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Capítulo IV

» —¿A otro lugar? ¿A dónde? —preguntó ella con curiosidad

» —A un bar en donde podamos platicar a gusto y sin intromisiones, en donde podamos ser tú y yo sin hipocresías y falsas poses.

» —Suena interesante… además de que sería una forma de romper con la rutina y el aburrimiento… así que… vamos… —respondió Teresa, para sorpresa de Carlos, que, en realidad, no esperaba que ella aceptara su invitación para salir de la fiesta.

» —¿Nos despedimos o salimos así, sin más? —le dijo Peniche, pensando que tal vez ella quería avisarle a alguien que ya se iba.

» —¿Crees que a alguien le va a importar si estamos o no? Te puedo asegurar que ni cuenta se van a dar de que ya nos marchamos

» Sin decir más, ambos se encaminaron hacia la salida de la casa, Adela, desde las escaleras veía la puerta en espera de su amado y mucho le sorprendió ver que aquellos dos se marchaban sin despedirse siquiera.

» —Vaya, parece que Carlos, lo consiguió… y yo que pensé que Teresa, se pondría algo difícil… en fin… caras vemos, corazones no sabemos… —pensaba Adela mientras los veía salir sonriendo y platicando— aunque el que se vayan juntos no indica nada. Motivos para que salieran juntos hay muchos, aunque ya él me contará

» Peniche, la llevó a la zona rosa y ahí fueron a un bar en el que había música en vivo y el ambiente era relajado y con mucha intimidad, un lugar perfecto para lo que él intentaba, seducirla.

» Teresa, aceptó beberse una copa y le dejó en claro que sería la única que bebería ya que no le gustaba tomar puesto que no sabía bien cómo hacerlo.

» Mientras charlaban de cosas ajenas al grupo de amigos que tenían en común, se encontraron hablando de los lugares que conocían y de los atractivos turísticos que estos sitios presentaban. La muchacha había viajado mucho y era una fuente inagotable de conocimientos de ciudades y tradiciones.

» Habían llegado a aquel bar, cada uno montado en su automóvil, ya que Teresa, le había dicho que sólo estaría un par de horas con él puesto que tenía que regresar a su casa y no le gustaba preocupar a sus padres, con lo que Carlos, estuvo de acuerdo, ya que era la primera vez que convivían.

» Y al final, así fue, a las dos horas justas, Teresa, se despidió de él y le dio su número celular, Carlos, la acompañó hasta su automóvil y la vio marcharse.

» Teresa, lo había impactado más de lo que él mismo se imaginó, no sólo era una mujer hermosa de pies a cabeza, sino que, además, tenía conocimientos, inteligencia y sobre todo, una sencillez que desquiciaba.

» Por momentos era sumamente inocente, pensaba sin malicia y se veía con una naturalidad que atraía, por otros, era sagaz, analítica y calculadora, aunque todo era parte de su atractivo y su belleza.

» Ahora más que nunca, Carlos, estaba decidido a seducirla, quería conquistarla, tenerla a su lado por un buen tiempo, mientras no le surgiera algo mejor.

» Desde ese momento se sintió afortunado, la muchacha no sólo lo había fascinado con su belleza, sino que su plática y su manera de comportarse lo enloquecieron, le parecía mentira que, a sus 22 años de edad, Teresa fuera más madura que muchas otras mujeres de más años que él conocía.

» A partir de esa noche, comenzó el discreto, aunque firme, cortejo, llamadas por celular a cualquier hora, mensajes de texto, salidas a comer, a cenar e incluso, hasta a desayunar en algún poblado cercano a la ciudad.

» Cada minuto que pasaba al lado de ella le parecía delicioso, aunque le pesaba reconocerlo, comenzaba a sentir por ella algo más que atracción, tal vez por eso decidió no precipitarse, de esa manera no terminaría tan pronto con la relación.

