Capítulo V
Ahí se detuvo un momento, primero disfruto del excitante aroma que ella despedía, embriagándose con su buque, luego con la punta de su lengua la recorrió de arriba abajo, paladeando aquel excitante sabor, sentía que la emoción lo invadía por todo su ser, el rico sabor íntimo de Teresa era algo que jamás se imaginó disfrutar.
La lengua penetró en la intimidad de ella y se movió buscando, recorriendo los pliegues internos de la abertura, dentro de su semi inconsciencia ella reaccionó ante la íntima caricia que le despertaba todos los deseos de su temperamental cuerpo.
Las manos de Teresa, de manera inconsciente e impulsiva, se apoderaron del cabello de él y lo acarició con sincero deseo, estrechándolo más al centro de sus piernas y alentándolo a que continuara con su deliciosa labor, aunque su mente no coordinaba bien, lo que estaba viviendo, su cuerpo reaccionaba con esa pasión que la calcinaba por dentro y la hacía dejarse llevar.
Gimiendo y moviendo sus caderas en círculos lo apretó más contra su entrepierna haciendo que la lengua ingresara en su intimidad, aún un poco más, Carlos, se manejaba con toda su experiencia seguro de que ella seguiría reaccionando ante su habilidad y motivada por el deseo que corría en su sangre, ayudada por el afrodisiaco que le había suministrado.
Buscando mayor contacto de su boca, metió sus manos bajo las carnosas caderas de ella y la levantó un poco, de esa manera tenía un mejor acceso, Teresa, tenía sus piernas completamente abiertas y nada de su intimidad escapaba a las miradas y caricias del lujurioso hombre que gozaba como nunca.
Ella se estremeció gimiendo con verdadero placer, Peniche, comprendió que había logrado su propósito, Teresa, llegaba al orgasmo de manera intensa y plena.
Carlos se mantuvo unos minutos más besando y lamiendo, para luego separarse y seguir ascendiendo con su boca por la estrecha cintura.
Vientre y ombligo fueron besados y lamidos, para luego llegar hasta los abultados y firmes pechos, en donde su boca se deleitó de manera plena con los deliciosos pezones que ya estaban completamente erectos.
Mientras le realizaba aquellas intensas caricias, su cuerpo se colocó sobre el de Teresa, buscando el acoplamiento de sus cuerpos que tanto había deseado, con suavidad y cierta ternura, poco a poco fue logrando sus propósitos.
Cuando sus cuerpos estuvieron unidos a la perfección, formando uno solo, él se mantuvo quieto por unos segundos, tal vez esperando la reacción de ella.
Teresa, sin ser consciente de sus actos y mucho menos de con quién se encontraba en aquellos momentos, se abrazó al cuerpo de aquel hombre con piernas y brazos, al tiempo que lo besaba en la boca gimiendo delicadamente al tiempo que las caderas de ambos iniciaban la deliciosa y pasional danza del vaivén sexual.
Teresa, no había abierto los ojos en ningún momento y al sentir que toda la acción terminaba, relajó su cuerpo y sus brazos cayeron a sus costados sin fuerza. Carlos, notó que ella seguía perdida por las drogas que se le suministraran.
Se levantó y contempló a Teresa, estaba dormida, perdida en el mundo de los narcóticos que le suministraran de manera hábil y perversa.
La hermosa mujer, estaba desnuda, sólo con el liguero y las medias puestas, como una diosa del amor, estaba tranquila, serena y más hermosa que nunca.
Carlos, sonrió satisfecho al ver que había concluido con su obra, luego, se acostó a su lado y abrazándola como si fuera su pareja, se fue quedando dormido, como si nada hubiera ocurrido, en su rostro una sonrisa de plena satisfacción se había quedado plasmada desde el momento mismo en que culminara su detestable acción.
Todo lo sucedido en aquella recámara, incluyendo sus voces, sus gemidos y sus suspiros, fueron grabados debidamente en la cámara de vídeo que Adela utilizara.
Desde que ellos ingresaran a la alcoba, ella se situó en el mejor lugar para filmarlos a escondidas, aprovechando también, para capturar algunas fotos, tal y como se lo había pedido Carlos.
