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Capítulo II. La propuesta.

Rihanna.

-“Te lo advierto, babosa, ni se te ocurra traspasar tu lado del asiento, o no me hago responsable de que partes blandas de tu cuerpo pueden quedar gravemente perjudicadas.”- le dije nada más sentarme en mi asiento, al ver que él se sentaba a mi lado, con esa maldita sonrisa burlona.

- “¿No te cansas de ser tan agresiva? ¿no te han dicho que se caza mejor con azúcar, que con vinagre?”- me dijo sin dejar de sonreír mirándome desde su asiento, con esos preciosos ojos marrones.

Me di cuenta de que sin querer me había quedado prendada de ellos, y me golpee mentalmente por caer en la mirada del ser más pervertido que haya sobre la tierra, esta maldita serpiente sabia hipnotizarte.

- “Quién ha dicho que quiera cazar nada, sobre todo a babosas pervertidas como tú, que son más molestas que mosquitos sedientos de sangre. No gracias, por mí, con respecto a usted, cuanto más lejos mejor, ahóguese en mi vinagre, mosquito molesto”- la estruendosa carcajada del estúpido CEO de Vieran Delights of Spain Group, también conocido como V.D.S. Group, me molestó.

Al parecer, para ese estúpido todo lo que decía, aunque lo insultara, era una diversión para él. La ira comenzó a apoderarse de mí, y decidí mirar por la ventana, sin apenas prestarle a tención, no iba a dejar que me afectase, cuanto antes acabara este maldito encuentro, antes me desharía de él, lo dejaría hablar, y tras negarme a nada de los que me propusiera, no volvería a saber de la maldita babosa Viera.

- “Eres realmente un enigma para mi Morris-Terminator, pero como no me gusta que me queden dudas de nada, te voy a hacer una oferta que, de seguro, no podrás rechazar.”- le oí decir.

- “¿Que no voy a rechazarla? Pruébame y veras, te vas a llevar una sorpresa, estúpida babosa, no quiero nada que venga de ti, pervertido.”- pensé mientras continuaba mirando por la ventana, rígida en mi asiento.

- “Bien, veo que me lo quieres poner difícil, pero algo que debes saber de mí, si aceptas mi propuesta, es que adoro los retos, cuanto más difícil se vuelve cualquier cosa, o persona, para mí más disfruto, en intentar salirme con la mía, y pongo tanto en empeño, que siempre consigo lo que me propongo, lo que sea.”- su voz se volvió más ronca, con las dos últimas palabras, y lo noté muy cerca de mi oído.

Sin mirarle, impulsé fuertemente mi codo derecho hacía atrás, y efectivamente golpeó en algo, pero diferencia de los que esperaba, no era blando, sino bastante duro y musculado. La zona del vientre de ese hombre era mármol, y mi mente se lo imagino como una maldita escultura griega de esas que había visitado en mis viajes por Italia, en mi antiguo trabajo.

Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, las ganas de acariciar ese torso me hicieron sonrojar, y agradecí que mis ojos no se hubieran apartado en ningún momento de la ventanilla de la limusina, pese a mi tez morena, en mi cara de seguro se reflejaría que no me sentía tan dura y fuerte como pretendía aparentar.

La risa cerca de mi oído me hizo darme cuenta de que mi golpe no había alejado a ese tentador ser de mí, y eso me hizo enfurecer.

- “¿Por qué había tenido que aparecer esa maldita babosa? Y ¿Por qué mi cuerpo reacciona así? Decididamente necesito un reseteo de mis prioridades, espabila Rihanna acaba con esto, y continua tu vida.”- la reprimenda que me di mentalmente a mí misma me permitió que mi mente tomara el control de mi cuerpo, y le dijera como debía comportarse.

- “Pues por desgracia para usted, y por suerte para mí, no hay nada que me pueda proponer que yo desee aceptar, me ha entendido CEO, nada, así que ahorre saliva y palabras, detenga la limusina, tengo que volver a casa, estoy muy cansada de aguantar mosquitos molestos.”- dije mirándolo a los ojos por primera vez una vez ya calmada para que se diera cuenta que hablaba en serio.

Él me miraba con una sonrisa, y con su cara más cerca de la mía de lo que yo hubiera preferido, no me sentía tan cómoda teniéndolo tan próximo a mí.

