Sinopsis
Encontrar el amor verdadero es tan difícil, pero encontrar a tu alma gemela mucho más aunque la vida nos prepara sorpresas que nunca llegamos a imaginar y tú eres una de esas
Capítulo 1
Mire mi reloj de muñeca que marcaba la 6:00pm, tomé mi mochila de prisas, no tenía mucho tiempo antes de que me encontraran. Estaba escondida en una residencia de los barrios bajos de la ciudad desde hacía dos días, eso era mucho tiempo para estar fija en un lugar, dado que estaba huyendo y por fin había conseguido la manera de salir de la ciudad sin ser vista.
Me ajuste mi cola de caballo, abrí la puerta topándome con la dueña que iba acompañada de mi mayor desgracia.
Alex, era el nombre del rubio que caminaba a su lado
—No puede ser —dije por lo bajo, sabiendo que mi plan se había frustrado.
—Ágata, mi amor —dijo corriendo hacia mí besándome superficialmente y abrazándome con fuerza.
—Qué bueno que se hayan encontrado —dijo la anciana sonriendo alegre—. Yo los dejo para que conversen
—dijo dándose la vuelta y desapareciendo por el pasillo.
Alex se limpió la boca con el dorso de la mano con fuerza
—Ya se fue. Ya puedes dejar de abrazarme —dije enojada, con cara de pocos amigos.
Él me soltó, entrelazando su mano con la mía
—Estás mejorando —dijo—. Esta vez me tomo cuatro días encontrarte —murmura sonriendo.
—Que consuelo —dije irónicamente, clavando mis orbes negros en los suyos grises—. ¿No te da asco estar tan cerca? —pregunté, sabiendo lo extremadamente aseado y antisocial que era.
—No pienso soltarte, mi padre está esperándote ansioso —me dijo sonriendo de par en par apretándome con mas fuerza.
—Claro con razón pareces una momia todo cubierto de tela elegante, ¿y qué le dijiste a la vieja para que te dejara entrar, ¿que somos esposos, novios? o ¿la amante fugitiva de tu padre? —inquirí molesta, porque me besara de repente.
—Novios por supuesto aunque se sorprendió mucho por nuestra diferencia de edad —respondió tirando de mi para que lo siguiera.
—Es obvio, podrías ser mi hijo. Se lo voy a contar a Javier y a Ana para que te reprenda —le dije para molestarlo.
Él se detuvo, girándose hacia mi mientras un sonrisa maliciosa se dibujaba en su rostro
—Si lo haces no podría salir a buscarte cuando huyas y de seguro mandaran a los matones de la mansión —dijo calmado enterneciendo la mirada.
Yo mire a otro lado sonrojada molesta conmigo misma, era obvio que prefería que el viniera por mí en vez de esos imbéciles que siempre me maltrataban, por lo menos Alex con todo y sus cosas raras era más amable
—Ya entendí, cielos. No sé quien es peor, si el padre o el hijo —dije fastidiada.
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Después de seis horas por carretera, llegamos a la mansión, o mejor dicho a mi prisión, Alex se tomó la molestia de esposar mis manos detrás de mi espalda, para luego abrir su maletín sacando un monton de frasquitos pequeños. Su botiquín de limpieza, ya sabía yo que había durado mucho antes de limpiarse el rostro y los labios por haberme besado.
Aparcó en el estacionamiento y después de su rigurosa limpieza guardó todo en el mismo orden, tomó mi mochila y me abrió la puerta para que bajara cosa que no hice.
—¿Quieres que te baje por la fuerza? —inquirió mirándome apacible.
Yo suspire bajando por mi propio pie
—Solo no me dejes sola con Javier, por favor —le pedí sabiendo que el castigo sería menor si habían testigos.
—Lo intentaré —me dijo tomándome por el brazo mientras entrabamos por la puerta de servicio.
Los empleados se nos quedaban mirando cuando pasamos cerca de ellos, el cocinero me mando una mirada triste, cuando pase a su lado, ya que el fue uno de los empleados que me ayudó a escapar, subimos las escaleras al segundo piso deteniéndonos en la puerta del despacho.
—No me dejes sola, por favor —pedí de nuevo con la voz quebradiza sabiendo el suplicio que me esperaba.
El rubio abrió la puerta obligándome a seguirlo
—La he traído como me lo pidió, padre —dijo soltándome por fin.
Javier yacía detrás del escritorio, hablando por teléfono en un idioma indescifrable para mí, dirigió sus ojos grises a los míos, sonriendo levemente antes de colgar
—Bien hecho hijo, aunque te tomó más de lo esperado. Tendrás tu recompensa —le dijo mientras se ponía de pie acercándose a nosotros—. Ágata, ¿cuándo entenderás que es imposible que escapes de mi querida? —dijo tomando mi rostro con fuerza.
