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Regalo de disculpas part 2

- El trabajo hay que, tomárselo con calma. O quizá, terminarse el batido también ayude para los nervios a flor de piel. - señalo el batido que había dejado en la mesa de abajo. Tenia razón, no me lo había terminado.

- Estoy bien, es solo que me saturaron de trabajo y aparte debo cuidar de una señora, la cual si me agrada pero me presiona constantemente, y esto solo paso desde l lunes y ya no lo aguanto. Pero en realidad me gusta mucho mi trabajo y amo llevarme bien con todos. - solté bruscamente sin medir mis palabras. Estaba al borde, necesitaba calmarme. Yo le había dado toda la información de mi vida, a este desconocido... - ¿Usted es?

- Tranquilízate. Si te das un momento y te relajas, vas a estar bien. Yo también trabajo aquí, si te lo estas preguntando. No soy ningún acosador o algo así.

- Yo trabajo aquí, pero no lo había visto rondar esta empresa antes. Soy Ada García. Asistente de la dirección ejecutiva, exactamente me encargo especialmente del señor Eduardo Polls.

- Así que tu eres Ada. He escuchado hablar maravillas de ti. He tenido en mis manos un par de tus ideas gracias a un allegado mío. ¿No has pensado en tomar un cargo y especializarte en diseños? - contesta entusiasmado sacándome de contexto. No entendía como el pudo ver mis propuestas cuando solo se las había enseñado a Enrique...-Soy Williams Shepard, inversionista ejecutivo desde hace cinco años, y trabajo con líneas internacionales. Por eso no me has visto por aquí. Hace tres años que no venia.

- ¿Usted es el señor Williams? - pregunté nerviosa, no podía ser que un joven como el fuera el millonario del cual todos temían en la oficina.

Cargaba una maletín negro consigo, y podía ver el costoso reloj que llevaba en una de sus muñecas. Si invertia y muchísimo en esas cosas caras por lo visto. Se notaba su porte y el conocimiento que tenía, bajo esas gafas de sol oscuras y el peinado bien echo hacia un lado. Era todo un conocedor y atractivo hombre...

- Yo soy el mismo que acabas de nombrar. Se que mi físico y mi juventud te espantaron Ada, pero llevo muchos años en este negocio y sé todo lo que debo saber. - asintió mirándome más profundamente.

No respondí nada y le miré. Para luego despedirme y seguir mi camino hasta los estantes que necesitaba. Su presencia había sido extraña. Más que nada su presentación, como si estuviese esperando que subiera para aparecer y justo estaba pasando algo conmigo. ¿El era Williams? Era muy joven para el puesto que llevaba a cargo. No podía entender como había llegado hasta aquí, a menos de que, por supuesto sus padres le heredaran las empresas familiares.

Pasé al segundo cajón restándole importancia a eso, Eduardo debía estarme buscando y necesitaba terminar todo antes para salir a tiempo de la oficina, me agaché un poco en el lugar dónde noté la palabra "contratos". Busqué el nombre de los contratos con el dichoso Williams y encontré dos. Uno muy antiguo, que seguramente había sido hecho con los papás de Eduardo, y uno actual hecho hace un año. Este era el que necesitaba.

Lo tomé y salí de la biblioteca, subiendo el ascensor para llegar rápido a la oficina de Eduardo. Mi primera impresión fué el recibimiento de mi escritorio, solo y con la computadora apagada. ¿Se había ido la luz? No recordaba haberla apagado. Pero no le hice caso, y continúe dejando el resto del batido dentro de un recipiente de reciclaje, me había hastiado y no quería beber más.

Un sonido raro llegó hasta mis oídos, al principio creí que era la imaginación loca traicionandome, pero después fué muy audible. Era cerca, tanto, que tuve que pegar la oreja de la puerta del señor Eduardo Polls para rectificar que era el, y no estaba equivocando me. Quise creer que era solo mi imaginación, pero el destino me traicionó cuando al apoyarme un poco más a la puerta caí de bruces contra el suelo. Abriéndose por completo tumbando me en el piso como una entrometida.

