Capítulo III. La fuerza de atracción de la Diosa Luna.
Elizabet.
Toronto, época actual, Ontario, Canadá.
- “Eli, ¿crees que hoy las familias que vendrán me adoptaran?”- me preguntó, la pequeña Nicole, una niña de cinco años, era un amor, cariñosa y dulce.
- “No lo sé, espero que si Nicole, cariño, pero, si eso no ocurre, recuerda que Faith y yo, te queremos muchísimo”- le dije mientras terminaba de hacerle las coletas, para que estuviera lo más bonita posible.
En estos eventos por desgracias, lo padres venían a buscar niños pequeños, o bebes, normalmente, cuando pasabas de una edad determinada, dejabas de ser adoptable, había algunos casos que, si había pasado, pero era muy extraño.
También solían buscar niños, que se les parecieran físicamente, si su familia era rubia, buscaban niños rubios, si eran de color, solían escoger niños de color, pocos eran los padres que se arriesgaban con adoptar niños que no concordaran con su raza, aunque había ocurrido en dos ocasiones, en los dieciocho años que yo estuve viviendo allí.
Aun había algunos niños que estaban antes de que yo me fuera a los dieciocho a vivir con Faith, ella se había ido un año antes, cuando los cumplió ella, un caso era la pequeña Nicole.
Nosotras no tuvimos suerte con la adopción, precisamente porque el color de nuestro pelo nos hizo inadoptables, pocos padres pelirrojos, o plateado, entraron por la puerta del orfanato, así que cuando tuvimos once años la idea de que no adoptaremos nunca, un año después en una excursión a los grandes lagos, nuestro futuro se decidió, y soñamos con ser adoptados.
Además, sufríamos menos, y todo por culpa de esta habilidad que tengo, de leerle la mente a los padres que entraban por la puerta para adoptar, yo ya sabía que niños se adoptarían y cuáles no. Faith y yo solíamos ser de las primeras en ser descartadas.
Pero Nicole tenía muchas posibilidades de ser adoptada, su edad era la adecuada, era de pelo castaño, solía ser las más adoptables, sobre todo en casos de familia donde los padres tenían diferente color de pelo. Por no hablar que era la dulzura personificada, si los padres no se enamoraban de ella nada más verla, dejaba de llamarme Reina Eli.
- “Claro preciosa, dudo que de hoy no pasé que no te vayas de la mano de un papi, o una mami.”- le dije.
En ese momento la voz de Faith me llego al cerebro, eso sólo podía significar una cosa estaba justo detrás de mí, una de las taras de mi poder, como decía Faith, era que no podía leer la mente a distancia, tenía que estar cerca de mí, en la misma habitación, para poder hacerlo, al contrario que a Faith eso a mí, me parecía bien, imaginaba lo loca que me volvería si pudiera leer la mente de la gente a distancia. Además, le leía mejor cuando los miraba directamente.
- “Termina rápido, están comenzando a llegar lo peces gordos, hay que sacarles el dinero.”- me dijo la descarada de Faith el Fénix, a mi cerebro.
- “Eres increíble Fénix, sólo me quieres para que sepa cuanto les puedes sacar, mientras yo hurgo en sus cerebros.”- le dije a su oído, cuando me giré para mirarla. Ella ni me respondió, al menos no con la boca, solo sonrió y comenzó a caminar por el pasillo, mientras me hablaba desde su mente.
- “Por eso te quiero, nunca te engaño.”- mi risa se oyó en el pasillo.
Me miré en el espejo para ver si estaba presentable, la primera hora del evento, se llenaría, de filántropos millonarios, que habían sido invitados, para que donaran al orfanato, a ellos les venía muy bien porque así desgravaban impuestos, que en Toronto eran muy elevados. Y nosotros ganábamos financiación para estos pequeños.
Antes lo veía desde el punto de un niño, pero ahora lo veo como voluntaria del orfanato, y por desgracia eran muy necesario, para que este orfanato no cerrara, hacía años que la aportación de la iglesia no era tan elevada como antes, la gente, en muchos casos, habían dejado de creer en la misericordia.
El espejo me devolvió la imagen de una guapa jovencita de veinte años con el pelo plateado, liso y largo hasta mi cintura, de ojos grises, de tez blanca, y cuerpo curvilíneo, mis caderas era anchas, igual que mi busto, en cambió era delgada, era como un dibujo animado, una sexy fantasma.