—Cada vez llego más lejos Javier. No pierdo la esperanza de que llegué el día en que no amanezcas a mi lado —dije manteniéndole la mirada.
El sonrió más ampliamente besándome con fuerza, me tomo entre sus brazos mientras invadía mi boca con su gruesa y ágil lengua explorando mi boca. Yo forcejee intentando alejarlo, pero con las esposas en mi espalda me era casi imposible
—Como siempre eres más dulce que la miel –dijo una vez hubo roto el beso—. Hoy te daré un castigo ejemplar por estos cuatro días que estuviste fuera, querida. No imaginas lo que me hizo sufrir tu ausencia —Volvió a besarme superficialmente, mordisqueando mis labios—. Luego disfrutaremos tanto que no te quedaran ganas de escapar de nuevo —Miró a su hijo de reojo— ¿Todavía estás aquí? —preguntó serio a lo cual el menor solo miro a otro lado—. Llévala a su habitación y átala a la cama –le ordenó tomando su celular contestando una llamada.
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Llegamos a mi habitación. Alex dejo mi mochila a un lado, mientras soltaba mis manos
—Gracias –dije sobándome las muñecas adoloridas.
Él se acerco a la cama buscando las cadenas en la cabecera.
—Que irónico. Eres la mujer que más odia a mi padre y la que más atención recibes de él —comento sentándose en el borde la cama ajustándose sus guantes negros.
Yo me quité la bufanda, los guantes y los zapatos, mirando mi habitación asegurándome si no había nuevas cámaras de vigilancia.
—A pesar de que Javier sea todo un adonis, tiene una personalidad muy retorcida —dije sentándome a su lado.
—Debe ser porque tú tienes una personalidad encantadora que se siente atraído por ti —Me dijo susurrando— No hay nuevas cámaras —comentó notando lo que estaba haciendo hace poco.
Yo sonreí lanzándome sobre él
–¿Qué tengo que hacer para que me dejes escapar lejos de aquí? —le pregunté apoyando mi cabeza en su pecho.
Alex me empujo con fuerza corriendo hacia la puerta deteniéndose soltando un suspiro sonoro
—Sabes que no puedo. Mi padre me mataría si lo hiciera. Tú me agradas mucho, pero mi vida y la de Ana es más importante –dijo serio.
Yo me levante sentándome en la cama puesto me había tirado con semejante empujón
—Y ¿haz logrado avanzar con tu esposa? –pregunte tirándome a un lado.
Él rio en lo bajo
—Ya sabes que no es tan fácil para mí –dijo observándome—. Creo que con la única mujer que más cerca puedo estar sin salir corriendo y detenerme es contigo —confesó.
—Eso es porque sabes que Javier te mataría si dejas de vigilarme. Tus miedo a tu padre es mas grande que tu fobia –dije sonriéndole.
El frunció el ceño molesto por mis palabras— Aunque claro tampoco es que seas muy parecida a una mujer, morena, pelo largo, ojos negros, 35 años, baja de estatura y con sobre peso —Él se acercó a mi sentándose en la silla cerca de la cama
—Mmm… no eres fea de cara, pero tampoco eres muy femenina que digamos —me dijo como tantas veces en el pasado.
Yo gire en la cama.
—Eso es un insulto —Protesté—. Lo que sorprende es que siempre digas lo mismo en el mismísimo orden, ¿y tus madres como están? —pregunte sintiéndome algo dolida por sus palabras, debía admitir que me estaba enamorando poco a poco de ese niño de 18 años, era encantador y apuesto.
—Furiosas porque te haya traído de vuelta. La familia es muy complicada —comentó negando con la cabeza.
—Dímelo a mí —dije—. Mis padres me vendieron para pagar una deuda, tus madres me odian porque yo siendo una amante me prestan más atención que a ellas, y la única buena persona que consigo en esta prisión es un maniático que le tiene fobia a las mujeres y a su entorno, de paso que está casado con una hermosa mujer a la cual no puede ni tocar si no lleva guantes, la vida es horrible —Suspire—. Tuvimos que haber sido unas malas personas en nuestra otra vida —me lamente cerrando los ojos.
El rubio no dijo nada simplemente se me quedo mirando por largo rato.
—Ya es hora –dijo finalmente poniéndose de pie.
Yo me levanté con pereza me quité el jean, las medias, la camisa y las dos franelas que tenia de bajo, quedándome solo en ropa interior, acaricie las líneas tatuadas en mi pecho.
