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Tiempo Presente
Su padre había muerto hacia una semana.
Era extraño, una parte de ella se sentía triste. A fin de cuentas su padre era parte de su familia.
Por otro lado se sentía aliviada. Desde que su madre Katherine se había ido, y casado con Ahmed Abdul tirando prácticamente todas las enseñanzas que le había inculcado de por vida como devota católica, su padre se había desquitado con ella impiadosamente.
Ella no culpaba a su madre, su padre había sido un cerdo infiel y machista, la mayor parte de su vida. Hizo de la vida de Katherine un infierno. Aunque la extrañaba horrores y podía verla poco, la entendía. Pero ella siempre había sido muy pegada a su madre y de alguna forma "perderla" (aunque no la había perdido realmente) había constituido una pérdida irreparable en su vida, aunque estuviera feliz por ella. Por otro lado, su padre trasladó todo ese maltrato verbal hacia su única hija que por otra parte era un retrato fiel de su madre Katherine, físicamente. Y criada también a su imagen y semejanza, por ende era el blanco perfecto de la rabia visceral de su padre.
Don Bronson había encontrado placer los últimos años en torturarla psicológicamente para que le diera un heredero, un nieto y si era varón mejor. Para empezar él siempre había querido un hijo varón, pero a duras penas su madre había logrado concebirla a ella.
Su padre siempre por supuesto la culpó, pero cuando tuvo otras mujeres e incluso se casó nuevamente y no pudo tener más hijos se hizo evidente que el problema lo tenía él. Aunque nunca se hizo cargo, por supuesto.
— Todo es culpa de tu madre y esas ideas que te metió en la cabeza. Dime, ¿ Donde quedó todo ese catolicismo y hasta que la muerte nos separe cuando se casó con ese maldito musulmán? — Ese "maldito musulmán" como el misógino racista de su padre decía, era un hombre bueno, atractivo y maravilloso que trataba como una reina a Katherine. Sin contar con que era un millonario jeque con una increíble mansión en Dubai. De ahí el enojo de él .En el fondo su padre no le llegaba ni a la suela de los zapatos a Ahmed y lo sabía. Aunque jamás lo iba a admitir claro. Ese hombre le había dado a Katherine, todo lo que él no le había dado y más. Por eso su madre sacrificó sus creencias, por su felicidad.
Aún así algo era cierto. Bárbara no estaba aún dispuesta a sacrificar las de ella. Ella quería llegar virgen al matrimonio, lo cuál en los tiempos que corrían hacía mucho más complicado tener una relación amorosa...
Los hombres querían tener intimidad y ella no estaba así cómo así dispuesta a darles eso.
Barbara, que profesionalmente había llegado a la joven edad de 30 años al directorio de una empresa internacional de combustibles radicada en Dallas Texas, aún no había encontrado un hombre dispuesto a respetarla a ella y sus creencias. Cuánto más profesional y exitosa era aún peor...parecía que los hombres no estaban dispuestos a estar al lado de mujeres que fueran sus pares y mucho menos que le hicieran sombra, y menos que menos que ganaran más que ellos. Y cuando se enteraban que ella tampoco les daría sexo, esa era la frutilla del postre.