Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capitulo 5

Me iba a divertir en grande... Dos

meses con Ignacio como mi esclavo

personal ¡venganza!

 

Había pasado una semana desde que

lo encontré con esa mujer...fue extraño y muy vergonzoso.

 

 

 

Cuando se cayó, un pecho se le salió del diminuto conjunto

de ropa interior que juraría que explotaría en cualquier momento.

 

 

En serio que fue muy penoso. Esa misma noche hablé con Amor

y le dije que no requería de sus servicios aún.

 

 

 

Pero, hoy comenzaba mis clases y hoy comenzaba como mi

esclavo personal.

 

 

Eso me saca una sonrisa malévola.

 

 

 

--¿Por que sonríes?.- Parpadeo y mis ojos se conectan con

unos ojos mieles muy claro.

 

 

 

Ignacio me ve con el ceño fruncido y la boca de un modo

gracioso ya que esta comiendo.

 

 

 

Son más o menos las siete de la mañana y estamos comiendo

"tranquilamente" en el jardín. Aunque, claro, estas últimas semanas

nos llevamos ¿bien?

 

 

 

Bueno, si bien significa pelear con

él cada dos por tres...entonces nos

llevamos ¡super bien! Hace unos

minutos estaba a punto de lanzarle mi desayuno por la

cabeza.

 

 

 

-Porque hoy comienzas como mi

'esclavo' .- digo con una sonrisa y me

llevo un trozo de fruta a la boca.

 

 

 

Ignacio  me ve con horror y luego gruñe.

 

 

 

-¿Hoy?.- Asiento con una sonrisa y él tuerce el gesto.

 

 

Corta un pedazo de Hot cake y cuando lo estaba metiendo a su

boca

cae al plato, lo intenta atrapar y con su brazo tira su jugo

encima de él.

Ignacio maldice y yo me parto de risa.

 

 

 

-¡No te rías! —gimotea haciendo un

lindo puchero.

 

 

Río más fuerte aún. Pero me detengo de golpe cuando mi jugo

cae en mi cara y pecho. Fulmino con la mirada a Ignacio  y esté ríe a

carcajadas.

 

 

Termino riendo yo también. Nuestras carcajadas resuenan por

toda la terraza y siento que las lágrimas saltan de mis ojos mientras río.

 

 

 

—Vale ya...

 

 

 

Rodeo mi estomago con mis brazos y

trato de detener la risa. Ignacio limpia

las lágrimas y me sonreí. Tiene una

hermosa sonrisa...

 

 

 

- ¡Joder!.- Se levanta de un salto y lo miro sin entender.

—Es tarde.

 

 

 

No tiene que repetirlo. Corremos como locos a las

habitaciones. Apenas entro a mi habitación corro a mi armario y comienzo a

sacar ropa al azar.

 

 

 

Termino con un vestido negro con estampado de flores y unas

bailarinas rojas. Me hago una cola de caballo y salgo disparada a fuera y me

topo con Ignacio. Una idea cruza por mi cabeza y me acerco a él.

 

 

 

-Cargame.--Él me mira con el ceño fruncido.

 

 

 

-No.

 

 

 

—Cargame-repito y levanto

mis brazos.

 

 

 

-¿Estas loca a caso?.- Lo miro mal y lo recorro rápidamente.

Traje gris y corbata...también gris.

 

 

 

—¡Esclavo! Cargame.

 

Ignacio refunfuña, pero termina

cargándome y yo me aferró a él

como un koala. Ni siquiera me esta

agarrando. Mi cuerpo rebota levemente cuando comienza a

bajar las escaleras casi corriendo.

 

 

Le chillo que no corra y me ignora como casi siempre.

Escondo mi cara en su cuello y me aferró a su cuerpo con más fuerza. Joder, me

maree.

 

 

 

–Roth lleva a la señora Vicencio a la

universidad lo más rápido que pueda.- Salgo de mi escondite

y miro con el ceño fruncido a Ignacio.

 

 

 

¿Acaba de decir señora Vicencio? Vale, a sido raro, pero no

sonó mal. Vuelvo a mi antigua posición.

 

 

—No quiero bajar-gruño en su oído.

