Julliette- Fetichista
Soy el suertudo que pasará la noche con la dama— dijo en suma tranquilidad y tuve que contener la risa ante la respuesta ingeniosa, el presunto caballero estaba ahí por negocios, no iba a revelar su identidad al CEO de una importante firma de abogados, por otro lado, nunca había visto tan tensa la mandíbula de William.— ¿Nos vamos? — preguntó ofreciéndome la mano como el caballero que era, para bajar del taburete. El hombre que había amado por tanto tiempo me miró expectante, sabía lo que esperaba de mí, lo que siempre había obtenido, lo que jamás le había negado. Prioridad y completa disposición, pero aquella noche, mi orgullo estaba herido, me sangraba el alma y estaba furiosa conmigo misma. Aunque William cancelara su maldito compromiso, jamás podría volver a renunciar a mí misma por él, su traición había sido una puñalada a mi lealtad, nuestra amistad y el incondicional amor que había forjado para él por más de diez años.
Tome la mano de aquel nuevo desconocido y bajé del taburete, dejé que posara la mano en mi espalda baja y me detuve justo cuando pasamos junto a Will. Vi la ilusión en sus ojos, la seguridad y me pregunté, si así de idiota solía verme yo.
—Mañana, no me esperes en la reunión de las 9 am, no llegaré hasta pasado el mediodía. — apretó la mandíbula hasta que escuché sus dientes tronar... Vaya...y el rencor caló sus bellos ojos azules, sus rubias hebras cayeron sobre sus ojos.
—Es la reunión de directiva. — escupió cada palabra con un tono de obviedad.— Todos deben estar presentes para tomar una decisión.
—Le cederé mi voto a Rogers, él conoce mi posición, lo enviaré por escrito. Buenas noches, Will, saludos a Camelia.—dije finalmente. Me di media vuelta, pero su mano tomó mi muñeca. Le fulminé con la mirada, su tacto caliente, duro, dolía en la necesidad de más. — Suéltame William. —exigí.
—Por favor…— pidió, hace años no me pedía algo, "por favor", su mirada encontró la mía suplicante, un ruego silencioso, me di cuenta en ese minuto, que en cualquier otras circunstancias habría hecho lo que fuera por esa mirada y ese ruego. Ahora, en cambio, la rabia y el dolor creaban un caparazón perfecto ante sus bellos encantos.
—Tienes prometida. No me volverás a tocar. Ni ahora. Ni nunca.— dije de forma tajante, dura, aunque el nudo en la garganta tenía púas que dolían. Solté mi muñeca de un jalón y nunca había visto tal dolor en los ojos de William, una lástima, estaba tan furiosa que no lograba conmoverme. Continué caminando en silencio junto a mi desconocido, fuimos hasta el ascensor del hotel a la salida del bar.
—¿Realmente reservaste una habitación? —pregunté cuando las puertas se cerraron, él no retiró su mano y yo tampoco me aparté.
—Soy muchas cosas, señorita Julliete, pero un mentiroso no.— dijo con tranquilidad, reí muy levemente, la curiosidad pico por saber qué otras cosas podía “ser” aquel interesante desconocido.
Segundos más tarde la puerta se abrió en el piso trece, solo dos puertas en el piso, dos Suits, caminamos hasta una e ingresó la contraseña en la cerradura electrónica, cuando la puerta se abrió, hizo un gesto para que pasara, la decoración de aquel antiquísimo hotel era la clasica Isabelina y en la mesa en medio de la sala de estarde de la habitación, había una botella de cristal con un contenido ambarino.
—Bourbon. — noté divertida y me desabroché el botón de la corta chaqueta negra, me la quité y la dejé sobre el sofá, debajo una blusa ajustada color beige con cuello, mangas largas, pero sin hombros, mi larga falda suelta negra, abierta en el costado izquierdo hasta el muslo, ondeaba mientras el clac de mis altos tacones resonaban a cada paso sobre el suelo de mármol. Me acerqué a la mesa y serví los dos vasos, tomé uno y lo lleve a mis labios antes de caminar hasta el ventanal que iba del techo al suelo, dando la panorámica nocturna de la ciudad de Londres. Mi desconocido llegó a mi lado sin la chaqueta del traje, ni la corbata, y con un vaso en la mano.