- “Todavía no la has oído, y te puedo asegurar que estarás más que dispuesta a aceptarla, cuando la escuches. “- me dijo, su cercanía hizo que su olor llegara a mí, y mi mente tuvo que gritar a mis papilas gustativas que ni se le ocurriera salivar.

Me retiré hacia atrás haciendo que mi cabeza terminara prácticamente pegada en la ventanilla de la puerta de la limusina, más vale prevenir que curar. Había muchas razones por la que no debía sentirme atraída por esa babosa, pero la principal era que ese estúpido era, junto con mía antiguo jefe, los hombres más pervertidos que nunca había conocido, su lema era “Conquístalas, úsalas y déjalas”.

Durante un tiempo mi exjefe, Ruyman Bencomo tenía el mismo lema, pero desde que conoció a la actual señora Bencomo, todo eso acabó, en cambio nunca pondría la mano en el fuego por cierta babosa pervertida, este maldito CEO, es todo lo que yo odio en un hombre, es pervertido, manipulador, grosero, alterante, exigente, y una maldita pesadilla, siempre quería salirse con la suya.

- “Nada, óyeme bien, nada de los que me ofrezcas, voy a aceptar, así que deja de dar rodeos, dime que me propones para que yo pueda rechazarlo de una vez, y así, seguir con mi vida, Babosa Vieira.”- dije mirándole a sus ojos con intensidad, para dejarle claro, que, aunque este fuera mi último día de vida, y que prolongarla, dependiera de aceptar eso que él quería proponerme, prefería morir a aceptar nada de él.

Al parecer mi respuesta no le gustó, porque por primera vez un brillo, de ira relampagueo en el fondo de su mirada, y cortó su eterna sonrisa.

- “Nunca digas nunca, te puede sorprender lo fácil que sería para mí convencerte, pero ya que tienes tanto interés te lo diré. Quiero que seas mi secretaria personal, que vuelvas conmigo a Filadelfia la sede central de V.D.S Group.”- me dijo sin pestañear.

Por sorprendente que parezca, por un segundo la idea de volver junto a mi familia, junto a mi tesoro y a mi abuela, me hizo dudar, pero ni loca aceptaría el puesto de secretaria de ese pervertido, era lo mismo que ponerse una bola de hierro de veinte toneladas en mi cuello, y arrojarme al mar, un auténtico suicidio.

El haber trabajado para su mejor amigo, casi un hermano, me había dado mucha información de la verdadera naturaleza del CEO Rayco Vieira, de las aventuras que había tenido, ese estúpido, con muchas de las secretarais que trabajaban para él, o para los hermanos Bencomo, si incluso en ocasiones, la junta directiva, ante su afición de coleccionar secretarías, le había puesto un secretario para refrenar esa maldita afición. Esa babosa no respetaba nada, y yo no estaba para hacer de niñera de un bebe adulto, caprichoso y pervertido.

- “¡No!, ¡Para el coche!”- ordené en alto.

- “¿Ni siquiera te lo vas a pensar?”- me preguntó, mirándome serio, no me gustaba que me mirara así parecía aún más atractivo que cuando sonreía, y más intimidante.

- “No tengo porque, la decisión está tomada, ¡Para el coche ya, Rayco Vieira”- le ordene, mirándole cada vez más seria y enfadada.

Al principio él solo me reto con la mirada. Pensé que no me iba a obedecer, pero finalmente con un movimiento de su mano el coche se detuvo. Él se bajó y me indicó que yo hiciera lo mismo, ya que no podía abrir por el lado de mi puerta, porque el tráfico a esas horas en Tokio era muy abundante, decidí salir por la puerta por la que había salido el pesado CEO. Me arrastré por el sillón y finalmente salí por la puerta de la limusina, ignorando la mano que la babosa me ofrecía, no me sentía segura cogiendo su mano.

Una vez fuera intenté alejarme sin despedirme, y de repente me vi atrapada en unos brazos fuertes pegada al pecho más duro y musculoso que hubiera tocado nunca, y no era que hubiera tocado muchos, solamente, a mis catorce años, el de un cerdo de dieciocho años, que jugó conmigo, y me abandonó cuando se enteró que me había dejado embarazada.

Estaba tan distraída en la sensación que me provocaba esos brazos, que no me di cuenta de que no había hecho nada para alejarme, pero cuando me di cuenta, levanté mi mirada asesina hacia la cara del pervertido CEO.

- “Se pude saber que estás haciendo, maldita babosa”- le dije con furia apretando la mandíbula para controlarme, o acabaría con ese estúpido.

