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5

BÚSCAME EN LAS PÁGINAS DEL LIBRO QUE TE REGALÉ

—Tenemos que llegar, Brandon, tenemos que hacerlo —seguíamos corriendo, casi pasábamos el puente. Miramos a Chico a lo lejos, ahora sonreía y estaba atento a cualquier persona que pasara. Cuando nos acercamos nos miró.

—¡Volvieron! Adivinen quién salvó a un pequeño pájaro de ser cazado por un gato —nos dijo.

—¡Excelente, Chico, sigue así! ¡Ahora no podemos conversar, nos vemos después! —le dice Brandon.

—¡Está bien! ¡Si necesitan ayuda aquí estaré! —respondió a nuestras espaldas. Nos faltaba mucho aún y me sentía más o menos cansada.

—Vamos, ¿qué pasa? Falta mucho.

—Me siento cansada —respondí, deteniéndome un poco.

—¿Cansada? Los muertos no se cansan, Sam —me dice.

Lo miré sin entender.

—Pues yo me siento cansada, como si hubiera corrido un maratón.

—Sam, espera... —me dice— ¿ves a aquel hombre que está allá? El que viste de negro.

Sí lo miraba, a lo lejos estaba ese tipo, parecía que estuviera esperando a alguien o algo así.

—Si, lo veo.

—Es un condenado —me dice— no es buena persona —me toma del brazo y me hace escondernos detrás de unos arbustos.

Sentí miedo.

—¿Ahora qué vamos a hacer? —le pregunto— Necesito llegar con Jay lo antes posible —hice puchero. No quiero que Jay muera.

—Llegaremos, Sam, te lo prometo, solo que ese tipo es malo. Muy malo. Necesito encontrar una manera de rodearlo para poder llegar a Palm Springs.

—¿Y si nos vamos por el bosque?

Vaciló.

—No sabemos qué nos encontraremos en el bosque. No he entrado allí jamás así que no conozco bien para poder llegar al otro pueblo. Sam, lo siento, pero la única forma es irnos por la playa.

—En la playa hay un rio, Brandon, ¿estás seguro que vamos a pasar el río? Está profundo y la corriente nos puede llevar al mar.

—Estamos muertos, no nos ahogaremos.

—Pero nos retrasaremos más. Vamos por el bosque, conozco el camino ya que Jay y yo solíamos ir a caminar allí —me dio nostalgia al recordar los momentos en que Jay me llevaba al bosque, a nuestro lugar secreto en donde podíamos estar solo él y yo.

—Está bien, vamos.

Nos adentramos más al basque, tratando de hacer el menor ruido posible con las hojas caídas de los árboles. La primavera había pasado pero las hojas secas aún estaban en el piso. Había venido por este camino más de una vez, sabía bien cómo llegar a Palm Springs rápido.

—Si corres será mucho mejor —me dice Brandon.

Agarré aire y empecé a correr, todo sea por llegar a Jay. Atravesamos unas rocas enormes, un pequeño río hasta llegar a una camino ancho.

—¿Ahora a donde?

—Tenemos que seguir recto, más adelante encontraremos una puerta hecha de alambres, allí nos meteremos.

—Conoces bien estos lugares.

—Por Jay —le dije.

—Realmente lo amas, ¿cierto?

—Sí, lo amo como jamás pensé que amaría a alguien. Jay llegó en el momento indicado a mi vida. Él me salvó. Pasamos por muchas cosas pero estamos juntos que es lo importante... —sonreía, pero mi sonrisa se esfumó— o estábamos juntos. Ya no más —sentí tanta tristeza en mi corazón.

—Lo siento —me dice— También siento haberte dicho que él te superaría en unos meses y te olvidaría. Lo dije sin pensar. Cuando estaba en primer año de secundaria conocí a una chica, vivía en Saint South, era la niña más linda que había conocido. Tuve el valor de declarármele, para mi sorpresa aceptó. Fuimos novios meses, estábamos todo el tiempo juntos, me sentía genial. Me sentía... feliz. Su nombre es Adhara, de cariño le decía Addy. Cuando fallecí... volví al colegio para ver cómo estaba e intentar comunicarme con ella como lo está haciendo Jay contigo, pero días después estaba feliz, como si nada, como si no me extrañara. Conoció a otro chico y fueron novios. Hoy están por graduarse. Ella sigue con él. A veces me pregunto qué habría pasado si no hubiera muerto, ¿seguiría con ella? ¿Estaríamos juntos? Graduándonos. Pero no lo sé.

Ahora entendía por qué dijo que no creia en eso del amor. Estuviera igual si Jay hiciera lo mismo, si estuviera como si no importara si estaba o no. Como si no le afectara en nada mi muerte. Y lo comprendía. Sentí tristeza por Brandon.

