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sex 4

— ¿Por qué no fuiste a su habitación Suss, si te dió la tarjeta? — preguntaba Lindsey que se había metido a mi cama.

Ya era tarde y las otras dormían pero yo aún pensaba en el tremendo orgasmo que pude ver en vivo y en directo y en lo extraño de la sensación de ver algo así, de manera presencial.

Una película porno pone cosas así y mucho más, pero no es igual. La peli es eso, una peli. Pero estar en directo, delante de dos personas haciendo cosas sexuales es más bien morbo que otra cosa y no acababa de entender como podía haber disfrutado tanto de aquello, completamente nuevo para mí.

Sí estaba en una isla para follar, y sí estaba allí para dejarme llevar y ese mismo hombre me había provocado un orgasmo increíble; pero había una diferencia y era, justo que no es lo mismo sentir en privado que dejarme llevar en público y solo viendo, sin que nadie me tocara... Es que no acababa de créemelo.

— Estoy aquí Lindsey por mi despedida y eso es todo — me acomodé las almohadas y ella tomó una para acostarse en dirección contraria a mí — hay programas de sexo en la isla pero si voy a pasar la noche con este tío, así porque sí, estoy traicionando a Calum. No he venido aquí a encoñarme con un tío, quizás no lo entiendas pero hay una diferencia entre seguir el programa y desear al hombre como tal.

— Entiendo — dijo ella que no acababa de acomodarse en la cama — pero si has venido aquí, es un poco a probar con otra persona.

— Nena yo no estoy probando nada — me senté para hablarle más cerca a ver si me llegaba a entender — solamente estoy disfrutando un servicio que ofrece el sitio en el que mi propio novio estuvo de acuerdo cómo despedida de nuestra vida de solteros. Pero ni todos los orgasmos de Sexland juntos pueden compararse a lo que siento cuando me toma Callum — necesitaba que quedara claro pues igual los demás pensaban que éramos unos salidos que no se amaban y no era así.

— ! Ahhhh! — gritó ella incorporándose y revisando su almohada — tía te juro que la almohada me ha hablado.

— Ya esto sí es lo que te faltaba — le dije riéndome y acostándome nuevamente, aguantando mi barriga de la risa — que oigas voces en tu cabeza.¿Cómo te va a hablar la almohada?

— Te lo juro que me ha dicho algo. Ha gemido en mi oído — ella estaba seria y yo cada vez me reía más fuerte.

— Sí claro, a ver si te va a masturbar la almohada — ironicé — venga Lindsey deja la bobería y vete a tu cama que quiero dormir.

— Te lo juro Suss, espero que las mías también lo hagan porque hoy no duermo hasta que no me gima mi almohada — se levantó molesta pero intrigada mirando mi cara de incredulidad y salió de allí, tirando la puerta.

Me giré a reírme y no pude dejar de toquetear la almohada para ver qué sucedía y efectivamente... En algún giró la sentí gemir y la solté asustada.

— ¡Vamos no me jodas! — comenté en voz alta para mí misma y la tomé nuevamente para revisarla mejor.

Y así era. Había una manera específica de colocarla que hacía que gemiera como simulando el climax. Era increíble y verdaderamente gracioso.

Mi noche acabó más que risueña por el artefacto curioso en el que reposaba mi cabeza y que solo esperaba que en plena madrugada no se pusiera a gemir y me despertara asustada y morbosa.

¡Menuda isla habíamos escogido!

Desperté en la mañana analizando nuevamente la diferencia entre lo que es el sexo con mi novio y lo que sería follar aquí con un monitor que sabe mucho de posturas y sensaciones pero que no trasmite pasión y amor... Es contradictorio pero real.

Mi chico solo con una mirada me ama, ni siquiera necesita tocarme y aquí, era puro deseo carnal. Algo morboso y sexual por el simple hecho de explotar y de explotar también la oportunidad de conocer más técnicas sexuales que aplicaría al amor que le tengo a Callum y lo que hacemos juntos en nuestra cama.

