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Situaciones desagradables

El sol brillaba con fuerza aquel día de septiembre. Ashley se levantó temprano, como de costumbre, para preparar a su hijo, Arnold, para su primer día de escuela. El niño tenía dos años y era un pequeño risueño y encantador. Tenía el pelo negro y rizado, y unos grandes ojos marrones que siempre estaban llenos de curiosidad.

Ashley se puso a preparar el desayuno mientras Arnold jugaba con sus juguetes. Le preparó un plato de avena con leche y frutas, y le sirvió un vaso de jugo de naranja. Arnold comió despacio, mientras miraba a su madre con sus grandes ojos.

Cuando terminaron de desayunar, Ashley le ayudó a vestirse. El niño llevaba un traje azul marino con una camisa blanca y una corbata roja. Luego, le puso una mochila nueva con sus libros y útiles escolares.

Arnold estaba nervioso, pero también emocionado. Nunca antes había estado en la escuela, y no sabía qué esperar. Ashley le dio un beso en la frente y le dijo:

—Todo va a salir bien, mi amor. Te voy a extrañar mucho, pero sé que te vas a divertir mucho en la escuela.

El pequeño sonrió.

—Sí, mamá. Voy a ser muy bueno—prometió con alegría.

Ashley lo llevó al jardín de infantes, que estaba ubicado en un edificio cercano a su casa. El jardín era pequeño y acogedor, con un patio lleno de juegos. Ashley se despidió de Arnold y le dijo que la llamara si necesitaba algo.

El pequeño entró al jardín de infantes de la mano de su maestra, una mujer amable y cariñosa. Mientras tanto, su madre se quedó mirándolo hasta que desapareció en el interior del edificio.

Ashley se sintió un poco triste al ver a su pequeño irse. Había decidido ser una madre soltera, y Arnold era lo más importante en su vida. Pero también estaba feliz de que su hijo empezara su educación. Sabía que iba a tener una gran oportunidad en la escuela.

De esa forma, regresó a casa y se dedicó a sus tareas. Pero su mente no dejaba de pensar en Arnold. Se preguntaba cómo estaría, si se estaría divirtiendo, si ya había hecho amigos.

Al mediodía, Ashley recibió una llamada de la maestra de Arnold. Le dijo que el niño estaba muy bien, que se había adaptado rápidamente a la escuela y que ya había hecho algunos amigos. Ashley se sintió aliviada y contenta.

A las cuatro de la tarde, fue en busca de su hijo a la escuela. Cuando llegó, lo encontró jugando en el patio con sus nuevos amigos. Arnold la vio y corrió a abrazarla.

—¡Mamá!—exclamó—. ¡Me lo he pasado muy bien!

Ashley sonrió en respuesta.

—Me alegro, amor mío.

De esa manera, regresaron juntos a casa. Era la primera vez que Ashley tenía algo de tiempo libre. Luego de haber tomado la decisión de tener a su hijo, su vida cambió para siempre, pero no sé arrepentía de nada. Arnold era lo mejor que pudo haberle pasado.

[...]

A la mañana siguiente, Ashley tenía preparado un cronograma diferente. Se despertó más temprano ese día, puesto que no solamente tenía que llevar a su hijo al colegio. Si no que también era su primer día de trabajo en su nuevo empleo.

Se levantó y se vistió con un traje formal. Se maquilló y se peinó cuidadosamente. Quería causar una buena impresión en su nuevo jefe.

Bajó a la cocina y preparó el desayuno para su hijo. Ashley lo adoraba, y estaba decidida a darle la mejor vida posible.

Después de desayunar, Ashley se despidió de Arnold y se fue al trabajo. El viaje en autobús fue largo y aburrido. Así que aprovechó para leer un libro y relajarse.

Finalmente, cuando llegó a la empresa. Se percató de que era un edificio moderno y elegante, ubicado en el centro de la ciudad. Se sintió impresionada al verlo, puesto que parecía ser nuevo. De hecho, la empresa no tenía mucho tiempo instalada en Suiza.