—Mi teoría ha sido herrada.— dijo mientras yo daba otro sorbo, era un tipo inteligente, ya lo sabía, lleve mi mano hasta la coleta y retire el elástico para el cabello, mi lacio cabello castaño cayó suelto sobre mi espalda. El hombre a mi lado no perdió un solo detalle— Mathieu. — dijo finalmente. Yo le miré finalmente enmarcando una ceja, antes de dar otro sorbo y terminar el contenido. — Mi nombre. —señaló.
Yo dejé el vaso vacío en una mesa lateral y me quite los tacones.
—¿Por qué me darías tu nombre si deseas mantener el anonimato de tu empresa?— pregunté mientras comenzaba a desabrocharme la blusa muy suavemente, él dejó el vaso a un lado y se desabrochó los botones de las mangas para continuar con los botones del resto. Mi blusa cayó al suelo, dejando ver la lencería, un corsé gris de encaje y varillas, la mirada hambrienta recorrió mi cuerpo dejando un rastro caliente. cuando entré al ascensor, camino al cuarto, no había pensado en esto, pero su mirada sobre mí, su tacto innecesario pero bienvenido, me plantearon esta posibilidad, ¿Qué era lo peor que podía pasar? Ya me habían rechadado una vez, una segunda por hoy no haría gran diferencia. Abrí el cierre de mi falda y sin más, la dejé caer al suelo, debajo, una pequeña pantaleta de encaje y las medias de portaligas abrazaban la piel de mis piernas largas. Amaba la lencería y sabía que me veía increíble en ella, los ojos hambrientos y la erección marcando el pantalón de Mathieu, corroboración mi teoría.
—Quiero escuchar mi nombre en tus labios cuando te corras.— dijo luego de un par de segundos que se había tomado para observar mi cuerpo. Su camisa ya estaba fuera, desabrochó el pantalón y se lo quito al igual que los zapatos, me tomé el descaro de observar y apreciar su cuerpo completamente cincelado, el torso duramente marcando, cada pectoral del ancho torso podía ser una almohada, hermoso, simplemente hermoso, un toque salvaje y dominante en su caminar confiado hacia mí, su erección orgullosa lista para jugar entre mis muslos, podía sentir la humedad empapar mi ropa interior, Mathieu, aquel desconocido, ingenioso y sensual me miraba como ciego que ve los colores por primera vez. Nadie me había mirado así alguna vez.
Estiró su mano y sujetó suavemente mi cuello levantando mi mentón con su mano, vi un resplandor de orgullo y excitación al ver que no me alejaba ante su tacto posesivo. — Ponte los tacones. —dijo y entonces casi gemí al escuchar su tono demandante, dominante y exigente. Quería negarme, pero a su vez, un fuerte latigazo en mi sexo debido a su orden, casi me hizo perder el equilibrio. Sin eliminar su tacto dí un paso atrás y me enfundé en los altos tacones negros. Aguja. — Jodidamente hermosa… inalcanzable, indomable. — señaló en una ronca, me tomó de cintura y me levantó como si fuera una pluma, como si fuera pequeña y suave. Puso su mano libre en uno de mis muslos, un suave gemido salió de mis labios al sentir su erecció presionar mi trasero, me cargó hasta la cama mientras nuestros ojos mantenían la mirada en el otro, la anticipación era algo que nunca dejaba de calentarme y cuando me dejó sobre la cama, se quedó entre mis muslos.
—Yo no vine aquí por esto…— dijo contra mis labios aun sin tocarlos, su mano sobre mis costillas justo bajo mi pecho, su mirada recorrió mi cuerpo hacia abajo— Hermosa…
—Tampoco estaba en mi agenda…— comenté con la respiración agitada, mis manos delinearon los músculos de sus brazos, estaba en mejor forma que William, no pude evitar comparar— ¿Quieres parar?— pregunté.
