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Capítulo 4.

Ese olor ella lo conocía muy bien, y esa mirada, esa que siempre la hacía sentir menos que basura, que la hacía sentir no digna de vivir.

— A—Amir.

— No digas mi nombre, ¡Puta!, solo ¡cállate y folla que para eso te pague!

Amir se abalanzó sobre ella y cuando Candy estaba punto de hablar le cubrió la boca con la mano, pero no era suficiente, aún podía ver esos ojos que lo observaban suplicantes, tan expresivos, tan llenos de miedo y dolor.

Le dio vuelta y la coloco boca abajo, como si de una hoja se tratara, con una fuerza innecesaria marcando su delgado brazo, ya que ella no oponía resistencia, Candy nunca oponía resistencia a nada de lo que la vida le hiciera, apoyo su mano en el hombro, para que no se diera vuelta y la penetró, rápido… fuerte, mientras Candy gritaba y lloraba de dolor, la embistió sin piedad, pero esta vez no sintió placer, no comprendía que le sucedía.

“Debe ser la posición, a pesar de que su espalda y trasero es hermoso y suave, necesito ver su rostro.”

Es lo que pensó y cuando saco su miembro para darle la vuelta vio la sangre nuevamente.

Eso no estaba bien, eso no era normal, la libero de inmediato, y la observo.

En su arrebato de cólera no reparó en que estaba demasiado estrecha, por lo que, al tomarla de esa forma tan brusca, sin estímulo alguno y con la resistencia de ella, la lastimó.

Candy se colocó en posición fetal mientras lloraba, un llanto que Amir llevaría en su consciencia, a partir de hoy y por el resto de su vida.

El hombre se levantó y fue directo a la ducha, abrió el agua fría y se quedó allí un buen tiempo, cuando se tranquilizó salió, dispuesto a pagar el doble y pedir disculpas si era la cuestión. Amir jamás se disculpó con nadie, nunca, esta sería su primera vez, pero sabía que debía hacerlo.

Pero cuando ingreso en la habitación, ella ya no estaba, en ese lugar lo único que quedo de Candy fue su aroma y su sangre, nada más.

Candy huyo como pudo de aquel hotel, cada paso que daba le dolía, además de estar manchando todo con sangre, y es que Amir la había desgarrado en su arranque de locura.

Tomó un taxi y regreso a su apartamento, tuvo que pedirle dinero prestado a María ya que Ben no se encontraba en el lugar o eso creía, luego de dejar a una María muy preocupada, se dirigió a su hogar, por llamarlo de alguna manera. Ya no sangraba tanto, pero le dolía demasiado, volvió a buscar a Ben, pero no estaba, decidió acostarse y llorar, llorar por haber disfrutado lo que hizo, pero también llorar por el trato recibido. Pensó una y otra vez ¿en qué se equivocó? Pero no encontró respuesta a su pregunta.

Al otro día se bañó, aún le dolía, trataba de mantener la zona herida lo más limpia posible, mientras los días transcurrían, ella siguió esperando a que Ben apareciera, pero pasaron dos semanas y no había señales de vida de él, ya no le quedaba comida, hacia dos días se le había terminado, por suerte María la había ayudado, le llevo todos los días un poco de lo que ella comía, parecía que estaba sola, y se preguntó en más de una ocasión ¿qué será de ella ahora?

Pero de pronto Ben apareció, los demonios son difíciles de exorcizar.

— Ben, ¿dónde estabas? Yo… — El primer golpe fue a la boca.

— ¿Desde cuándo te tengo que decir lo que hago?

— No, no lo tienes que hacerlo. — Dijo sosteniendo su cara, y limpiando la sangre que empieza a escurrir de su labio.

— Entonces no preguntes, ahora quítate la ropa.

— ¿Que? — Candy estaba confundida, después de la ausencia del hombre, ahora estaba frente a ella, ordenándole como siempre.

— ¿Eres sorda? Quiero probar que tan buena eres, rápido, quiero probarte.

La curiosidad de Ben era cierta, en un principio la abandonó, pero cuando una de sus amigas le dijo que Dominic lo buscaba, porque el cliente pedía por Candy, no lo podía creer, incluso ofrecía la misma cantidad, y fue entonces donde Ben descubrió que el cliente había pagado un millón, la primera vez y ahora quería pagar lo mismo, tenía que ver qué fue lo que hizo Candy que lo enloqueció de esa forma, dos millones por dos polvos. Sin lugar a duda él debía follar con Candy.

— No, por favor, no me siento bien.

— ¡¿Que no te sientes bien?! ¡Y ¿a quién mierda le importa?!

La tomo del cabello y la llevo al sofá, comenzó a romperle la ropa, pero Candy no quería colaborar, por lo que comenzó a golpearla, la sangre empezó a salir de la cara de ella, al igual que sus gritos, pero había algo que Ben desconocía y era que María, visitaba todas las tardes a Candy.

— ¡Suéltala maldito o llamaré a la policía! — María le tiró el plato de comida que le llevaba a Candy, esto asustó a Ben, si la policía aparecía se sabría todo, por lo que se fue haciendo una promesa.

— ¡De hoy en adelante estas sola! ¿Me oyes? ¡Sola! — Apenas se fue María ayudó a Candy, la curó y la llevó a su departamento.

