Capítulo 2 Obras de arte
Por Irina
Mientras terminaban de leer la lectura y ante la insistencia de Paty, que no le alcanzaba con haberse quedado con la que fuera la mansión de mis padres, con la mayoría de los bienes móviles que se hallaban dentro de ella, con dos automóviles y con el 75% de una próspera empresa, porque entre ella y su hija prácticamente se adueñaron de Calzados Kroes, mi mente pensaba cuál iba a ser su próxima jugada en mi contra.
Recordé las joyas de mi madre, creo que todas están guardadas en mi habitación, tengo que revisar el alhajero antes de partir.
Mi mente viajaba por la casa, buscando recuerdos queridos.
Llegué a las fotografías de mis padres, eso no creo que las quiera, a menos que sea para quemarlas.
¡Las pinturas!
Muchas eran originales, al menos eso decía mi padre, siempre hablaba de obras de arte invaluables y están desde siempre en la mansión.
Hay dos en especial, que luego de una remodelación, que mi padre insistió con que las colgara en mi dormitorio, yo en ese momento no estaba de acuerdo, pero no me animé a negarme, porque él insistió mucho, diciendo que eran las preferidas de mi madre.
Ella adoraba el arte.
Hasta pintaba, esos recuerdos llegan a mi mente con una sonrisa.
Voy a tener problemas cuándo quiera llevarme esas pinturas.
—Damos por finalizada la lectura del testamento.
Miré a Paty y a Rosie.
Nunca sentí que mi media hermana fuera un poco empática con mi situación.
Al principio pensé que su madre la había influenciado, pero hace mucho que creo que la alumna superó a la maestra.
—Señor…
Comienzo a hablar.
—Quisiera guardar mis pertenencias en este momento y con ustedes como testigos.
Sorprendí a todos con mi petición.
La cara de Paty se transformó.
—¿Pensás que te voy a robar las mugrosas porquerías que tenés?
—Sí.
—¡Mocosa insolente!
Pretendió darme un cachetazo, pero se contuvo a último momento.
—Antes que nada, quiero agradecer a los dos testigos, la señora Elisa Sedoi de Cassani, muchas gracias señora, y el señor Fernando Gentile, quién presenció la lectura del testamento a pedido del difunto Máximo Kroes y en nombre de la señorita Irina Kroes.
—Pensé que era un abogado de su estudio, no tiene que ser testigo alguién a quién yo no conozco.
Se queja Paty, demostrando que de leyes no sabía nada.
Lo que sabía era presionar y armar planes malévolos.
—Señora, se requerían dos testigos y uno de ellos era testigo de la señorita Irina.
—Mi hija no tuvo testigos.
—Señora…
Dice el abogado y creo que se está conteniendo para no insultarla.
—La señora Sedoi está de su parte y se considera que usted vela por los intereses de su hija.
Elisa nunca me agredió, ni se portó mal conmigo, pero muchas veces me miraba muy mal, creo que Paty le debe haber dicho mil mentiras sobre mí.
Tengo entendido que ellas son segundas primas o primas lejanas, pero son muy cercanas en su trato, lo son tanto que el hijo menor de Elisa es el director de Calzados Kroes.
No quiero ni pensar en él, siempre fue parte del bullying que sufrí por parte de Rosie, salvo la vez en que ella me sumergió en la piscina y él me rescató.
Llegué a desvanecerme y me debe haber ayudado porque pensó que estaba muerta.
Me dio respiración boca a boca y hasta discutió con su prima lejana.
Ellos casi no tenían parentesco, o lo tenían en 5º o 6º y estoy segura que Rosie está enamorada de él.
Alguna vez escuché que Paty y Elisa pretenden que ellos contraigan matrimonio.
Él no parece indiferente a mi media hermana.
Tengo que reconocer que Rosie es una mujer bella y sensual, que sabe coquetear y seducir, eso lo sacó de su madre.
No quiero perder el tiempo pensando en ellas ni en… Roque.
Le pedí al abogado que contratara un flete o un camión de mudanza, no sé qué condiciones tiene el lugar adonde voy a ir a vivir, pero pretendía llevarme hasta mi cama y en ese mismo instante.
El licenciado accedió inmediatamente.
—Sos una caprichosa.
Dice Paty.
—En este instante quisiera recorrer las distintas habitaciones de la casa, para verificar que no quede nada de mi madre.
Digo yo, ignorando a Paty.
Me paré y me dirigí al estudio de mi padre, dos mucamas se hicieron presente, para ayudarme a trasladar lo que yo pretendía separar.
Al entrar, me dirigí a los cajones del escritorio de mi padre y… estaban vacíos.
La sonrisa de Paty se acrecentó.
Entonces di la orden para que las mucamas bajen un cuadro.
—¡No! ¡Ese cuadro me gusta!
Yo la miré con desdén.
—Lo lamento, pero ese cuadro me lo llevo.
—No lo voy a permitir.
—Señoras, se tienen que poner de acuerdo.
Interfiere el abogado.
Me acerqué al cuadro, sabiendo que lo había pintado mi madre, en ese instante vi su firma, nunca había reparado en ello.
—Al menos reconocés que mi madre era una gran artista, ese cuadro lo pintó ella.
Dije con mucho placer.
La palidez se adueñó por un momento del rostro de Paty.
—¡Es mentira!
Es lo único que alcanza a decir.
—Señores, por favor, corroboren que la firma de este cuadro, pertenece a mi difunta y querida madre.
