Capitulo 2
Esperaba que ya no siguiera tan enojada con él por lo ocurrido, mientras esperaba en la salida de la fábrica, Francisco fue observado como bicho raro mientras miraba a todos los que salían, mirando buscar a alguien entre los que iban saliendo, por un momento pensó que Isis ya se había ido, pues tenía casi más de diez minutos esperando, su esperanza que creía perdida dio luz verde cuando la miro venir acompañada con la misma chica de antes en el comedor.
-¡Hola! – la saludo Francisco saliendo a su encuentro mientras se moría de la vergüenza por su atrevimiento.
María le dedicó una sonrisita a Isis antes de alejarse y dejarla sola con él, Isis le dedicó una mirada de súplica para que no la dejara sola, pero desde que tuviera aquél accidente en el comedor, María la había comenzado a fastidiar con él, diciéndole que se había caído por la baba que a Francisco se le había caído de la boca, esa ocurrencia la había hecho reír, pero ahora, justo en ese momento no le hacía tanta gracia, no es que pensara que el tipo fuera feo, lo que pasaba es que se le antojaba demasiado bobo.
Isis se detuvo y lo miró a la cara, era guapo, sí, tenía el cabello ondulado y negro, sus ojos eran color avellana, grandes y bonitos, su voz era muy varonil y su aspecto físico era atlético, alto y con brazos bastante fuertes y Francisco se sintió más nervioso al ver la mirada escrutadora de Isis sobre él, que pensó inmediatamente en que ojalá hubiera pasado la prueba de inspección.
-Hola ¿vas a empujarme de nuevo? – le pregunto con malicia al tiempo que sonreía.
-¡He! No, no. Solo quiero disculparme de nuevo contigo por lo que pasó.
-De acuerdo, estás perdonado.
-Deja que te invite a desayunar ¿puedes? O ¿tienes inconvenientes?
-No será que lo que quieres preguntar es si tengo un novio – Francisco está vez se puso rojo e Isis se hecho a reír.
-Bueno, no quiero ser golpeado ni causarte problemas con alguien. Por eso lo decía.
-Bueno para quitarte la preocupación no salgo con nadie y sí, si puedes invitarme a desayunar.
Caminaron juntos por la calle esa tranquila mañana del viernes – último día laboral de ellos – caminaron unas cuantas cuadras hasta llegar a un pequeño local que servía café con panqueques, además de desayunos.
Francisco caballerosamente al llegar a una de las mesas del lugar aparto una de las sillas para que Isis tomara asiento, una vez que Isis acepto el gesto, él finalmente tomo asiento y enseguida se acerco una joven mesera para tomar su orden, una vez hecho el pedido se alejo y los dejo solos, aunque la intimidad para iniciar una breve conversación no era mucha, ya que en cuanto ellos llegaron, el local se empezó a llenar de personas que bien iban al trabajo o bien salían como Francisco e Isis.
-¿Dónde vives? – le pregunto Isis, iniciando por una conversación simple y cotidiana.
-No muy lejos de aquí.
-¿Solo o con tus padres?
-Solo, rento un cuartucho a una dos cuadras de aquí. Soy de provincia, vine aquí hace seis meses para trabajar, de dónde vengo no hay mucho empleo, por eso vine aquí.
-¿Extrañas a tu familia, tu tierra?
-Si a todo, sobre todo la comida. Aquí es mala pero de peor sazón – ambos se echaron a reír – no quiero decir que allá haya comido platillos de lujo, eran igual de sencillos que aquí, pero aquí no tienen sazón.
-Bueno, si lo dices por la lavazas que dan en el trabajo, déjame decirte que no solo a ti te saben horrible, a mi también, pero no hay para otra cosa. Comprar algo allí sale caro, eso solo se lo permiten los supervisores y algunos otros con mayor sueldo que nosotros.
De pronto su conversación se fue haciendo cada vez más fácil y la incomodidad que les había hecho sentir nerviosos y torpes sobre todo a él, desapareció haciendo que el tiempo pasará volando.
-¡Dios! – exclamó Isis mirando su reloj – ya es tan tarde, tengo que irme o sino mis padres se preocuparan y me reprenderán. Gracias por el desayuno.
-Gracias por aceptar mis disculpas.
-Dime tu nombre antes de que me vaya – le dijo mientras apuraba su último trago de su ya café frío.