» A Adela, sólo la había visto un par de ocasiones después de la fiesta de la cual ya había pasado un mes, por ella supo que el doctor Castillo, no había podido asistir a la reunión, ya que se le presentó una operación de urgencia que le llevó cinco horas, mismas que fueron decisivas para salvarle la vida al paciente.

» A pesar de la confianza que sentía por Adela, no fue capaz de confesarle que se estaba enamorando de Teresa, que por primera vez en su vida sentía que podía vivir una vida normal, formar un hogar y tener hijos con ella.

» Todo eso sin aun haberle hablado de amor, ya que la muchacha lo tenía cautivado por su forma de ser, su sinceridad y, sobre todo, por su espontaneidad.

» Por eso fue que, cuando Adela, le preguntó:

» —¿Y como te fue con “santa Teresa”? —con ese tono burlón y cínico tan suyo

» —Normal, es una buena muchacha y me cae bien, aunque todavía no intento nada con ella, hay que ir poco a poco —le respondió tratando de no darle más detalles.

» —Yo pensé que te sería más difícil hacerte su amigo, aunque ya veo que me equivoque, esa lleva la música por dentro, aunque se dé de santita.

» —Pues sí… sólo que hay que ver hasta donde lo es o no.

» —Vaya, ahora la defiendes… que se me hace que te estás clavando con ella…

» —Nah… yo no me clavo con nadie… a Teresa, hay que trabajarla poco a poco para que no se asuste antes y salga corriendo… aunque de eso a clavarme es muy diferente, y no la defiendo… simplemente digo lo que es.

» —Pues allá tú, aunque sobre advertencia no hay engaño… Teresa, no es como todas, aunque me duela reconocerlo… ella si que es una mujer que se respeta…

» —¿Y tú no?

» —Sí… aunque ella y yo tenemos conceptos muy diferentes al respecto.

» Al final, después de haber salido durante tres meses con Teresa, decidió pedirle que fuera su novia, ella lo dudó un momento y con toda sinceridad le dijo:

» —Eres un amigo estupendo… no puedo negar que te estimo mucho y que me siento muy a gusto a tu lado… no sé si una relación amorosa entre tú y yo pueda funcionar, lo único que sé, es que podemos intentarlo y prometernos que, si esto no funciona, vamos a terminar como buenos amigos y sin rencores

» —Me parece estupendo, no puedo pedirte nada más que eso, ya verás como lograré que ese cariño que sientes ahora por mí, se convierta en amor, en ese amor que yo siento por ti casi desde el momento mismo en que te conocí, no sabes lo feliz que me hace oírte hablar de esa manera tan sincera —le dijo él antes de besarla.

» La primera vez que probó el sabor de aquellos deliciosos y bien formados labios, Carlos, sintió en su ser algo completamente diferente a lo que siempre había experimentado al besar a otras mujeres.

» Desde ese día vivieron un romance lleno de amor y de ternura, aunque no lo aceptaba por completo, Carlos, se había enamorado perdidamente de ella y la veía de una manera muy diferente al resto de las mujeres.

» No obstante, el cuerpo de ella lo tenía fascinado, por lo que al tercer mes de novios intentó seducirla para llevarla a la cama, Teresa, con mucha habilidad lo eludió y le pidió que le diera un poco de más tiempo, que aún no se sentía preparada para dar un paso tan importante como ese.

» Por el gran amor que le tenía, Carlos, aceptó, aunque no le gustó no tenerla en la cama para satisfacer su pasión, fue entonces cuando regresó a sus conquistas pasajeras y para satisfacerse buscaba a otras mujeres.

» A los seis meses de novios, volvió a intentarlo y de nueva cuenta, ella no accedió, incluso le dijo que se estaba reservando para el hombre que se casara con ella, aquello fue algo que Peniche, no podía tolerar.

