Capítulo 6 — Contacto
ALEKSÉI
No sé en qué punto logré quedarme finalmente dormido, pero al abrir los ojos, ya hay varios hilos de luz filtrándose a través de las cortinas. No volví a soñar con Xander y no estoy seguro de cómo sentirme al respecto.
Me levanto lentamente de la cama, mis músculos rígidos y doloridos. No es debido a la pelea que tuve con Derek, esas heridas se curaron el mismo día. Así que imagino es debido a todo el estrés y la preocupación que llevo encima desde su desaparición.
Con un pesado suspiro, me pongo de pie y me dirijo hacia el baño. Yaakov no está, no sé en qué momento abandonó la habitación, pero le resto importancia por ahora y me dedico a asearme y cepillar mis dientes.
Para cuando salgo, me siento solo un poco mejor. Seco bien la humedad de mi cabello y me visto rápidamente con uno de los trajes que me aseguré de obtener de mi habitación antes de venir.
Cojo mi teléfono de la pequeña mesa y lo reviso. Ninguna notificación.
Mierda.
Salgo y me encamino hacia mi oficina. Me encuentro a varios esbirros en mi camino, pero al notar la nube negra que llevo encima como una maldición, muchos me evitan o simplemente pasan de mí. Lo cual sinceramente agradezco, no estoy de ánimos para tolerar la mierda de nadie en este momento.
Cuando estoy por fin sentado detrás de mi escritorio, suspiro de alivio, aunque la comodidad me dura poco. Otra vez solo y la tempestad de la situación vuelve a cubrirme bajo su ala sin contemplación. El sentimiento de derrota está arraigado a mi como un jodido parásito alimentándose de mi miseria y todo por no tener ni siquiera una insignificante pista del paradero del amor de mi vida.
Xander.
¿En dónde estás? Cierro los ojos y me concentro, con la mínima esperanza de obtener aunque sea un atisbo de señal que me indique que sigue con vida.
Me concentro, una y otra vez.
Mi mente se vacía de todo lo inútil y es llenada con imágenes vivas de mi Omega. Tan vívidas que me roban el aliento y solo me hacen anhelar aún más tenerlo entre mis brazos.
«Xander».
Su nombre crea eco en la neblina espesa de mi mente, lo repito una y otra vez, con cada vez más fuerza y determinación que la anterior. Pero todo permanece en negro y pesado silencio. No lo veo, no lo escucho, no lo siento... Lo que sí siento es a mi corazón romperse un poco más a medida que pasa el tiempo y no obtengo respuesta.
«Xander».
Intento una vez más. En los sueños que tuve, varios intentos tuve que hacer hasta que él finalmente respondía, así que sigo llamándole.
«Mi amor...».
Un nudo en mi garganta crece sin poder evitarlo. No quiero perder la esperanza, no quiero seguir sintiéndome desolado y perdido sin tener la mínima idea de qué hacer.
Quiero tocar su piel, oler su dulce aroma, probar sus deliciosos labios y sentir el amor fluyendo a través de nuestros cuerpos cada vez que estamos juntos.
«M-Magnus».
Abro los ojos rápidamente y el aire que no sabía estaba reteniendo abandona bruscamente mis pulmones. Allí... Allí está.
Aunque la sensación de su ser es tan débil y frágil que apenas y logro sentirla. Gracias a Dios sigue con vida.
«Ayúdame».
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y la ira se apodera de mí antes de que pueda evitarlo. Su voz suena tan dolida y necesitada que estoy seguro que le arrancaré los ojos al culpable de su dolor únicamente con mis dedos como armas.
«Te necesito... No p-puedo...».
—¡Joder! — mi puño impacta contra la madera de mi escritorio y la escucho crujir. Estoy atado de manos y pies y presenciando en primera instancia el sufrimiento de mi pareja sin poder hacer una jodida cosa al respecto.
Cierro los ojos, respiro hondo otra vez y aprieto fuerte mi mandíbula.
«Cálmate, Alekséi. Él te necesita ahora», me repito una y otra vez como un mantra, tratando de reunir el coraje que sé que necesitaré para seguir enfrentando esto.
«Tranquilo, gatito. Piensa en mí. Ve a nuestro lugar, con nuestro árbol. En donde solo existimos tú y yo».
Silencio. Maldito y torturador silencio.
Aunque puedo percibir su presencia. El latir de su corazón, su respiración entrecortada y... Temor. Temor tan palpable que me eriza el vello de la piel y me estremece violentamente.
Coloco una mano sobre mi corazón y bajo mi palma siento el acelerado ritmo de los latidos.
«No p-puedo. Él… Me detiene. N-no me deja ir».
¿Él? Entonces es un hombre. La anticipación de saber quién es el que lo tiene cautivo es tan intensa que me hace sudar.
«¿Quién, Xander? Dime. Dime y te juro iré por ti».
«¡Magnus, ayúdame!»
Nada.
Ya no siento nada... Nada en absoluto. El vínculo se desconectó otra vez. Volví a perder el contacto con Xander.
—¡Maldita sea! — me levanto y deambulo de un lugar en mi oficina como un león enjaulado.
Te encontraré, Xander. Haga lo que haga, te encontraré.