 

Ignacio  resopla. Su cuerpo de pone en

movimiento, sube al auto conmigo

aun sobre él y de inmediato me pongo

a un lado de él. Ni loca me siento

en su regazo.

 

 

 

-Rápido.

 

 

 

Ruedo los ojos y le sonrió a Roth a modo de disculpa. Al

parecer, señor bipolar, a llegado de nuevo.

 

 

 

Mi guardaespaldas es un señor

atractivo. Unos cuarenta y pico,

moreno, ojos color miel y ni hablar de

lo alto que es. Imparte miedo con sus

gafas de sol oscuras.

 

 

 

—Quiero un masaje.- Ignacio  me mira incrédulo y subo

mis pies a su regazo. El niega—Eres mi esclavo. Anda. Hazlo.- Ignacio refunfuña

palabras sin sentido mientras me quita las bailarinas y comienza a masajear mis

pies con mucha suavidad.

 

 

Por dios ¡Es bueno con eso! Sus delgados y largos dedos

masajean

mis pies, mientras yo me acomodo

bien y cierro los ojos. En verdad que

se siente bien. Creo que pasan diez

minutos cuando nos detenemos y

también mi masaje. Abro los ojos y unos ojos mieles me miran

un tanto molesto

 

 

 

 

—Vas a llegar tarde.

 

 

 

De un salto salgo del auto, tomo mis

cosas y corro a la entrada. Voy diez

minutos tarde. Mierda. Mientras corro a la entrada hecho un

rápido vistazo hacia atrás y veo que el auto siguebdonde mismo. Ruedo los ojos,

exagerado.

 

 

 

 

 

...............................................

 

 

 

 

 

—¿Señora Vicencio?.-Miro con horror mi nombre que esta en el

papel y maldigo a Ignacio  Maldito idiota...

 

 

- Veas—digo un poco más tranquila

—. Dayan Veas

 

 

 

-De Vicencio—termina mi profesora

de fotografía. Termino asintiendo. Maldito Ignacio. Vas a

pagar muy caro esto, esclavo...

 

 

—¿Felicidades?

 

 

 

Aprieto los labios y camino a una silla

libre junto a Patrick.

 

 

 

Mi gran amigo de hace cinco años esta

conmigo en todas mis clases. Se tomó

bien lo del matrimonio.

 

 

 

—¿Qué ocurre?.- Niego y me hago pequeña en mi lugar mientras

maldigo a mi amado esposo

(he ahí el sarcasmo)

 

 

 

Voy a hablar sobre mi amado amigo

Patrick.

 

 

Lo conocí cuando tenía unos trece años, estaba trabajando en

una

casa (yo ayudaba en la limpieza) donde él vivía, bueno vive

y un día me hablo y desde ese momento sucedió todo.

 

 

Él y Angela tuvieron su historia hace unos meses, pero

termino porque los dos se aburrieron y ahora se llevan muy bien.

 

 

Patrick es de mi estatura, cabello

negro, ojos oscuros (más oscuros que

los de Jacob) tez blanca y tiene unos

bonitos labios rosas.

 

 

 

Mi día pasa tan rápido como empezó.

Guardo la cámara, mi Mac, celular

y un libro de bocetos. Todo "regalo",

de Ignacio. El día que firmé el acuerdo

apareció una caja en mi cama y me

lleve una sorpresa al ver el montón de

cosas que tenia dentro.

 

 

 

Aún no le doy las gracias, pero con lo que me a hecho

últimamente...no se las merece.

 

 

 

Me despido de Patrick y observó como

se sube a su auto y se va. Quiero hablar con Angela, pero

mis ganas se van cuando veo a Jacob. Él me ve.

Diablos.

 

Doy media vuelta y me apresuro hacia

el Audi negro que me espera. A mitad

del camino una mano me detiene por el codo y me giro con

brusquedad.

 

 

 

- Dayan —

 

 

- Callate.

 

 

—Lo siento, pero yo...-se corta y me suelto de su agarre.

 

 

 

—¿Qué sientes? ¿Hacerme recordar que fui golpeada por diez

años? ¿Qué en todo ese tiempo no fui yo misma? O ¿Qué estuvieron a punto de

abusar de mi? — escupo todo rápido y Jacob palidece.

