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comienzo

Escuchamos como lo llaman, observo a una mujer hermosa, castaña clara color de ojos ámbar como uno de los ojos de mi hija, me quedé sorprendida al ver su cuerpo, era perfecto a los estándares de belleza social, la ropa deportiva en su cuerpo se veía lindo por no decir espectacular.

—Trajiste a la mujer hermano.

—¿Her…mano? —repito confundida —Es…

Nunca la había visto, los hermanos o padres de Abel Vlarios, nunca iban a la empresa, nunca. Ella se acercó a él y conversaron, y si, ellos me miraron a mi fijamente haciendo que me incomodara porque seguramente están comiendo viva por la forma en que estoy vestido yo y mi hija.

“¿Enserio todos en esta familia poseen esa soberbia y arrogancia en la mirada?”

Evito mirarlos porque de alguna forma, son intimidantes. El tipo que nos atrapó nos llevó hasta una habitación, nos pide no salir porque no sería bueno para nosotros. Al salir él, escucho que cierra con seguro la puerta.

—¿Qué hacemos aquí mami?

—Lo mismo me pregunto yo hija.

No sé qué demonios está pasando y porque él me perseguía como loco para que no me escapara. Lo único que sé es que estábamos encarceladas y permanecimos aquí por varias horas hasta que escuché que gritaban que abrieran la puerta o de lo contrario la tumbaría.

—Ay, pero qué vieja más histérica

Mi hija estaba dormida así que rápidamente la escondi en la otra habitación que se unía a esta. La cerré rápidamente cuando escuché que abrieron la puerta principal de golpe.

—¡Donde esta esa perra!

Una mujer mayor me busca desesperadamente con la vista y cuando me ubica prácticamente se me tiró encima con las bofetadas en mi cara. Los demás no hacían nada para quitármela de encima, no quería defenderme porque es una mujer mayor y estas personas han demostrado ser problemáticas y podrían enviarme a prisión si la golpeo.

—¡Ya basta madre!.

Alguien me defendió, cuando vi a mi defensor me quedé (jeta abierta) como decimos en mi país. Era él, mi exjefe, Abel.

—¡Como defiendes a esa mujer! ¡Como es posible que le hagas esto a tu madre!

—Necesito que todos salgan ahora mismo. —dijo con calma en su voz.

—Jamás voy a permitirlo Abel. —exclama ella furiosa —Escúchame bien…

—Madre. —dice con enfado —Sal… de aquí.

“¡Que demonios, pasa porque no se dicen lo que pasa y porque rayos estoy envuelta en esto!”

—¡Abel Maximiliano Vlarios!…

—Es mi decisión, madre, puedes patalear, relinchar o lo que quieras, así que te voy a pedir que la respetes, porque ya no puedes hacer nada.

—Sabes muy bien que no tienes voz en esta familia.

Me di cuenta de el enojo de mi ex jefe por lo que le acaba de decir así que me aleje de él.

—Claro que la tengo, madre. —sentía que sus miradas eran como si fuera un desafío mortal —Porque ella y yo, estamos casados.

“¿Eh?…”

—¿Quiénes están casados? —pregunto de inmediato consternada.

—Nosotros.

—Ah!…

Es lo único que sale de mi boca, hasta que el veinte me cae en la cara dejándome petrificada.

“¡Qué diablos dijo! ¡Casados nosotros! ¡Está loco!”

Mi yo interno me grita en la cabeza que tomara a mi hija y saliera corriendo de esta casa de locos, pero mi razón me golpeaba en la cara al hacerme ver que no llegaría ni la entrada principal porque me volverían a golpear posiblemente y me encierren en prisión por cualquier estupidez que uno de ellos se invente y claro que ahora no me conviene eso, no por mi hija.

—Esto no se quedará así, eso te lo juro. —dijo la señora señalándome con el dedo —Zorra.

Mi expresión de pánico y miedo no cambia, estoy segura que mi cara está tan blanca como la hoja de un papel. Estoy que me muero de terror porque esta mierda apesta, enserio porque esa vieja me atacó por algo del que no tenía ni idea y ahora me amenaza.

“Diosito, sé que no soy de tus hijas favoritas, pero esto ya es demasiado castigo para mí horrible y desdichada vida”

Todos abandonaron la habitación, menos él. Se quedo de pie frente a mí, podía ver su espalda ancha, su cabello muy bien ordenado hacia atrás, “para mi parece que su cabello lo lambió una vaca”, pero no negaré que le queda bien después de todo se vería horrible si estuviera desordenado.

—O–Oiga que hace… —dije nerviosa al ver que estaba poniendo el seguro en la puerta. —Mire… no sé qué es lo que está pasando…

—Cállate y escucha. —habla Molesto —Iré al grano.

—Como siempre —ruedo mis ojos y él bufa como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar así que lo dejo continuar.

—Todos creen que la hija que tienes, es mía.

Parpadeo y luego me burlo, “ay por favor quien va creer esa mentira, nadie sería tan estúpido para creerlo“ muevo mi mano exageradamente y me río sin contenerme pero su mirada neutra me hace ver que no está jugando.

—M-Mi hija… ¡¿Qué mi hija que?

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