— Violeta, ¿qué harás ahora? Él no volverá, la gente dice que consiguió mucho dinero de no sé dónde y que vive en un buen sitio en la ciudad, yo no quería decírtelo para no lastimarte, pero…

— Yo sí sé de dónde saco el dinero… De mí.

Esa tarde Candy abrió su corazón y le contó a María todo, el maltrato de su padre, el abandono de su hermano, como Ben la vendió, incluso su verdadero nombre, también le contó lo que Amir le hizo, pero dijo que no sabía su nombre, fue en lo único que mintió. Por alguna razón no quería decir el nombre de esa persona que la hizo sentir tan bien y al rato la termino de romper.

— Está decidido pequeña, tú vivirás conmigo.

— Pero…

— Candy te desalojaran en unos días por no tener el dinero de la renta, ¿qué harás?

— Tiene razón, es que a veces no pienso muy rápido. Soy tonta

— No es eso cariño, es solo… la vida te ha lastimado tanto en tan poco tiempo. Pero no te preocupes yo te cuidaré.

Los golpes en la puerta las interrumpió, y María fue la encargada de ver quien era.

— Hijo, ¿qué haces por aquí?

— ¿Así me recibes mamá?

— Perdona es que me sorprendiste.

— Es que andaba por el vecindario, tengo un encargo del señor Zabet.

— Bien pasa tengo una noticia que darte, mi vecina Violeta vivirá conmigo a partir de hoy.

María soltó la noticia como si nada, y cuando Charly estaba a punto de protestar por las locuras de su madre, llegaron al salón, donde una delgada y golpeada Candy lo mira con ojos tristes esperando el rechazo, ese que ella conocía desde que nació.

Pero en cambio Charly lo único que pudo hacer fue mirar esos ojos, que aún que estaban un poco rojos, lo habían hechizado.

— Hola, soy Charlie un gusto conocerte.

— Hola Charlie, el gusto es mío. — Y al escuchar esa voz creyó estar en el cielo.

Charly se marchó mucho más tarde de lo que pretendía y es que no pudo dejar de ver a Candy, su madre le resumió la historia, omitiendo el hecho que Ben la vendió, solo dejó saber la parte de los golpes, ya que estaban a simple vista, cuando él supo que era analfabeta se ofreció para enseñarle, además de tratar de conseguirle un trabajo en el sector de limpieza en Diamon.

— Ya verás Violeta, el señor Zabet es bueno, un poco raro, pero bueno, no pondrá objeción a que trabajes en su empresa.

Con esa promesa se fue, pero, aunque su ánimo había mejorado muchísimo gracias a la dulce chica, la angustia y la incertidumbre aparecieron cuando su teléfono móvil sonó

— Señor Amir.

— ¡¿La encontraste?!

— No señor, Dominic solo sabe el vecindario donde viven o vivían, nada más.

— Tienes que encontrarla, si o si Charly, ¡es una orden!

— Lo haré señor, lo haré.

Charly estaba perdido, su jefe había generado una especie de fijación obsesión o algo por la “virgen”, pero él necesitaba encontrarla a ella o a Ben por otro motivo, uno más importante, tenía que cerciorarse que no haya un heredero Zabet dando vueltas por ahí.

Todavía recordaba esa noche hace dos semanas atrás, lo llamaron del hotel porque su jefe estaba rompiendo todo, jamás lo había visto de esa manera, pero lo que más le horrorizó, fue que la pastilla del día después estaba sobre la mesa, ella no la tomó.

“¡Maldición!”

El infierno recién comenzaba para Charly.

El tiempo pasa muy rápido, o muy lento, todo depende de cuan desesperado estás.

Amir por fin se había dado por vencido, parecía que aquella joven de ojos verdes y mirada trasparente no quería ser encontrada, o quizás el dinero que él le dio le sirvió para comenzar una nueva vida, solo le quedaba a él que tendría que aprender a vivir con lo que había hecho, pero ¿y Charly? ¿Él podría seguir callando o debería afrontar su culpa, por guardar silencio?

— Señor, no lo entiendo, durante estas 6 semanas lo único que ha hecho es buscar a esa mujer, Candy, y ahora. ¿Lo deja así? ¡¿Como si nada pasara?! — el hombre se sorprendió por la molestia en la voz de su asistente, Charly jamás replicaba nada, y mucho menos ponía en cuestionamientos sus decisiones, camino hacia el ventanal de su enorme oficina y mirando la ciudad a sus pies lo increpó.

— ¿Qué es lo que te molesta Charly? Solo la buscaba para recompensar mi error, nada más. No entiendo tus reclamos.

— Me molesta mi incompetencia, no sus decisiones y es que... no quise sumarle otro problema y traté de resolver las cosas por mi cuenta. Ya que el objetivo era el mismo, encontrar a esa joven... Candy.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué tú la necesitas ubicar?

Amir miraba a su ayudante, cuando él se equivocaba trataba de tenerle paciencia, y es que Charly es hijo de María, la que fue cocinera en la casa de su padre hasta que él marchó a Londres a estudiar, si, le debía mucho a esa mujer que trató de cuidarlo desde niño y aguanto su temperamento. Ella a diferencia de su madre no lo abandonó, y repartió su tiempo entre su hijo Charly y el joven heredero del imperio Diamon.

— Ella no tomó la píldora, la encontré la noche que fui por usted. Pero debido a su estado de... nerviosismo, decidí no sumarle un problema más y tomé el asunto en mis manos.

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