William
—Ella es hermosa…—Dijo Camelia, mirando por el vidrio templado de una habitación lateral del salón donde se estaba juntando el equipo directorio y del bufet. Miré sobre ella y la vi… Julliete, mi hermosa Julliete, tan fuerte, audaz y mordaz, la mujer con quien deseaba pasar cada uno de mis días, pero al contrario, estaba a punto de anunciar aquello con otra mujer y eliminar cualquier posibilidad que pudiera existir entre nosotros. El peso de mi causa nunca se sintió tan agobiante, me giré hacia un espejo para arreglar mi corbata.— ¿Podrás hacerlo?
—Yo siempre cumplo mi palabra, Camelia.— le recordé con un tono tranquilo y hastiado, Nuestro compromiso y matrimonio, una vil mentira para que cada uno pudiera obtener mutuos beneficios. Su padre quería casarla con un negocio emergente, yo quería acceso a sus activos para poder hundirlo, tan profundamente que el Nombre West no significara más que vergüenza y ruina, claro que esa parte del trato, mi nueva socia no tenía porque conocerlo.
—Pase.— Dijo Camelia cuando un par de golpes en la puerta me hicieron girar del vidrio donde la imagen de julliete riendo en conjunto a una de las contables, era una visión hermosa que deseaba mantener en mi retina el mayor tiempo posible.
—¿Me llamaste?— Rogers entro en la habitación, mirando con una expresión algo desconcertada cuando Camelia puso sus manos en mi corbata para ajustarla, me obligue a relajar la mandíbula al sentir sus manos sobre mí, no eran las manos que deseaba que me sujetaran, aun así era necesario.
—Si— dije y una vez que ella terminó, nos giramos hacia mi mejor amigo y puse suavemente la mano en la espalda baja de ella.— Ya se conocen, la verdad es que Camelia es la mujer con la que he estado saliendo.
—No me digas… — sarcasmo en la voz de mi mejor amigo, él sabía de mi relación paralela con Julliete, Camelia también lo sabía.
—Sí, y ahora, daré a conocer nuestro compromiso.— mis palabras tajantes, un poco más de lo que esperaba y su mirada se endureció, podía ver qué sopesaba cuidadosamente sus palabras, Estaba seguro de que si hubiéramos estado solos me habría golpeado, y yo, no se lo hubiera impedido, si Julliete sentía algo por mí, estaba a punto de romperle el corazón. Sin decir, una sola palabra se dio media vuelta y se largó. Rogers… nuestro fiel amigo, siempre había sido sincero, si no podía mentir, entonces daría media vuelta y se largaría.
—Eso, salió… bien.— dijo Camelia en un intento de relajar el ambiente, por supuesto aquello era imposible, sin poder seguir en aquella habitación comencé a caminar fuera, mi nueva prometida me siguió a paso tranquilo y en silencio, justo al entrar al salón, nos encontramos con su maldito padre, le di un apretón de manos y recibí su abrazo, nunca dejaba de ser igual de difícil, las ganas de golpearlo superaban cualquier otro impulso que hubiera tenido nunca, pero si debía ser el yerno perfecto, podía serlo el tiempo que fuese necesario con tal de verlo destruido al final.
Unos minutos más tarde solté toda la información, pero mis ojos clavados en ella, Julliete, los suyos fijos en mis míos, como deseaba poder decirle todo, o que por lo menos, tuviera el poder de ver a través de mis ojos, ver cuánto me estaba costando todo aquello, lo mucho que la necesitaba, lo mucho que me haría falta si me dejaba.
Cuando se acercó con Rogers y nuestras mejillas se tocaron, pude sentirlo, el frío, se había refugiado en su hermética armadura, la había visto hacerlo un millón de veces desde que nos conocíamos, una sonrisa radiante como si nada hubiera sucedido, pero ni siquiera me miró una sola vez. Por el contrario, se dio media vuelta y se retiró luego junto a Rogers… La perdía… Se me escapaba entre los dedos y no veía forma de poder retenerla, dejarla a mi lado, casi me hizo temblar la necesidad de ir hacia ella, la mirada de Camelia fue una sutil advertencia… ¡Y una mierda!, me alejé de ella con cuidado, aludiendo ir por un trago, pero cuando estuve fuera de su alcancé Julliete había desaparecido de la fiesta. El resto del tiempo que siguió, la llamé una y otra vez de forma cuidadosa y cada vez que podía le dejaba un mensaje, pero por supuesto, no obtuve respuesta alguna, solo el frío silencio desde la otra línea. Aquella mujer que se había fundido entre mis brazos solo cuatro días atrás, se había desvanecido en el rencor de mi declaración de matrimonio con otra mujer, ¿Y como podía culparla? ….
