuado para hablar.

Isabel también conocía a Flavio. A veces, cuando no tenía suficiente dinero para que su hijo viera el médico, ese doctor Flavio ponía de su parte.

Isabel lo respetaba mucho.

Así que apretó con fuerza la muñeca de Cynthia, por miedo a que volviera a huir.

Al salir por la puerta del hospital, Cynthia se arrodilló frente a Isabel.

—Mamá, por favor, Bruno Flores ya ha fallecido, déjame quedarme con el bebé, ¿vale?

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