Desayunando estábamos todas cuando mi herman recibe una llamada en el móvil y se levanta rauda a contestar.

— Se está follando a Darius — comenta Lindsey tan directa como suele ser ella.

— ¿Por qué dices eso ? — acota Rommy mojando su tostada en jalea de frutas del bosque — a lo mejor es un tío más o un amigo, no tiene porqué ser Darius. Si no se soportan.

Yo solo prestaba atención al flujo de información que recibía pies jamás había pensado que mi hermanita de solo veinte años pudiera tener lo que sea que pudiera ser, con el cabronazo súper mega experto en follando por una noche de mi cuñado.

— Es muy mayor para ella Linds — dije bebiendo mi café con calma.

— Oye a la otra — protestó resoplando y yo miré como mi hermana parecía discutir con alguien en el móvil — que te digo yo que esos tienen algo. Ya lo verás. Ambas lo verán — concluyó señalandonos con el tenedor con el que pinchaba la piña.

Al final mi hermana dijo que hablaba con una amiga de la universidad y que no tenía idea de porque podían pensar que ella tuviera algo con Darius cuando él no tenía nada, nunca, con nadie.

Aquella primera tarde en Sexland, me tocaba experimentar en el jacuzzi del placer.

Todo allí era alternativo pero se suponía que si había venido hasta aquí, era justamente para probar las cosas. ¿Que sentido podía tener el no hacer nada?

Habíamos quedado en no llamarnos durante esta semana Callum y yo.

La idea era sobre todo, saber que sentíamos siendo solteros nuevamente y si de verdad nos hacíamos tanta falta independientemente del sexo, que era genial pero queríamos probar como sería hacerlo con otros. Aquello era como una última prueba antes de dar el gran paso.

Lindsey por su puesto había ido a usar su jacuzzi del placer pero Rommy había preferido leer en la playa nudista y mi hermana milagrosamente, había decidido quedarse a descansar. Estaba un poco rara desde aquella llamada.

Total, que estaba ahora entrando justamente al spa, en busca de mi jacuzzi.

Me dieron toallas, condones y chancletas en la recepción y me invitaron a dejar mi ropa en las taquillas pues el servicio se ofrecía completamente desnudos... Como todo aquí.

Abrí la puerta de cristal con cuidado e inmediatamente qyew giré a cerrarla, pude ver como el vidrio se polarizaba por control remoto pude comprobar.

— Hola guapa — la voz del sexy monitor ya me calentaba el cuerpo.

— Hola — dije tímida, pero cuando lo ví, en medio de las burbujas y con los brazos abiertos hacia cada lado de su cuerpo sobre el borde del jacuzzi, mordiendo sus labios y con una sonrisa de medio lado, se me pasó la vergüenza... La poca que tenía.

Me hizo sentir tan deseada que me quité la toalla y lentamente dejé que bajara ppri cuerpo hasta amontonarse en el suelo.

— Eres exquisita — dijo el, haciéndome sentir una puta diosa.

Caminé sensualmente hasta donde él estaba y me metí, suavemente en el agua, dejando que me ayudara con una de sus manos.

— Está caliente — comenté sintiendo la temperatura del agua tocando mi piel — estamos calientes — dijo él, tirando de mí mano y acercándome a su cuerpo.

Quedé justo a su lado y bajo su brazo extendido.

Me sonreí coqueta y el se giró un poco hacia mí, sin estar demasiado cerca pero se le veía muy guapo.

— Hoy vamos a mostrarte otro de mia orgasmos favoritos — habló cerca de mi oído y buscó con la vista una copa de fresas y nata que había detrás — abre la boca y las piernas — susurró con voz ronca y ofreciendome la fruta, poniéndola delante de mis labios — chupala y piensa que soy yo quién te chupa entre tus pliegues — joderrrr, que caliente era y que mojada estaba y no era por el jacuzzi. Chupé la fresa y el sonido que hice le causó risa.

Trajo su lengua hasta mi boca y terminó de chupar la fruta conmigo y luego siguió besándome acaloradamente.

