"CAPÍTULO 3"
LISA. . .
Mi embarazo ha avanzado felizmente, no pensé que se pudiese ser tan dichosa. Siento como mi bebé crece y se mueve dentro de mí, aún no me acostumbro del todo, es una sensación tan extraña. Cada vez que pienso que dentro de mí se gesta una vida, me siento maravillada.
Nuestra casa es el sueño de cualquier mujer; amplia, hermosa, con una decoración exquisita, las habitaciones son muy ámplias. Luis Francisco, decidió comprar la que más me gustó, tiene dos niveles, y un gran jardín que es sencillamente maravilloso. El médico nos ha dicho que el bebé es un varoncito; nuestro Federico, ya lo imagino corriendo por el jardín.
Luis Francisco no puede estar más orgulloso, se ha encargado él mismo de la decoración de la habitación de nuestro Fede. A todo el mundo le comenta lo guapo e inteligente que será su hijo, y yo no puedo más que sonreír feliz, por ser la mujer más dichosa de todas, verlo tan emocionado me hace tan dichosa que siempre quiero llorar. No pensé que se pudiese amar tanto. Luis Francisco va a la universidad por la mañana al igual que yo, por las tardes vuelvo a casa para descansar y ocuparme de mi hogar, él se va a las oficinas de su padre. Trabaja muy duro por darnos a nuestro hijo y a mí una vida maravillosa. Cuando vuelve a casa me consiente, me llena de cariños, es tan buen hombre, tan buen padre, que no dudo que seremos felices hasta nuestro último suspiro; él, nuestro Fede y yo, juntos viviremos plenamente dichosos.
Extraño mucho a mi familia, quizás más a mis padres, porque mi pequeña Linda casi que se ha venido a vivir con nosotros. Sonrío como tonta, pero no puedo evitarlo, ella es mi adoración, la amo tan profundamente que la siento tan mía. Ella es ese rayo de luz que siempre brilla, sus grandes ojos café, su hermosa mirada, su lindo y lacio cabello.
Siempre he sabido que mi padre la adora, y no es secreto para mí que Linda, es su favorita. Pero no puedo chuparlo, también es mi favorita.
Mi madre siempre me ha preferido, no porque me ame más, sino porque me parezco más a ella.
-¡Lisa!- se queja mi pequeña hermana- ¡ te has quedado otra vez con esa mirada tonta!- hace puchero y luego ríe.
-Lo siento, princesa- me disculpo- solo pensaba un poco.
-¿En qué?- me mira frunciendo el ceño. Amo ese gesto en ella, le da una apariencia medio indignada.
-En todo un poco.
-¿Piensas en mi hermanito?- me sonríe.
-No es tu hermanito preciosa, es tu sobrino- río feliz.
-Igual lo voy a querer mucho- se encoge de hombros.
-Claro que sí, princesa- acarició su cabello sintiendo una gran ternura inundar mi pecho.
-¿A qué hora vuelve mi hermano, Luis Francisco?
-No debe tardar en llegar, Linda.
-¿Le prepararemos un pastel?- preguntó abriendo mucho los ojos.
-Eres una glotona- río- apresurémonos o no se enfriará a tiempo. . .
Cuatro meses después. . .
Siento que ya no puedo dar un paso más, tengo una enorme panza. Mi pequeño Fede debe ser muy grande, y cada vez que me patea siento que me partirá una costilla.
Las enormes manos de mis esposo rodean la circunferencia de mi abdomen y me estrecha cariñosamente contra su pecho. Suspiro sintiendo su cuerpo emanar calor. Soy tan feliz, no me hace falta absolutamente nada. Ese hombre es mi amigo, mi esposo, mi compañero, mi amante, mi confidente, mi protector. Deja un beso en mi cuello y suspiro nuevamente.
-Mi amor. . . – dice junto a mi oído, su voz ronca llega a las profundidades de mi ser.
-Luis. . . Te amo, te amo tanto.
-Y yo a ti. Soy tan feliz, más de lo que nunca pude imaginar- acaricia mi barriga. Tengo tantas ganas de llorar de pronto siento un fuerte dolor en mis caderas.
-¡Ayyy!- gritó un poco.
-¿Qué sucede?- su tono se torna nervioso. Me gira y me dedica una mirada confundida.
-¡Ayyy!- vuelvo a sentir el dolor que se expande hasta mi vientre, me avergüenzo al sentir que me he orinado, pero luego lo comprendo- Amor. . . llama a mis padre, a los tuyos y por lo que más quieras, llévame al hospital. ¡Nacerá Federico!- lo veo agrandar sus ojos enormemente.
-¡¿Ahora?!- grita angustiado, está más nervioso que yo.
LUIS FRANCISCO. . .
El parto no ha sido muy sencillo. Aunque mi adorada Lisa tenía fuertes contracciones y había roto fuente, Federico no terminaba de nacer. Según dicen los médicos Lisa no estaba dilatando. Después de alrededor de una hora de dolores, entramos a sala de partos, Lisa pujó como toda una heroína, se ha ganado mi completa admiración y respeto. No sé cómo las mujeres pueden soportar ese grado de estrés y dolor, definitivamente ellas son el sexo fuerte.
Cuando escuché el llanto de mi bebé, lloré de felicidad, mi pecho de hinchó de orgullo y amor. ¿ se puede ser más feliz?, No lo sé, pero seguramente no, porque yo estoy a punto de morir de felicidad.
Es un bebé tan hermoso. . .
Quizás lo piense porque es mi hijo; mi adorado Federico, pero la verdad es que no puedo dejar de mirarlo. Tan pequeño, tan frágil, tan vulnerable, tan dulcemente hermoso y perfecto. No pensé que ser padre se sintiese tan bien. Sin duda alguna mi hijo es de ahora en adelante mi gran orgullo.
Me inclino y beso la frente de mi amada, ella me sonríe.
-¡Es hermoso!- me dice y mis ojos se llenan de lágrimas.
-Es lo más hermoso que he visto jamás- ya sin poder evitarlo, lágrimas recorren mis mejillas. Lisa me mira y sonríe- Gracias- le digo totalmente conmovido- Muchas gracias cariño.
-Gracias a ti mi amor.
La puerta de la habitación se abrió y la familia entró sonriente.
-¡Oh Dios mío, Lisa!- gimió mi suegra- ¡Qué bello es!
La traviesa Linda corrió hasta subirse a la cama, sus dulces ojos se clavaron en mi hijo.
-¿Es Fede?- preguntó frunciendo el ceño.
-Si princesa- le respondió Lisa.
-Es muy bonito- le dio un tierno beso en la frente, e increíblemente el niño esbozó una mueca que pareció una sonrisa- es mi precioso bebé, Lisa.
-Si, cariño.
-Te prometo que lo voy a querer toda la vida- volvió a besarle con ojos brillando de emoción. Y no dude ni por un instante que su pequeñito corazón estuviese hablando con toda sinceridad y que cumpliera con la promesa que acababa de hacerle a su sobrino.