Soy una rebelde
Esta sentado en el sucio suelo con la espalda pegada a la pared. Tiene la vista fija en el techo, hasta que poco a poco la posa sobre mí.
— ¿A qué has venido? — pregunta transformando la cara en una mueca.
Ni yo lo sé. Supongo que he bajado sin permiso para que me de alguna explicación, para intentar comprenderle o simplemente, para verle el rostro antes de que lo ejecuten.
— ¿Tienes familia? — pregunto deseando que diga que no.
— Tres hijos y una esposa que no puede trabajar.
— ¿Por qué entraste anoche?
— Porque tu dinero no puede caer en manos del rey.
Miro hacia el fondo del pasillo. Mi mentira tiene que durar lo suficiente como para comprender lo que está ocurriendo.
— ¿Por qué?
— Porque solo lo quiere para controlar más a la gente con sus guardias y sus armas. Nos morimos de hambre, por si no lo sabes — suelta una risa cansada — tu dinero traerá muerte.
— ¿Por qué? — susurro.
Sus palabras me han afectado. Mi dinero traerá muerte... Aunque no logro entender como...
— ¿Hay algo que sepas, niña? Vivís ajenos a todo. El rey manda a los guardias. Ellos hacen lo que quieren con el consentimiento de Maximilian. Roban, matan, torturan, amenazan. Si te resistes vas a juicio en el que eres culpable siempre.
Conforme lo escucho, una llama se enciende en mi interior. Es solo una diminuta chispa, pero ya no hay vuelta atrás. No puedo permitir que todo eso ocurra. No voy a permitir que lo manden a la orca.
—Entonces... Hay que hacer algo ¿No crees? — propongo enroscando los dedos alrededor de los barrotes.
— ¿Quieres que me alíe contigo? ¿Por qué debería confiar en ti? — se acerca tanto que puedo oler su aliento.
—Porque intentaste matarme y aún así, te voy a ayudar a escapar — comprendo que sola no puedo hacerlo y las palabras de Andrew vienen a mi mente — ¿Quien te ayudó a entrar?
Inclina ligeramente la cabeza, molesto por mi pregunta.
— Si no me lo dices ¿cómo te voy a ayudar a huir? Por si no lo sabes, gracias a ti, debemos de tener el doble de guardias vigilando las entradas y salidas.
Espera en silencio. Aunque no lo diga, se lo que está pensando. Decirme el nombre de la persona que lo ha dejado entrar y que por ende es un traidor del rey... Es grave, muy grave.
— ¿Cómo se que esto no es una estrategia para que la delate?
Suelto un largo suspiro. Es fácil, no puede saberlo.
— Solo tienes dos opciones. Puedes confiar en mí o no — doy un paso hacia atrás dispuesta a girarme y salir de allí — pero solo una de ella termina en la horca.
Comienzo a caminar despacio. Poco a poco me voy alejando, suplicando porque recapacite y confíe en mí.
— ¡ESPERA! — Me paro en seco — trabaja en las cocinas. Se llama Melanie. No hagas que me arrepienta, por favor.
Despega la cara de los barrotes y vuelve al fondo de la celda. Las conversación ha terminado, y doy gracias por ello. La traidora es la novia de Andrew.
Salgo corriendo ignorando al carcelero que se levanta al verme llegar. De pronto, estar aquí abajo es asfixiante. El aire está enrarecido.
Tengo muy claro lo que hay que hacer. Camino decidida hacia las cocinas. Voy a hablar con la traidora. Ella me va a ayudar.
Cada dos pasos hay un guardia apostado en cualquier puerta o esquina. Veo muchas cara nuevas que no reconozco. Nos va a costar más de lo que pensaba.
Abro la puerta de una de las cocinas. Melanie está delante de los fogones. Este palacio debe de tener tres o cuatro concinas, así que dar con ella a la primera sólo puede ser una buena señal.
— Tengo que hablar contigo — digo tras ella.
En cuanto me ve le cambia la cara. Aún está enfadada.
— ¿Qué quiere?
La cocina está atestada de mujeres. Unas cortan verduras, otras cortan carne, una alejada de todas tiene un cubo lleno de patatas y las va pelando.
— Si quieres podemos hablarlo aquí delante de todo el mundo. Es sobre el asaltant...
— Vamos a mi habitación.
Me alegra que no haya decidido hacerse la tonta y tener que insistir e insistir. Nos va a ahorrar mucho tiempo que podemos emplear en preparar la huida esta noche.
Me coge de la mano y tira de mí hasta que abre una puerta a pocos metros de donde estábamos. Se parece mucho a las celdas. Las paredes sin pintura, solo el cemento y parte de los ladrillos rotos. La cama son solo unas mantas sobre el suelo.
— ¿De qué quieres hablar?
La impertinencia de esta chica me molesta. Que tu novio sea el príncipe evita que cualquier desliz termine en la horca, por suerte para ella.
— El hombre al que ayudaste a entrar. Me lo ha dicho así que no lo niegues.
— ¿Vas a delatarme? Nadie te va a creer...
Correspondo a su seguridad con una sonrisa.
— No voy a delatarte, pero si quisiera hacerte daño, solo me bastaría con sembrar la duda en Andrew. Su novia intentando matar a su amiga...
Por fin borra la estúpida cara de suficiencia. Estamos dando un rodeo que no lleva a ningún sitio.
—Entonces ¿Que quieres?
—Primero me vas a decir quién es y porque lo has hecho, y después, me vas a ayudar a liberarlo.
Se le llenan los ojos de lágrimas en cuanto termino de hablar. Intenta mantener la compostura, pero se le escapan unos hipidos cada vez que sorbe por la nariz.
— Es...es m...mi tío. T..tu no sabes c...como están las co...cosas ahí fuera... — explica entre sollozos.
Me acerco hasta ella y la abrazo. Han intentado matarme, pero solo puedo ver miedo. Miedo hacia lo que mi dinero podría hacer. Miedo hacia lo desconocido. No puedo mantener una coraza de rencor hacia ellos.
— Tienes que conseguir la llave de la celda ¿Crees que podrás?
—No hay problema. Puedo conseguirla cuando cambien de turno, siempre hay unos minutos en los que nadie vigila.
Un problema menos. Puede que ese sea el menor de todos los que se avecinan. Si cometemos algún error y nos pillan... Me imagino la cara de decepción de mi padre y la de orgullo de mi madre. Ella haría lo correcto también aunque tuviera miedo.
—Tenemos que hacer que los guardias abandonen el palacio, pero eso es imposible — murmuró buscando una solución.
Los ojos de Melanie se iluminan. Enarca una ceja y sonríe abiertamente.
—No es imposible si les damos una buena distracción.
Antes de que me explique en qué locura está pensando, sé que no me va a gustar.