—Joder, no…— dijo y como si hubiera roto una cuerda sus labios devoraron los míos, demandantes y bruscos, mis gemidos eran acallados por su boca y sus manos comenzaron a recorrer cada parte de mi cuerpo, levantó una de mis piernas y paso la mano sobre las medias, enterrando sus dedos como si quisiera rasgarlas, y sentirlas al mismo tiempo, sus hábiles manos deshicieron los nudos de las ligas y con una suavidad inesperada retiro mis bragas… Mathieu gustaba de la lencería… Ese pensamiento solo me excitó aún más, imaginando en las posibilidades de aquello. Sus manos me tocaron con una expertiz deliciosa, me llevó al límite una y otra vez, mientras yo, me derretía en sus brazos, me encontré rogándole por la ansiada liberación, no fue hasta ese segundo, que se enfundó en mi interior caliente hecho miel por sus constantes atenciones. Me llevo tres veces al orgasmo aquella misma noche y como pidió, su nombre salió de mis labios en un gemido desesperado cada vez que la liberación llegó, solo tras el segundo orgasmo, él se dejó caer en su propio éxtasis, caí rendida sobre su cuerpo, laxa, más que satisfecha, él, ya sea por cansancio, o gusto, no se movió, ni salió de mi cuerpo, me dormí sobre aquel desconocido y al menos por esas horas, mi alma y corazón, dejaron de sangrar por aquel amor no correspondido.
A la mañana siguiente desperté con la luz en la cara, tenía la costumbre de levantarme a las seis de la mañana así que mi reloj biológico hizo su trabajo, levanté el rostro viendo a mi fetichista dormir debajo de mí, me mordí las mejillas para no sonreír como una idiota, no esperaba nada de ello, no era estúpida y ya había terminado con las ilusiones de los hombres, no estaba segura de poder volver a abrir mi corazón, con cuidado de no despertar al hombre que me había hecho el amor con plena dedicación, me levanté, tome mis pantaletas y me las puse, Mathieu resultó ser un fetichista de primera, tocó cada parte de mí, pero mi conjunto de lencería estaba intacto. Camine descalza hasta la sala con los tacones en la mano, en la sala había una cafetera y tazas, la encendí mientras me vestía, busqué mi móvil y lo encendí, veinte llamadas perdidas de William y treinta mensajes… Cabrón. Abrí los mensajes.
“¿Por qué te has ido?”
“Ya sé que no estás con Martina”
“¿Dónde estás?, Tenemos que hablar”
“Esto no cambia nada Jull”
“Jull hablemos, ¿Dónde estás?".
“¿Realmente te irás con ese tipo?”
“¿Quién es él?”
…
Así varios más… en ese punto, mientras servía mi taza de café, me di cuenta lo mucho que había desnudado mi corazón para William, lo mucho que lo había amado y el nivel de entrega que había ofrecido, nunca había sido recíproco… Pero qué idiota.
Suspiré enojada conmigo misma, con la taza ya servida, fui hasta la mesa de la sala donde había una carpeta, me senté en una silla y comencé a leer, levanté la mirada hacia el cuarto, Mathieu dormía profundamente.
División de la compañía según el nivel de aporte, un socio con la intención de marcharse con la mayor cantidad de activos y la lucha por el derecho de la marca. Sí, Mathieu había tenido razón, ese era el tipo de casos que tomaba en un inicio, los que pusieron los cimientos de lo que hoy es B&T, William podía ser el presidente, pero yo era la accionista mayoritaria, esto porque, habíamos decidido que el renombre y quién puso nuestro buffet en boca de las empresas, había sido yo. Leí detalladamente cada línea de la información que había en aquella carpeta, entendía la problemática, la división de las partes hablaba de un 50&50, pero el contrato no estaba legalizado y más que eso, Mathieu había hecho el noventa y nueve por ciento del trabajo, un abogado común lo habría desechado, era un caso difícil y largo. Miré la hora en mi reloj, debía marcharme si pensaba pasar a casa a cambiarme. Como él no había pedido nada más que hablar la noche anterior, y yo, no trabajo gratis, decidí ser Benevolente y le dejé una nota.
“Si, hay una forma. Siempre hay una forma."
J.A"
Sin más, tomé mi bolso, mi móvil, mis tacones y salí de aquella mágica burbuja de placer en el cuarto de hotel.