Capítulo 5
-Solo fue un error, no sentía nada por esa chica, hacía días que no me dabas una caricia, semanas que no pasábamos un tiempo así a solas... ya no entendía nada- pero cada palabra que salía de su Su boca pareció empeorar aún más su situación y la ira definitivamente me cegó.
-¿¡Pero lo sientes!?- Solté aludiendo a los absurdos que había dicho, la forma en que había utilizado algunas deficiencias de mi parte para darle la vuelta a esta absurda situación y tal vez echarme la culpa de sus acciones.
Lo había descuidado y era consciente de ello, me sentía mal por ello, ¡pero eso no le autorizaba a besar a otra persona sin que la culpa fuera única y exclusivamente suya!
-¿¡Ahora también me dirás que si te lo hubiera dado más seguido quizás no te habrías equivocado Bember!? Realmente me da asco... yo... ya no estoy segura de querer continuar con todo esto...- las lágrimas comenzaron a correr por mis ojos de nuevo y me quemaban mucho. El dolor ardía sin piedad en mi rostro ahora, estaba conteniendo los sollozos porque no quería desplomarme frente a él de ninguna manera. No lo merecía.
-¿Me estas dejando?- Me pareció ver su corazón romperse tanto como el mío cuando miré sus ojos saltones... pero no tenía idea de cuánto daño me había hecho.
Lo amaba como nunca antes había amado a nadie. Cualquier otra chica, desde el momento en que se hubiera enterado del embarazo de otro hombre, no lo habría pensado dos veces antes de regresar con él, especialmente con toda la situación en la que Damon se había encontrado ahogándose, y aún así no había dudado ni por un momento. Momento para quedarse con Bember. Por muy cómodo que fuera volver a estar con el padre de mi hija, sentí que lo que sentía por Bember, nunca lo sentiría por nadie más.
Para mí fue lo correcto.
Lo había elegido contra toda decencia.
Sin embargo, aquí estamos .
Dos almas que habían compartido tanto, ahora frente a frente, como fragmentos de un jarrón roto que tal vez nunca volvería a ser como antes...
Punto de vista de Damon
-Eres tan divertida-, se rió Charlotte, apoyándose contra la pared de mi habitación, mientras yo me agarraba del borde de la barandilla de madera instalada en la pared e intentaba caminar con normalidad. El olor a hospital y a esterilizado había impregnado mis fosas nasales todos los días durante tanto tiempo que casi había olvidado cómo era sin él.
Últimamente paso al menos dos horas al día haciendo este tipo de rehabilitación, nunca quise correr el riesgo de encontrarme saliendo de aquí como un pingüino. Pasar casi dos meses en cama había eliminado todas mis capacidades, me estaba resultando bastante difícil volver a la rutina de la persona autónoma que siempre había sido y me sentía atrapada en el cuerpo de un niño que tendría que aprender a hacer. todo de nuevo.
-No te burles de mí- la fulminé con la mirada tratando de no reírme, porque era consciente de que desde fuera debí quedar ridículo colgado del poste.
-Pero vamos, estás mejorando-
Tanto Charlotte como Amanda habían sido una de las únicas personas que venían a visitarme casi todos los días.
Aún recuerdo su voz mientras dormía... cuando ni siquiera podía abrir los ojos pero ella, aunque no me conocía, vino aquí y me habló para hacerme compañía.
Era una chica tan empática y sensible que no podía entender cómo podía encontrar el deseo de acercarse todos los días a alguien que durante toda su vida había sido todo lo contrario de ella. Tenía que admitir, sin embargo, que empezaba a gustarme verla, su compañía me hacía sentir menos sola y ya me había acostumbrado al dulce sonido de su voz.
Sabía reconocer su olor perfectamente, porque cuando él estaba a mi lado y no podía abrir los ojos, eso era lo que me mantenía conectada con el mundo que me rodeaba.
-Gracias por el cumplido- bromeé quitando ambas manos de ese soporte y la vi preocupada. Él se puso rígido.
-No te preocupes, no me caeré- me reí, tratando de acercarme a ella. Era la primera vez desde que me recuperé que intentaba caminar sin muletas ni nada más y en el fondo tenía serias dudas de que pudiera aguantar, pero quería demostrarle lo mucho que había mejorado.