 

 

 

—¿Intentaron...?

 

 

—Déjalo —lo corto y camino al auto.

 

 

Me detiene de nuevo. Lo miro con los

dientes apretados y siento como mi

pulso se acelera por el enojo.

 

 

 

—Lo siento ¿vale?-dice más calmado

y me toma de la mano—. Soy un idiota y me puso furioso

pensar que un hombre se aprovechó de ti.

 

 

 

-Él no se aprovechó de mi —repongo

con el ceño fruncido.

 

 

 

Cuando termino la oración me doy

cuenta de algo, no odio a Ignacio de

verdad. Odio que quiera controlarme.

 

 

 

Pero no lo odio, me sacó de un gran

infierno y en verdad que no sé si

agradecerle o tomar venganza por

estos dos meses.

 

 

 

Pero, no es odio. Odio que haya salido de casa por mi padre

y venga este gruñón con el que me case y me pongo esas estúpidas reglas.

 

—¡Por dios, Dayan! -me toma por los

hombros. -¡Te lleva casi 6 años! Ni tu lo sabías...-Sacudo

la cabeza y aparto sus manos de mi.

 

 

 

—Tal vez—respondo y miro de reojo el auto. Roth esta fuera

de él—. Y si no te importa...tengo que irme..- Me toma por la muñeca.

 

 

 

-Él no es bueno para ti.

 

 

—¿Y tu que sabes lo que es bueno para mi?—gruño e intento

soltarme.

Su agarre se vuelve más fuerte,

 

 

-Lo sé.

 

 

Sus ojos me miran de una forma

extraña y... ¡No!

 

 

—No, Jacob —niego y él frunce el ceño.

 

 

—¿Por que no?

 

 

 

Muerdo mi labio y busco una buena

escusa en mi cabeza.

 

 

—Porque ahora estoy casada -le suelto

y su rostro cambia por completo.

 

 

Jacob suelta una larga carcajada que

me hace enojar.

 

 

 

—Ni siquiera lo amas —reponde. Es un buen punto—. Déjalo.

 

 

 

Eso nunca me paso por la cabeza.

Apenas llevo dos semanas casada con

él y ni siquiera hemos hablado

de divorcio.

 

 

—No es tan fácil..- Y vaya que no lo es. O ¿Si lo es?

 

 

-¿Por que?

 

 

-Porque si.

 

 

-¿No te gusta?.- Niego y veo como se relaja un poco, pero

luego se acerca más. Me pongo nerviosa. —¿Ni un poco? ¿No te llama la

atención?.- Me quedo quieta. Ni siquiera e pensado

que Ignacio puede atraerme. Pero...

 

 

 

-Eso no te incumbe.

 

 

—Claro que si.-;Dice y acorta la distancia que nos separa y

me besa.

 

 

Ahogo un grito y trato de quitármelo de encima. Me retuerzo

en sus brazos mientras veo con horror sus párpados cerrados.

 

 

 

—¡Dayan!.- Me quitan a Jacob de encima y miro con horror

como Ignacio le propicia dos golpes en la cara y mi ex amigo gay cae al suelo.

 

 

Observo como Ignacio  se levanta,

se acomoda su ropa y pasa una mano

por su cabello despeinado mientras

me mira.

 

 

Admito que en mi estado de shock lo sigo viendo tan

atractivo como

siempre y con mucho más estilo que yo.

 

Ignacio roba miradas de varias chicas,

mientras los hombres miran el flamante larboghini negro

¿Tiene uno? Idiopolis llega hasta mi y me escanea con la mirada.

 

 

Sus ojos se detienen en mis muñecas. Toma mi muñeca con

suavidad y frunce el ceño. Bajo la mirada y hago una mueca al ver cuatro perfectos

dedos marcados en mi piel.

 

 

 

—No te enojes... -Susurro y miro

mis zapatos.

 

 

 

Bueno. Ni siquiera sé porque me

disculpo. No vuelvas a ser la sumisa...

 

 

-Muy tarde.- Muerdo mi labio y dejo que me lleve de la mano.

