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...

Estoy de pie.

Siento frío, una brisa gélida me atraviesa, aunque mi cuerpo por alguna extraña razón no sucumbe a la temperatura.

No tiemblo, mis vellos no se erizan por el frío ni me estremezco. Solo existo.

Mi cabello se mueve con el viento, inclino la cabeza hacia arriba y respiro.

Respiro.

Respiro.

Abro mis ojos y me encuentro a mi mismo en lo profundo de un extenso bosque.

Al bajar la vista hacia mi cuerpo me doy cuenta de que estoy vestido completamente de negro.

Una simple camisa con mangas tan largas que casi cubren mis manos. No tengo zapatos, aunque la tierra debajo de mis pies no me molesta en absoluto.

Mi cuerpo se siente tan ligero que parezco estar levitando, pero no, puedo percibir la tierra debajo de mí.

Es de noche y los árboles parecen no tener vida. Sus ramas están marchitas y no hay hojas que sostengan. El cielo sobre mi cabeza está completamente despejado.

No hay nubes, no hay estrellas... Únicamente la luna.

Aunque no parece serlo. Brilla con tanta intensidad que se asimila a un foco de luz que alguien encendió para iluminar un camino.

Un camino debajo de mis pies desnudos, indicándome hacia donde debo ir. No tengo miedo, pero: ¿debería?

No sé lo que me espera si me muevo de aquí, no sé lo que encontraré si decido seguir.

«Xander».

Allí está.

Su voz... Su profunda, grave y seductora voz.

Acaricia mis oídos con sutileza y envuelve en un abrazo cálido a mi corazón.

—Espérame.

Le suplico en voz alta, anhelando poder ser escuchado por él. Dios, jamás he querido algo con tanta intensidad como ahora.

Así que coloco un pie delante de mí, luego el otro y así hasta que empiezo a caminar, siguiendo el camino que me está guiando a las profundidades del bosque.

Las ramas me rozan al moverme, pero no me lastiman. Siento pequeñas piedras debajo de mis pies, pero no me hieren.

La luz se mueve a medida que avanzo, iluminando la dirección en la que voy. Temo perderme y no poder encontrar al dueño de la voz, pero no me detengo.

Me sigo moviendo y a pesar de no saber en dónde estoy o hacia dónde voy, quiero seguir.

«Xander».

Cierro los ojos, repitiendo una y otra vez su voz en mi mente, saboreando la sensación de mi nombre pronunciado por él.

Mi garganta se siente seca de repente. Necesito sentir su cercanía, necesito recordar. Abro mis ojos y me muevo de nuevo.

Noto que la luz se vuelve más intensa, alzo mi mano para cubrir un poco mis ojos, pero es ahí entonces cuando lo veo.

Ahí está.

Un lobo.

La luz de repente ya no está frente a mí.

Ahora apunta desde mi espalda, permitiéndome obtener una mejor vista de la imponente criatura delante de mí.

Es enorme, con ojos azules como el mar y la mayor parte de su pelaje es gris, con detalles blancos salpicados en su pecho y cuello, con las orejas y la punta de su cola negras.

Es hermoso.

No puedo dejar de contemplarlo.

¿Debería tener miedo? Él también me mira, pero no se mueve. Solo está ahí... Observándome.

¿Qué debo hacer?

«Xander».

Mis ojos se abren grande por la sorpresa. La voz vino del lobo. Aunque aún no se ha movido, solo está ahí, evaluándome.

No pudo haber sido él, pero entonces... ¿Quién?

—¿En dónde estás?

Grito hacia la oscuridad, aunque no estoy seguro si voy a obtener una respuesta.

«Contigo».

¿Conmigo? ¿Pero en dónde?

Estoy completamente solo, con la excepción de la majestuosa bestia frente a mí.

No estoy seguro de si debo hacerlo, pero aún así me acerco. Camino hacia él hasta que estamos a unos cuantos centímetros de distancia.

Él no parece inmutarse por mi cercanía. Me observa, con sus orejas gachas y sentado en sus patas traseras. Quiero tocarlo, mis palmas me pican por querer hacerlo.

Lentamente, me arrodillo frente a él.

«No te asustes».

—No lo estoy.

Y no miento, no estoy asustado en absoluto.

Más bien estoy en calma. En una profunda y constante tranquilidad que me hace sentir como si flotara.

«Debes resistir, Xander».

¿Resistir? ¿A qué?

Casi pregunto, pero ahora temo que me pueda responder.

No sé qué es lo que debo hacer.

«No importa lo que suceda, debes ser fuerte».

—¿Por qué?

Siento como mi respiración se agita. La tranquilidad me abandona por completo, ahora sí que estoy asustado.

Terriblemente asustado.

Quiero irme de aquí, quiero salir, quiero estar con él.

La luz poco a poco parece extinguirse y de repente tengo pavor de lo que será de mí una vez esté sumergido en la oscuridad de nuevo.

«Piensa en mí, Xander. Sé fuerte y resiste hasta que pueda llegar a ti».

La imagen del lobo comienza a hacerse borrosa.

Intento tocarlo, sujetarlo entre mis brazos y evitar que se vaya, pero su cuerpo se vuelve fantasmal.

Como un holograma, escurriéndose a través de mis dedos.

—¡No! — mis ojos se nublan y lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas.

—¡No te vayas! — mi garganta me quema por lo fuerte que me encuentro gritando, rogando por su estadía.

—¡No me dejes!

El gran lobo gris desaparece y ahora estoy completamente solo.

La luz es ahora un leve aviso de su existencia.

Mis pupilas se dilatan tratando de adaptarse a la oscuridad que parece envolverme cada vez más en su velo.

«Te encontraré».

Me promete.

Y así, todo a mi alrededor, se vuelve negro otra vez.

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