El abogado busca en algunos archivos de su celular y asintió.
—Mi padre dejó en claro que lo que pertenecía a mi madre, me lo podía llevar.
Eso mismo sucedió con la mayoría de los cuadros que se lucían en nuestra mansión.
Yo no recordaba que mi madre pintara tanto y de forma excelente.
Al llegar a dos cuadros que no tenían la firma de mi madre, los hice bajar y revisar.
Recordaba que los habían comprado en uno de los viajes, posiblemente el último, que hicimos a Europa.
Evidentemente fue así, aún ambos tenían en el reverso, una etiqueta donde decía con letra muy pequeña, Feliz cumpleaños amada mía. y la fecha del cumpleaños de mi madre.
En mi mente llegan imágenes de lo aburrida que estaba en esa galería de arte donde mi padre compró esos cuadros para mi madre.
—Eso no significa nada, me los pudo haber regalado a mí.
—Está la fecha del cumpleaños de mi madre, que definitivamente fue la mujer que él amó y recuerdo que los compró en una galería de arte en Francia, en uno de nuestros viajes.
Me di cuenta que mi padre, con Paty nunca viajó a Europa.
Hicimos junto a Paty y a Rosie, algunos viajes al Caribe, nada más.
Rosie estaba muy callada, creo que hasta ese momento ella se creía con más derechos que yo sobre todo lo que le perteneció a mi padre y se estaba dando cuenta que mi madre fue muy importante en la vida de mi padre y también lo fui yo.
Tal vez lo supo siempre y su comportamiento es por celos y por envidia.
Llegó el camión de mudanza, los cuadros los hice envolver con el cuidado que se merecían.
—Tendríamos que abrir la caja fuerte.
Paty volvió a palidecer.
—Lo que hay dentro me corresponde a mí.
Dijo.
—No sabés si te corresponde hasta saber que hay.
—Querés llevarte todo lo nuestro.
Dice Rosie.
—¿Los cuadros de mi señora madre son de ustedes?
Le pregunto retando a que me diera una respuesta.
—Lo de señora quedó atrás con vos.
Dijo con mucha soberbia.
—Cuando pueda comprobar que fuiste vos quién instó a que me violaran, vas a tragar tus palabras.
Rosie nunca pensó que yo la acusaría delante de tantas personas.
—Tenés que tener cuidado con tus acusaciones, van a jugar en contra tuyo.
Paty no pierde tiempo en defender a su hija.
—No te olvides que las mentiras a la corta o a la larga se descubren.
Dije sin dejarme amedrentar, lo que no esperé es que ella se pusiera nerviosa.
—Nadie mintió.
Con sus palabras pensé en cuántas mentiras la deben rodear, sin embargo solo sonreí y me callé la boca.
—Por favor, ya que tenés tantos derechos, pon la clave en la caja fuerte.
Le dije con una sonrisa, más grande que la anterior.
Yo sabía que la combinación era la fecha de casamiento de mis padres y mi nombre.
Paty miró a todos y puso su fecha de nacimiento, luego intentó con la fecha de nacimiento de su hija y luego con la mía.
—Fallaste, ahora me toca a mí y date la vuelta, que es evidente que no tenés idea, podrás ser la dueña de esta casa, pero no sos la señora que construyó el hogar que había aquí, sólo lo destruiste.
Fernando Gentile, que hasta ahora no tengo idea de quién es, sonríe por un momento, luego se pone serio nuevamente.
Se acercó a mí, tapando la visión de los demás.
—No te preocupes, yo también sé la combinación.
Eso tampoco me gustó, nunca lo había visto en mi vida.
Es evidente que mi padre confiaba en él.
Tecleo los números y las letras correspondientes y se abre la caja fuerte.
En ella hay unos pocos dólares, no llegaban a $10.000 y un alhajero, con varias joyas.
Yo creí que tenía todas las joyas que habían correspondido a mi madre.
Cuando Paty dijo que eran de ella, no iba a pelear por esas joyas, pero vi una pulsera que me resultó conocida.
La lucía mi madre en una foto.
—Perdón, esas joyas corresponden a mi madre.
—No todo es de ella, a mí también, Máximo, me regalaba cosas.
—Señores, esa pulsera era de mi madre, la tiene puesta en una foto.
Busqué en la biblioteca los álbumes de fotos familiares y era evidente que no solo la pulsera, sino todas esas joyas pertenecían a mi madre.
La furia de Paty se hizo sentir.
Creo que hasta Elisa estaba asombrada por el comportamiento de su prima, o lo que fuera el parentesco que tenían.
Es que Paty estaba demostrando toda su miseria humana.
Si había más cosas que hubieran pertenecido a mi madre, no lo supe.
Quería salir de allí.
Pasé a mi habitación.
Las mucamas empacaban mis pertenencias con rapidez, lo hacían con temor.
El camión de mudanza ya les había proporcionado varios canastos.
Les pedí a los obreros que desarmen mi cama y la subieran al camión.
Llevé todas mis pertenencias, el sillón de mi habitación, acolchados, mesitas de noche, veladores y demás menesteres.
No soy miserable, pero son mis cosas.
No encontré los bastidores de mi madre y todo lo que ella usaba para pintar, pero supuse que Paty los habría tirado.
Tenía mucho dolor en mi alma, porque mi propio padre me sacó de mi hogar, aunque pensándolo bien, desde el día en que falleció mi madre, esa casa dejó de ser un hogar.