Siento las miradas puestas en mi y me hago mas pequeña a lado del impotente

hombre que tengo a mi lado.

 

 

 

Camino hasta la puerta del copiloto que me abre él, entro y

cierra de un azote. Esta enojado. Me abrocho el cinturón cuando él entre y

apenas se pone el suyo salimos disparadas hacia la calle haciendo chillar las

llantas.

 

 

 

Clavo las uñas en el asiento y miro con horror como se pasa

un semáforo en rojo.

 

 

—¡Baja la velocidad! -grito y me

sostengo de donde puedo. Maneja muy deprisa y con violencia.

No soy muy fanática de querer morir joven.

-¡Ignacio!

 

 

 

Él me ignora y sube la velocidad ¡¿Nos

quiere matar o que?! Cinco minutos insoportables después, se

detiene al fin. Miro por la ventanilla y me encuentro con un Starbucks.

 

 

 

Ignacio abre la puerta de un jalón y yo me quito el cinturón

de seguridad. Mis manos tiemblan y torpemente me

quito la mochila. Me bajo y camino

junto Ignacio mientras él refunfuñe

algo entre dientes.

 

 

 

—Estúpido...teléfono...ya sabía

yo...peor...jodido...-Y sigue así hasta que entramos y me

sienta en un sillón.

 

 

Se pone enfrente de mi maldiciendo. Pero ¿a este que le

pasa? ¿En verdad le molesto ver las marcas? Lo miro con curiosidad y me causa

un poco de gracia verlo. Mira hacia la mesa, con los brazos cruzados, el ceño

muy fruncido y su boca hace un gesto extraño mientras habla bajo.

 

 

 

—¿Qué desean ordenar?.- Quito mis ojos del Ignacio modo niño

y los clavo en la muchacha que lo mira como boba.

 

 

Si, siempre causa eso en las mujeres. Se ruboriza cuando él

la mira.

 

 

-Un chocolate caliente con malvaviscos —dice y me lanza una

mirada. -Un cupcake de zarzamora.

 

 

 

Ella lo anota segundos después de

despegar sus ojos de Mr. Exagerado.

Luego me mira a mi con cara de pocos

amigos. Vaya, otra bipolar.

 

 

 

-¿Y usted?.- Miro la carta y pido lo que tenga menos dulce.

 

 

 

—Un americano y una tostada con nata.

 

 

 

La chica asiente y nos pide nuestros

nombres ¿no se supone que tiene que

traernos las cosas a la mesa? La veo

alejarse mientras trata de caminar con sensualidad. Aprieto

los labios

para no reír.

 

 

 

—¿Zedd?.- Miro a Ignacio y esté ni me dirige la mirada.

Sigue en modo niño

berrinchudo.—...¿Qué harás hoy en la noche?... Bien, te veo

a las diez...No, por nada...Seguro...El fin de semana que viene...Son con los

inversionistas... - gruñe algo muy bajo y corta la llamada.

 

 

 

—¿Algo interesante?-pregunto y me

cruzo de brazos sobre la mesa.

 

 

 

Ignacio me ignora y se pone a ver algo en su celular último

modelo.

 

 

 

Agh, es tan terco como una vaca.

 

 

 

 

—Esclavo-digo con voz firme y me

mira sobre sus largas pestañas—. Te

ordeno que me hables.

 

 

 

Ignacio dice algo sin sentido y luego me

sonríe de la forma más falsa posible.

Hago una mueca.

 

 

 

—¿Qué es lo que quiere mi querida

esposa y señora?.- Ruedo los ojos y entrelazo mis dedos, aún

temblorosos.

 

 

 

—Que me hables y dejes de actuar como un niño malcriado

—digo y observo como se relaja.

 

 

 

Sus ojos viajan a mis manos y las

cubre con las suyas. Poco a poco el

temblor se va.

 

—Ya te estoy hablando, mi Señora.-

Dice con burla lo último. Gruño

y él sonríe un poco. Odio que me

digan Señora.

 

 

 

—¡Ignacio y Dayan Vicencio!.-

Gritan y los dos volteamos al mismo

tiempo.