» Si bien, no le había dicho que se casaran, la indirecta fue clara, así que decidió dejar que las cosas siguieran su curso normal y mientras él se satisfacía sexualmente con otras mujeres, a ella trataba de incitarla con besos y caricias.

» Estaba convencido de que sería Teresa, la que tarde o temprano terminaría por pedirle que la hiciera suya, sin compromisos matrimoniales y mucho menos sin condiciones posteriores a la entrega, todo era cuestión de saber esperar y apretar los botones adecuados para que el romanticismo de ella se convirtiera en pasión y eso la arrojaría a sus brazos de manera inevitable.

» De esa manera transcurrieron cuatro meses más hasta que su relación se terminó, él se sentía tan seguro del amor de ella que decidió no buscarla hasta que ella le rogara que volvieran, cosa que nunca sucedió.

» Lo último que supo, fue que Teresa se casó y era muy feliz con su marido, el saberlo lo enfureció y fue cuando decidió que tendría que poseerla al precio que fuera no era aceptable que le perteneciera a otro con lo mucho que el la deseaba.

Y ahora, la tenía ahí, en la cama, sólo con la ropa interior puesta, más hermosa y más sensual que nunca, indefensa y vencida a lo que él quisiera hacer con ella, tal vez no era lo que había esperado, aunque, al final de cuentas, la haría suya.

Dejó de contemplarla y procedió a quitarle el sostén, luego la despojó de sus delicadas y coquetas pantaletas, al tenerla desnuda en el lecho, sintió que toda su pasión se desbordaba y ya no iba a esperar a más.

Ese maravilloso cuerpo lo enloquecía, era tan hermosa que ya no le importaba lo que pudiera suceder después, así que decidido se desnudó y se subió a la cama.

La boca de Carlos, se perdió entre el cuello y las mejillas de Teresa, sabía que así la excitaría bastante para que se entregara con mayor facilidad, mientras le besaba el cuello y los hombros, su mano derecha buscaba la forma de acariciar sus hermosas formas aumentando el placer que sentía.

Le encantaba sentir bajo la palma de sus manos aquella piel tersa, firme, suave como la más delicada flor, sus besos fueron descendiendo por los hombros de ella.

Con una idea lujuriosa en la mente, se levantó de la cama y se paró frente a ella, volviendo a recorrer con su mirada aquella hermosa imagen, era una postal digna del mejor cuadro erótico que jamás se hubiera pintado.

Todas sus líneas eran perfectas, los senos grandes y macizos, como melones maduros, la cintura estrecha y bien formada, sus piernas esbeltas pero torneadas, el triángulo de rizos negros y abundantes que cubrían su sexo, eran realmente atrayentes y contrastaban con lo blanco de toda su piel.

Aquella mata de bellos que partía desde el orificio del ombligo y bajaba hasta la entrepierna, nunca la había visto antes, aunque, adivinaba que aquella mata de pelos rizados y negros terminaría hasta el centro de sus carnosas nalgas, con sólo imaginar lo delicioso sería poseerla y disfrutar de ella, sintió que su pasión aumentaba y se endurecía más de lo que ya estaba.

Sin poderse contener, comenzó a besar los dedos de los pequeños pies, los acariciaba con su lengua y los chupaba suavemente, para recorrerlos uno a uno.

Luego subió su boca por el empeine y succionó la espinilla y las rodillas, mordisqueó aquella piel cálida y tersa, de las pantorrillas, que lo enajenaba.

Siguió subiendo con su boca y se detuvo en los duros muslos, los cuales mordió con amor en el éxtasis supremo de su pasión, de su desbordante deseo.

Mucho tiempo había deseado hacerlo y ahora por fin podía deleitarse con aquel cuerpo estupendo y sensual por donde quiera que se le viera.

Su boca ansiosa, siguió chupando y besando por los muslos, los cuales fue abriendo de manera suave y delicada, hasta que, su boca, busco la anhelada y tantas veces soñada, intimidad de Teresa.

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