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Capítulo 3

Valeria Peña Madrigal

Puerto Vallarta Jalisco, México

Salí de la academia dónde estudiábamos con mi amiga Larissa y nos fuimos directo al centro comercial, pues me había pedido que la acompañara a comprar un vestido, para un evento de etiqueta que haría su familia esta noche. Me había invitado, pero yo le salí con uno de mis múltiples pretextos para no ir, cuando la realidad, era que no podía ir porque me la pasaba todas las tardes, de esclava en el canal 49, trabajando como diseñadora de vestuario con un sueldo miserable, pues yo, todavía no terminaba de estudiar diseño de modas y no podían pagarme como tal.

–Eres el colmo, Val – se quejaba Larissa – Es que siempre que te invito a algo con mi familia, nunca quieres ir. Odio a esos padres tuyos, que no te dejan ir a ningún lado, estás joven y mereces divertirte.

Por más que ella me insistiera, yo no iba a poder asistir, no quería que me despidieran del trabajo, entonces no tendría como seguir estudiando y ellos me tenían en gran estima, no los podía defraudar, por querer ir a un evento al que no podía ir aunque quisiera, me moría de las ganas de estar rodeada de gente tan importante, pero así era la realidad de mi triste vida de pobre.

–Ya amiga, no me atormentes más por favor – Le pedía – Mis padres son así y quieren darme permisos hasta que me gradué de diseñadora, es su condición. Luego podré hacer lo que quiera y mejor, vamos a buscar tu vestido que tengo que volver a mi casa, para comer con ellos.

Le seguiría saliendo con la misma escusa, Larissa, no se cansaba de invitarme y de tenerme en muy buena estima, pero la verdad era que me hubiera gustado estar en sus zapatos, porque ella no tenía que hacer casi nada y lo tenía todo, en ambo yo me tenía que romper el lomo todos los días y todas las noches, porque no iba a dejar a un lado mi carrera de diseñadora de modas.

–Está bien, en esa tienda hay vestidos muy lindos.

Larissa y yo, entramos a una tienda boutique y me daba coraje cuando eso pasaba. Me odiaba a mi misma, por tener envidia de Larissa, cuando era la mejor amiga, que me pudo tocar en la vida, siempre me compartía de sus cosas, desde las telas que ocupábamos para los vestidos en la academia de diseño, hasta regalarme de sus propias cosas caras, las cuales yo no podía adquirir por mí misma si lo deseara, era mi realidad, si me gastaba el dinero en una cosa, tenía que estar, sufriendo por otra cosa.

A ella todo le daban, todo le compraban, su padre era un importante empresario de Puerto Vallarta y yo, vivía en una gran mentira y en un departamento que me ofrecían como limosna, como empleada del Canal 49 y de mis padres, no tenía idea de lo que era de ellos desde que me fui de casa, hace dos años, al cumplir la mayoría de edad, la vida en esa casa no era para mí, tenía demasiados sueños para atarme a una familia que no se le veía el progreso, ni las ganas de progresar.

–Val – me gritó Larissa – Te estoy hablando y no me escuchas. Estos dos vestidos lucen hermosos, pediré que los bajen para probárnoslos.

Larissa, me había pillado en las nubes, eso siempre me sucedía cuando empezaba a analizar mi miserable vida, no entendía porque no había nacido en el seno de una familia rica, donde tuviera todos los privilegios, donde no me tuviera que preocupar por cada peso que me ganaba, era una lucha constante, mantener mi estilo de vida sin parecer una mugrosa pordiosera, me molestaba estar contando cada centavo, hacer cuentas administraba lo que me gastaba con lupa.

–Larissa, yo no me probaré nada. A mis padres, no les va a gustar que llegue a casa con un vestido nuevo, de los muchos que ya tengo, pero gracias.

Ya tenía demasiada ropa que no sabía yo si algún día iba a usar, era un desperdicio de dinero, tenía tantos vestidos, que solo los podría usar si me ponía uno a diario estando sola en mi casa, por lo que preferiría, que no gastara su dinero en una causa que no era tan buena, me molestaba que no se preocupara por tirar el dinero a la basura, porque yo lo necesitaba más que ella, con ese dinero podía comprar despensa para muchos meses y evitarme la preocupación.

