Capítulo 5
Elena dormía cada vez menos, velaba el sueño de Victor Davy por las noches y durante el día no podía dormir y lo dejaba solo, estaba exhausta. Solo había una mazorca de maíz que ella cocinó y le dio...pasó toda la mañana sin nada en el estómago y el sueño casi lo venció.
Pasa otro día...
Necesitaban más comida, no podía esperar más porque me estaba debilitando mucho para eso, tendría que volver a ese lugar aunque fuera más arriesgado que la primera vez y tenía que ser temprano en la tarde después de todo era la hora de la siesta del pequeño y podía salir con un poco más de tranquilidad.
Tardó mucho más en dormir esta vez porque con el estómago vacío era difícil conciliar el sueño, unas horas después Elena lo golpea por el cansancio. Entró a la finca por el mismo boquete del cerco, por segundo día consecutivo Heriberto acechaba en la milpa y solo movía el pie para comer o dormir...no tenía nada mejor que hacer y quería enseñarle a ese ladrón un lección.
Cogió todo lo que cabía en la bolsa y con mucha prisa hasta que, Elena sintió que alguien le daba un lazo y la dejaba casi sin aliento con tanta fuerza que apretó.
Heriberto - ¡Si quieres maíz, tendrás que sembrar el tuyo!
Dice Heriberto, agarrándola fuerte y dejándola casi inconsciente, pero ella no podía hacer ningún sonido o él la descubriría.
Se da cuenta que el ladrón se desmayaría con ese golpe y se suelta, ella cae al suelo jadeando pero no podía dejar atrás esa comida rápidamente agarró la bolsa del piso e iba a salir corriendo con todo, pero él la agarra por la muñeca. Elena toma el cuchillo que llevaba y le hace un corte en la mano que la aprieta aún más.
Heriberto era voraz y no la soltaba, no la soltaba y le pegaba un puñetazo en la cara, tapada por esa enorme caperuza negra. El dolor fue tan grande que ella gritó y se desplomó en medio de la milpa junto a la bolsa llena de mazorcas.
Se queda paralizado al escuchar el grito de esa mujer, hace meses que no escucha una voz diferente a la suya, se arrodilló junto a ella y levantó esa capucha dejando ver un rostro hermoso, joven y angelical haciéndolo sentir aún más cruel por haberla atacado. .
Heriberto - Dios mío es una...mujer.
Heriberto ve el daño que su puño le hizo a esa carita, le sangraba la nariz. Él la toma en sus brazos y corre hacia la hacienda acostándola en su cama y ata las manos de Elena a la espalda porque podría reaccionar contra él cuando despertara y pensara que era mejor prevenir.
Él la miró una vez más y tomó un cuenco, lo llenó con agua y un paño limpio para detenerse y limpiarse la sangre que le salía por la nariz…forma de mujer caer allí. Porque sabía cómo se trataba a las mujeres en ese nuevo mundo, ni siquiera sintió el dolor de su propia herida en la mano.
Déjala dormir unas horas, se sentó ahí mirándola y dibujando sus facciones era tan femenina. Hace exactamente 6 meses no había visto una mujer y mucho menos joven así. Como hombre extrañaba tocar un cuerpo suave y de hecho hacía tiempo que no sentía el calor de nadie más, ansiaba sexo y cariño y ver a esa chica ahí en su cama le faltaba el aire.
Se acercó de nuevo para limpiarse la sangre de la cara, no pudo evitar el impulso de sentarse en la cama y acercarse para oler su cuello. Era el deseo suave y exudado haciendo que su piel despertara sus instintos carnales que habían estado dormidos durante tanto tiempo, solo su imaginación masculina.
Heriberto quería ver su cuerpo, la curiosidad era más grande que el sentido común. Iba a levantar la capa que llevaba Elena, que era bastante larga, pero ella lo sintió al despertar y le dio un puñetazo en la cara con todas sus fuerzas.
Se pone la mano en la nariz golpeada.
Heriberto - ¿Te has despertado vengándote del puñetazo que te di?
Pregunta masajeando su propia nariz que aún le duele, aunque con esa pequeña mano no se compara con el daño que le había hecho a ella.
Elena - ¿Cómo te atreves a arrestarme? ¿Mi capa? ¡No podrías haberme visto sin ella! Déjame ir ¡Por favor, tengo que irme!
Elena estaba gritando y retorciéndose, buscando una salida, mirando alrededor de la habitación extraña.
"Ese hombre solo tendría una razón para encarcelarme ¡y yo estaba perdida!"
Heriberto - Te até porque quería que no me pegaras, pero lo lograste.
Elena - Por favor, déjame ir...Necesito regresar, no sabes cuánto. ¡Yo necesito!