Entró al edificio y se dirigió a la recepción. La recepcionista le dio una cálida bienvenida y la acompañó a su oficina.

La oficina era pequeña pero acogedora. Tenía una ventana grande que daba a la ciudad. Ashley se sintió cómoda de inmediato.

La recepcionista le entregó un paquete de bienvenida con información sobre la empresa y su nuevo puesto. Ella lo abrió y comenzó a leerlo.

Horas más tarde, había terminado sus primeros pendientes y estaba lista para mostrárselo a su jefe. Quería causar una buena impresión, por lo cual se había esmerado demasiado en los informes.

—Por favor, anúncieme con el presidente—le pidió a la secretaria del mismo.

—Un momento, señorita Jones.

Ashley esperó pacientemente con la carpeta en sus manos. Deseaba que su nuevo trabajo marchara bien, puesto que el salario era alto y con eso no solamente le pagaría a su amiga toda la ayuda que le había dado, sino que también le daría una mejor vida a su pequeño.

—Puede entrar—anuncio la mujer, luego de colgar el teléfono.

—Gracias.

La joven entró en la oficina con una sonrisa, una sonrisa que rápidamente fue borrada al reparar en la persona que se encontraba detrás del escritorio.

Ashley parpadeó repetidamente intentando borrar aquella visión de tan mal gusto, pero por más que pusiera empeño en hacerlo, el individuo frente a ella no desaparecía.

—Tú…—dijo sintiendo como la rabia bullía de su ser.

Sin duda, su mala suerte iba de mal en peor. No solamente había quedado embarazada de él, sino que ahora se lo topaba de nuevo.

Su exmarido estaba justo frente a ella, con una mirada cargada de emociones que no podía identificar, pero que a esas alturas simplemente no les importaba. Odiaba a Angelo, eso era lo único seguro en su vida.

Inmediatamente, sintió una punzada de dolor en el corazón al recordar el pasado, un pasado que se suponía estaba completamente olvidado. Angelo había sido su primer amor, y el padre de su hijo. Pero también era un hombre manipulador y egoísta. Y no estaba segura de cómo iba a lidiar con él.

—Hola, Ashley—la voz de Angelo retumbó en la estancia sacándola de sus atormentados pensamientos.

El hombre sonrió como si estuviese feliz de verla, lo cual la enfureció mucho más.

«¿Acaso él ya sabía que había empezado a trabajar en su empresa?», se preguntó con la rabia fluyendo de todo su ser.

—¿Qué tal has estado?—prosiguió, con aquella desagradable conversación, como si fuesen mejores amigos que tuviesen el gusto de reencontrarse. Nada más alejado de la realidad, pensó Ashley, porque para ella aquella no era más que una situación desagradable.

—Esto debe ser una broma de mal gusto—pensó en voz alta.

A lo que su exmarido se mostró dolido ante su comentario. Inmediatamente, en el rostro de Angelo, se dibujó una mueca de pesar.

—Lamento tener que decirte que no lo es. Pero yo, al contrario de ti, estoy muy feliz de volver a verte, Ashley.

—Pues es una pena no poder decir lo mismo—contesto apretando con fuerza la carpeta que sostenía en su mano. Ya no le importaba romper aquel informe en el que había estado trabajando, lo único que le importaba era salir de ahí.

Los dos se miraron fijamente por unos segundos, que fueron extremadamente incómodo. Fue Ashley, quien se animó a romper el silencio.

—Está de más decir que renuncio—anunció con dignidad, dándose media vuelta para marcharse.

En ese instante, Angelo acortó la distancia en un santiamén.

—No puedes irte—le dijo tomándola del brazo.

—¡Claro que sí!

—¡No, no puedes irte sin decirme de quién es el niño!

—¡¿Qué?!

Ashley se horrorizó al reparar en que aquella información estaba escrita en su hoja de vida, la cual seguramente Angelo había revisado…

«Todo esto es un desastre», pensó de pronto con ganas de que la tierra se abriera de bajos de sus pies y se la tragara.

¿Y ahora? ¿Qué haría?

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