Capítulo 5
Hace unos momentos me sentía feliz, ahora me siento cabizbaja y triste, sin muchos ánimos, me doy media vuelta y regreso al río para seguir con mis labores, no quiero que mi papá me regañe. Dejo atrás al extraño hombre.
Mis labores están terminadas, me siento con más ánimos que antes, pero todavía estoy algo triste por no poder ver otros lugares del Inframundo; deben ser increíbles. Arrastro los pies hasta estar al lado del viejo, tomo un poco de aire para luego hacer mi travesura de siempre.
— ¡Caronte! — Grito feliz mientras me paro a su lado.
El viejo me voltea a ver y me dedica una enorme sonrisa, la expresión en su rostro es amable y gentil.
—Pequeña ninfa, ¿Cómo te fue? ¿Tuviste algún inconveniente? —
Niego con la cabeza feliz mientras me acerco a él feliz ya que termine mis labores del día.
—Me alegro pequeñita, ya es tarde… es mejor que te vayas a dormir—
Me despido del viejo Caronte y me voy a mi cueva. En el camino miro el río con nostalgia, con mis pies juego un poco con el agua mientras camino.
— ¡Ninfa! —
Gritan a mis espaldas, me detengo de forma abrupta y miro por encima de mi hombro, veo como el extraño hombre se acerca a mí de forma alegre.
—Me llamo Minte, no ninfa— Le reprocho enojada al tiempo que me cruzo de brazos.
—Perdona pequeña ninfa— Carraspea la garganta enseguida de forma brusca. —Pequeña Minte— Ríe de forma nerviosa. —Quería saber si… ya que estas desocupada ¿Ya puedes alejarte del río? —
Abro los ojos de par en par y miro en dirección a la cueva, la enorme roca que protege mi hogar no está, eso me da a entender que mi padre me está esperando o buscando.
—Pues… si podría irme, pero mi padre me está esperando y no puedo hacerle esperar… me temo que no— Niego levemente con la cabeza.
—Si hablo con tu padre ¿vendrías? —
Suelto una carcajada ante su solución.
—Perdona que me ría, pero mi padre dirá que no y dudo mucho que le hagas cambiar de opinión—
—Si me dice que si… ¿Vendrías conmigo? —
—Si lo convences si, de lo contrario tendría que entrar a la cueva para descansar—
Me encojo de hombros mientras me siento en lo que esperamos a mi papá.
Mi padre aparece y el hombre se acerca a él, estando lejos no puedo escuchar lo que dicen. El extraño hombre se acerca a mí sonriendo de oreja a oreja, me ofrece su mano para que me levante y acepto su gesto extrañada.
— ¿Qué te dijo? —
—Me dijo que no había ningún problema, sólo que no te trajera tan tarde—
Me quedo sorprendida por la respuesta de mi padre, miro con asombro al hombre y luego volteo a ver a mi padre, pero él ya no está ahí.
— ¿De verdad te dijo que si? — Pregunto con incredulidad.
—Sí, ahora vamos… que se hace tarde—
Consternada y emocionada, acompaño al extraño.
Andamos por un rato hasta que una fuerte luz deslumbra mis ojos, los entrecierro un poco y cuando me acostumbro veo que estamos en un río de fuego.
—Estamos en Flegetonte, el río de fuego—
— ¿Piensas arrojarme a él? — Suelto una carcajada mientras me acerco.
— ¡No, claro que no! — Exclama exaltado y preocupado.
Miro por encima de mi hombro y le dedico media sonrisa.
—Sólo bromeaba—
Él suelta un ligero suspiro de alivio.
Con su guía, recorremos el sitio y de paso conozco a otras criaturas de lo más fascinantes. Luego de un largo recorrido regresamos a mi hogar.
Después ese día, el hombre me saca a pasear una vez que termina el día, por alguna extraña razón no me dice su nombre y tampoco es que le haya preguntado, pero sí que le pregunte a mi padre y Caronte, ambos se niegan a decirme el nombre de aquel extraño que disfruta mucho de mi compañía.
— ¿A dónde iremos hoy? — Miro de reojo al hombre mientras caminamos por el inframundo.
—Iremos a los Campos Elíseos—
— ¿De verdad? —
Suelto un chillido de emoción mientras le tomo de la mano y tiro de él con suavidad, él se ríe levemente mientras apresura el paso.
Llegamos hasta un portal y lo atravesamos, aprieto su mano emocionada y él me regresa el gesto.
Una vez que llegamos a nuestro destino, no puedo evitar mirar con asombro todo lo que ven mis ojos, aún tomados de la mano tiro de él emocionada, caminamos entre las coloridas flores, no puedo evitar reírme al sentir las cosquillas que me provocan esos pétalos de seda.
Miro por encima de mi hombro y veo como él sonríe de oreja a oreja, entrelazamos nuestros dedos y caminamos por el hermoso lugar, los Campos Elíseos tiene un hermoso cielo azul a diferencia de los otros reinos del inframundo, caminamos por el lugar y vemos a varias almas de héroes andando por ahí.
Luego de recorrer los campos, nos acostamos entre las flores y miramos el cielo estrellado, hacemos varias figuras uniendo las estrellas como si fueran puntos, la brisa es fresca y al mismo tiempo cálido, me acerco un poco más al hombre y me acomodo cerca de él.
—Es precioso este lugar—
Pongo mis manos enfrente y las veo con mucha atención, como si fueran algo nuevo.
—Es verdad, es muy hermoso— Se le escapa un leve suspiro.
Tomo una gran bocanada de aire y la dejo salir con suavidad, apoyo mi cabeza sobre su pecho y apoyo mi mano sobre él, un suspiro se me escapa y cierro los ojos.
—Este día ha sido perfecto—
Escuchar los latidos de su corazón me relajan y me dan unas ganas terribles de bostezar, trato de evitarlo pero no puedo, me es imposible.
Luego de un rato me despierto, para mi sorpresa veo que estoy en mi cama dentro de mi hogar, me siento en la orilla y veo todo a mi alrededor tratando de recordar cómo es que llegue aquí, pero la verdad es que no tengo idea de cómo vine.
Me arreglo como siempre y salgo de mi casa, estiro los brazos y una enorme sonrisa se dibuja en mis labios, camino por la orilla recordando ese hermosos cielo estrellado, es la primera vez que veo algo así de precioso, me encantaría ir más seguido a los Campos Elíseos.
Llego con el viejo Caronte y le asusto como de costumbre, los regaños habituales suenan como siempre.
—Te ves muy feliz hoy pequeña—
—Si Caronte, el hombre me llevo a los Campos Elíseos anoche y debo decir que me quedé enamorada del cielo estrellado, es una lástima que no se pueda ver en todo el inframundo—
Suelto un leve suspiro mientras recuerdo lo de anoche y la maravillosa velada en compañía de ese hombre tan extraño.
— ¿Te enamoraste de los Campos Elíseos o del hombre? — Suelta una leve risa.
— ¿¡Que dices viejo?! — Exclamo sorprendida mientras me alejo dos pasos de él espantada. — ¡Claro que no! ¿Cómo podría enamorarme de alguien que no conozco su nombre? — Ladeo la cabeza sorprendida.