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DEL OTRO LADO
¿Qué, cómo, cuándo, en qué momento? Me senté en la silla que tenía a la par y llevé una mano a mi pecho. No sentía que mi corazón latía. No estaba latiendo, ¿por qué no está latiendo? Mi labio tembló.
—Sam, es duro —Gertrudis se agachó junto a mi pero luego se quejó un poco por su espalda— estaba casi igual cuando vine aquí, bueno, en realidad cuando desperté y noté que todos me ignoraban. Me sentía muy frustrada y enojada con mi hija y mis nietos. Les pedía cosas y ellos pasaban de largo. Luego entendí que no me ignoraban, que estaba muerta, así que no podían verme.
Yo estaba tratando de asimilar todo esto que estaba pasando. Trataba de asimilar la situación. Trataba de encontrar alguna lógica, alguna explicación.
—Yo... no entiendo, estaba bien, no me sentía enferma o algo, ni siquiera salía de mi casa. Anoche... dormí, solo dormí y hoy... hoy estoy muerta —la palabra pesaba incluso para mi. Ahora entendía por qué Berny y Amanda estaban actuando así. Ahora entendí que ellos no me ignoraban sino que no podían verme. Y también entendí que la chica de la que hablaban era yo.
—Sam... yo no soy la indicada para responder todo esto. Solo soy una anciana que cuida sus rosales. Cuando desperté así me sentía muy sola y sin explicación. Pero estaban tus bisabuelos, ellos me recibieron y me explicaron. ¿Quieres ir a verlos?
La miré.
¿Quiero ir a ver a mis bisabuelos que habían muerto años atrás? Dios, esto es mucho para mi.
—Yo no, no creo estar lista —las lágrimas seguían saliendo—¿cómo fue que me pasó esto?
—Hay una persona que puede responder todas tus dudas, querida —sobó mi cabello. Incluso había muerto en pijama.
—¿Quien? —sorbí mi nariz.
—Hay un hombre a unas cuadras de aquí que lleva más tiempo, casi veinte años, él sabe muchas cosas a diferencia de otros que quizás llevan siglos.
—¿Me vas a llevar con ese hombre?
—Yo no puedo, no puedo salir de mi lugar, es peligroso cuando sales de tu lugar de muerte, al parecer hay almas malas o espíritus malos que te quieren arrastrar al...
—¿infierno?
—A la muerte segura, en donde ya no piensas ni actúas, en donde solo duermes sin tener ningún tipo de noción alguna.
—Esto que ves aquí, en donde estamos nosotros, es una especia de limbo. Una especie de lugar en donde estamos esperando solo el juicio final. La mayoría de las almas que están atrapadas aquí es porque no aceptan que murieron o quizás todavía no quieren irse. Se resignan.
—Te resignas, Gertrudis
—Yo tengo que cuidar de mis rosales.
Bufé.
—Necesito ver a ese hombre, ¿cómo se llama?
—No se si supiste de un chico que murió justo el día de su graduación. Salió a comprar una botella de alcohol para celebrar pero justo entre el cruce de Saint South y White Pain murió a causa de un accidente de coche.
Si, sabía de la historia, mamá me la contó ya que ella había sido compañera de él. Murió momentos después de graduarse.
—Conozco la historia.
—Bueno, el chico se llama Charlie y se mantiene en ese mismo punto en en cuál murió. Lo puedes encontrar allí. Sin embargo me da mucho miedo de que vayas sola.
—Siempre he ido sola al cruce.
—Cuando estabas viva, pero ahora que estás... —silencio— es mucho más peligroso. No sabemos qué almas han muerto allí o si son malas. Las almas malas te pueden hacer daño. Es muy, muy peligroso. Por eso nadie sale de sus puntos en donde murieron. Están a salvo allí. Tu punto a salvo está aquí, en tu casa.
Se me vino a la mente Jay.