No me tocaba. Una de sus manos estaba sobre el borde y la otra dentro del agua, creo que en su miembro.

— Cuando folles en un jacuzzi — ahí si sentí su mano bajando por mi espalda e inclinándome hacia adelante — busca siempre la posición de los chorros para que sea doble tu placer.

Me dejé llevar por él y me colocó entre sus piernas, justo donde dos chorritos peleaban con mía pezones.

Fue tanto el placer, que dejé caer mi cabeza hacia atrás y la recosté en su hombro abriendo la boca para gemir sonora mente.

— Tengo preservativo,no te preocupes — dijo al tiempo que me levantaba por la parte trasera de mis muslos y me colocaba el glande de su miembro en mi entrada.

El agua le facilitaba mi peso, peroe enloquecía. Sabía dónde estaba cada chorro y por eso no se movía de su posición.

Allí mismo, abierta de piernas por él, había otra chorro que daba en mi puente, justo encima de mi clítoris y que me hizo temblar las piernas.

— ¡ Ohh por el amor de dios! — salté en sus manos cuando me llegó directo al botón pues él me movía como buscando los chorros y ya me había olvidado de los pezones hasta que los volvió a ubicar en posición — esto es una tortura.

— Tranquila que haré que aguantes — solo dijo aquello como preludio de lo que hizo luego.

Me clavó sin piedad hasta el fondo de su miembro y con sus manos que aún sostenían mis muslos abiertos comenzó a penetrarme sin tregua.

— Aguántate de mi nuca — gruñó en mi oído y eché las manos hacia atrás obedeciendo y sintiendo coe taladraba por dentro una y otra vez.

El jadeaba y me chupaba el cuello, mientras soportaba todo mi peso y eso le daba libertad de movimientos para guiarme por los chorros de agua que no dejaban de torturarme.

Se hundía en mí rápido y certero. Gruñía. Yo gritaba. Me mordía los labios y el el cuello.

Cada vez que llevaba al fondo de mí, lo hacía en una posición exacta para que los chorros me impactaran contra el clítoris y me hicieran gritar.

Subía y bajaba, subía y bajaba. Gritaba. Era de locos.

Solo tenía agarre por su cuello pero todos los movimientos los hacía él, que manejaba mi cuerpo de una manera impresionante.

Podía sentir sus muslos impactando mis nalgas, cada vez que cogía más impulso para empujar dentro de mí y sinceramente no entendía como no se resbalaba dentro del agua.

Eran mis pechos, mis labios vaginales, mis gritos, mis lamentos porque hasta me lamentaba y pedía más a gritos, todo lo que conformaba aquel acto desenfrenado y sexual que compartíamos.

No sé cuánto tiempo pasó pero en algún momento grité que no podía más y el se detuvo. Me inclinó un poco hacia un lado y justo en mi periné, me llegó un chorro tan fuerte que no duré ni treinta segundos más y me corrí, mordiendo mis labios y sintiéndolo explotar dentro del preservativo que esperaba no hubiese roto porque la manera en la que me folló, había sido brutal.

Cuando pude recuperar el aliento y controlar los temblores en mis piernas, salí del jacuzzi.

Tal y como había pensado desde anoche, follar era una cosa y compartir momentos era otra.

Una vez acabado el polvo, este tío no era más que un extraño que no me representaba más que sexo duro y novedoso.

Supongo que para él fuera lo mismo pues cuando se levantó, se cubrió su miembro con la mano como si le molestara que lo viera incluso después de haberlo sacado de dentro de mí.

Y justo ahí me dí cuenta, que tenía un cinturón que lo mantenía firme en el sitio dentro del agua y por eso no se resbalaba cuandoe follaba de aquella manera tan bestial.

Me envolví en la toalla y cuandoe estaba poniendo las chancletas para largarme, se me acercó justo después de poner a vaciar el jacuzzi y me dijo, volviendo a calentarme...

— Nos vemos mañana en la estrella del deseo.

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