—Brandon, si esa chica hizo eso era porque en realidad no estaba enamorada de ti. Lo siento pero es la verdad. El verdadero amor no te reemplaza así como así y menos si estarías muerto. Si ella realmente te amara te hubiera llorado por meses o años, pero ella te reemplazó en días y estaba feliz. No mereces sufrir por alguien como ella. Te sirvió para darte cuenta que no era para ti.

—Y ahora me vas a decir que encontraré a la indicada —ironiza.

Me quedé callada.

Brandon era muy maduro para su edad. Sacando cuentas, tuviera 19 años ya.

—Quizás —le dije— Hay amores que van más allá de la muerte. La vida te sorprende a veces, o el destino en este caso.

—Tal vez.

Más adelante, bajando una pequeña loma, encontramos a un hombre sentando en el suelo al estilo Indio, estaba haciendo alguna casa de palo en la tierra. Era un alma. Vestía camisa y pantalones, pero estaba medio rotos y sucios. Él también estaba sucio. Y entonces me entró miedo porque sabía quién era.

Estábamos entrando a la loma del muerto. Así le llamábamos a este punto ya que aquí habían enterrado a un hombre que veinticinco años atrás había salido muerto en las aguas del mar. Nadie sabía de donde era o de donde vino. No era de Saint South, ni de White Pain, ni de Palm Springs y mucho menos de Plant Green. Era un total extraño. Los del pueblo lo vinieron a sepultar aquí ya que nadie reclamó su cuerpo. Y ahora estaba allí. Siempre ha estado allí. Las veces que pasé sola o con Jay por aquí había estado aquí. Quizás nos observó, quizás le pasamos encima. Quizás nos dijo algo. Pero no nos dimos cuenta.

—Espera... ese hombre —señalé con la barbilla.

—¿Quién? —miró— Ah, Harold, no le tengas miedo. Es amigo —se adelantó— ¡Harold!

¿Harold?

Lo seguí.

Harold elevó la vista y sonrió, poniéndose de pie. Era más o menos alto, delgado y cabello negro. No me pareció tan aterrador ahora.

—¡Brandon! ¿Qué haces por estos lados? Jamás habías venido aquí.

—Estoy ayudando a una amiga —me presenta— Samantha.

Harold me mira.

—Samantha, yo te conozco —me dice— a veces pasas por aquí, sola o con algún chico.

—Si, al parecer todos los muertos me conocen —me crucé de brazos.

—No es personal —interviene Brandon— es solo que siempre estamos aquí, solo que ustedes no nos notaban.

—Es obvio —casi reí— tenemos prisa, hay que buscar a Jay.

—Me dio gusto verte, Harold, pero tenemos que llegar a Palm Springs —le dice Brandon.

—Entiendo, ¿lograste atrapar a ese pez?

—Aún no, Harold, pero Sam me ayudará mañana.

—Si, esa soy yo.

—Ahora que me acuerdo, Sam, ¿Jay? ¿Es el chico con quien pasabas por aquí?

—Si, es mi novio.

—Está en el mismo lugar de siempre, está muy triste, incluso lloraba y hablaba solo. Ahora entiendo por qué —su voz se apagó.

—¿Jay está en el mismo lugar de siempre? —le pregunto un tanto eufórica.

—Si.

—Espera, ¿como sabes que ese es nuestro lugar? —achiqué los ojos mirándolo. Se rascó la nuca un poco nervioso.

—A veces hago mi recorrido matutino —fue lo que respondió.

—Vamos, Sam, tenemos que encontrarlo —Brandon me tomó de la mano así que empezamos a correr. Ya hablaría con Harold en otro momento. Lo único que importaba era llegar a Jay.

Pasamos por la puerta de alambre, corrimos por esos caminos solitarios hasta llegar al mismo lugar donde Jay siempre me llevaba. Me detuve en seco al verlo sentado en el mismo tronco, leía un libro y se secaba algunas lágrimas. Era el libro que le regalé. Se me hizo chiquito el corazón al verlo así.

Por un momento no creí que estaba muerta, por un momento pensé que estaba viva. Me acerqué a él y me senté a la par.

—Estoy aquí, Jay, te prometí un día que no te abandonaría y no lo haré. Estaré siempre contigo. Aunque no me veas —puse mi mano en su hombro, pensando que quizás se traspasaría, pero me sorprendió que no lo hiciera. Mi mano se quedó allí, en su hombro, pero lo que más me sorprendió fue cuando Jay se giró de inmediato hacia mi, mirándome directo a los ojos.

—¿Sam?

¿Qué?

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