Capítulo II El viaje
Ya con los títulos de propiedad en su poder, Thomas y Martha preparan el equipaje
para iniciar el viaje esperado. Él le propone a ella llevar solo lo necesario, ya que
acarrear con muchas cosas producirá, irremediablemente, nostalgia. Así que solo
cargarán con una maleta llena de sueños e ilusiones.
Teniendo todo listo, se despiden de sus respectivas familias y así parten a su gran
aventura. Abordan el SS Great Western, que para su época es el barco más grande del
mundo. Se trata de un trasatlántico a vapor con dos ruedas de paleta a los lados y 5
velas. El viaje durará 15 días, por lo que la pareja va directamente al camarote a
guardar su equipaje.
Su aposento tiene una litera, un lavado y un pequeño inodoro. Es mucho más pequeño
de lo que imaginaban. Difícilmente pueden estar dos personas en pie rondando por
los alrededores, pero eso no les incomoda; mientras más juntos, mejor. El sitio
también tiene una ventana en donde puede verse el mar. Ambos se miran las caras,
sonríen pícaramente, dejan la maleta allí y suben rápidamente a la cubierta a
despedirse de sus seres queridos. Entre lágrimas y sonrisas de alegría, hombres y
mujeres de los dos árboles familiares ondean pañuelos y gritan sus nombres.
Thomas y Martha se hacen los fuertes, pero hay un dolor notable por dejar la tierra
que les vio nacer y crecer, por alejarse de sus querencias. Sin embargo, muy adentro,
los jóvenes están claros en lo que desean para sus vidas, y eso les da la fuerza para
emprender el viaje. En la escena también están muchas otras familias despidiendo a
los suyos, el sueño americano se respira en Europa y se lleva consigo a un número
considerable de almas en busca de nuevas oportunidades.
Desde la barandilla, la pareja puede observar parte del ambiente que se respira en el
Londres de mitad del siglo XIX. Grandes fábricas en los alrededores de los puertos
esperando a los barcos que traen materias primas, así como los grandes buques que
buscan los productos ya terminados. “Definitivamente, Inglaterra es una de las
naciones más adelantadas tecnológicamente y que abraza enormemente a la
modernidad”, ese pensamiento pasa por la mente de Thomas una y otra vez. Su
esposa, Martha, le toma de la mano y lo ve directamente a los ojos. Esa mujer lo apoya
incondicionalmente. En ese instante, cuando cruzaron sus miradas, el joven hombre
recuerda cómo conoció a la que sería su compañera de vida.
Él estaba en el cuadrilátero, boxeando con un oponente de otra universidad, cuando
la vio entre la multitud. Ella cargaba un vestido azul que realzaba sus grandes ojos y
su pelo rojo. Thomas quedó tan maravillado de la impresión que le causó esa visión,
que, por un instante, sintió que el tiempo se detuvo. En ese momento, un fuerte golpe
muy cerca del ojo derecho lo hizo caer a la lona. Mientras estuvo tendido, pudo
observar cómo ella le miraba fijamente y le animaba haciéndole gestos y gritándole
su nombre para que se levantara y siguiera con el combate. Esa acción lo llenó de
energía, de emoción y de coraje, así que se levantó de la lona con la sola
determinación de acabar rápido con su oponente, inspirado —únicamente— por el
deseo de conocer a ese ángel que le motivó a seguir adelante.
Una vez de pie, y cuando el réferi se apartó, se reanudó el combate, pero esta vez
Thomas sentía que todo era diferente, ya que, en vez de golpear, anotar puntos y
mantener distancia, se dirigió de lleno a donde estaba su oponente —como un toro
embravecido— con la determinante finalidad de sacarlo de combate lo más rápido
posible; él sentía que, si estaba mucho tiempo ahí, perdería su oportunidad de hacer
contacto directo con esa chica. No pasaron ni cinco segundos cuando Richardson
comenzó a golpear a su rival; quien, ante la acción repentina y avasallante, trató de
tomar distancia, pero quedó arrinconado en las cuerdas. Estando allí, Thomas le
propinó una lluvia de golpes, y por mucho que el pobre hombre quiso mantener su
guardia arriba, no pudo contener el brutal castigo y cayó abatido. Cuando el réferi
contó hasta diez y dio por finalizada la contienda, el feliz ganador pudo observar
cómo ese bello ángel aplaudía. El cruce de miradas entre ambos fue intenso.