Mientras era mudo testigo de la villanía de su amigo y participe de la traición a su amiga, ella sentía un raro hormigueo en el cuerpo, como si la adrenalina por la emoción de estar haciendo algo prohibido la incitara.
Estaba decidida a vengarse de aquella mujer, que, si bien había sido una buena y leal amiga desde siempre, también había sido la culpable de que Roberto Castillo no volviera a sus brazos y le pidiera perdón por su conducta.
Si ella no se hubiera cruzado en sus caminos, estaba convencida de que para esas horas, ella sería la esposa del prestigiado médico y no la amargada dejada que el novio decidió olvidar en el pasado para seguir su camino.
Eso era algo que no podía perdonarle, aunque Teresa, no supiera de la relación de ellos, porque estaba segura que Roberto, no le había dicho nada, la había mantenido oculta como a una amante que no es digna de ser reconocida.
No obstante, eso no disculpaba la acción de Teresa, ¿por qué tuvieron que conocerse ellos para iniciar una relación que los llevó al matrimonio? ¿Por qué ellos y no ella que era la que más se lo merecía?
En definitiva, no podía dejar que fueran felices, sabía que una vez que se le enseñaran las fotografías y el vídeo a Roberto, este no sólo despreciaría a Teresa, sino que terminaría por divorciarse de ella, y esa era la oportunidad que Adela, no iba a dejar pasar, ella estaría ahí, para consolarlo y brindarle su amor.
Varias horas después, los primeros rayos de sol penetraron por la ventana de aquella habitación y lastimaron los ojos de Teresa, quién yacía sobre la cama desnuda y vulnerable, tal y como la había dejado Peniche.
Intento abrir sus hermosos ojos, aunque, el sol se lo impidió, por lo que tuvo que volverse de lado para evitar la cegadora luz y poder ver donde se encontraba en ese momento en que todo en su mente era confusión y la hacía desorientarse.
La cabeza le dolía de manera intensa, la sentía pesada, como si le hubieran dado un fuerte golpe y eso la hubiera dejado sin sentido, no entendía nada de lo que pasaba y no podía explicarse en dónde y por qué estaba ahí.
Sus ojos recorrieron el lugar y no reconocía nada, trató de recordar cómo había llegado hasta aquella habitación, aunque, su capacidad no daba para tanto y no pudo hacerlo, la cabeza le dolía de manera espantosa y eso le impedía coordinar.
Tal parecía que de un momento a otro se le iba a abrir el cráneo y todo lo que albergaba en él botaría como un volcán en erupción, era tan desesperante aquella sensación, que podía equipararse con la inquietud y el desconcierto que sentía.
Se sentó en la cama confundida y pensativa, estaba desconcertada, su mente no coordinaba bien, era como si regresara de un gran viaje, de algún lejano lugar del que no sabía el nombre y mucho menos el motivo de haber realizado tal viaje.
Se sentía sumamente cansada, fatigada, con una pesadez en el cuerpo como nunca antes la había experimentado, no obstante, ella no sabía que había estado dormida por casi trece horas, como consecuencia del licor y las drogas que ingiriera sin ella saberlo, en su cuerpo sentía una gran inquietud.
Deseaba volver a acostarse y dormir hasta que todo aquel malestar múltiple, desapareciera de su cuerpo, de su cabeza y su mente trabajara de manera normal para poder encontrar una respuesta a todo lo que la inquietaba.
Todo aquello era muy raro, desconcertante y sobre todo molesto, para la inteligente mujer, estaba confundida, desorientada, desconcertada, algo que nunca le había pasado, no sabía en realidad qué hacer, mucho menos cómo reaccionar, cuando de pronto, una voz despreocupada, cínica y burlona la hizo volverse presurosa y un estremecimiento de temor la invadió:
—¡Hola preciosa...! ¿Dormiste bien? —le dijo Carlos, viéndola con morbosidad.
La mirada sorprendida de Teresa, se encontró con Carlos, que salía del cuarto de baño sonriendo feliz y satisfecho, estaba sólo en trusa y lucia su cuerpo con cierto orgullo y descaro, como ponderándose de lo que había hecho.
