Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Demasiado para absorber.

Me encontraba sentado en el suelo de mi habitación, con mi espalda apoyada en la pared que se encontraba junto a la venta. Mi mirada se perdía entre los árboles y la luz del sol que se escondía de a poco en aquel "horizonte". Mis pensamientos iban en decadencia conforme la luz se apagaba.

Después de estar una hora en total soledad, escucho un suave golpe en la puerta y sonrío por inercia, conocedor de la persona que se encuentra detrás de ella. No necesitaba darle permiso, ella sabe que puede entrar cuando quiera. Veo que abre la puerta en total silencio, dejándome apreciarla.

Esa pelirroja linda, de ojos verdes que me derriten. Su sonrisa no era tan alegre; sus ojos mostraban un leve rastro de tristeza y preocupación por mi persona. Suspiré en silencio, viendo que se acercaba a paso lento hacia donde estaba, insegura de hacerlo.

- Ven aquí. - Abrí mis brazos sin dudarlo y ella sonrió, acercándose a mí, metiéndose entre ellos, aferrándose a mi cuerpo.

- ¿Estás bien, Col? - Su voz melodiosa, y cantarina, producía en mi interior una paz inexplicable e indescriptible. Suspiré nuevamente, dejando un beso en su cabeza.

- Estoy bien, pequeña. Sólo... - pausé unos segundos - pienso. - Ella se separó de mí, frunciendo levemente su ceño, colocando una de sus manos sobre mi mejilla.

- ¿Puedo ayudar en algo? - Sonreí, dando una suave caricia a su mejilla de porcelana.

- No te preocupes, pequeña. Estaré bien. - Ella sonrió con algo de resignación, asintiendo en silencio, levantándose de mi regazo.

- ¿Qué te parece si leemos un libro, Col? Sé que eso te subirá un poco el ánimo. - Asentí en silencio ante su propuesta.

La vi acercarse al librero, analizando unos pocos segundos, buscando aquel libro tan conocido para los dos. Uno desgastado por tanto leer. Uno de sus favoritos: Orgullo y prejuicio. Levanté una de mis cejas, mirándola con una sonrisa torcida.

- ¿Por qué te gusta tanto ese libro, Mia? - Ella levantó sus hombros y sonrió, acercándose a mi cama, acomodándose en ella.

- Me encanta la tenacidad de los personajes. - Miró el libro entre sus manos y sonrió. - La pasión de Elizabeth por defender sus creencias y sus pasiones, por así decirlo. La terquedad que los rodea a ambos y lo necios que son al intentar reconocer sus sentimientos. - Su mirada no se despegaba de aquel libro, dando una caricia cuidadosa a su portada, suspirando. - Creo que soy rara.

Fruncí mi ceño, levantándome con rapidez de donde estaba, acercándome a ella, acomodándome en mi cama, atrayéndola a mí. Ambos conectamos miradas y sonreí con ternura.

- No eres rara, eres perfecta, Mia. Y que nunca nadie diga lo contrario, porque de ser así, los destruiré a todos. - Ella sonrió grande ante mis palabras, dejando un beso en mi mejilla.

Nos acomodamos una vez más, dando inicio a nuestra lectura. Yo leía para ella, añadiéndole pasión a la lectura: sus muecas al escuchar todo lo que leía, eran muecas tiernas, enojadas, felices, tristes, decepcionadas. Simplemente sonreía con emoción al verla así de feliz.

- ¡AAAHHHH! - Reí con suavidad al escuchar su grito, sin dejarme terminar la lectura. - ¡No puedo seguir, Col! ¡Moriré si sigues leyendo! - Se levantó de la cama con urgencia, caminando de un lado a otro.

- Vamos, pequeña escandalosa. Ven aquí. - Negó en silencio mientras su cabello rojizo y algo ondulado se movía con rapidez.

- ¡Colby, Mia!, ¿están bien? - Reí al escuchar la voz de mi madre llamarnos desde el otro lado de la puerta, viendo cómo Mia se detenía en seco.

- Sí, mamá. Sólo es Mia sufriendo un ataque de pánico por sus personajes. - Escuché la risa de mi madre y sonreí.

- De acuerdo, pero bajen en cinco minutos; llegarán visitas. - Asentí sin decir nada más, sintiendo cómo mi ánimo decaía, dirigiendo mis ojos a Mia, haciéndole señas para que se acercara a mí. Así lo hizo.

