Sinopsis
De niños fueron mejores amigos, la vida los separó y ahora ya no saben nada el uno del otro. Un grave accidente, pérdida de memoria... Cesar y Bember se encontrarán asistiendo a la misma universidad seis años después de lo que pensaban que sería su adiós. Habrán crecido, habrán cambiado, ya nada será como antes... Me quedé helado ante sus palabras, mi silencio prolongado la indujo a bajar la manija y cuando abrió la puerta frente a mí, entré sin decir nada más. Las luces eran tenues, solo estaba su cama entre esas paredes, rodeada de tantas máquinas, pantallas y sueros, que me daba náuseas solo de mirarla. Ver a Damon en ese estado me dio tanta melancolía que acabó con todas mis esperanzas. Estaba pálido, como nunca lo había estado, con la piel llena de rasguños y moretones, moretones y vendajes. Debajo de las mantas que lo cubrían hasta el torso, parecía residir gran parte de ese dolor...
Capítulo 1
-¿Lo que sucede?- preguntó sin quitar las manos de donde las había colocado y yo fruncí el ceño -Perdí mi collar- farfullé preocupada, la sola idea de no encontrarlo me hacía sentir una melancolía absurda y él esbozó una sonrisa mientras me miraba.
-Está aquí- se rió, deslizando sus manos por mi cuello, hasta la parte de atrás de mi cabello -solo es al revés- agregó, tocando mi piel para poder agarrar el colgante y traerlo de regreso al frente y nosotros Permaneció en silencio, mientras él giraba delicadamente la cadena en la dirección correcta.
Un rastro de escalofríos recorrió mi piel mientras sus manos regresaban lentamente a su pecho y cuando finalmente las dejó caer vi su expresión cambiar de repente.
-¿¡Pero que!?- exhaló pálidamente.
No entendí qué le pasaba, pero antes de que pudiera decir algo más, habló rápidamente de nuevo: -¿De dónde lo sacaste?- se puso pálido.
Lo miré perpleja, sin entender qué tenía de extraño mi collar y lo toqué con mis dedos, luego levanté mis ojos hacia los suyos -Siempre lo he tenido conmigo, desde que tengo uso de razón- admití esperando la respuesta. momento en el que habría entendido qué diablos le pasaba.
-No puede ser...-
El punto de vista de Bember
No pronuncié una palabra mientras con mis manos en su cabello intentaba agarrar el colgante del collar, que tanto parecía importarle, para volver a colocarlo en la dirección correcta. La miré y podría haber bebido como nunca antes en mi vida, pero aun así solo pude notar lo hermosa que estaba esa noche.
Siempre lo ha sido, pero ahora todo me parecía diferente.
No entendía nada dentro de mí, tal vez incluso cometí un error al besarla apenas tres días después de romper con Brianna... pero en este estado no tenía frenos.
Lo único seguro era que no me arrepentiría. Aunque ni siquiera estaba seguro de recordarlo todo mañana, tal vez incluso olvide mi nombre por lo borracho que estoy, pero me gustaría pasar toda la noche aquí con ella. Cuando logré desenredar el colgante de mi cabello y finalmente dejarlo caer sobre mi pecho, lo miré.
-¿¡Pero que!?- Definitivamente estaba pálida.
Quizás mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, pero ya no entendía nada, en el verdadero sentido de la palabra.
En un instante me pareció caer en el pasado, recordé ese momento, como si hubiera sucedido hace unos momentos. Le entrego a Amanda exactamente el mismo colgante, unas horas antes de irme y no volver a verla nunca más.
Mi cabeza se volvió completamente loca.
Ella, el parecido, el nombre, ese colgante...
Que estaba pasando...
-¿De dónde sacaste eso?- Tartamudeé mirando esa pequeña rosa plateada, sin entender cómo podía ser tan parecida a la rosa que había elegido hace casi nueve años para mi mejor amiga o mejor dicho... la que nunca ha abandonado mis recuerdos, la que hacía latir mi corazón. cuando era niño y que me hubiera gustado no dejar nunca en mi pasado.
La vi fruncir el ceño, parecía perpleja y tocaba delicadamente con sus dedos el colgante que brillaba bajo su barbilla y que hasta ahora nunca había notado en ella -Siempre lo he tenido conmigo, desde que tengo memoria- Dijo en voz baja y sentí que me estaba volviendo loco por dentro.
Dudas y preguntas resonaban en mi cabeza, que ya daba demasiadas vueltas debido a la resaca que había tenido esta noche. No sabía qué decir, qué preguntar, no podía explicar nada que tuviera verdadero sentido lógico.
Ese dilema era más grande que yo.
-No puede ser...- repetí aún aturdida, poniendo una mano en mi frente, sin lograr siquiera decir nada más que esas tres palabras.