Lo que ví despues, ni se lo imaginan. Era tanto el descaro, que la señorita Gen me sonrió, subiéndose como podía la camisa, que a los lados dejaba ver parte de su pecho, ese que se encontraba descubierto. Mucho más detrás, estaba Eduardo Polls.

Sus ojos me escudriñaron con malicia y podía notar cuánto le había molestado lo que había hecho, había sido una entrometida que solo escuchaba detrás de las puertas, seguramente pensaba que yo era una tonta, pero la vergüenza que yo sentí fue mucho más grande, haciéndome correr de inmediato de allí levantándome y saliendo disparada por dónde vine. Dejando la puerta abierta de par en par.

Sostuve mi bolso con fuerza aferrado a mí y corrí por las escaleras de emergencia omitiendo el hecho de que estaba el elevador. El iba a venir atrás de mi, Eduardo, y mucho más Gen. Que no iba a permitir que se divulgara un romance entre ella y uno de los magnates más conocido de esta Ciudad. No debía arriesgarse a ser una mujerzuela para el. Yuli me lo había contado, al parecer Gen era tan inteligente como para callarse y no decirle a nadie. Tenía intenciones ocultas detrás de su romántico encuentro. Y vaya que era un encuentro.

Llamé un taxi, mientras salía de la empresa con el corazón en la boca. No entendía, ¿Eduardo estaba teniendo sexo con ella? Eso era seguro. ¿El la quería? Eso también era seguro. La protegía de que todos se enteraran de su romance, para que no la molestaran. Eso me obligaba a pensar que el, coqueteaba con muchas también, tenía tantas oportunidades por gastar cuánto quisiera. Pero el...el se había acostado con ella en la oficina. Era asqueroso, sin pudor, sin vergüenza. Era irrespetuoso.

Pudo ser Williams quien abriera esa puerta, o algún inversionista importante. O Mónica...

¿Por qué le daba tantas vueltas a lo que sucedió allí? Eso no me importaba, Eduardo podía acostarse con cuántas le placía. No era de mi incumbencia decir con quién si, y con quién no. Esperaba mucho más de el, si. Pero Eduardo no era nadie para cumplir mis expectativas.

Tengo que calmarme. Olvida lo que viste Ada, borra eso de tu memoria.

El taxi estaba tardando demasiado. Así que lo cancelé. Mónica me envió un mensaje y no tuve más que invertarme una excusa tan pobre, como mi cartera en este momento.

No le di muchas vueltas al asunto y termine llegando hasta la casa en colectivo. El autobús me dejó a una cuadra cerca de ella y apresuré el paso. Eran casi las cuatro de la tarde, no había visto el reloj y menos el celular, pero podía deducirlo por la gran puesta de sol que estaba formándose a lo lejos.

Estaba asqueada por la escena que había visto. Tan correcto y serio... Vivía de apariencias haciéndose el perfecto. Cuando en realidad si era lo que todos decían. Confirmó los chismes, quedando como un imbécil más. Que asco.

Crucé la calle, observando como el sol brillaba más que las demás horas y el movimiento de los carros hacia mucho ruido. Me apresuré a llegar. El edificio se alzó sobre mí y saludé al señor Octavio. Quién había resguardado nuestros apartamentos desde hace mucho.

Entré, subiendo el ascensor y recordé que azul, mi perro Husky estaba en la guardería. Hoy que llegué temprano mandaría a traerlo conmigo, cuando no podía llegar temprano a casa prefería que se quedara con una vecina a dejarlo solo en estás paredes frías y tristes.

Llegué a mi departamento, encendiendo todas las luces que estaban en el paso. No se veía oscuro pero así se notaba la gran iluminación del lugar, haciéndome sentir feliz. Se veía costoso, pero era gracias a las buenas ofertas en tiendas de remate cada adorno que había en el lugar.