Él sonrió e hizo algo que me dejó paralizada, mientras me apretó de nuevo contra él, con un brazo, haciendo que sintiera cada una de las partes de su cuerpo, hasta la que era más indecente sentir, sacó de su bolsillo, algo que coló de forma descarada en mi escote, entre mis pechos. El frio de ese objeto introduciéndose entre mis acalorados senos, casi me hace saltar, por el contraste de temperatura.

De repente me soltó, y sin decirme nada se alejó de mí, para subirse a la limusina e irse igual que había aparecido en mi vida, sin esperarlo, mientras yo continuaba en la misma posición en la que él me había dejado.

Unos largos segundos después de él desaparecer, fue cuando me di cuenta donde estaba. Justo a cien metros de muy mi casa, fue en ese momento cuando me di cuenta de que ese maldito sabía dónde vivía. La ira me invadió, y comencé a saltar, a gesticular, diciendo todos las palabras más feas e insultantes que llegaban a mi mente, algunas que ni yo había oído nunca, mientras los japonese me miraban asustados, y algunos con cierta vergüenza.

Si hubiera tenido en ese momento delante a cierto CEO, ahora estaría derribado en el suelo, y yo saltando sobre él hasta haberlo hecho picadillo. Cuando llegué a mi casa estaba muy lejos de estar calmada, lo que daría por tener mi saco de boxeo. Desde pequeña, gracias a mi hermano y a querer que mi padre se sintiera orgulloso de mí, practicaba King Boxing, cuando mi hermano murió no lo deje, no quería olvidar todo lo que me había enseñado. Cuando estaba estresada como ahora, con ganas de asesinar, golpear el saco, con patadas y puñetazos, me ayudaba mucho.

Decidí darme un baño para calmarme, así que me desnudé y justo cuando me retiré el ajustado sujetador, algo cayó al suelo. Era una especie de tarjeta metálica dorada, tipo carnet, recordé que el cerdo me había introducido algo en el escote, y había sobrevivido para contarlo, esto hizo que mi ira volviera con más fuerza.

- “Rayco Vieira eres hombre muerto lo juro.”- dije en alto con furia apretando mi mandíbula, mientras recogía el objeto del suelo.

No era ni más ni menos que una tarjeta de presentación donde estaba el número del móvil de la babosa, sin pensarlo la arroje a el cubo de basura del baño, y me deslice en mi enorme y tentadora bañera, tenía que relajarme de una vez. Fue difícil ya que en mi mente varias emociones se entremezclaban, la ira, el odio, pero también una sensación que no supe identificar, que me cortaba el aliento cuando mi traicionero cuerpo me traía a la mente, las sensaciones que sentí al estar en los brazos de ese cerdo normalmente hubieran esperado asco y repulsión, pero eso no era lo que me trasmitía el traidor, y como no deseaba saber que era, decidí ignorarlo, y sólo centrarme en la ira.

Finalmente me calmé, y tras cenar, decidí terminar algo que me quedaba de trabajo para mañana, estaba ocupada con los informes de la contabilidad de la semana pasaba, cuando mi móvil sonó con un tono que yo ya conocía, era la enfermera que contraté para cuidar a mi abuela.

- “Hola Milissen, ¿Cómo va todo?”- le pregunté sonriente.

- “Lo siento Rihanna, te llamaba para advertirte que tu abuela ha empeorado, el otro día se escapó de la casa, y no supo volver, gracias a la pulsera de su muñeca, la policía pudo traerla de nuevo a casa, pero cada vez está peor, deberías plantearte ponerla en una residencia especializada”- sentí como el alma se me caía a los pies, y un dolor agudo hizo que mis ojos se humedecieran.

Mientras Milissen me contaba que la cosa se había desmejorado mucho, y que el pobre de Kenai se sentía responsable por cómo estaba la abuela, muchas veces ocupándose de ella el mismo, supe que debía volver, no estaba bien que mi hijo de ocho años llevara sólo esa carga. Me dirigí a la basura del baño y cogí de nuevo la tarjeta, sabía que esto iba a ser un auténtico infierno, pero era mi infierno, mi hijo no tenía por qué sufrir por mis errores, él no. Y comencé a marcar los números que había en esa pretenciosa tarjeta de metal dorado, a partir de ahora viviría en el purgatorio, antes de ir a las profundidades del más oscuro de los infiernos, arrastrando conmigo a cierta babosa.

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