Capítulo 5
Dex DeCostello
Puerto Vallarta Jalisco, México
Tenía menos de una semana en Puerto Vallarta y justamente el día que me tenía que presentar a mi primer día de trabajo en el canal 49, cuando salí al centro comercial en busca de algo que comprarles a los padres de mi amigo Luis, como agradecimiento por el hospedaje que me dieron en su casa, encontré a la mujer más hermosa del mundo en el centro comercial y eso no era todo, ella también se había fijado en mí, de eso estaba plenamente seguro.
La vi cuando yo iba subiendo en las escaleras eléctricas y ella iba bajando por el lado contrario. Fui un tonto, por no perseguirla, pero tenía el tiempo encima y no podía llegar tarde a mi primer día de trabajo, eso era imperdonable, y la puntualidad era algo importante a donde quiera que vayas, tenía el tiempo justo para comprar lo que iba a comprar y volver a casa de Luis y así lo tuve que hacer.
–Dex, ¿Qué es todo esto? – preguntó Luis – Mis papás se van a ofender. No tenías que comprarles nada.
Pero yo a eso no le veía nada malo, estaba agradeciendo la hospitalidad de los padres de mi amigo, era lo que se debía hacer, no me iba air solamente dándoles la mano por haberme tenido en su casa durante toda una semana, en lo que se llevaban a cabo las pláticas con el tío de Luis, pues por el momento solo el papá de mi amigo había hablado por mí.
–No es nada amigo, recuerda que mi adorada madre me enseñó, que no debo ser malagradecido y es solo una muestra de gratitud y aprecio, para con tus padres – expliqué – Además, no es para tanto. Son solo un par de botellas de vino para tu padre y unas galletas para tu madre.
–Dex, Luis, no puedo creer que aún están aquí – Nos dijo la madre de mi amigo Luis, la señora Adela – No los estoy corriendo, pero, considero que ya deben irse. Alan, no es de los que espera a la gente.
Una persona muy amable, me ha gustado el trato que he recibido en esta casa, me encanta la amabilidad de los padres de mi amigo, un cariño inmenso de mi parte hacia con ellos, gente que me abrió las puertas de su casa, sin recibir nada a cambio, porque ni siquiera quisieron aceptar el dinero que le quería pagar por el hospedaje y la comida.
–Señora Adela, muchas gracias por recibirme estos días. Esto es para ustedes – Le hice entrega de los presentes – En agradecimiento, por su hospitalidad estos días. Muchas gracias y ha sido un placer, para mí, conocerlos a usted y a su esposo.
Se habían portado maravillosamente y eso que les estaba obsequiando era poco, pues en cuanto recibiera mi primer sueldo, los iba a invitar a comer al mejor restaurante, aunque la comida de la señora Adela, era la mejor que había probado, cocinaba muy delicioso, me hacía recordar las comidas de la abuela Antonella.
–Por nada Dex, ha sido un placer para nosotros tenerte y bueno, yo te despido de mi esposo, pero sí por algo no te acomodas en el departamento que te den los del canal, ésta es tu casa – Me ofreció – Puedes volver aquí y quedarte con nosotros, te vas porque quieres.
No sabía lo de departamento, eso era muy conveniente para mí, así me iba a ahorrar la renta, porque tenía pensado buscar algo cerca del trabajo, era lo más conveniente, eso lo había aprendido muy bien de mis padres, que hasta habían veces que se quedaban a dormir en el penthouse, a nosotros nos tocó muchas veces dormir allá.
–Gracias de verdad, pero he venido a México a salir adelante por mí mismo y es lo que haré, pero, eso sí vendré a visitarlos – sentencié – De eso, pueden estar seguros.
Que amables, habían sido todos y se los iba a recompensar, les agradecía con toda sinceridad el que me hubieran tenido en su hogar, porque no todo el mundo dejaba entrar a alguien así nada más, mamá estaría encantada de conocerlos, de seguro se llevarían bien.
–Mamá, se nos hará tarde – Dijo Luis – Nos vemos en un rato.
Me despedí con un abrazo y un beso en la mejilla con la señora Adela, luego ella, hizo lo mismo con su hijo y nos acompañó hasta la puerta de la casa, era un amor de persona, cuando salimos por la puerta, nos dio la bendición.
–Hasta luego, señora Adela.
No era un adiós definitivo, porque estaba seguro que los fines de semana, me iba a encontrar aquí, ya vi que se reúnen en familia para pasar un rato ameno, esperando que me invitaran a estar con ellos los fines de semana, no podía perder la costumbre de estar en mi familia con siempre que la pasábamos en New York.
–Que les vaya muy bien, chicos.
Luis y yo, nos fuimos en el auto de mi amigo rumbo a las instalaciones del canal, empezaría a ahorrar para poder comprarme un auto, no sabía cuánto me iban a pagar pero, no iba a ser para mí un impedimento, por lo menos ya tenía eso en mente, poder transportarme por mí mismo. Iba pensando en esa chica tan linda, metido en mis pensamientos, que no estaba prestando atención a nada más.
Él me iba platicando algo, pero yo no supe que cosa. Estaba con la mente en esa chica tan hermosa y tan perfecta, Luis se iba a morir de risa cuando le contará que había conocido a una mujer preciosa, lo malo era que no sabía si la volvería a ver, pero ya me había propuesto ver la manera de volver al centro comercial, con tal de tratar de volverla a encontrar.
–Dexter DeCostello – Mi amigo dijo mi nombre – Es el colmo, que no me hayas escuchado, nada de lo que te dije.
Me encontraba en mi mundo de ensueño, tenía la plena seguridad de que me la iba a volver a encontrar, su rostro se me había quedado grabado en la cabeza, esa mujer era preciosa, y el día que la tuviera al frente mío, y supiera como se llamaba, la iba a hacer mía, dejaría de llamarme Dexter DeCostello, si no me la llevaba a la cama.
–Sí te escuché – Mentí – Me sorprende, que digas que no lo he hecho.
–Claro que no lo haces, dime ¿Qué te estaba diciendo?
Morí de risa, mi amigo era un chico que parecía ser muy despistado, pero no era así. Era muy inteligente y aún cuando yo pensaba, que no se estaba dando cuenta de las cosas, bien que lo hacía, como ahora que se había dado cuenta que yo, no le presté atención a nada de lo que dijo. Así que mejor, admití la verdad, no tenía de otra.
–No te puse atención y lo siento – pedí disculpas – Es que tengo la mente en otro lado. En el centro comercial, conocí a una chica y es la mujer más hermosa del mundo.