Saqué el celular del bolsillo de la cartera llamando a la guardería, tumbando mi cuerpo en el sillón.

- Le habla la guardería canina de Liz, ¿en qué puedo ayudarle?

- Soy Ada, señora Liz, ¿Como se encuentra hoy? Estará mi hijo Azul, por allí? - pregunté entusiasmada, tenia muchas ganas de verlo.

- Oh! Ada! Querida, estoy muy bien. Azul te ha extrañado mucho, ojalá pudieras estar con el mucho más tiempo - confesó. Trabajaba mucho, apenas si tenía tiempo para ducharme y comer.

Tener a Azul no fué mi idea principalmente, pero si la de mis padres. Ellos me hicieron madre. Azul llegó a la casa cuando apenas si podía levantarse en sus patitas. Había sido rescatado, porque su familia lo consideraba el más feo y enfermo. Sabían que yo le daría una buena vida. Y si que lo estaba haciendo, pero necesitaba de la atención de su mami, yo.

- Hoy llegué temprano, y me gustaría quedarme todo el resto de la tarde con mi bebé, puedo ir a buscarlo o usted quiere traerlo? ¿Y sus juguetes los puede poner en un bolso? En la mañana cuando lo deje llevé casi todos, y luego se pone triste al no tenerlos.

El timbre de la puerta sonó y mi ceño se frunció. ¿Quién podría ser a esta hora? No le presté atención y continúe con la llamada.

- Iré a llevárselo señorita Ada, dejare a los demás perritos cuidados por mi, con mi hija y salgo para allá. No me gusta que estén solitos en la guardería. Espéreme.

- Aquí voy a estar, no se preocupe que no estoy apurada. - murmuré escuchando como colgaba el teléfono del otro lado. La línea quedó en silencio y también el apartamento.

La puerta ni el timbre fueron audibles para mí, solo quedó el silencio asentándose en todos lados. Atemorizando un poco. Pero no le preste atención, ni mucho menos me asome al hoyito de la puerta para ver quién era el responsable de ese toque.

Navegue un poco en Instagram y alcancé a ver varias fotos cuando otro timbraso llegó a mis oídos. Me levanté del sofá y me asomé de inmediato al hoyo de la puerta para ver quién era el que estaba del otro lado.

Para mí sorpresa, era una mujer con gorra y un uniforme rojo. Yo no había hecho ningún pedido de comida, lo cual era lo que ella llevaba en sus manos o eso parecía por la envoltura de esta.

- Buenas tardes, ¿hay alguien en casa? Vengo departe de la empresa de los Polls. ¿Se encuentra Ada García? Debo entregar un pedido exclusivamente a ella.

¿Qué? Entonces si me está buscando. Seguro la ha mandado el.

- Ho-hola - dije del otra lado de la puerta. Efectivamente me estaba buscando, la había enviado Eduardo para pedir disculpas, me llegaban sus palabras hasta aquí. Seguramente quería comprar mi silencio, que estúpido. Ni siquiera pensaba en decirle algo de esto a alguien. Me avergonzaría contarlo.

Abrí la puerta, recibiendo a la señora con una sonrisa y un buenas tardes.

- Esto se lo envían, haga el favor de firmar aquí por favor- ofreció una caja pequeña, que desprendía un buen olor, y sobre ella una tabla con una hoja, la cual debía firmar.

- No puedo recibirlo, quedeselo. Si firmaré para que no tenga problemas. Marque lo como entregado y quédese con la caja - firmé rápidamente y se la ofrecí.

Se quedó anonadada sin saber qué decir. No le di tiempo para negarse y cerré la puerta lo más rápido que pude, poniendo el seguro de una vez.

Si creía que yo era una estúpida interesada como las demás, estaba en todo su error. Lo detestaba ahora.

No quería nada de él. No quería nada de Eduardo Polls.

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