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prólogo

En la cena de ensayo de mi boda...

Mientras toda la familia cenaba emocionada por el próximo enlace, proximísimo en realidad, en menos de veinticuatro horas debo decir, yo solo podía mirar al hombre en la esquina de la mesa, sentado bebiendo agua y hablando con mi futuro suegro.

El maldito destino se reía de mí. ¡Vamos!... que más bien se descojonaba de mí.

Ese tío que ahora yo miraba asustada y que me ignoraba completamente, era el mismo tío al que me había estado follando, en todas las posiciones habidas y por haber, sin contar todas las que ni siquiera podía recordar, la pasada semana en una maldita isla de sexo. Un glorioso parque temático que parecía más bien, un culto al sexo.

Sin embargo, ahora aquel hombre de ojos verdes, en esta ocasión con barba y pelo ahora corto aunque seguía siendo negro, me ignoraba.

Pero lo que yo no podía ignorar era, que aquel tío que tantos orgasmos me provocó, llevaba un pantalón clásico y una camisa gris con un alza cuellos blancos, que solo podía indicar, lo que evidentemente él era... El cura que oficiaría mi boda.

— ¿Te pasa algo cariño? — preguntaba mi futuro marido con la voz dulce que lo carcaterizaba, mientras acariciaba mi muslo desnudo por el modelo de mi ceñido vestido rojo.

— Nada tesoro — respondí con disimulo y una sonrisa, viendo como el cura al que me había tirado durante la pasada semana se escabullía hacia los baños — solo tengo calor, voy un momento al baño.

Y así de veloz,e fuí detrás de aquel sexy sacerdote, que muchas explicaciones me tendría que dar. Sobre todo quería saber...

¿Cuál de los dos se debería confesar antes de la boda?

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