Librería
Español
Capítulos
Ajuste

#2 Putivuelta

Durante los dos meses que llevo trabajando en la oficina veintiuno de la quinta planta en un enorme edificio en Docklands he hecho básicamente el mismo repertorio, programar, mirar por la ventana, tomar café... Demasiada tranquilidad para tener veintidós años, pero no me quejo.

Desde que me conozco siempre soñé exactamente lo mismo, un buen trabajo en Melbourne, mi ciudad favorita del país, con un título universitario y aún afortunadamente joven.

Pero no imaginaba que mi tranquilidad no iba a vivir en bucle.

Han pasado dos semanas desde el incidente de la carpeta violeta, y la verdad ya me he resignado a que este trabajo sumamente largo no acabará en un mes.

Paris Scott, que sigue siendo un nombre demasiado intenso cuando lo pronuncio en mi mente, es efectivamente lo que sabía que iba a ser.

Sólo habla cuando algo es realmente importante, a veces se acerca a mi oficina y dice con señas que le pase lo que he hecho por un disco duro, es totalmente discreta, ni siquiera toma café por las mañanas, nunca la he visto girar para ver por la ventana y cada vez que Jameel pasa frente a nosotros, a ella justamente siempre le dedica una sonrisa.

– Hoy debo ordenar archivo, descargué un bot de autoclick y problema resuelto – ríe Sergi – Así que estaré todo el día molestándote.

– De verdad confias en esos programas gratuitos ¿No aprendiste nada en la facultad? – le pregunto intentando no distraerme de mi trabajo.

– Hay que tomar riesgos – responde y empieza a dar vueltas en la silla giratoria con las manos atrás de la cabeza.

Su nombre es Sergi Norris, es un tipo totalmente salido de lo convencional, holgazán, todo le sale bien, si lo hubiese conocido en la escuela lo detestaría seguramente pero tiene una forma de tratar a las personas, de ser accidentalmente gracioso, irreverente, fastidioso, típico hombre con el ego más grande que su cabeza, justamente el tipo de persona que esperaba encontrar cuando acepté trabajar en esta empresa y a la larga una persona que hace de los días aburridos, pasables... Mi único y mejor amigo en la ciudad.

– Hablando de riesgos, nunca te he llevado de fiesta – de repente pone cara de entusiasmo – ¿Qué dices? Cervezas y Tinder en una discoteca de electrónica.

Pongo los ojos en blanco pero sonrío.

– Uff ojalá, pero con todo este trabajo – me quejo – Además querido amigo, tengo novio.

– Sarah Pearson si eres de las que sólo hablan del novio para tener una excusa pediré cambio de oficina – bromea.

– Pero que dices Sergi... Es que no hay nada que contar...

Él ríe.

– Si no me das una excusa mejor vas a tener que ir conmigo hoy mismo a ligar un poco.

– Ohh por favor, ni se te ocurra... – pienso en una excusa – llevamos ya un par de meses juntos y tal vez hoy vaya a su casa, probablemente deba ir a darle comida al perro...

– Puedes seguir así todo el día, ya ni siquiera recuerdo el nombre... – hace cara de aburrimiento – Hablame de él hasta que te den ganas de salir de fiesta.

Paso unos minutos escribiendo en el ordenador y entonces decido hacerle caso.

– Se llama Bruno Costa, lo conocí hace unos meses, es súper trabajador, está haciendo un magister, tiene un perro llamado Spike, somos muy convencionales, a veces viene a mi casa, otras voy a la suya... Sabes lo normal... Lo quiero... Osea sí, lo normal, tenemos citas y hacemos la compra juntos – escucho un ronquido de Sergi, le lanzo un lápiz – Eramos mejores amigos, a veces hacemos cosas muy intensas... Sabes Sergi nunca está de más ir a una puta discoteca.

– ¡Esoo! – los dos rodamos en nuestras sillas y chocamos los puños.

Seguimos haciendo nuestro trabajo... La verdad todo es muy tranquilo, el tiempo va lento, la gente camina y teclea... El trabajo nunca es fuera de lo normal, alguna vez escuché "Los ordenadores nacieron para resolver problemas que antes no existían" y creo que es cierto pero estoy feliz de haber elegido esta vida.