Faith solía decir que no era justo que tuviera ese cuerpo, y esa altura a la misma vez, aunque yo prefería ser como ella, a todo color, su pelo rojo y rizado, caía hasta media espalda, sus ojos verdes y grandes, ojos de tigresa, su cuerpo era curvilíneos, pero en tamaño más pequeño, pero que no dejaba ningún hombre indiferente, era tentación en movimiento, fuego de la cabeza a los pies. Yo a su lado parecía no tener vida, un ser en blanco y negro.
Era por eso, por lo que ella era la que seducía los peces gordos, con su palabrería, mientras yo, desde lejos, analizaba a las posibles víctimas, y le envía mensajes al móvil para que pescara a determinado pez.
Respiré profundamente, y comencé a bajar la escalera para reunirme con el resto de personal en gran parque central del Orfanato. Mientras bajaba comencé a sentir cosas extrañas, un calor inusual, y un olor, aún más inusual, llegó a mí, era un olor delicioso, a tierra húmeda, y a césped recién cortado, sin darme cuenta, me detuve para inhalar fuertemente, me encanta ese olor, hacía que mi calor interior aumentara, mi corazón comenzó a latir fuertemente.
Las ganas de buscar de donde procedía ese olor me agobiaron, bajé corriendo las escaleras, y al girar por el pasillo, sentí detrás de mí que alguien se coloca muy cerca de mí, a una velocidad que ni yo pude predecir, intenté leer su mente, pero no pude había como un muro alrededor de él.
De pronto, me vi sujetada por la cintura y atraída hacia atrás, pegándome en un cuerpo mucho más alto que yo, y más fuerte, por la forma que fui rápidamente atraída, y el olor que andaba buscado me embriagó, mareándome, él era el responsable de que yo estuviera así.
- “¡Mía!”- un gruñido animal llegó a mi oído, mientras los sentía oler mi cuello.
Ese hombre que me había reclamado como si yo fuera un trofeo, un ser que ni había visto, ni sabia como era, pero que su olor me anulaba y me hacía salivar, ni siquiera había podido leer sus intenciones, porque su mente estaba cerrada para mí, era la primera persona que no sabía lo que pensaba, por una razón me sentía segura a su lado.
El miedo llegó, porque yo deseaba quedarme allí y dejarme llevar, que él me reclamara, que me abrazar más fuerte, me éxito como mujer, mi cuerpo ardía por dentro, como si eso fuera lo que tenía que ocurrir, había perdido toda capacidad de pensar, era prisionera voluntaria de ese hombre, y sin poder evitarlo gemí de placer.
Faith.
- “Esto es una locura la gente no para de llegar, a ver si llega mi arma secreta y puedo seleccionar a mis piezas claves.”- pensaba, mientras me dirigía la zona de césped donde comenzaría el recorrido por la gran explanada de tiendas y mesa de comida.
Los niños corrían sin control por todo lado intentado robar comida de las mesas, me coloqué junto el gran árbol donde Eli y yo solíamos sentarnos al leer de pequeñas.
Cuando de repente sentí como una gran presión en mi corazón, mi cuerpo subió de temperatura, algo andaba mal, mi cuerpo despertó, como si hubiera tenido largas sesiones de sexo, y no fueran suficiente, la verdad era que sólo lo había hecho una vez, con un estúpido que me dejó por una niña rica en el instituto, cuando consiguió lo que quería de mí, así que esta sensación de deseo insoportable, no la había sentido nunca.
Mi piel se sensibilizó, y mi olfato se agudizo, había tenue olor en el ambiente a canela y manzana, ¿Qué me pasaba? ¿Me estaba volviendo loca?
Miré a mi alrededor mío como drogada, buscaba algo o alguien no podía evitarlo, mi cuerpo decidía por mí.
Giré alrededor de gran árbol, por instinto, y en un segundo me vi empujada contra él con fuerza, mientras un cuerpo de hombre me atrapaba contra ese árbol, sus ojos no eran de un color normal, estaban como enrojecido, eran como lava hirviendo, su olor me llegó, su calor, y mi cuerpo tembló de placer, él era lo que buscaba.
- “¡Mía, eres mía!”- le oí gruñir, mientras enterraba si cara en mi cuello, y me olía.
De pronto se enderezo, y su cara expresó disgustó, estaba alterado.
- “¡Eres humana! Joder eres una maldita Humana. No puede ser mi mate es una débil humana”- me miraba como con asco.
Sin saber por qué mi corazón se llenó de dolor. Un dolor agudo e inaguantable, pero me negué a expresarlo, así que sólo le mantuve la mirada con la misma expresión de asco.
La guerra había empezado.