Sinopsis
Seis delincuentes son enviados a la tierra para comprobar si era habitable, entre ellos se encuentra Maria Manuela Casique hija del concejal Gabriel Casique. Nunca ha cometido un crimen real, pero el color de su sangre la obliga a permanecer en prisión por el resto de su vida. Se le da una segunda oportunidad y después de diez años Maria Manuela Casique por fin verá la luz, pondrá los pies en la tierra y respirará aire nuevo pero no todo parece perfecto ahí abajo. De hecho, serán atacados por terrícolas y por suerte Maria Manuela podrá curar a alguno de sus amigos heridos habiendo estudiado medicina. Pero no todo es un infierno. Maria Manuela pronto conocerá a Bellamy Matínez; ¿Cuánto tardará en comprender lo que ella siente por él? ¿Será realmente lo correcto? Después de que ella se haya ido, secuestrada por los montañeses, ¿vendrá él a rescatarla?
Capítulo 1
Mi celda era pequeña pero bien decorada, no estaba en la cárcel por ningún delito y mi padre, Gabriel Casique, me conseguía todo lo que quería. Tenía libros de estudio y cuentos de hadas, carteles, cuadernos, bolígrafos, carboncillo, títeres y un pequeño estéreo con un CD juntos. Nunca nadie me había ocultado por qué estaba encerrada en una celda en comparación con las chicas normales que vivían tranquilamente en el arca. Maggie Allen era mi madre y antes de darme a luz fue envenenada con Autumn Colchino, así que cuando nací, ella murió por una pérdida de sangre excesiva. El veneno de la planta no había funcionado a la perfección pero tuvo que causarme la muerte antes de mi nacimiento, quizás porque plantar ese tipo de planta en el arca con el poco oxígeno que queda fue un error, pero las razones aún son inciertas y no lo sabemos. Ni siquiera sé quién lo intentó. Si estoy aquí es porque esa planta ha creado una misteriosa sangre púrpura en mí, el canciller Jaha tiene miedo de que pueda transmitir enfermedades e infectar a todos. Siempre pensé que era una tontería, mi padre venía a visitarme todos los días y, sin embargo, gozaba de excelente salud.
Acababa de levantarme de la cama y no sabía exactamente qué día era porque por tercera vez en ese mes había perdido la noción del tiempo. Por suerte tenía un reloj colgado en la pared y sabía que era AM. Extraño, pensé, mi padre siempre me despertaba a las . No presté atención a este detalle y decidí esperarlo mientras leía el libro que me había regalado hace unos días, hablaba de cómo sobrevivir en la tierra y me pareció muy interesante. Siempre tuve esta costumbre de adorar el estudio, sabía cómo curarme de heridas, enfermedades o cómo reconocer una enfermedad, conocía las plantas y para qué servían, sabía encender un fuego, despellejar un pez o cualquier animal. Eran todas las cosas que mi padre me decía que estudiara y lo hacía con gusto.
Había pasado un tiempo desde que me desperté y mi padre finalmente entró en la habitación. Le sonreí y me levanté para abrazarlo, nos amábamos. -¡Llegaste tarde esta mañana! ¿Paso algo? Tienes la cara pálida, ¿estás bien?- Pregunté tocándole la frente para comprobar que no tenía fiebre.
-Estoy bien, no tienes que preocuparte.- Dijo y se tomó una larga pausa antes de continuar hablando. -Cariño, ahora estos guardias te darán un brazalete, es muy importante para mí, ¿de acuerdo?- Preguntó y yo asentí un poco preocupado. Un guardia entró en mi celda, tomó mi brazo derecho y tiró de la manga de mi camisa burdeos para revelar mi muñeca. La pulsera parecía de metal y era enorme, por suerte se ajustaba perfectamente a mi muñeca. Sentí como un shock que penetró todo mi cuerpo. -Prométemelo Maria Manuela..- empezó a decir mi padre tomando mis manos y acariciándolas suavemente. -...que lo guardarás. No te lo quites por ningún motivo.- Dijo con cara de preocupación.
-No pasa nada papá, te lo prometo.- dije asumiendo una cara más preocupada que la suya. Me preguntaba por qué era tan importante para mí guardarlo, todos los brazaletes y collares que me dio nunca me los quité y él lo sabía bien.
Esa promesa me causó mucha preocupación y todo se confirmó cuando el guardia que previamente me había puesto el brazalete me agarró con fuerza del brazo arrastrándome fuera de la celda. Me volteé hacia mi padre y: -No tienes que preocuparte Maria Manuela está todo bajo control, te llevarán a un lugar más seguro y vendré a ti tan pronto como pueda.- Estas fueron las únicas palabras que dijo antes. desapareciendo de mi vista. Miré a mi alrededor y todos los prisioneros habían sido llevados para ser llevados quién sabe a dónde, había quienes estaban tratando de escapar como cierta chica rubia en el lado opuesto de donde yo estaba que acababa de desmayarse.
