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Capítulo 1 Un regalo para el Don

La noche en los hoteles de Las Vegas es sin duda loca, llena de lujuria, drogas, sexo y más sexo. Un solo descuido y puedes terminar en la cama de uno o dos desconocidos por un loco trío. Ese no era el caso de la recepcionista del hotel, ya que la noche para Kara es movida por el flujo de personas que entran y salen a pasar una noche de placer, así lo capta su olfato con cada cliente que llega oliendo a excitación o sexo que tuvieron en alguna parte del camino.

—Que tengan una linda estadía en el Palacio Prince —le desea a la joven pareja gay entregándole las llaves del dormitorio que les corresponde.

Ellos asienten y le dan una linda sonrisa. Se sienten cómodos con la atención que les da ella, por lo tanto, le dejarán su linda propina al finalizar su estadía. La pareja se marcha.

La compañera de turno de Kara hace una mueca de asco cuando la pareja ya está lejos.

—Asco, Kara. ¿Cómo puedes sonreírles con tanta naturalidad? Me provoca repulsión por las cochinadas que harán. Dios, tan lindos que son. Es un total desperdicio.

Ese comentario provoca que el ceño de la castaña se frunza en desacuerdo.

—No debes de juzgar a las personas. Ellos son como tú y como yo. Su condición sexual no es motivo para despreciarles.

—La biblia dice “hombre y mujer”.

Kara rueda los ojos.

—La biblia dice muchas cosas. Si hablas de pecados, pues tener relaciones sexuales fuera del matrimonio es uno y te aseguro que el 93.2% de la población mundial lo hace antes de casarse —argumenta con el poco conocimiento que tiene de religión.

Kara nunca ha sido amante de la religión humana, por lo que aprendió más sobre la diosa luna. Todas las noches de luna llena sale a darle sus aullidos de agradecimiento.

Su compañera deja de lanzar comentarios homófobos y siguen con su trabajo que termina a las 2:00 a.m., que es cuando llegan sus reemplazos.

(…)

—Kara, mañana hay una fiesta, ¿quieres ir conmigo? —le pregunta muy ilusionada su compañera de apartamento.

Kara frunce sus labios y está a punto de negarse, pero los ojos que pone su compañera no se lo permiten.

—Está bien, iré, pero solo hasta la una —le advierte.

Su amiga asiente contenta.

Ambas están vestidas con un simple pantalón corto de pijama y una blusa top que deja al descubierto sus ombligos. Kara posee un cuerpo envidiable, pero todo eso es gracias a su naturaleza. Su amiga, Tania, le suplica a cada rato que use ropa más bonita y que luzca el espectacular cuerpo que le han otorgado. Sin embargo, Kara se niega. No le gusta llamar la atención de las personas y más si alguien intenta aprovecharse de ella. No podrá defenderse, pues su naturaleza omega no le permite matar a otros seres vivos.

—Perfecto, pero me dejarás escoger tu ropa. No acepto un no como respuesta. Me lo debes.

Suelta un suspiro, resignada.

—Bien —murmura de mala gana—. Ahora déjame dormir, ya que mañana debo estar temprano en el hotel.

—Sí, señora —susurra Tania antes de salir de la habitación de Kara, quien se cubre con su colcha azul.

Esa noche los recuerdos de su pasado vuelven a molestarla.

(…)

—Dios, Kara, esas ojeras que te cargas están de muerte —comenta su compañero del turno de la mañana.

Kara suele cambiar sus turnos con sus colegas. Total, no le molesta estar en la noche o en la mañana en el hotel.

—Pesadillas —expone.

Ricardo hace una mueca.

—Deberías darte una pasada de maquillaje —sugiere al sacar una bolsa de un cajón—. ¿Sabes usarlo? —cuestiona, dado que nunca la ha visto con maquillaje.

—Gracias, Ricardo. Me cubres mientras tanto —pide.

Su compañero asiente.

Ella se va hasta el baño de empleado, donde se maquilla tan natural como le sea posible ocultando las manchas negras debajo de sus ojos color ámbar.

Cuando va por los pasillos, un indescriptible olor a sangre llega hasta su olfato. Como toda una curiosa lo sigue. Encuentra dentro de un dormitorio a una chica muy malherida. Se acerca y se da cuenta de que no es una mujer común, sino una mujer transgénero.

—Oye, ¿estás bien? —Se queda parada en la puerta por si la chica reacciona de manera agresiva por su intromisión.

El rostro de la mujer se ilumina al ver a la joven.

—No, y necesito tu ayuda —suplica mientras sujeta su costado—. No puedo moverme.

—¿Quieres que llame una ambulancia?

Niega con desespero.

—Mis hijos no me pueden ver de esta forma.

Kara guarda silencio.

—Entiendo. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—Necesito ropa de hombre y un poco de ayuda para sacar el maquillaje.

Asiente.

—Vengo al rato. —Sale para buscar entre los objetos perdidos ropa de caballero.