 

 

La misma chica señala nuestra orden. Ignacio hace ademan de

levantarse y yo también lo hago.

 

 

—¿Qué haces?

 

 

—Voy por la orden —respondo

tranquila y saco dinero de mi

bolsillo trasero.

 

 

 

—Mal lugar para guardar dinero —dice con su bendito ceño

fruncido y yo me encojo de hombros—. Vale, voy contigo.

 

 

Caminamos hasta la barra y la chica le

sonríe coqueta a Ignacio. Ruedo los ojos y observo con

aburrimiento su técnica de coqueteo. Agarrarse el cabello, sonreír

coquetamente, batir demasiado las pestañas y por último... pero no menos

importante, sacar los pechos.

 

 

 

—Café para ti y tu hermana - dice la

chica con una sonrisa para Ignacio

 

 

 

¿Es que acaso no ve que ni siquiera nos parecemos? ¿Acaso yo

tengo el cabello castaño claro, esos ojazos que te alientan a arrojarse a sus

brazos y sus duras, pero a la vez delicadas facciones? Mi esclavo sonríe.

 

 

 

-S...

 

 

—Cariño —digo con suavidad y tomo

su musculoso brazo—. ¿Por que no

me recordaste que hay que pasar

por los niños?

 

 

 

Ignacio me mira con los ojos achicados,

pero veo una sonrisa bailando por

sus labios. Pongo las manos sobre el

mostrador, dejando a la vista la enorme piedra, mientras le

sonrío con dulzura a Ignacio y de reojo veo que la chica mira el anillo. Por

otro lado Idiopolis me mira con una pequeña sonrisa y niega divertido.

 

 

—Pero, señora Vicencio ¡Debiste de

recordarme tu! —me sigue la corriente y pasa un brazo sobre

mi hombro.

 

 

 

Miro a la chica con una falsa sonrisa

de disculpa y pongo el dinero sobre la

barra. Ignacio lo toma, me mira, gruñe

algo y saca su cartera. Deja sobre la

barra una tarjeta de crédito y la chica

nos sigue viendo incrédula. Bueno,

mira al Esclavo.

 

 

 

 

—Querida, creo que tienes baba aquí.

.- Señalo la comisura de mis labios y

ella se pone escarlata. Ignacio reprime

una risa y la chica se va a la caja

con la cara roja.

 

 

 

—Vaya....¿Celosa? —pregunta divertido y mueve sus cejas de

arriba a bajo. Bufo.

 

 

 

—Ya quisieras.- Ignacio  sonríe y me gusta su sonrisa.

Es relajada y sincera.

-Entonces, esclavo-comienzo

a decir y me mira curioso—. ¿Qué

harás en un rato?

 

 

 

Lo piensa y luego responde un

"Nada". Bien.

 

 

 

—¿Por que?-pregunta y yo sonrió.

 

 

 

- Necesito unas cosas.- Ignacio me mira con temor y eso me

hace reír. Ni se imagina lo que le espera

 

 

 

La chica vuelve con la tarjeta y las cosas para llevar y nos

mira apenada a los dos. Tomo una bolsa, mientras guardo la cartera en mi

bolsillo trasero y Ignacio toma la otra bolsa.

 

 

 

—Vuelvan pronto... -murmura la chica con la cabeza gacha.

 

 

 

Muerdo mi labio para no reír y cuando estamos a mitad del

camino, paso mi mano por la espalda de Collin, bajando hasta su trasero y

estrujo una de sus 'nalga.

 

 

 

Vaya que tiene el trasero duro.

 

 

Escucho risas y me hago la loca ante

la mirada de Ignacio. Mi mano sigue

agarrandole el trasero aun cuando

ya estamos fuera y caminamos por la

acera.

 

 

 

Llegamos al auto, quito mi mano

de su trasero y entro al llamativo auto.

 

 

 

—¿Me has agarrado el trasero?-me

pregunta apenas entra.

 

 

 

-Tal vez.- Dejo la bolsa entre mis pies y me coloco el

cinturón.

 

 

 

Ignacio imita mi acción mientras sonríe y niega divertido,

pero él me pasa la bolsa y arranca el auto apenas vuelvo a mi lugar.

