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Capítulo 2

Sólo cuando tenía doce años, paseando con un amigo por el centro, descubrí que todas aquellas pelotas procedían de la misma tienda. Me detuve porque reconocí uno y me hizo sonreír al pensar que papá había viajado tantos kilómetros para traérmelo, cuando en realidad lo estaban vendiendo detrás de nuestra casa. Mirando un poco más me di cuenta que había otro como el mío, luego otro, luego otro. Me había alejado de ese escaparate y en ese mismo momento vi que había un hotel frente a esa tienda. Una vez papá me había enviado una foto y me decía que acababa de aterrizar y que iba a descansar, pero el que estaba frente a mí era el mismo hotel de la foto. Siempre me habían mentido y a los doce años simplemente había aprendido a aceptar la realidad.

Llego al final del callejón. Sé que una vez que termine el camino me encontraré frente a un parapeto y desde allí veré mi vista favorita. Sólo unos metros más y dejaré de lado todas mis inseguridades y todas mis dudas. Veré el mar y el sol ponerse. Recordaré que cada vez que parezca que ha llegado el final, en realidad bastará con dejar pasar un tiempo y afrontar la noche que llega. Necesitamos tomar coraje y recordar que poco después habrá un nuevo amanecer y el sol volverá a brillar. Sólo necesitas poder enfrentarte a los monstruos de la noche.

Sólo tengo que afrontar una noche.

Estoy a punto de llegar a la barandilla, cuando noto una figura unos metros a la derecha. Inmediatamente veo la sudadera gastada y los rizos rubios. Él es el tipo en el banco. Saca todas las monedas que ha logrado juntar, luego aprieta su puño alrededor del plástico del vaso y lo arroja al suelo, inmediatamente después se dirige hacia una de las máquinas expendedoras de cigarrillos.

¡No! ¡Absolutamente no!

Me gusta ayudar, pero también me gusta hacer oír mi voz de vez en cuando. Me quito los auriculares de las orejas y en un momento llego hasta él.

Recojo el vaso de plástico de la acera y luego presiono el botón para recuperar todas las monedas que puso dentro de la máquina.

Por suerte aún no ha seleccionado el producto, de lo contrario no habría podido detenerlo a tiempo.

- Oye, ¿qué carajo estás haciendo? - él pide.

Se vuelve hacia mí y, tras mirarme, parece reconocerme.

- Lo primero: no tirar cosas al suelo. Hay un cubo a dos metros de ti, lo puedes utilizar muy bien - digo señalando el cubo que tenemos al lado. - Lo segundo: no se puede mendigar y luego usar el dinero para comprar cigarrillos - .

Me mira asombrado. Es mucho más alto que yo y definitivamente cree que me asusta, pero la gente nunca me ha asustado, de hecho me gustan mucho. Me gusta conocer cada matiz del carácter de cada uno de ellos.

- Mira, lamento el vaso que tiré al suelo, pero no me des sermones sobre los cigarrillos, por favor. Son lo único que puede hacerme calmarme y olvidar que llevo dos días sin comer- .

Joder, la situación es grave. Un niño de mi edad que lleva dos días sin comer, ¿cómo es posible? ¿Nadie se ocupa de él?

- ¿Por qué no te compraste un sándwich? - pregunto como si fuera obvio.

Él niega con la cabeza.

- No puedes entender - dice, luego vuelve a mirar la máquina.

- Puede que no lo entienda, pero sé una cosa - afirmo con convicción.

Me mira de nuevo.

- ¿Y tú qué sabrías? - me pregunta con una sonrisa extraña, como si estuviera dispuesto a escuchar algo estúpido.

- Dijiste que querías un paquete de cigarrillos para calmarte y olvidar que llevabas dos días sin comer. ¿Qué pasaría si te dijera que puedes hacer todo esto sin dañar tus pulmones? -

- ¿Qué estás inventando? - me pregunta riendo.

- Lo que digo es que si vienes conmigo te mostraré que puedes gastar ese dinero de mejor manera y que después estarás mucho mejor - digo cruzándome de brazos.

- ¿Qué quieres que vaya contigo? - me pregunta levantando una ceja.

- ¿Si, que es eso? ¿Quizás tienes miedo? - Le pido que lo provoque.

Él ríe.

- Sí, debo decir que un niño pequeño como tú me da mucho miedo. ¿Quién me dice que no eres un asesino en serie? - pregunta entrecerrando la mirada, como si intentara examinarme.

- Supongo que tendrás que averiguarlo. ¿En ese tiempo? ¿Quieres conocer esta forma de sentirte mejor? - Yo le pregunto.

Sigue mirándome, como si estuviera diciendo un montón de tonterías y no supiera si perder el tiempo conmigo. ¿Pero cuál es tu alternativa? ¿Volver a estar solo en ese banco?

Cierra los ojos por un segundo y luego asiente.

- ¡ Perfecto! ¡Vamos! - digo, luego me doy vuelta y empiezo a caminar.

Está a un par de pasos de mí. Mantiene la cabeza gacha, casi parece como si le avergonzara caminar entre otras personas.

Durante todo el camino me devano los sesos pensando qué le pudo haber pasado a un niño para encontrarse en la calle, sin comida y sin ropa de abrigo suficiente.

Al cabo de un rato llegamos a nuestro destino. No se dio cuenta de que me detuve y casi chocó conmigo.

- Lo siento - dice, bajando de nuevo la mirada.

- No te preocupes - le aseguro con una sonrisa.

- ¿Por qué paramos? -

-Por qué llegamos- .

Mira hacia arriba y ve la luz de neón del cine. Parece confundido y frunce el ceño.

Tomo su mano y tengo miedo de sentir el frío que hace. Necesita calentarse un poco, así que lo arrastro hacia adentro.

Llegamos a la caja registradora, pero hay dos personas delante de nosotros. Aprovecho para ver qué películas ponen.

- Escúchame, no tengo suficiente dinero para... - empieza a decir, pero hablo por encima de él.

- ¿Te gustan los superhéroes? Los amo. Muestran la primera película del Capitán América. Puede que la haya visto al menos diez veces, pero nunca me canso de verla. Es mi superhéroe favorito, aunque también me gusta mucho Spiderman. Te gusta, ¿no? - Pregunto.

Parece confundido por todo lo que le dije, especialmente porque hablé muy rápido.

- Um... sí, pero el caso es que... - intenta decir de nuevo, pero en ese momento me giro hacia la caja registradora, notando que ha llegado nuestro turno.

- ¡ Hola Tessa! ¿Podríamos darnos dos boletos para el Capitán América, por favor? - Pregunto.

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