-Vamos Damon, no te arriesgues así- dijo notoriamente preocupada mientras se acercaba a mí y la miraba a los ojos desde arriba.
Tenía miedo de que me cayera y su inagotable preocupación me impactó mucho.
-¿Te preocupas tanto por mí?- Susurré, levantando una mano hacia su rostro salpicado de pecas muy claras. Acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos y vi sus ojos entrecerrarse, mientras sentía una sensación inesperada dentro de mí.
Mi vientre hormigueaba cuando mis dedos rozaban su piel, siempre había admirado sus finos rasgos mientras ella me cuidaba, pero nunca los había tocado...
-Sí, porque si te caes y te lastimas pospondrán tu renuncia- murmuró en voz baja, como si cada vez perdiera la tranquilidad que tenía al tenerme lejos y yo admiraba esos ojos oscuros.
Eran casi negros y, sin embargo, brillaban como las estrellas más brillantes e incliné su cabeza hacia un lado, pasando mis dedos justo debajo de sus encantadores labios de muñeca.
-Me gustan tus ojos- admití dándole voz a mis pensamientos y la vi sonrojarse notablemente.
-Ignoraste lo que te dije- sentí su voz temblar tanto como mis piernas, mis dedos terminaron lentamente debajo de su barbilla y la levanté.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, parecía haberse vuelto loco de repente y nunca antes había temblado tanto antes de hacer lo que pretendía hacer poco después con una chica y ya no entendía nada.
Me mordí el labio mientras veía sus labios abrirse y se me escapó una sonrisa, que fue lo último que vio antes de cerrar los ojos, porque mi boca finalmente estaba sobre la de ella.
No pude resistir la sensación que sentía dentro de mí y casi no me caigo porque esas malditas piernas ya no podían sostenerme. Charlotte se alejó de mi boca, roja como siempre y trató de sostenerme.
Sólo aferrándome rápidamente a sus hombros pude recuperar un mínimo de fuerzas y evitar caer sobre ella, aplastándola inevitablemente bajo mi peso y haciéndome retroceder cautelosamente hacia el colchón. Literalmente me abandoné al borde porque sentí que estaba a punto de caer exhausta nuevamente pero todo el cansancio que sentía se desvaneció así sin más, mirándola. Ahora ella estaba nuevamente frente a mí, todavía avergonzada por el beso inesperado que le había dado hace apenas un momento y la miré divertido. La timidez que tanto la caracterizaba y que intentaba destruir por todos los medios ahora la había envuelto por completo pero extrañamente me gustaba aún más. No dije nada, aunque me hubiera gustado comentar sobre sus mejillas rojas como dos cerezas, evité hablar, ese momento tenía algo tan especial que no quería arriesgarme a arruinarlo de ninguna manera.
Agarré sus manos muy pequeñas entre las mías, ella temblaba levemente pero, sonriendo, la acerqué más a mí nuevamente, de modo que mientras estaba sentada su rostro se alineaba perfectamente con el mío y dejé que sus dedos afilados descansaran sobre mis muslos separados. La agarré por la cintura y reconocí que estaba temblando, que ansiaba lo que acababa de tocar hace un rato en ese beso fugaz.
-Damon...- susurró con incertidumbre y yo sacudí la cabeza.
-No digas nada-
Un instante después volví a tener el honor de sentir mi corazón implosionar en mi pecho mientras nuestros labios se encontraban en una fusión que descubrí que era perfecta y lo bien que sabían sus besos. Me pregunté si ella estaría sintiendo las mismas sensaciones, qué tan rápido latía su corazón, cuánta electricidad parecía recorrer su columna vertebral. La abracé aún más fuerte con solo una mano, con la otra subí por debajo de su cabello, hundiendo mis dedos en la suavidad de sus rizos y presionando su boca lo más posible contra la mía.
Me sentí subyugada por sus labios, por el dulce sabor que su boca presumía contra la mía y las lenguas se encontraron, se entrelazaron y bailaron juntas deseando que ese momento nunca llegara a su fin. Sentí su respiración cada vez más insistente, por mi parte mi pecho seguía inflándose y desinflándose cada vez más frenéticamente.
Besar a Charlotte era tan bueno como desenvolver los regalos debajo del árbol cuando todavía pensabas que los traía Papá Noel. Fue encantador.