No podría ser.
-¿Puedes explicarme qué pasa por tu mente?- preguntó entrecerrando los ojos, evidentemente yo no era el único que estaba totalmente aturdido por el alcohol.
¿Fueron todas alucinaciones?
Habría pagado por una ducha fría ahora mismo... Sólo necesitaba recomponerme para descubrir qué diablos estaba pasando.
-No sé cómo hacerlo-, dije confundido, -es solo que... ese colgante...- tartamudeé con dificultad y él me miró de nuevo, esperando más, -¿qué tiene de extraño mi colgante?- ?- preguntó lógicamente y yo resoplé, poniendo los ojos en blanco momentáneamente para encontrar las palabras.
-Es idéntico al colgante que le regalé a alguien muy importante para mí, hace muchos años- susurré, sintiendo que las lágrimas llenaban mis ojos.
Nunca había pensado tan intensamente en Amanda y la extrañaba, la extrañaba mucho porque había pasado todos los días de mi infancia con ella hasta el día que le regalé esa misma rosa.
Ella había sido parte de mí y nunca había dejado de pensar en ello. Ni siquiera crecer.
-¿Y quién era esta persona?- preguntó sin darse cuenta y suspiré, no entendía cómo algo de esto podía ser real. Yo hablando de Amanda , a una chica que llevaba el mismo colgante que ella, que tiene los mismos ojos y el mismo nombre que ella. Lo que me hace sentir como me sentí cuando pasé tiempo con ella... pero no es ella.
Amanda Bailey y Amanda Harrison.
-No creas que estoy loca, pero se llamaba Amanda , igual que tú- murmuré sin saber qué reacción podría tener ella al escuchar algo así -ella era mi mejor amiga en mi antigua ciudad y desde el primer día que Te vi, en parte me pareció que la volví a ver grande... porque tienes los mismos ojos Cesar, exactamente los mismos ojos y ahora no entiendo como tú también puedes tener ese collar- como esperaba Ella permaneció en silencio, tal vez asombrada por mi discurso, con razón asombrada y espero que no enojada.
No quisiera que pensara que me acerqué a ella sólo porque parecía un reemplazo de ella... porque al final lo que sentí por Amanda Bailey lo sentí cuando era niño, pero las sensaciones que siento ahora, las deseo que anhelo en este momento en sus comparaciones, ella y solo ella me hizo probarlo.
-¿Tú no hablas?- Pregunté con incertidumbre y ella pareció quedarse atónita, perdida en quién sabe qué pensó -¿Cesar?- Le devolví la llamada esperando una respuesta de ella y ella me miró de nuevo, tan asombrada como yo.
-Entonces… ¿este colgante es idéntico al que le habrías dado a la otra Cesar?- preguntó, sacudida, sin dejar de tocar con sus dedos la pequeña rosa que brillaba en su pecho y yo asentí en silencio, levantando mis ojos hacia los de ella -pero no creas que lo que pasó esta noche fue amplificado de alguna manera por su existencia-. ... todo lo que siento por ti, fuiste tú quien me hizo sentirlo Cesar, te lo vuelvo a decir, cuestioné todo lo que tenía solo por ti- dije acercándome nuevamente a su rostro. No quería arriesgarme a hacerla enojar de ninguna manera, no quería que pensara que estaba buscando un reemplazo en ella.
-Fui adoptada-, dijo de repente, justo antes de que pudiera besarla de nuevo y me aparté un poco para poder mirarla.
-¿Qué?- Pregunté impresionado. No esperaba tal confesión y no sabía lo que podría implicar saberla.
-Fui adoptada a los quince años por los Harrison... No sé nada de mi verdadera familia, mis recuerdos todos empiezan desde el orfanato donde estuve hasta que ellos llegaron- dijo con una incertidumbre en su tono de voz, que para Un momento hizo que mi estómago se contrajera.
Por un instante pasaron por mi mente pensamientos que no podían ser reales.
-Yo... no sé qué decir-, murmuré, mordiéndome el labio. Y era cierto, ya no tenía la menor idea de qué decir ni qué pensar.
Todo esto fue surrealista.
-Te lo juro Bember, si no estuviera tan borracho me llamaría loco por pensar algo así, porque no lo puedo creer… ¿pero crees que las dos cosas podrían estar conectadas?- y él había dicho exactamente lo que resonaba fuerte, demasiado fuerte en mi mente.
Esa duda a la que nunca hubiéramos tenido el valor de darle voz.
-Si ese fuera el caso… estarías…- murmuré, sintiendo mis ojos llenarse nuevamente con todas las lágrimas que había pospuesto todos estos años y ella asintió con los labios entreabiertos…
- Amanda Bailey -