Las horas pasan mientras trabajo y le escribo a Bruno alguna excusa para salir en la noche sin que crea que lo engaño, lo nuestro es un poco serio, y en mi mente sé que estoy bromeando cuando digo que saldré a ligar.

Jamás he tenido un flechazo lo suficientemente fuerte como para ser infiel, jamás me he enamorado tanto como para saber que tan fuerte es un engaño.

Horas más tarde cuando la última jornada de trabajo termina Sergi y otro chico amigo suyo entran a mi oficina.

– Con las ganas que tengo de emborracharme – dice el amigo de Sergi.

– ¿Qué intentas decir? – entrecierro los ojos.

– Que... – entonces se abre la corbata y remanga la camisa – So what we get drunk! So what we smoke weed...

Y empiezan a cantar los dos, mientras tiran de mi hacia el ascensor, cantan todo el camino hacia la casa de Sergi donde nos cambiamos de ropa, él por alguna razón tenía un vestido que me quedaba, también llaman a dos amigos más y siguen cantando todo el camino en taxi hacia una discoteca en el centro de la ciudad, vaya par.

– ¡Por Sarah! –dicen chocando los tragos de vodka – y su primer trago en la mejor ciudad del país.

Yo me niego, los cuatro me miran fijamente, no hay algo que odie más que el maldito Vodka. Todos hacen cara de emoción, entonces me tapo la nariz y bebo el líquido que me baja por la garganta horriblemente, de inmediato amenazo al cantinero para que sirva todo menos vodka.

– Dos meses y este idiota no te lleva de fiesta – exclama el amigo de Sergi.

– Casi la tengo que arrastrar – él me mira con orgullo – pero por favor, en Alice Springs también debían hacer buenas fiestas.

Están Sergi, su amigo, y una pareja, Marcus y Eli, que llevan casados desde los veintiuno, son como inseparables, unos siameses. Todos nacieron, crecieron y estudiaron en Melbourne excepto yo, pero en realidad apenas nos conocemos de la oficina.

– Ven – me lleva Sergi de la mano hacia la barra.

Los demás se quedan en la mesa hablando.

– ¿Me vas a invitar a bailar? – le pregunto risueña.

– Sí, pero primero una putivuelta – dice y con la mano me señala toda la pista de la discoteca, gente bailando, luces neón, las mesas, los camareros de un lado a otro.

La putivuelta se trata de dar un paseo alrededor de la discoteca para buscar con quien ligar.

Nos miramos con una sonrisa perversa, igual me gustan las tonterías que inventa Sergi entonces le pido al barman un trago, ahora de Bacardi que incluso me baja mejor que el maldito Vodka y me arreglo la ropa.

– Vale, vamos – espeto.

Observamos el terrero y justo cuando iba a dar mi primer paso hacia el conjunto de gente sudada y medio borracha, una luz parpadeante que cruza el centro de la pista nos detiene a Sergi y a mi.

Un grupo de gente de nuestra edad chiflan, entrecierro un poco los ojos para ver mejor y entonces de repente me percato de quién es el centro de atención.

Observo una silueta, su cadera se mueve con facilidad mientras en una mano lleva tranquilamente un trago como si fuera algo de todos los días, creía que la gente que bailaba sola en las discotecas era un poco ridícula pero en realidad esto es lo que menos me parece.

Sale de una pequeña sombra que se genera desde mi perspectiva para volver con los que creo que son sus amigos y entonces...

Puedo olvidarme hasta de mi color favorito, pero de esos ojos nunca.

Esa mujer, alta y mulata, sonrisa de suficiencia, aires de que controla hasta el clima, sin ropa demasiado extravagante, pero no la necesita porque cuando levanta la mirada y enderaza su espalda me hace sentir como que debería hacerle una reverencia, todos la felicitan después del micro paso de baile que hizo.

Paris Scott, no es ese tipo de personas que se puedan ignorar, la miras y la vuelves a mirar para comprobar que todo eso no es una farsa.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.