-¿Adónde nos llevas?- le pregunté al guardia que me sujetaba. No respondió y evitó mi mirada. Estuve en silencio todo el camino porque sabía que quejarse o gritar no tendría sentido.
Me puse en la fila como me habían ordenado y poco a poco la fila se fue haciendo más y más adelante, seguí mirando a mi alrededor con curiosidad y cuando vi a mi padre junto a la niña que antes se había desmayado, y que ahora yacía en una cama de transporte, el yo sonreí. Se acercó a mí y me apartó de la fila sin escuchar a los guardias. -Papá que pasa?- le pregunte mientras nuestras manos se entrelazaban.
-Te trasladamos, haz lo que te digan y cuando estés allí te explicarán todo.- Explicó rápidamente y acariciando mi mejilla. -Estarás bien.- Dijo antes de abrazarme.
-¿Y tú papá, estarás bien?- le pregunté al notar sus ojos brillantes, sabía cuando una persona estaba enferma y no podía ocultármelo. Él asintió, pero las lágrimas rodaron por su rostro y las sequé de inmediato. -Papá no me lo parece, estás llorando... no nos encontraremos muy pronto ¿verdad?-
-Mi niño..- dijo en un signiozzo. -Haré todo lo posible para volver contigo.- Dijo soltando otra lágrima. De repente un guardia me agarró del brazo empujándome hacia mi nuevo destino el cual a juzgar por la reacción de mi padre no fue nada bueno. - ¡Te lo prometo Maria Manuela! ¡Yo te recogeré! ¡Haz todo lo que te enseñé!- Me seguía gritando mientras ahora ya no podía verlo.
Me volví hacia el guardia y noté que estábamos pasando a todos. El guardia parecía ser más joven que los que nos vigilaban y parecía tener prisa. -Los estamos pasando.- le dije al guardia. Se volvió hacia mí y susurró:
-Trata de no hablar. ¡Vamos, entra!- Entonces me dijo gritando y haciéndome entrar a un cuarto oscuro donde había una pequeña escalera roja. -Sube.- Hice lo que me pidió y cuando llegué a la cima miré a mi alrededor. Muchos de los presos ya estaban allí, sentados y atados con cinturones de seguridad. Me senté lo más lejos posible de los demás donde solo podía tener una persona a mi lado y ese era el mismo guardia que me había dejado subir.
"¡No deberías estar aquí!", exclamé mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. -Pensé que solo los presos podían venir aquí.-
-Y pensé que ya te había dicho que te callaras.- Dijo en tono amenazador. Lo miré de cerca notando sus facciones, su mirada y su pulcro cabello rizado que le caía sobre la frente. Era realmente encantador, pero para alguien que nunca ha visto a un chico de cerca, era normal pensar así.
Cuando todos subieron hubo como una gran sacudida y en un segundo mi estómago se sintió vacío, me preguntaba a dónde nos enviarían y en ese momento se encendió una gran televisión que mostraba un video del canciller Jaha. -Prisioneros del arca, escuchen, se les ha dado una segunda oportunidad..- comenzó a decir y la continuación del discurso hizo que mis ojos se abrieran de par en par. Íbamos a la tierra para saber si era habitable, en pocas palabras, nos mandaban a morir. Jadeé porque nunca imaginé que mi padre podría hacerme esto, ciertamente estaba feliz de ir a la tierra pero ¿sobreviviríamos alguna vez? Ahora entiendo por qué mi padre siempre me hizo estudiar esas cosas, lo sabía desde hace mucho tiempo y nunca me dijo nada. También entiendo por qué no quería que me quitara ese brazalete de metal, era para asegurarse de que estaba bien y con vida.
Desafortunadamente, el video del Canciller Jaha fue cortado y entré en pánico, necesitábamos su explicación antes de bajar a la tierra porque simplemente no sé qué hacer. Había estudiado durante años para este momento pero estudiar es totalmente diferente a practicar ¿y si fallas? ¿Qué pasa si fallas en algo? ¿Y si no vuelvo a ver a mi padre?
Apreté mi cinturón de seguridad lo más fuerte que pude e ignoré a las personas que lo habían desabrochado, cerré los ojos y traté de no pensar en lo peor. Unos segundos después, como si el viaje hubiera durado unos segundos, la nave espacial se estrelló contra el suelo y las personas que habían estado flotando hasta hace poco yacían en el suelo. La misma rubia que había visto desmayarse se levantó rápidamente para asegurarse de que estaban vivos. Aparentemente dos estaban muertos y uno sobrevivió, respiré hondo y también me desabroché el cinturón. Me puse de pie y casi perdí el equilibrio, fui hacia la rubia y me senté junto a ella donde estaba uno de los muertos. -¿Estás bien?- le pregunté refiriéndose a la única sobreviviente y ella asintió. -Oh, mejor me presento, Maria Manuela Casique.- dije amablemente y la chica se quedó estupefacta.