—Hoy tendré otra justo aquí – dije sentada en el borde de la cama.
El negó con la cabeza negándose a ver allí
—Usted se lo busca. Deje de escapar para que mi padre no le haga tanto daño, por favor –dijo con voz apenada tomando los grilletes de la cabecera.
Yo me recosté llevando mis manos arriba, extendiendo las piernas.
—Ajústalas fuerte –le pedí, a lo que él me miro confuso—, porque si las tengo flojas me violento más y me puede ir peor –dije explicándole, siendo Javier el único hombre que podía lograr que yo perdiera los estribos.
—Como guste –dijo yendo ahora a mis pies, leyendo las líneas sobre mis senos—. Debería dejar de intentar escapar por su bien —me pidió notando que las líneas de mis tatuajes decían lo mismo en diferente idiomas “Propiedad de Javier Carstian”.
Su padre estaba muy obsesionado con aquella mujer, de vez en cuando se preguntaba si era que la amaba o si solo era un capricho—. Listo, me retiro. Mi padre no debe tardar mucho en llegar —dijo presionando mis manos con fuerza—. Sea fuerte –me susurro alentándome, para después limpiarse las manos con vehemencia.
Yo reí en lo bajo por su gesto
—Gracias, pero no te voy a pegar ninguna enfermedad rara —dije reída mientras él se retiraba rápidamente.
Espere varios minutos, preparándome mentalmente para recibir mi nuevo tatuaje y mi nuevo castigo, supongo que no puede hacerme nada más fuerte de lo que ya me ha hecho en el pasado. Hace ya seis meses desde que Javier me compró, realmente me sorprendió que a mi edad y por mi contextura hubiera un hombre interesado en mi, al principio pensé que solo me compro como servidumbre ya que supuestamente tenia amistad con mi familia, pero que me convirtiera en su amante, fue más de lo que yo hubiera querido, la verdad es que me deslumbro la primera vez que lo vi, era un hombre atractivo, castaño, de piel blanca, grandes ojos grises, alto, elegante y fornido, a leguas se veía lo adinerado que era por su lujosa ropa, ya no quedaba nada del niño torpe con el que jugaba en el pasado. Salí de mis pensamientos al escuchar como la puerta se habría, los pasos se oían cada vez más cerca, en la posición en la que me encontraba me era imposible ver a los lados.
—Espero estés cómoda, querida –dijo mirándome desde arriba soltándose la corbata.
—Más de lo que imaginas —le dije sonriendo.
—Eso me alegra —Se sentó en el borde de la cama y posó su mano en mi vientre —No sabes cuanto tiempo he anhelando este momento –decía mientras subía su mano fría por mi cuerpo, acariciando la última línea del tatuaje escrito en árabe—.¿Qué idiomas prefieres ahora?, ¿alemán?, ¿ruso?, ¿chino?, ¿a qué país planeas escapar de mi ahora? —dijo mientras un destello iluminaba sus ojos grises.
—Dicen que Japón es una linda isla –le contesté, sabiendo que era un país lejano, moviéndome a los lados para alejar su tacto.
—Mmm, quizás podríamos ir estas vacaciones –comento quitándose la chaqueta del traje—. Vine tan rápido, que olvide cambiarme, ¿puedes creerlo? –me dijo dibujando una sonrisa en su perfilado rostro.
—Tanto amor de tu parte me enferma, sinceramente —comenté mirando a otro lado, intentando ver si había traído a alguien con él o no.
Tiro la chaqueta a un lado y se lanzo sobre mí, mordiendo mi cuello con fuerza haciéndome gritar por la sorpresa y el dolor.
—Mientras más te reveles, más querré poseerte mi amor —Rozó su cadera con la mía mostrándome su palpitante erección—. No sabes cuánto deseo hacerte gritar –dijo rozando sus labios con los míos antes de quitarse de encima de mí.
—¡Eres un maldito sádico! –le grite molesta.
Me dio la espalda ignorándome
—Mmm, será en japonés – le dijo al hombre enmascarado que se acerco a nosotros.
Yo clave mi mirada en los ojos marrones del hombre detrás de la máscara, siempre era el mismo, el mismo hombre que me hacía llorar de dolor
—Que no duela mucho esta vez, por favor –pedí con voz temblorosa, sin poder ocultar mi miedo al dolor.
Javier desapareció de mi vista, seguro se iría a cambiar de ropa para la ocasión.
