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eres tu a quien quiero

eres tu a quien quiero

lucía

Cuelga, el cabrón, el psicópata.

En mi lugar ¿qué harías tú?

Me quedo pensativo durante mucho tiempo.

Terminé levantándome y preparando la cena.

De todos modos, Sam no estará aquí esta tarde. Porque este psicópata se lo prohíbe.

venir a verme a la hora de comer, no quiere ver a mi marido cerca de mí, no es normal.

Mi cariño no debería hacerme el amor porque el cabrón no quiere.

Acaban de terminar los cinco días y tengo miedo, miedo del futuro, miedo de ver a mi marido ir a prisión.

¿Qué pasa si le duele, y si es sólo orina?

Voy a tomar coraje con ambas manos y esperar a ver qué pasa.

Pasé una noche terrible, no cerré los ojos, miré el amanecer con aprensión.

A las 6 en punto llaman a nuestra puerta, la brutalidad de los golpes hace que mi corazón se acelere.

Estoy sudando mucho, me temo.

Sam, abre la puerta, viene la policía.

- Sr. Sam Marigot, está detenido por robo y evasión de impuestos, tiene derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra.

Veo que lo estan esposando

- Espera, no puedes llevártelo así, ¿qué pruebas tienes contra él? Esperar.

- Esfuércese, señora. Su jefe presentó una denuncia en su contra, debe seguirnos en la estación si desea más detalles.

Sam intenta luchar, pero la policía rápidamente lo inmoviliza.

- Yo no hice nada, soy inocente.

- Todo eso lo dirá en la estación, señor.

Me visto rápidamente y los sigo con nuestro auto hasta la estación. En el camino intento contactar con el psicópata, pero no contesta, el cabrón.

Sigo llamándolo hasta llegar a la comisaría.

Nos recibe el comisario.

en sí, eso demuestra cuán seria es esta historia.

Lo metieron directamente en la celda después de su arresto.

El comisario me muestra pruebas que le entregó la persona que presentó la denuncia. ¿Él no hizo eso? ¿Realmente le robó a su jefe? Estamos condenados.

Estoy haciendo la llamada de nuevo.

Él termina respondiendo.

- Hola, cariño, qué me merece el honor de tu llamada.

El idiota, cabrón, psicópata, debe estar muy feliz de que lo llamé.

Se pudrirá en el infierno por querer acostarse con las esposas de otras personas.

- Arrestaron a mi marido.

- ¿Qué quieres que me haga?

- Libérenlo, por favor.

- ¿Quién te dice que fui yo quien lo hizo arrestar?

Y se burla de mí por mi palabra.

- Pasó lo que dijiste, así que solo puedes ser tú, ayúdame, haré lo que quieras. Pero no dejes que vaya a la cárcel.

- No quiero obligarte a hacer algo que no quieres hacer.

Por eso lamento haber dicho no a su propuesta.

- Por favor, ayúdame.

- No te prometo nada, pero puedes convencerme viniendo a mi casa, vengas o no.

- Yo vengo.

- Sal de la comisaría, delante te espera un coche.

Salgo y encuentro el coche, el conductor viene a abrirme la puerta, me subo detrás y se marcha.

Llegamos rápido a su casa el cabrón, vive bien, cuando tienes dinero no te privas de nada. Se están robando las esposas de ciudadanos honestos.

Él viene a mi encuentro.

- Bienvenido a mi casa. Sé que no tuviste tiempo para comer esta mañana, te preparé el desayuno.

- Gracias, pero no tengo hambre.

- Mientras no comas, no habrá discusión.

Resignado, lo dejé sentarse a la mesa del comedor. Me obligo a comer un poco, bebo un poco de jugo y espero a que termine.

comer por turnos.

Puedo ver que se está tomando su tiempo para hacer esperar a la gente.

Después de mucho tiempo, se levanta y me pide que lo siga.

Vamos al salón, me pide que me siente.

- Dime, ¿qué te dije durante nuestra última conversación?

No respondo, estoy enojado, pero no puedo enojarme ahora. Tengo que actuar de forma inteligente.

- Le pido perdón señor, por favor ayúdeme.

- Para empezar, tendrán que detenerse ustedes mismos, señor. Vamos a ser amantes, me parece muy mal que sigas coqueteando conmigo.

- ¿Qué es exactamente lo que quieres de mí?

- Ya es un buen comienzo, ya sabes lo que quiero.

Se acerca a mí, me hace levantarme, quedamos detenidos, frente a frente, no sabía que era tan alto, se acerca, se inclina hacia mí, sus dedos entran en contacto con mi piel, haciéndome estremecer.

- Eres a ti a quien quiero, tu piel es suave como la recuerdo.

- ¿Puedes liberar a mi marido?

- Sí, pero no lo haré.

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