-No te lo he dicho ¿verdad?
-No.
-Me llamo Francisco Pena.
-El mío es..
-Ya lo sé – intervino él sin dejarla terminar – tu nombre es Isis.
-Isis Macedo – dijo extendiendo su mano para estrecharla con la de él – mucho gusto.
-Igualmente, mucho gusto Isis.
-Nos vemos el lunes Francisco.
-Nos vemos Isis.
A partir de ese día ambos hicieron la ocasión de encontrarse en el comedor de la fábrica a la hora de la cena, allí se sentaban en la misma mesa solos a conversar sobre ellos y sus días en casa y trabajo, al ver que se trataba de un incipiente romance el resto de sus compañeros conocidos y amigos preferían dejarlos solos para al final hacerles burlas por separado, eso comenzó hacer algo del diario hasta que después de un tiempo dejo de importarles, era cierto, los dos se gustaban y no podían evitar que sintiesen sentimientos uno por el otro, pero ahora el problema de hacer la pregunta de ser novios recaía en Francisco, que cada vez que lo pensaba se quedaba pasmado y no hacía más que balbucear cada que a solas en su cuartucho ensayaba la petición de ser novios.
Todos los días Isis y Francisco pasaban a tomar café, él lo pagaba tan solo para pasar unos minutos más con ella, Isis sabía que él ya no se podía seguir permitiendo pagar algo más que café y ella tampoco se había puesto quisquillosa en pedir algo más, Isis mejor que nadie sabía que la situación no era tan desahogada como todos quisieran, pero al menos tenían empleo y un sueldo.
-¿Qué pasa? – le pregunto Isis esa mañana en la que bebían café de pie justo en la entrada del local.
La cara de Francisco estaba roja como si se estuviera ahogando con el café o el panqueque que comía a pequeños mordiscos.
-¿Quieres ser mi novia? – pregunto de golpe y sin más preámbulo. Nada romántico.
Isis lo miró sorprendida, le hizo feliz y al tiempo sentía unas ganas enormes de echarse a reír por la cara que tenía Francisco al haberle dado tantas vueltas en su cabeza a lo que le quería preguntar, por supuesto que no fue nada romántica su manera de pedirlo, pero ver su rostro de esa manera era más que suficiente para ella, eso le decía que si se ponía así de rojo era porque de verdad sentía algo sincero por ella y durante todo ese tiempo nunca le había propuesto ir a su cuarto de renta, Francisco la había respetado hasta ese momento.
-¡Si! – respondió Isis con una sonrisa que hizo que le devolviera el alma al cuerpo a Francisco.
-¡Si! ¿de verdad?
-¡Si! – y sin esperarlo él le dio un casto beso en la mejilla.
Ese fue el inicio de su relación, tras convertirse en novios se comenzaron a tomar de las manos cada mañana al salir de la maquiladora y antes de despedirse se permitían darse un beso en los labios, conforme las semanas transcurrieron Isis dijo a su familia que tenía un novio de nombre Francisco que trabajaba en la misma fábrica pero en otra sección, tras esto sus padres pidieron conocerlo y un domingo Francisco vistiendo su mejor ropa fue a casa de su novia para conocer a sus suegros.
Francisco estaba nervioso pero por lo menos conocer a sus suegros ya era un avance en su relación, él quería a Isis de verdad, él la quería para formar una familia y para madre de sus hijos, él quería una vida con ella pero obviamente pedir la mano de Isis era aún muy pronto, solo tenían dos meses de novios y no quería verse tan intenso y desesperado por casarse.
Al llegar, Isis lo recibió con un breve beso en los labios y lo hizo pasar a su humilde hogar, una casa pequeña construida de block y cemento, con techo de láminas, todo era sencillo pero limpio y cuando por fin entro a la casa, sus suegros estaban allí esperándolo y le dieron la bienvenida.
Su suegro fue quien dio pie a la conversación, era como una especie de examen que le hacía entre preguntas inocentes que buscaban saber la verdad de sus intenciones y reflejara realmente que tipo de hombre era Francisco, pero para su suerte Francisco no era un hombre de tantas malicias, era aún incauto, un tanto inocente y no tenía cara de borracho, ese ya era un punto a su favor, por eso desde ese día fue bien recibido, pero no sé salvó de las ligeras amenazas de broma que le hicieran sus suegros.
Pero de broma en broma, la verdad se asoma.