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Decisiones difíciles

Mónica ayudó a Ashley a llegar al hospital. Una vez allí, la llevaron a la sala de urgencias.

—¿Qué le pasó?—preguntó el médico a cargo.

—No lo sé. De repente me sentí mareada y me desmayé—contestó Ashley, quien para ese momento había recuperado la consciencia.

—Bien, vamos a hacerle algunas pruebas.

El doctor procedió a hacerle algunos exámenes a Ashley. Y después de un rato, regresó con los resultados.

—Le tengo buenas noticias y unas quizás no tan buenas—comentó con seriedad, mirándola a los ojos.

Ashley se preocupó de inmediato por el comentario del doctor, pero se animó a mantener la calma. «Sea lo que sea, no puede ser tan malo», se dijo tratando de mostrarse optimista.

—¿Cuáles son las buenas noticias, doctor?—decidió comenzar con las primeras.

—Está embarazada—soltó el hombre sin rodeos.

—¿Qué?

La joven se sintió a punto de desmayarse de nuevo. «Esto no podía ser verdad, no podía tener tanta mala suerte», pensó sintiendo cómo su mundo se venía abajo en menos de un parpadeo. Y justo cuando quería empezar de nuevo.

—Las malas noticias son que tiene anemia—prosiguió el doctor con su diagnóstico.

—No puede ser.

A Ashley la noticia del embarazo le preocupaba más que su condición anémica.

—La anemia es una condición en la que la sangre no tiene suficiente hemoglobina. La hemoglobina es una proteína que transporta oxígeno por el cuerpo—explicó el hombre sin percatarse del conflicto interno que sufría su paciente.

Ashley se obligó a mantener la compostura.

—¿Y qué causa la anemia, doctor?—preguntó para no parecer grosera.

—Hay muchas causas posibles, pero en su caso, es probable que sea causada por su embarazo. El embarazo requiere mucho hierro, y es posible que no esté obteniendo suficiente hierro de su dieta.

—¿Hay algo que pueda hacer para tratarla?

—Sí, hay algunas cosas que puede hacer. Primero, es importante que siga una dieta saludable que incluya alimentos ricos en hierro, como carne roja, aves, pescado, huevos, legumbres y verduras de hoja verde.

Ashley se marchó del hospital con una serie de recomendaciones bajo el brazo. Su amiga Mónica la esperaba afuera, bastante preocupada por su estado de salud.

—Ashley, ¿estás bien?—le preguntó apenas la vio.

—No lo sé—contestó con sinceridad. La verdad era que no sabía cómo sentirse.

«Estoy embarazada», pensó de pronto superada por la situación.

—Es una noticia difícil de asimilar—concordó su amiga Mónica, cuando Ashley le contó lo que pasaba.

—Sí, lo es—dijo sin mucho deseo de seguir hablando del tema. Le dolía la cabeza solo de pensarlo.

Horas más tarde, Ashley se encontraba sentada en su cama, mirando fijamente la pared. No podía dejar de pensar en la noticia de su embarazo. Todavía no podía creer que estuviera embarazada de Angelo, su exmarido.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos de solo pensar en las posibilidades. No podía decirle a Angelo, eso era seguro.

«¿Por qué le pasaba esto, justo ahora?», se preguntó, recordando la manera en la que Angelo la había engañado con otra mujer. El dolor de la traición y la humillación, dolían mucho más ahora. Se juró nunca más volver a verlo y lo cumpliría.

«Pero no quiero abortar. No quiero perder a mi hijo», pensó renuente ante la idea de deshacerse del bebé.

Ashley amaba a los niños. Siempre había querido tener una familia numerosa. Pero ahora, no estaba segura de poder criar a un hijo sola.

—¿Qué voy a hacer?—se preguntó en voz alta, tratando de encontrar una salida.

Ashley se quedó sentada en la cama, pensando durante horas. No podía tomar una decisión. No era sencillo.

—Tengo que hablar con alguien—concluyó, procediendo a hacer una llamada. De lo contrario, iba a volverse loca.

—¿Hola, Ashley? ¿Qué pasa?—atendió su amiga de inmediato.

Mónica se sentía preocupada por Ashley, incluso había estado a punto de llamarla en el momento en que su teléfono comenzó a sonar por una llamada entrante.

—Mónica, necesito hablar contigo—la voz de Ashley era temblorosa. Tenía ganas de llorar.

—¿Sobre el embarazo?

—Sí. No sé qué hacer.

—Es una decisión muy difícil.

—Sí, lo es.

Luego de un momento de silencio, Mónica se atrevió a preguntar:

—¿Has pensado en hablar con Angelo?

—No. No quiero hablar con él—negó Ashley con el horror marcado en su mirada.

Había dejado Reino Unido con la única finalidad de no volver a verlo, obviamente no regresaría sin importar nada.

—¿Y qué pasa con el bebé? ¿Quieres tenerlo?

—La verdad no sé—se sinceró—. No quiero perderlo, pero no sé si puedo criarlo sola.

—Ashley, tienes que pensar en lo que es mejor para ti y para el bebé—la aconsejó su amiga.

—Sí, lo sé.

Realmente Ashley quería tomar la decisión correcta, el problema era que no sabía cuál era esa.

—Tómate tu tiempo para pensarlo. No tienes que tomar una decisión ahora mismo.

—Gracias, Mónica.

—De nada. Estaré aquí para lo que necesites.

Ashley colgó el teléfono. Sin todavía saber qué iba a hacer. Aunque en el fondo, sabía que solamente existía una opción segura. Sin embargo, a su parecer, aquella opción era demasiado atroz...

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