Oh, Jay. Lloré. Lloré más. Lloré porque ya no vería más a Jay. Lloré porque todos los planes que teníamos juntos ya no se harían realidad. Lloré porque ahora Jay tendría que encontrar a otra persona y ser feliz mientras yo me quedo en el limbo sola y para siempre. Lloré porque había muerto y no había logrado nada en mi vida. Lloré porque descubrí que no nací para nada en especial sino solo para vivir veinte años, ir a la escuela, enamorarme, sufrir por amor, enamorarme, encontrar a la persona que amo de verdad y luego... morir.
¿Para eso viví? ¿Para nada? Justo cuando había encontrado algo de felicidad muero.
¡No me parece justo!
Lloré en el hombro de Gertrudis.
Extrañaba a Jay.
•
—¿Estas mejor?
—No.
—Eso lo entiendo, quiero decir, ¿estás más tranquila?
—Un poco.
—Le diré a alguien que te lleve —se pone de pie— Auch, mi espalda, mi espalda. Pensé que cuando moriría al menos volvería a ser joven.
Casi reí por eso.
—Hay un chico que se llama Brandon, está pequeño pero es un diablillo... —la miré mal— es un decir. Es valiente, murió hace años en un accidente de vote. Se ahogó. Estaba tan joven. El conoce bien estos lugares, siempre camina de un lado para otro.
—Espera, ¿dijiste Brandon? ¿El niño que murió ahogado en el cruce?
—Si, ¿lo conoces?
—No, es decir, lo miré una vez cuando estaba viva. Yo estaba en tercer año de secundaria y él estaba entrando a primero. Luego a los meses nos enteramos de la noticia. Fue triste. Toda la escuela asistió a su funeral, incluso lo vi en la caja y todavía puedo recordar su rostro: estaba un poco hinchado e incluso tenía una lágrima de sangre.
—Sam, eso es... triste —susurró— He cuidado de ese niño el tiempo que lo he conocido. Siempre está yendo y viniendo, creo que extraña la escuela y a sus amigos, o creo que quizás había una chica a la cual no pudo declarar su amor.
—¿Siempre viene a la escuela?
—Si, por las tardes. Justo debe de venir hoy, es donde te acompañará.
Oh, Dios, esto es... esto es... no tengo palabras para describir una situación así. Estoy muerta y puedo interactuar con las personas que murieron hace años en este lugar. Y en otros. Mis bisabuelos están justo a la par y aún no tengo el valor de ir y verlos. Quien sabe con qué otras personas me encontraré. Son muertos. Muertos que quedan en el limbo. Al igual que yo. Pero también podemos ver y escuchar a los vivos. Estamos entre ustedes, siempre estamos aquí, observando, escuchando, ayudando cuando se es necesario, pero siempre estamos aquí, aunque no nos puedan ver.
•
—¡Brandon! —grita Gertrudis, un grito demasiado alto para su edad. Gertrudis era una anciana morena, su cabello estaba lleno de canas, era bajita, su piel estaba llena de arrugas y se miraba tan frágil. Siempre pensé que Gertrudis era enojona cuando estaba viva, pero ahora veo que no. Es todo lo contrario.
A lo lejos miré a un chico. Usaba un short, camisa sin mangas y zapatos de cuero. No recordaba bien a Brandon la verdad, tenía muy mala memoria, pero mientras se acercaba pude verlo bien y recordar sus detalles: un poco más bajo que yo, delgado, blanco, cejas gruesas, nariz medio gruesa y labios más o menos finos. Su pelo era negro.
—¿Pescaste algo hoy? —le preguntó Gertrudis.
—No, otra vez se me escapó ese pez de la red.
—Lleva seis años intentando pescar al pez que provocó su accidente —me dijo a lo bajo— Brandon, ella es Samantha y es nueva por aquí, no sé si la has visto.
Brandon me mira así que elevo mi mano y lo saludo formando una media sonrisa en mi cara.
¿Qué se supone que iba a hacer?
