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Capítulo 6: Los tres podían depender el uno del otro

Alain frunció el ceño, sintiéndose engañado.

En el salón, Vega se había levantado para preparar el desayuno.

Al ver a Cynthia en pijama sentada sola en el sofá, sonriendo dijo:

—¿Cómo dormiste anoche?

Pensó que Alain no volvería a casa porque pasaría la noche con Jenni. Pero anoche se levantó para echar un vistazo porque escuchó algunos ruidos. Entonces se enteró de que Alain había regresado anoche y además durmió en la habitación.

Esa era la esposa que Fernanda había arreglado para el señor, lo que sin duda era buena unión. Como el señor finalmente se casó, Vega, quien lo había estado cuidando tantos años, también estaba contenta por él.

Su tono y su expresión eran demasiado entusiastas, inexplicablemente ambiguos.

Cynthia forzó una sonrisa rígida.

—Ba-bastante bien.

—Entonces date prisa en cambiarte de ropa, yo prepararé el desayuno. Luego baja a comer.

Vega entró en el comedor y comenzó a preparar el desayuno.

Cynthia miró su pijama que llevaba, y recordó que la ropa que había traído seguía en la habitación.

El hombre de la habitación debería haber terminado de cambiarse ahora, ¿verdad?

Se puso de pie y caminó hacia el dormitorio. Parada en la puerta, levantó la mano y llamó a la puerta.

Nadie respondió.

Llamó de nuevo, pero seguía sin respuesta.

Desesperada, trató de abrir la puerta, pero la puerta no estaba cerrada por dentro, así que la abrió en cuanto la empujó.

Sin embargo, en el momento en que se abrió la puerta, lo que sintió era una frialdad inmensa que hacía temblar a la gente.

El hombre se sentó en el borde de la cama mirando fríamente una hoja.

Esa hoja...

Pronto Cynthia vio claramente lo que sostenía en su mano, luego vio el desastre en el suelo, y sintió una sensación de humillación porque su privacidad había sido fisgoneada. De modo que entró corriendo para arrebatarle la hoja y preguntó:

—¿Por qué has tocado las cosas de los demás sin permiso? ¿Comprendes qué es privacidad?

Ja, ja.

Alain se burló.

—¿Privacidad?

Lo miró con una sonrisa despreocupada que aterraba a la gente.

—Te has casado conmigo embarazada de un bastardo, ¿ahora vienes y me hablas de privacidad?

—Yo... yo...

Cynthia quiso explicar, pero en ese momento no encontró un razonamiento adecuado para defenderse.

Alain se puso de pie. Sus pasos no eran apresurados ni lentos, pero especialmente rítmicos. Cada paso daba una sensación de que la opresión se estaba acercando. El enojo se notaba claramente en sus ojos perspicaces.

—Dime, ¿cuál es tu propósito?

¿Quería engañarle para que fuera el padre de ese bebé y así el bebé se convertirá en el nieto mayor de la familia Paramés?

¿Y el trato de antes fue solo una medida provisional que había hecho?

Cuanto más lo pensaba, más furioso se volvió su rostro.

Cynthia frunció los labios. Su cuerpo temblaba y no paraba de retroceder cubriéndose el abdomen con las manos por miedo a que le hiciera daño al bebé de su barriga.

—No es mi intención escondértelo. Como lo nuestro solo es un matrimonio concertado, por eso no te lo dije. Te puedo asegurar que no tengo ningún propósito.

El tono de Alain era inexplicablemente inquietante y aterrador:

—¿En serio?

Cynthia protegió la parte inferior del abdomen y se hizo hacia atrás sin que se notara, manteniendo la compostura.

—En serio, ¿cómo se puede engañar con este tipo de cosas? Si tramo algún plan malvado, moriré de las peores formas. Además, si de verdad te engaño para que seas el padre de mi bebé, creo que también tendrás suficientes estrategias para acabar conmigo, ¿no?

Aunque sus movimientos eran muy discretos, Alain los notó. Su mirada recorrió el abdomen que estaba protegiendo ella.

Luego se fijó en su rostro.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

Alain no la creyó tan fácilmente.

Las manos que protegían el abdomen se apretaron lentamente en puño. Ese bebé le pilló por desprevenida, pero era un familiar que estaba relacionado con ella por sangre. Ya había perdido a su hermano, por lo que quería dar a luz a ese bebé.

En el futuro, los tres podían depender el uno del otro como antes.

Pensando en esa noche, no pudo evitar temblar. Sus palmas no paraban de sudar frío.

—Me-me acabo de enterar de esto no hace mucho.

Ni siquiera se atrevió a decirle a Isabel, no se atrevía a poner la prueba de embarazo del hospital en su vivienda porque temía que Isabel la encontrara.