—¡Carlos…! ¿Qué estás haciendo tú aquí? —preguntó ella como si no entendiera lo que la presencia de aquel canalla significaba en ese momento.
—¿Me preguntas o te burlas? —respondió él adoptando una pose cínica y burlona, con la que acostumbraba a impresionar a sus conquistas.
—N-no comprendo —insistió ella, el cuerpo y la cabeza le dolían más al moverse y eso la desconcertaba y le impedía pensar con toda la claridad que hubiera deseado en aquel momento— ¿Qué quieres decir con eso? No te entiendo.
—Es sencillo de entender, tú y yo pasamos una noche estupenda —respondió él dándole la espalda para ponerse frente a un espejo para poderse acomodar el cabello— ¿Ya te olvidaste de la hermosa noche que nos dimos… en la que disfrutamos como siempre lo habíamos deseado…? Pues yo no, y te felicito, eres una verdadera hembra, ardiente y temperamental como pocas.
Nunca antes había tenido a una mujer como tú, ardiente, entregada, plena y total. Me dejaste satisfecho como pocas veces lo he estado en mi vida y sobre todo sin ninguna queja de mi parte. Así que cuando quieras, siempre me tendrás a tu disposición, siempre y cuando me hagas tan feliz como anoche.
De pronto, la verdad cruel y amarga llegó a su cabeza como una descarga eléctrica que todo lo fulmina a su paso, de lleno, comprendió las palabras con doble intención de aquel desgraciado que hacía alarde de su victoria sobre de ella, no había ninguna duda, ¡había abusado de ella! Porque de ninguna manera lo había hecho consciente.
En ese momento fue cuando noto que se encontraba casi desnuda en la cama, salvo por las medias y el liguero, nada cubría su hermoso cuerpo, su imagen era sensual y descarada, aunque no por eso, menos atractiva.
Por reflejo trató de cubrirse con la colcha, luego con la mirada cargada de odio sincero y verdadero se le quedo viendo fijamente para decirle con todo su coraje:
—¡Canalla…! ¡Desgraciado infeliz…! ¡Hijo de la…! ¿Qué me hiciste… maldito? Estoy segura que me diste algo en la bebida para que yo no me defendiera y pudieras abusar de mí…. ¡Nunca…! Óyelo muy bien… ¡Nunca me hubiera acostado contigo estando consiente…! ¡Me repugnas y me causas un asco espantoso!
—Vamos muñeca, déjate de jaladas, anoche no pensabas igual, tú misma me pedías que te hiciera feliz… que necesitabas un hombre que te satisficiera tanto como lo deseaba, que no habías encontrado a otro que fuera, al menos como yo.
—¡Mientes… maldito! ¡Mientes… desgraciado! —grito ella con convicción— yo jamás te habría dicho eso ni aun inconsciente. No puedo decirte algo que no siento, algo que jamás sentiría por ti… ¡No eres hombre para una mujer como yo!
Te falta mucho para ser el hombre que pueda estar conmigo en la intimidad, y lo peor de todo es que lo sabes, de otra manera no hubieras tenido que recurrir a drogarme para poder abusar de mí… qué poca cosa eres, que lo que no pudiste lograr por las buenas, tuviste que arrebatarlo por las malas.
Ahora no sólo me das asco y repulsión, ahora también me das lástima, creí que eras un hombre de pies a cabeza y no eres sino un infeliz que tiene que drogar a una mujer para que no se vea rechazado por su incapacidad para convencerla…
—Claro, eso dices ahora para cubrir tu hipocresía… —insistió él, controlando el dolor que le causaban las palabras de ella, tratando de disimular, mientras se vestía con rapidez— ¿y qué tal anoche? Cuando te me insinuaste y me provocaste, mientras bailábamos, hasta que reaccioné como hombre, lo cual te alegró y parecías otra mujer, tu misma dijiste que estabas dispuesta a todo por mí. ¿No lo recuerdas, muñeca? Además tu misma fuiste la que sugirió las poses que empleamos para amarnos y darnos pasión de la mejor manera posible, entonces no sentiste ni asco, ni desprecio por todo lo que gozaste… ¡qué hipócrita eres!