—La he visto, varias veces. La vi en la escuela también, y en mi funeral. También cuando estaba vivo lo cual siempre me ignoraron.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Sí, recuerdo que era mi primer día en secundaria y no conocía a casi nadie. Eran los "grandes" por así decirlo, o así los llamábamos nosotros. Pasé a tu lado, me pareciste bonita y te sonreí pero me ignoraste. Me miraste por una milésima de segundo y luego me ignoraste.
—Ah... yo... he... ¿que? Pero... bueno, ni siquiera te conocía. Lo siento.
—Está todo perdonado, Samantha —dijo mi nombre con un tono extraño.
—Bueno, la cosa es que Sam necesita ver a Charlie porque aún está confundida sobre su muerte y ese tipo de cosas ya sabes.
—Lo sé. Charlie siempre está a la espera de alguien nuevo.
—¿La llevarás?
—¿Qué me darás a cambio? —me preguntó a mi.
—Eh... no tengo dinero, es decir, si tengo pero no creo que puedas comprar algo aquí, ¿entiendes? —medio reí.
Mal chiste.
—Necesito una ayudanta, ese pez ya me cansó. Quiero que me ayudes a atraparlo. Mañana, justo en la mañana.
Miré a Gertrudis quien solo se encogió de hombros.
—Bien, acepto.
—Genial, vamos. Ger, nos vemos más al rato.
—Está bien, cariño, cuídate y cuida a Sam—nos dice.
Empiezo a caminar por las mismas calles de Plant Green, ahora sintiéndolas más extrañas de lo normal. Estaba caminando con Brandon, un adolescente muerto. Miré las casas, siempre era lo mismo. Estaban las misma personas pero ellas estaban vivas, hacían su misma rutina de siempre. Pero ahora ellos no me miraban pasar. Y por un momento sentí que no estaba muerta, que todo estaba igual, pero Brandon a mi lado me hacía volver a la triste realidad.
—¿Como te sientes? —me pregunta.
—¿Como crees que me siento? —respondí— estoy muerta.
—Recuerdo que estaba muy asustado cuando desperté y noté que estaba en la orilla de la playa, tirado en la arena. Corrí a casa para buscar a mis padres... pero lo único que me encontré fue un ataúd y a una persona idéntica a mi dentro de él. Estaba en una iglesia, en la iglesia que mi madre solía visitar. A veces iba con ella. Y había mucha gente. Estaba toda la escuela. Cada uno pasaba a mirarme. Grité. Grité mucho para que me escucharan. Y entonces te vi a ti, pasaste y solo me miraste un segundo. Te sentiste incómoda porque viste mi lagrima de sangre. Estaba gritando por dentro. Me sentía atrapado. Luego salí corriendo y me encontré a varias personas que habían muerto años atrás. Fue donde encontré a Charlie. Él me cuidó y me explicó todo.
Escuchar la historia de Brandon me hizo tener escalofríos pero también me hizo entristecer. Brandon quizás tenía unos trece años, tenía toda una vida por delante y murió intentando atrapar un pez.
¿Qué hubiera pasado si Brandon viviera? Estuviera casi saliendo del quinto año, quizás tuviera novia, quizás habría descubierto lo que le gusta hacer. Su vocación. Algún don. Pero no llegó a más de trece años. Y ahora está atrapado aquí, yendo cada que puede a la escuela para ver a sus compañeros y a la chica que le gusta, viéndola tal vez estar con otro chico. Brandon desearía estar vivo y haber aprovechado el momento.
Al igual que yo.
Al igual que muchos otros que murieron sin haber logrado hacer lo que querían. Sin haber vivido. Brandon merecía haber logrado mucho. Esta pequeño y está solo, tratando de cazar al pez que lo hizo morir.
—Brandon, —puse mi mano en su hombro— a partir de hoy te ayudaré a atrapar a ese pez. —le dije con seguridad— lo vamos a atrapar, te lo aseguro.
—Confío en eso —sonrió de lado.
Solo así podría estar en paz.