Inesperadamente, provocó un gran caos por otra parte.

Haciendo que Alain sospechara que tramaba algo malo.

Ella todavía era joven, pero...

¿Qué vida privada tan liosa debería tener para quedarse embarazada tan joven?

El rostro de Alain estaba sombrío y advirtió:

—No me crees problemas en este mes. Si llego a saber que estás haciendo algo…

—No, definitivamente no pasará eso. No crearé ningún problema, si hago algo inadecuado, dejaré que el señor Alain me castigue como quiera.

Prometió Cynthia rápidamente.

Incluso si no podía ganarse su confianza, no podía hacerle dudar de sus propósitos.

Originalmente ya estaba en una situación difícil, si se hacía más enemigos, sería perjudicial para que recuperara las cosas.

Alain la miró fijamente, su mirada era de indagar, como si juzgara la credibilidad de sus palabras.

Toc, toc… En ese momento Vega se acercó.

—El desayuno está listo.

Alain recogió su mirada y contuvo su aura.

—Recoge las cosas del suelo.

Se dio la vuelta y salió después de hablar.

Tan pronto como Alain se fue, Cynthia perdió fuerzas en sus piernas, sostuvo el mueble detrás de ella y tardó un buen rato en recuperar las fuerzas. Entonces se agachó y recogió la ropa esparcida por el suelo.

Al ver de nuevo la prueba de embarazo en su mano, las lágrimas cayeron sobre el papel.

Se secó la cara. No podía llorar, no podía hacerlo porque era un signo de debilidad.

No podía ser débil, tanto su madre como el bebé en su vientre la necesitaban.

Dobló la hoja para metérselo en la bolsa, luego se cambió de ropa y salió.

Ya no había nadie en el comedor, solo tazas de café y platos vacíos sobre la mesa. Debería haberse marchado luego de terminar de comer.

Cynthia exhaló un inexplicable suspiro de alivio porque era realmente oprimente tratar con ese hombre.

Caminó hasta la mesa para comer.

Después del desayuno, salió. Había dicho que iba a volver, temía que Isabel se preocupaba por ella.

Tan pronto como entró por la puerta, Isabel la agarró y preguntó:

—El señorito de la familia Paramés...

—Mamá.

El tono de Cynthia era borde, no quería decir más al respecto.

—Él es muy amable, no te preocupes por mí.

Isabel suspiró. Como su hija era mayor, tenía sus propias opiniones, y no le gustaba escuchar sus charlas, así que no pudo evitar sentirse deprimida.

—Solo me preocupo por ti.

Temía que ese hombre la tratará mal.

Cynthia la abrazó. Le había hablado con ese tono sin querer, porque para confrontarse con Alain y convencerle había gastado todas sus fuerzas y ahora estaba cansada.

—Mamá, solo estoy un poco cansada, no era mi intención decirte eso.

—Lo sé, no te culpo.

Isabel le dio palmaditas en la espalda, parecía que podía sentir su fatiga:

—Si estás cansada, vete a dormir.

Cynthia asintió con la cabeza. Aunque no tenía ganas de dormir, se sentía agotada. Cuando regresó a la habitación se quedó dormida sin saberlo.

Al mediodía Isabel preparó la comida y la despertó para que comiera.

Sentada en la mesa, Isabel le sirvió comida a su hija:

—Hice tu pescado favorito.

Isabel se sintió culpable por su hija, aunque la dio a luz, no le dio una buena infancia y la dejó sufrir con ella.

Cynthia miró el pescado agridulce preparado por su madre en la mesa. Tenía un leve sabor agridulce. Le encantaba comerlo antes, pero ahora su estómago se revolvía fuertemente al olerlo.

Ella no pudo contenerse, ¡bluagh!

—Cynthia.

Cynthia no tuvo tiempo de explicar, tapándose la boca se fue al baño corriendo, luego se quedó vomitando en el lavabo.

Isabel la siguió por detrás con preocupación. Ella había pasado por eso, de modo que, al ver la reacción de su hija, su rostro palideció, pero no lo podía creer. Su hija era conservadora y honesta, nunca había tenido novio en la escuela. Ella era consciente de cuidarse de sí misma.

La voz de Isabel tembló.

—Cynthia, ¿qué te pasa?

El cuerpo de Cynthia de repente se puso rígido, sus manos agarrando el borde del lavabo seguían apretando. Había decidido tener ese bebé, entonces Isabel tendría que saberlo tarde o temprano.

Se volvió para mirar a su madre y se armó de valor.

—Mamá, estoy embarazada.

Isabel no pudo mantenerse firme por un momento, y dio un paso atrás, un poco increíble porque su hija solo tenía dieciocho años.

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