- No te sientes emocionado, ¿verdad? - Negué en silencio; ella se acomodó a mi lado. - No te preocupes, Col. Aquí estaremos todos para ti.

Sonreí, acercándola a mi pecho, dejando un beso en su frente. La acomodé en la cama y me levanté de ahí, entrando al baño para lavarme el rostro; ha sido un día extraño y ni siquiera ha terminado.

¿Sabe alguien lo que me depara el día de mañana? Ni siquiera yo lo sé.

Salí del baño, siendo recibido por la bella sonrisa de Mia, quien se levantó de la cama, tomando mi mano, llevándome fuera de la habitación. Comenzamos a bajar las escaleras a una velocidad bastante lenta; la verdad es que no tenía ganas de bajar o de hacer algo productivo en estos momentos.

Al entrar a la sala, ambos nos detuvimos con cierta confusión al ver a los poderosos ahí sentados, hablando de cualquier cosa con mi familia. Siento mucho aprecio por ellos; más porque mi tío Leonardo está casado con Alaysia, pero también debo reconocer que les tengo algo de miedo.

Si ellos quisieran, podrían acabar conmigo en menos de un segundo. Los tres integrantes fijaron sus ojos sobre mí, sonriendo ante mis pensamientos; me acerqué a saludarlos.

- Buenas noches... - Ni siquiera, yo, sé cómo decirles. Los tres sonrieron.

- Puedes decirnos tíos, si es algo que quieres, Colby. Pero es tu decisión. - Dereck se había acercado a mí para darme un abrazo. Se lo devolví por igual y asentí.

- ¿Cómo has estado, muchacho? Veo que sigues creciendo cada día más. - Miré a Frederick, asintiendo con una sonrisa leve.

- Parezco un chico de diecinueve o veinte años, aunque mi edad real sea tan sólo de diecisiete años. He cambiado. Mucho. - Stefano se levantó del asiento, acercándose a mí. Su mirada analítica me ponía algo nervioso.

- Tienes potencial y fuerza, Colby. - Miré a mis padres, buscando una salvación pero mi madre estaba igual o peor que yo. Mi padre sólo sonreía.

- ¿De qué hablas? - Stefano me miró, sonriendo grande. Me matará de un infarto como siga así.

- Tus poderes, Colby. Tus poderes también han aumentado. - Me sorprendí un poco al escucharle decir eso.

Sé que soy "poderoso" pero no sabía que eso podía "evolucionar" o algo así; nunca llegué a imaginarlo. Y también puede significar que soy peligroso. Simplemente no sabía qué decir. Dereck fue quien se acercó a mí, tomándome de los hombros.

- Sólo debes saber esto: NO, y escúchame bien, NO debes escondernos nada. Cualquier cosa, sea extraña, buena, mala o lo que sea, debes informarnos, Colby. Es por tu seguridad. - Asentí en silencio mientras, Derek, me soltaba y daba media vuelta. - Una cosa más. - Se giró, mirándome fijamente. - NO confíes en nadie que no esté dentro de tu círculo familiar, Colby. Ni siquiera amigos. Y no, no me refiero a tu amigo Brandon. Sé quién es él.

El silencio que siguió después de aquello fue tan insoportable que Brandon fue quien lo rompió.

- ¿Por qué? No digo que no esté de acuerdo con lo que dicen, sólo quiero entender. - Dereck lo miró, asintiendo con una sonrisa.

- Las personas no son como ustedes piensan y creen. Nadie es como tú piensas que es. Todos son diferentes.

- Y también traicioneros. - Todos miramos a Stefano al decir aquello. Sus palabras cavaron una enorme duda en mi cerebro y corazón.

Si no debía confiar en nadie, ¿cómo podría saber quién está de mi lado?

- Lo sabrás, Col. Creéme. - Miré a Frederick y asentí, sintiéndome mucho más que distraído y distante.

- Yo... - Asentí con rendición. - Lo siento. Necesito descansar.

Les dí la espalda a todos y subí a toda velocidad a mi habitación. Por hoy no quería saber nada más de lo que sucedía; sólo quería dormir y descansar.

