final
La experiencia había llegado a su final.
Estábamos todas a bordo del jet que nos llevaba de vuelta a casa... Por supuesto el de la familia de Calum.
Él a pesar de que no había querido que nos viéramos hasta la fiesta de ensayo que sería esta misma noche, me había pasado un mensaje tan lindo como solo él solía ser, haciéndome saber que estaba desesperado por verme y que se había ido un día antes de la despedida.
Yo sin embargo había culminado mis días en Sexland. ¿Estaba mal eso?... Yo creo que no. Esperaba que no.
— No le des más vueltas Suss — decía Rommy bebiendo un jugo de lo que nos habían ofrecido las azafatas.
— Es que no quisiera que esté molesto conmigo por haberme quedado — respondí con pesar.
Pues me equivocaba. Todo el maldito viaje sufriendo por lo que podía ser y nunca fue.
Nada más aterrizar, cuando abrieron la puerta de salida, me asomé a la escalerilla del avión y lo ví, en la pista, esperando por mí.
Cómo la loca enamorada que era bajé corriendo y me lancé a sus brazos desde el último escalón y me atrapó dando vueltas conmigo en círculos y besando mi pelo mientras yo me enganchaba a su cintura.
‹‹ Te quiero, te quiero, te quiero nena... Te quiero muchísimo ››
Esas palabras me robaban el aliento y me sacaban lagrimillas de alegría que marcaban un antes y un después en nuestra relación.
Aquella aventura por Sexland, había sido maravillosa pero sobre todo, por la certeza que me dió, de lo mucho que amaba a mi chico, por la diferencia abismal que suponía el sexo sin amor y el sexo con Calum.... Era como otra dimensión del sexo.
Pasamos la tarde juntos. Amándonos cómo solo podíamos hacerlo estando juntos. Todas las veces que me repitió que quería que nos reencontraramos en la cena de ensayo, se fueron al traste por las intensas despedidas que habíamos tenido.
Nunca le conté los detalles y tampoco quise saber los suyos. Volvíamos a ser Calum y Ssusy. No hacía falta nada más.
Sin embargo, en la maldita cena de ensayo, me encuentro con el objeto de todos mis orgasmos en Sexland y eso, como si fuera poco, venía acompañado de un plus que no esperaba... Mi monitor de sexo, parecía ser el cura de mi boda.
No me atreví a confesar a mi novio, quien demonios era el bendito cura y cuando lo ví ir hasta los baños, salí casi corriendo detrás de él.
Empujé la puerta del baño de caballeros y sin pena alguna ni medir consecuencias, me colé tras él y se giró asustado cuando me vió allí dentro.
— Hija,¿ que haces en el baño de hombres? — el cura parecía asustado y trataba de guardar su miembro en los pantalones, pues lo había pillado orinando.
— No seas descarado y no me llames hija como si fuera una simple chica a la que vas a confesar maldito mentiroso — puse seguro y caminé hasta él con las manos en mi cintura.
— ¿Pero que es lo que sucede? — preguntó confundido y, o era un excelente actor o no me reconocía.
— ¡Cómo puedes ser tan cínico! — afirmé ironizando con mi voz y haciendo gestos de incredulidad mientras daba pequeñas vueltas por el pequeño habitáculo — me has follado una maldita semana entera y ahora resulta... ¡Que eres un jodido cura!
— Mejor hablemos fuera, no quiero que alguien piense lo que no es hija, puedo explicarlo — trataba de indicarme con ademanes que saliera, pero yo lo ignoraba — creo saber lo que está pasando aquí.
— Pues creo que lo que está pasando está bastante claro, cabrón de mierda.... Es que, ¿ Cómo te atreves a oficiar mi boda después de todo lo que me has hecho?
Ignorando mis palabras. Él abrió la puerta, miró hacia los lados y justo cuando íbamos a salir de allí, mi novio apareció.
— ¿Que mierdas son las que están pasando aquí?
En ese justo momento me quedé en blanco.
No sabía que decir y tampoco como explicar aquella locura que me tragaba justamente, por dejarme arrastrar a aquella isla del sexo a la que nunca debí haber ido.
Todo lo que sucedió después fue más surreal que los anteriores acontecimientos.
El padre Alejandro, pues así se llamaba el cura, le confesó a mi novio lo que por fin le dió paz a mi corazón que sentía que ya me había condenado al infierno por pecadora y por impía.
Aquel sacerdote que en principio oficiaría mi boda, tenía un hermano gemelo que había seguido un camino muy contrario al suyo.
Según nos confesó el cura que mi prometido estuvo a punto de golpear, su hermano Alex, era un monitor de sexo que trabajaba en una isla peculiar de la cuál su esposa era dueña y había obtenido mi información personal antes de mi llegada a la isla, sabiendo así, que su cuñado sería el cura de mi boda.
Quería ir hasta Sexland y matar a esa mujer por revelar a su marido, con el que me acosté bastantes veces mi nombre y el de mi novio, pero por alguna extraña razón, asumí que tal vez había estado celosa de mí y por eso nunca me dijo, que un gemelo de su marido volvería a mi vida a amenazar mi matrimonio.
Calum se tranquilizó antes que yo, porque era un ángel bajado del cielo, pero yo por mi parte solo podía pensar, en que si el padre Alejandro no se hubiese dado cuenta de lo que pasaba. Mi prometido y yo, habríamos tenido muchos problemas por todo lo acontecido y hubiese sido un arma de doble filo, el decirle o no, lo que pasaba aquí y lo que había pasado antes.
Después de haber solucionado aquella penosa situación, Calum y yo llegamos a la conclusión que el que juega con fuego casi siempre termina quemándose, por lo que nunca más en el resto de nuestras vidas, nos permitiriamos escapes así a ninguno de los dos.
La boda fue tan perfecta como la había soñado y me sentí tan plena cuando me puso mi sortija de matrimonio, que ni todos los orgasmos juntos de Sexland, podían competir con aquella sensación.
Por supuesto, el cura envío a otro sacerdote a llevar a cabo la ceremonia a petición de Calum y mía, porque no me apetecía que me casara el hombre con el mismo rostro del otro que me folló una semana entera solo dos días atrás.
Y así, acabé casada, enamorada y muy feliz de tener la vida que había soñado junto al hombre que superaba las expectativas de cualquier cosa que pude haber pedido jamás.
Sin embargo, no dejaba de recomendar a quien pudiera encontrar la isla... Que se pasará por Sexland a disfrutar de los pecados de la carne.
Fin...