Dos horas y media después, escuche a unas colaboradoras hablar de que habían visto a Julliete entrando al bar “Knight”, Me disculpé abiertamente señalando una urgencia en la oficina y me disparé, casi corrí las tres cuadras de diferencia hasta el bar. Cuando atravesé las puertas del bar, la busqué por el enorme sitio, finalmente vi su larga melena castaña, lisa y perfecta en una pulcra coleta, a su lado un hombre que no reconocí, pero si pude entender su mirada interesada en la mujer a su lado. Cuando le había preguntado a Rogers por ella me había dicho que se había ido con su prima, normalmente no habría dudado de su palabra, pero sabía que él estaba enojado por mi compromiso y que estaba tratando de proteger de Julliete. Caminé rápidamente hacia ellos.
—¡Jull!— La llamé incapaz de soportar su atención en alguien más— me preocupaste, te marchaste sin decir nada…— dije y deliberadamente me puse entre ella y el sujeto con el que hablaba— Martina compartió una foto en Alaska en Instagram, dudo que haya volado hasta aquí en solo cuestión de minutos. — la miré unos segundos.—¿Por qué mentiste?
—¿Cómo sabías que estaba aquí?— preguntó, su tono tan duro que apreté la mandíbula en un intento de controlar el impulso de besarla.
—Rosse Jones te vio entrar al bar cuando fue a comprar cigarrillos— contestó y luego se escuchó en mi espalda al sujeto aclarándose la garganta, me obligué a retroceder para que hablase.
—Nuestra habitación está reservada, cariño.— lo iba a matar.— nuestra noche recién empieza.— señaló y pago la cuenta— para lo mío y lo suyo. — le ordenó al chico y este asintió.
—¿Y tú eres…? —mi tono claramente cabreado, no, buscando en mi voluntad para no partirle la cara.
—Soy el suertudo que pasará la noche con la dama— dijo y sentía frenética necesidad de agarrar la mano de Julliete y sacarla de ahí .— ¿Nos vamos? — para mi horror la vi tomar su mano y bajar del taburete, puso su mano en la espalda baja de ella y está se lo permitió, con familiaridad, ¿Se conocían de antes?, ¿Quién demonios era?
Ella se volteó hacia mí, solo tenía un poco de esperanza.
—Mañana, no me esperes en la reunión de las 9 am, no llegaré hasta pasado el mediodía. — apreté la mandíbula, la perdía…
—Es la reunión de directiva. — escupí cada palabra con obviedad.— Todos deben estar presentes para tomar una decisión.
—Le cederé mi voto a Rogers, él conoce mi posición, lo enviaré por escrito. Buenas noches, Will, saludos a Camelia.—dijo, ya no tenía derecho, lo sabía, lo tenía claro desde antes de entrar al salón, pero no pude evitar tratar de retenerla, solo un poco más— Suéltame William.
—Por favor…— Pedí, un ruego silencioso, no sabía qué decirle o cuánto confesarle, pero tenía que hacer algo, ¡lo que fuera!. Ella me interrumpió
—Tienes prometida. No me volverás a tocar. Ni ahora. Ni nunca.— Dijo. Palabras tajantes, hechos irrefutables que me dejaron en claro que había perdido todo tipo de derecho sobre ella, si es que alguna vez tuve alguno.
La vi marcharse hacia la zona hotelera con la mano de él en su espalda baja, me iba a volver loco, salí del bar y me quedé afuera esperando, con la vaga y mínima esperanza que ella saliera, que no pasara la noche en los brazos de alguien más, pero cuando ya había pasado una segunda hora, me estaba paseando de un lado a otro por la calle, a punto de perder la poca cordura que me quedaba, Entendí que tenía que largarme, si no lo hacía, me metería al hotel a buscarla, aunque tuviera que ir habitación por habitación hasta sacarla. Así que me largué. Caminé a la calle principal y tome un taxi, con la rabia palpable entre mis manos, nunca había planeado enamorarme de Julliete, me mantuve alejado de ella, a propósito, muchos años, porque era consciente que si me dejaba llevar por esta necesidad, por su enorme sonrisa, su fuego y su férrea voluntad… Me perdería entre sus brazos para siempre, pero cuando el dolor por tenerla se hizo insoportable, cooperé con una relación solo sexual… ¡Una mierda!… nunca había sido solo sexual, ella lo sabía, yo lo sabía, Me había engañado a mí mismo por demasiado tiempo con la mínima esperanza de no desviarme de mis planes, pero como imbécil no me di cuenta de que, al segundo que ella me había sonreído la primera vez, ya me había perdido completamente en ella.