Al entrar a mi habitación, medio cerré la puerta y me acosté en mi cama, mirando el techo. Mis brazos fueron a acomodarse detrás de mi cabeza, dándome más comodidad. A los pocos segundos, sentí su esencia en la puerta y sonreí, viéndola en la entrada de mi habitación, insegura en si debía o no entrar.

- ¿Estás bien? - Mi mirada fue a posarse en la suya. Me observaba con preocupación. ¿Cómo es eso posible? Alguien tan hermoso como ella, preocupada por alguien más diferente de lo que cree. - ¿Colby?

- Lo estoy, pequeña. Sólo... - guardé silencio un momento - son demasiadas cosas para absorber. - Ella asintió en silencio, entrelazando sus manos frente a ella.

- Te dejaré descansar. Mañana vendré a verte. - Pausó un momento, bajando su mirada al suelo y habló en un susurro. - Te quiero, Col.

Mi corazón latía desenfrenado en mi pecho por dos cosas. Una: ella se iba y la extrañaría, aunque suene algo loco. Y dos: cuando me dice que me quiere, siento que mi corazón explota de emoción. Sé que sus palabras son honestas.

- También te quiero, pequeña. - Me levanté con lentitud, acercándome a ella. La abracé con suavidad, dejando un pequeño beso en su frente. - Mañana te esperaré.

Ella asintió, regalándome una pequeña sonrisa, saliendo con rapidez de mi habitación. Suspiré en silencio y volví a acomodarme en mi cama. No pasaron ni cinco minutos, cuando alguien más entraba.

- Te traje algo de comer, cariño. No has comido nada en todo el día. - Miré a mi madre y le sonreí, sentándome en el borde de mi cama.

- Gracias, mamá.

Colocó la bandeja en mi mesita de noche, sentándose a mi lado, haciéndome algo de compañía. Su mano derecha comenzó a acariciar mi cabello a los pocos segundos, haciéndome sonreír.

- Lamento todo esto, mi cielo. - Apoyé mi cabeza en su hombro, levantando mis hombros, queriendo restarle importancia.

- No es tu culpa, mamá. Tarde o temprano vendrían a buscarme. Más tarde que temprano pero lo hicieron.

Ella suspiró, tomando una de mis manos, acariciándola entre las suyas.

- Come, cariño. Vendré en un rato para darte las buenas noches. Iré a acomodar a Brandon en su habitación. - Dejó un beso en mi cabeza y se levantó, saliendo de mi habitación.

Decidí que comería, así que acerqué la bandeja a mis piernas, viendo lo que mamá me trajo. Unas tostadas con tocino, queso, algo de fruta y un vaso de sangre. Comí todo aquello con lentitud, saboreando cada trozo de comida que pasaba por mi garganta. Al terminar, dejé la bandeja en la mesita de noche y fui a cambiarme.

Entré al baño y lavé mis dientes, quitándome aquella ropa que ya me estorbaba. Me coloqué una sudadera negra y salí del baño para acostarme en mi cama. La ventana dejaba entrar un poco de aquella luz blanca de la noche, iluminando, de una manera especial, toda mi habitación.

- Buenas noches, cariño. - Miré a mi madre y sonreí.

- Buenas noches. Despídeme de papá, por favor. - Ella asintió, cerró la puerta y yo suspiré en silencio.

Dejé que mi cuerpo se relajara un poco, hasta que fui cayendo en una inconsciencia bastante tranquila y sin problema.

******

Desperté en el centro de un bosque gigante, con algo de claridad colándose a través de sus copas. Los árboles frondosos y altos cubrían la tierra, dándole una apariencia algo "lúgubre" al lugar. Mis ojos recorrían aquel espacio, buscando algo fuera de lo común, o por lo menos algo que me explique porqué estoy aquí.

- Sí que eres hermoso. - Una voz suave y melodiosa, me hizo girar a ver su fuente.

Una mujer blanca, ojos verdes y cabello negro largo que se movía con el viento, me miraba con una sonrisa enorme; había algo más en sus ojos que no podía descifrar.

- ¿Quién eres? - Ella sonrió y, a paso lento, se acercó a mí. Mi cuerpo se tensó ante su cercanía, pero una parte de mí me hacía sentir que todo estaba, y estaría, bien.

- Es una lástima que no haya podido conocerte en persona. O ver a mi muchacho crecer como debía. - Mi ceño se frunció sin entender.