–No te han dicho nada, de las otras cosas que te he regalado. Por favor Val, vamos a probárnoslos y así al menos puedes considerar ir a la fiesta de mis padres, si logras convencer a los tuyos, de que te dejen ir, aunque sea por esta vez, solo será un ratito.

Ok, se lo aceptaría, después vería la manera de poner a la venta esa ropa que no me iba a poner nunca en mi vida; como había gente que se veía que no les importaba comprar cosas que solo iban a utilizar, una sola vez en la vida y que se podían dar el lujo de regalarlas o de donarlas a la beneficencia pública, mientras otros tenían que estar reciclando la suya, para no parecer fotografía, eso era lo que en verdad me molestaba, que tenían el dinero y lo malgastaran de esa forma tan absurda.

–Está bien, vamos a probárnoslos.

La señorita encargada de la tienda estaba muy al pendiente de nosotras, puesto que íbamos a necesitar que nos bajara los vestidos, así que Larissa, le pidió de la manera más amable que nos diera los vestidos.

–Señorita, necesitamos estos vestidos en color uva para mí y en rojo para mi amiga, por favor, y por favor, a mí me trae la talla más pequeña y para mi amiga, creo que una talla 5 le queda bien.

Larissa, sabía a la perfección mi talla de ropa, por eso era que a cada rato se presentaba con algo para regalarme, pero casi siempre estaba obligada a recibírselo, muchas de esa ropa ya me la había puesto, pero lo que eran los vestidos para cocteles y fiestas era muy probable que murieran en el armario o en una venta de garage.

–Claro que sí, señorita, en este mismo momento se los traigo.

La empleada de la lujosa tienda, llegó a atendernos, nos fue a buscar los hermosísimos y caros vestidos, para que Larissa y yo, entráramos con ellos al probador y eso hicimos de inmediato. Nos quitamos la ropa que llevábamos puesta y nos pusimos esos hermosos modelos. Al verme al espejo, me sentí como una diva de la televisión por la que cualquier hombre se moriría.

–Está lindo el vestido – Dije deleitándome en el espejo.

Yo me veía preciosa con ese vestido rojo, pues era dueña de un cuerpo precioso y de un porte de reina. En cambio, Larissa, sólo tenía el dinero para darse el lujo de costearlo, tenía piel de camarón y con su cabello corto, nada le lucía, eso sin contar que era muy delgada y no tenía muchos atributos que digamos, no cabía duda que habíamos nacido en la familia equivocada.

–Creo que solo nos llevaremos el tuyo, Val – Larissa empezó a llorar – Me veo espantosa con esto, no tengo que meterle al vestido. Me queda aguado de todos lados, no me gusta cómo se me ve, soy un desastre.

Estaba bastante fatal, el vestido se le escurría por su delgado cuerpo, eso no tenía arreglo, ni que le hicieran esos ajustes, hubiera sido mejor un vestido desde cero, pero ahora no se podía hacer nada, solo que encontráramos algo en un departamento juvenil o ver qué era lo que se iba a poner, porque ya no íbamos a tener tiempo de ir a buscar otra cosa.

–No digas eso, busquemos más opciones. Es que debiste decirme de la fiesta, estamos estudiando diseño de modas, Larissa, por favor, yo te hubiera hecho un vestido a tu medida, pero ya no tenemos tiempo, no podemos hacer magia en tan poco tiempo.

Le pude haber hecho algo que se ajustara a su cuerpo y algo que le ayudara a resaltar su tipo de figura, pues no se podían hacer muchas cosas para favorecerla, pero al menos hubiera hecho algo que la hiciera lucir sofisticada, ella con tanto dinero, y no se podía ir a hacer algo para que se viera más proporcionada, unas cirugías estéticas, por lo menos, no aprovechaba el dinero que tenía, debería darse esos lujos, pero ella le temía a ese tipo de arreglos.

–Cierto, Val, sabía de la fiesta hace dos meses, pero lo he olvidado por completo.

Larissa, era una descuidada, eso hubiera tenido arreglo desde hacía tanto tiempo, no sé por qué la gente deja las cosas siempre para la última hora, por eso siempre trataba de adelantarme a todo, siempre necesitaba mi tiempo de relajación, no dejar que las cosas me dominaran, como ahora que estaba preocupada por lo de Larissa.

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