Cuando Kara tiene todo, regresa y ayuda a la mujer transgénero. La hace un chico otra vez. También se encargó de curar su herida, la cual tenía muy mala pinta por las horas que llevaba sin ser tratada.

«¿Por qué necesita volverse mujer? Tiene hijos…», se pregunta.

No lo juzga porque todos tienen sus secretos y nadie debe hurgar en ellos.

Su pregunta no formulada es respondida por Trinity:

—Soy una mujer transgénero o más bien travesti. Es por mis hijos. No consigo empleo por mis antecedentes penales, por lo tanto, recurro a la prostitución para poder llevarles de comer.

Eso sin duda alguna era algo que Kara no esperaba escuchar.

Un padre soltero que se sacrifica por sus hijos… Este hombre debe tener el cielo ganado. No obstante, la religión no funciona de ese modo, solo se fija en el pecado cometido y te lleva directo al infierno a una vida llena de dolor.

—Debes tener más cuidado la próxima vez —es lo único que sale de su boca.

Trinity asiente agradecida por sus palabras y luego se va del hotel. Entretanto, Kara vuelve a su puesto de trabajo para seguir su jornada laboral.

(…)

—No me gusta este vestido —se queja Kara al ver lo corto que es.

—Acordamos que no habría protestas —sentencia su amiga.

Suelta un suspiro, resignada.

Tiene que utilizar ese pedazo de tela que apenas cubre su trasero. El vestido es rojo con un pronunciado escote en su espalda y pecho. Casi no deja nada a la imaginación. Le queda perfecto. Aun así, la joven no se siente cómoda con él, sino que se siente expuesta. Eso es a lo que más le teme: sentirse tan expuesta y que otros puedan aprovechar para abusar de eso.

—Perfecto. Has quedado como una reina —halaga su amiga, quien escruta el maquillaje que le acaba de aplicar; sombras oscuras en sus párpados, las cuales resaltan el color ámbar de sus ojos, dándole un toque de misterio. En sus labios optó por colocar un poco de brillo labial—. Es hora de irnos.

Ambas recogen sus bolsos para salir de la habitación y después del apartamento.

Toman el primer taxi que cruza frente a ellas. Tania se encarga de darle la dirección.

En cuestión de minutos ya están estacionadas en una casa en uno de los suburbios más lujosos de toda Las Vega. Hay bastantes autos estacionados fuera de la vivienda. Ninguna sabe dónde se meten y a quién va dedicada esta pequeña fiesta de despedida. Le pagan al taxista y caminan hacia el lugar. Una emocionada Tania la arrastra hacia la lujosa mansión que derrocha dinero por todos lados.

Al estar dentro, Kara se marea por unos segundos por toda la cantidad de olores y sonidos que la inundan. Esa es una razón por la que odia ir a fiestas, ya que son escandalosas y hay demasiadas personas. De sus labios sale un suspiro de incomodidad al sentir tantos cuerpos amontonados rozándose contra el suyo. El calor dentro de la mansión es insoportable y el aroma a diferentes narcóticos provoca que el estómago de la joven loba se contraiga y sienta ganas de vomitar.

—Tania, necesito aire fresco.

Su amiga asiente y la suelta.

Kara camina entre el tumulto de personas y no se da cuenta de que alguien la sigue hasta el jardín trasero. Respira más a gusto cuando se halla en esa parte casi desolada de la mansión y se gira cuando siente la presencia de alguien detrás de ella. Solo es un chico, pero para sus ojos es un humano que quiere una noche de sexo.

—Hola —saluda dándole una sonrisa que Kara corresponde.

—Hola. —La timidez la invade.

—Ten. Acabo de ver que el ambiente dentro te ha afectado mucho. —Le ofrece un vaso rojo.

Ella frunce su ceño.

—No bebo alcohol, gracias —le dice con amabilidad.

El chico sonríe.

—Es solo un refresco.

Kara lo toma, pero cuando lo lleva a su boca el olor a narcótico le advierte que la quieren drogar.

—Más tarde lo bebo, gracias.

Su negativa no le gusta al chico.

Pasa algo que la joven loba no imaginó; dos fuertes hombres salen por detrás y se siente acorralada.

—Quería hacerlo por las buenas, pero veo que tendré que hacerlo por la manera tradicional —suelta con seriedad.

—No me hagan daño, por favor —suplica al borde del llanto.

—Oh, pequeña niña. Agárrenla —les ordena a sus compañeros.

Uno de ellos la agarra con brusquedad mientras el otro coloca un pañuelo en su nariz con un olor desagradable que poco a poco la hace perder la consciencia.

—El Don se llevará una linda joyita de regalo de despedida. —Les sonríe a los chicos.

Observa el cuerpo de la loba con descaro.

Kara pudo defenderse de los secuestradores, pero su naturaleza omega la hace ser dócil. No le permite ser agresiva y dañar a quien quiere hacerle daño.

—Llévenla a la bodega. Que permanezca dormida durante todo el viaje a Italia —demanda—. Ah, y que nadie la toque. Solo el Don puede tomarla primero, pues es su regalo. Si él la descarta nos divertiremos con ella.

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