- No entiendo. ¿De quién hablas? ¿Quién eres? - Ella sonrió, tomando mis manos entre las suyas con delicadeza.

- Soy tu abuela, querido. Soy Karina.

Aunque mi mente procesaba a mil por hora, intentando reconocer aquel nombre, nada llegaba a mí. Nada aparecía. Sólo un pequeño atisbo de una pequeña historia que, mi madre, en algún momento lejano me contó, eso fue lo que apareció.

¡Eso es! ¡Es ella!

"Tu abuela fue alguien muy valiente.", dijo. "Defendió a su hijo con todo lo que tenía. Y aunque la mataron injustamente, hoy podemos honrar su memoria."

Mi madre había colocado algunas flores blancas en una lápida, cerca a nuestra mansión. Ella sola la había creado. Nadie más sabía de aquello, excepto por mí. Un nombre escrito sobre aquella lápida, resaltaba:  Karina Burke. Amada esposa, madre e hija.

La miré con asombro pero ella sólo sonreía. Mi boca no podía pronunciar palabra alguna. ¿Cómo es posible que ella aparezca en mis sueños si nunca la conocí? ¿Cómo está sucediendo esto?

- Debes tener muchas preguntas invadiendo tu cerebro en este momento, querido, pero ahora mismo sólo debes entender algo: eres más poderoso de lo que crees, Colby. - Coloco una de sus manos sobre mi mejilla, mirándome con seriedad. - Alguien más terrible que el mismo Félix intentará acercarse a ti para asesinarte y robarse todo aquello que te pertenece. Debes tener cuidado. Yo estaré a tu lado para guiarte pero no prometo que pueda hacer mucho. - Abrió sus brazos para mí y me metí en ellos, absorbiendo un aroma diferente a todos. Ella olía a paz, tranquilidad, armonía. Amor. - Te quiero, mi pequeño tesoro.

Y todo se desvaneció, así como llegó.

******

Desperté en mi habitación, totalmente agitado. Mi ritmo cardíaco corría más rápido de lo normal y mi cuerpo se sentía, en extremo, cansado. Soñé con la madre de mi padre.

¿¡Cómo rayos sucedió eso!? No quería despertar de aquel sueño; separarme de aquellos brazos.

- ¡Col, es hora de ir a estudiar! - Suspiré al escuchar a mi madre y me levanté de la cama.

Hoy no me siento con el mejor ánimo del mundo, así que, me metí al baño con rapidez y me demoré lo mismo de siempre; al salir, me coloqué un jean negro, una camiseta azul oscura y mi chaqueta de cuero. Peiné un poco mi cabello y salí de la habitación, llegando a la cocina en tiempo récord.

- Buenos días, cariño. - Le sonreí a mi madre, dejando un beso en su cabeza. - Toma, desayuna.

- Gracias pero no tengo hambre. - Mi madre frunció su ceño, tomando mi rostro entre sus manos, tocando mi frente.

- No creo que los híbridos enfermen, ¿o sí? - Sonreí un poco, levantando mis hombros sin saber qué decir. - ¿Qué sucede?

- Nada, mamá. Sólo... - negué en silencio - no tengo hambre. - Dejé un beso en su mejilla. - Dile a los chicos que los espero en el auto. Te quiero.

Le dí la espalda y salí de la mansión, en busca de mi auto. Me subí a él, lo puse en marcha y me estacioné frente a la puerta de la mansión, esperando por Faith y Brandon.

Ambos salieron a los pocos minutos. Faith iba concentrada en su celular, mientras que Brandon venía comiendo lo que mamá había preparado. Faith dejó que Brandon subiera primero y, ella, se acomodó en el asiento del copiloto. Nos puse en marcha.

Faith iba totalmente distraída y Brandon iba casi adormecido, terminando de comer el desayuno mientras, yo, estaba pendiente de la vía, cuando detuve el auto en seco.

Faith me miró con enojo y Brandon, al igual que yo, se había dado cuenta de lo que pasaba, mientras su adormecimiento desaparecía con rapidez.

- ¿¡Por qué rayos hiciste eso, Colby!? - Con una de mis manos, tomé su rostro, haciendo que mirara hacia el frente. Escuché su jadeo de sorpresa al percatarse de lo mismo que nosotros veíamos.

¿Quién es? ¿Qué hace ahí? ¿Cómo rayos nos encontró?

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.