—Lo intentaré —dijo con su voz gruesa mientras sacaba su equipo, paso un pañito con lo que supuse seria vaselina por como brillaba mi piel—. Este aun no ha cicatrizado bien. Recuerda usar el ungüento que te di tres veces al día —Me dijo antes de encender esa máquina endemoniada que puyaba mi piel cientos de veces cada vez que rozaba la piel de mis senos.
—¡Ah! —no pude evitar reprimir un grito de dolor, ardía como si el fuego me quemara la piel directamente, cerré mis ojos llorando en silencio mientras con mis manos apretaba fuertemente las cadenas evitando moverme lo menos posible sabiendo que sería peor así—. Duele —dije entre dientes con las lagrimas brotando por mis mejillas.
—Solo unos minutos más —me dijo el hombre causante de mi dolor—. Sabes que no puedo parar —Se disculpó sin detenerse.
Me mordí el labio reprimiendo mis sollozos, no sabía si habían pasado 10, 20 o 30 minutos, lo que si sabía que para mi aquello se estaba volviendo eterno, jamás podría acostumbrarme a ese dolor que me carcomía la piel, sentí una mano acariciando mi piel subiendo desde mi pierna, lo que me produjo un respingo.
—Eres hermosa –me dijo Javier subiendo su mano hasta mi rostro asegurándose de no interrumpir al tatuador.
—Demonio –dije entre dientes presionando con fuerza mis ojos, no deseaba verlo, no quería ver esa deslumbrante y sádica mirada que sabía tenía en el rostro.
—Eres perfecta para mi Ágata querida –susurro sobre mis labios besándome con fuerza, tirando de mi cabello para que subiera mas la cara y poder profundizar más en mi boca, yo me deje hacer ya perdiendo la fuerza voluntad, prefiriendo perderme en el placer que me estaba otorgando para olvidar un poco el dolor de mi pecho.
—Ah —solté un gemido de dolor al sentir como la aguja se me clavaba con más fuerza —Basta, por favor –pedí entreabriendo los ojos topándome con esa mirada llena de deseo y lujuria que me admiraba con esmero.
—Así, nena, otórgame más placer –susurro en mi oreja antes de morderla.
—¡Ah! –solté un grito de dolor, mientras un escalofrió recorría mi espalda.
Él seguía mordisqueando mi oreja bajando luego a mi cuello devorándolo con lujuria
—Eres perfecta –volvió a decir mordiéndome con fuerza, lamiendo la sangre que broto de mi piel.
—Al fin –murmure al notar como la maquina que torturaba mi cuerpo se detenía y la mano enguantada de látex limpiaba mi seno izquierdo con cuidado.
—Terminé –dijo el hombre mientras guardaba rápidamente sus cosas—. Por favor, lave bien la herida después que terminen o se infectara —dicho esto se levanto y se dirigió a la puerta.
—Cierra con seguro –dijo el castaño separándose de mí.
—Como ordene –dijo el hombre cerrando la puerta tras de si.
El hombre salió apoyándose en la puerta quitándose la máscara.
—Dios –murmuró, negando con la cabeza, notando al rubio que estaba apoyado contra la pared esperándolo. —No sigas los pasos del sádico que tienes como padre –le dijo serio.
—¿Tan terrible es? –pregunto el rubio comenzando a andar por los pasillos de la mansión seguido por el otro.
—Tanto que siento lastima por esa pobre mujer, ojalá y no se le ocurra escapar de nuevo o terminaré tatuándole los pies —dijo guardando silencio el resto del camino.
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—Es hermoso –dijo Javier contemplando el tatuaje –Español, Portugués, Ingles, Coreano, Italiano, Francés, Árabe, Japonés, así en cualquier país que pienses huir de mi, sabrán que eres mía y solo mía –Sonrió ampliamente.
—Estás loco –dije con la vista borrosa por mis lágrimas que aun no se secaban.
—Si lo estoy, por ti –admitió soltando las cadenas de mis pies, abriendo mis piernas –quiero que entiendas que me perteneces –se acuclillo besando las parte interior de mi muslo derecho.
Yo reprimí un gemido por la sorpresa.
—Basta, detente –le dije haciendo sonar las cadenas de mis manos, un frio comenzó a recorrer mi cuerpo, me maldecía a mi misma por sentir placer por sus caricias.
—olo déjate llevar por mi, nena —decía con la voz agitada, su boca llego a mi entrepierna—. Hueles magníficamente –dijo antes romper la tela de mi bluma y tomar mi sexo con su boca.
—¡Ah! –solté un gemido de placer por la sorpresa aprisionando su cabeza con mis piernas, entregándome al placer—. No —dije arqueando mi espalda, por la estocadas de placer que invadían mi cuerpo, y olvidándome del dolor punzante en mi pecho