Ella era muy diferente a las chicas que había conocido Thomas hasta ese entonces.
Martha poseía una ideología política, social y cultural muy radical para su época, esto
debido a que tenía por costumbre opinar en temas en los que la mayoría de las mujeres
callaban. A ella le gustaba estar muy bien informada de los aconteceres nacionales y
mundiales. Era una gran devoradora de libros, una apasionada de la lectura. A
Richardson le agradaba mucho estar al lado de ella, pues siempre tenía diversos
temas de conversación; y a Martha, por su parte, le encantaba estar al lado de él; de
hecho, ella sabía desde un principio que estarían juntos, por lo que nunca dejó de
creer que ese joven tímido sería su esposo.
Tras hacerse amigos y posteriormente novios, Martha siempre lo motivó, tanto en sus
estudios como en los deportes. Constantemente, ella lo obligaba a dar lo mejor de sí
mismo, e, incluso, él quedó asombrado de los logros que realizó en el boxeo mientras
estuvo en la universidad, y sí, gracias al apoyo de ese ángel. Thomas también mantuvo
unas calificaciones excelentes y pudo graduarse con honores; todo, en gran parte, por
ella. La mirada que los unió en ese instante cuando se vieron por primera vez es la
misma que él está viendo a bordo de trasatlántico antes de partir de los muelles de
Londres. Esta persona le lleva a sentir que puede enfrentarse a cien hombres y salir
victorioso; lo llena de valor y de coraje y lo hace creer que puede con todo. Thomas
abraza a su esposa y le dice: "Tú me haces invencible", seguidamente, le da un largo
y apasionado beso que los lleva, de manera irremediable, al camarote. Estando allí,
hacen el amor como si fuera la primera vez.
Bajo sábanas, ambos dan abrigo a la incertidumbre, ignoran lo que les deparará el
destino en el transcurso de los días. Sin embargo, eso los excita… ese misterio, esa
expectativa que genera el no saber nada, el solo tenerse el uno al otro. Esa mezcla de
sentimientos los emociona y pasan los siguientes días que dura el viaje encerrados,
degustándose el uno al otro. El tiempo a bordo del trasatlántico tiene pensativo a
Thomas. Durante toda su vida, él ha seguido las normas y reglas impuestas por su
familia y por la sociedad de Londres: el cómo actuar, el cómo vestir, el cómo vivir. Su
padre le tenía el sendero preparado desde el día de su nacimiento. En un principio,
como buen hijo, él aceptó todo lo que le tenían predispuesto. No obstante, luego todo
dejó de ser así. La primera decisión propia que él tomó fue la de ingresar al equipo de
boxeo de la universidad, algo que sus padres no aprobaban.
Su familia quería que tomara el curso de piano o el de violín como materia
extracurricular. Pero él escogió boxeo. Y no lo hizo porque le gustara, sino por
llevarles la contraria por primera vez a sus padres.Sin embargo, y pese a que no estaba
totalmente convencido de su decisión, logró avances muy significativos dentro de esa
disciplina. Era algo que no estaba planificado en su vida, y, aun así, alcanzó el éxito. Él
llegó a ser uno de los mejores pugilistas, tanto en su alma mater como en las casas de
estudios cercanas. De hecho, fue gracias a esa disciplina que conoció a su principal
motor, Martha. Y aunque su familia le tenía una lista de posibles candidatas para
casarlo, Thomas se mantuvo fiel a su ángel de ojos azules y cabellera roja.
Los Richardson tardaron un poco en aceptar la relación, pero luego le tomaron mucho
aprecio a Martha. Fue entonces cuando Thomas se dio cuenta de que su destino no
estaba escrito, de allí vinieron el resto de decisiones importantes en su vida,
incluyendo el hecho de ir directamente a conversar con su padre aquel día tan
esperado. Lo demás es historia. Sin embargo, ya en el barco, habiendo dejado todo
atrás, Thomas recuerda el ultimátum de su progenitor. Él ha elegido emprender por
su cuenta, pero si fracasa, sabe que tiene su palabra por delante —como todo buen
caballero— de que volverá con su padre y se someterá a su voluntad. Rendirse, para
el joven Richardson, no es opción. El sonido del silbato del barco saca a Thomas de
sus pensamientos y le indica que ya está llegando a América. De inmediato, la pareja
se viste, y ambos salen a ver las costas del nuevo continente al que llamarán su hogar.