 

 

 

Me giro hacia él y me mira de reojo.

 

 

—¿Tienes el número de Roth?.- Él asiente y me mira

rápidamente.

 

 

—¿Para que lo quieres?

 

 

—Quiero pedirle que me compre algo

de la escuela —digo mirando al frente.

Ignacio se detiene en un semáforo.

 

 

—Podemos comprarlo de una vez.

 

 

—No te preocupes lo miro con una

pequeña sonrisa y él vuelve a poner

en marcha el auto—. Le diré lo que

necesito y listo.

 

 

 

Ignacio me da su celular sin apartar los

ojos de la calle y rápidamente paso su

numero a mi nuevo celular.

 

Dejo el celular de Idiopolis en la guantera y tecleo un

rápido mensaje reprimiendo una risa. Ignacio me mira con el ceño fruncido.

Pobre....

 

 

 

 

 

 

........................................

 

 

 

-¡Anda!....Sal!-grito alentandolo.

 

 

 

Muerdo mi labio y me siento como

indio a mitad de la cama de Collin en

dirección al armario donde se encuentra él.

 

 

—¡Estas loca mujer! ¡Ni de coña voy a

salir! —grita evidentemente enojado.

Río bajo y acomodo mi cabello.

 

 

 

—¡Sal!¡Nadie te verá!

 

 

—¡NO!

 

 

—¡Les di el día libre a todos! ¡Solo

somos tu y yo!.- Grito sonriendo y recordando esa parte.

 

 

Roth me hizo también ese favor. Ignacio  se queda en

silencio.

 

 

-¿En serio?.- Sonrió ante su pregunta.

 

 

—¡Si!

 

 

Espero un poco cuando la puerta se

abre y Ignacio  aparece por ella. Rompo el carcajadas

al verlo.

 

 

 

 

 

 

¡Dios! ¡Que dulce es la venganza!

Ignacio  me fulmina con la mirada y

mientras río y le pido que de una

vuelta.

 

Maldiciendo y tambaleándose

se gira y rió más fuerte. Las carcajadas resuenan por la

habitación y las lágrimas caen por mi rostro mientras sigo carcajeándome.

 

 

 

Caigo de espaldas mientras me retuerzo de la risa y rodeo mi

estomago que duele de tanto reírme.

 

 

 

Pasan unos minutos cuando comienzo

a toser y jadear. Me siento en la cama y trato de respirar

mientras las lágrimas siguen cayendo.

 

 

-¿Estas bien?

 

 

Me pregunta la sexy mucama. Logro

articular "agua" y Ignacio  camina hacia

la puerta lo más rápido que puede con

los tacones. Vuelvo a reír y el ataque de tos vuelve.

 

 

 

Ignacio se quita los tacones de una patada y sale corriendo

de la habitación.

 

 

 

¡LA VENGANZA ES DULCE!

 

Esto nunca lo voy a superar y si

se entera que puse cámaras en la

habitación me mata. Eso me hace reír

más fuerte y que el aire falte todavía

más.

 

 

Me vuelvo a poner con la espalda

contra el colchón y trato de respirar.

Ignacio entra como un rayo y me hace

sentarme una vez más.

 

 

 

—Abre.- Entre abro los labios y él frío vidrio toca mis

labios.

 

 

 

El agua se desliza por mi garganta mientras miro los ojos de

Ignacio que no se apartan de los míos. Me acabo el agua y él coloca el vaso

sobre la mesita de noche.

 

 

 

—¿Estas bien?—me pregunta con

suavidad.

 

 

-Si...-suspiro y lo recorro con la mirada—. Mi sexy mucama.

 

 

 

Muy a pesar de Ignacio , una sonrisa de

lado se le escapa y le guiño un ojo.

 

 

 

Este día se a quedado gravado en mi

memoria. Y claro que, también la

imagen del masculino Ignacio Vicencio

vestido de mucama.

 

 

Mini falda, el pequeño gorro y los tacones. Sin duda alguna,

puedo sacar ventaja de que él sea mi esclavo. La mitad de mi venganza esta

hecha.

 

 

 

Ignacio Vicencio......prepárate para la fase

dos de mi venganza.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.