Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 3 : El Infierno Quema (Parte 1)

No me da tiempo a hacer réplicas. Siento el piquete en mi brazo, otra vez, casi al instante empiezo a rozar la inconsciencia y finalmente me largo a una profunda oscuridad. Lo último que he visto es su mirada malvada y el vecino de la victoria en sus labios de cianuro.

...

Despierto con brusquedad dando un brinco en el acto, porque un balde de agua gélida me ha sido arrojado de golpe. El causante es ese maldito ruso que no para de vociferar a todo pulmón. A duras penas logró ubicarse en un baño, no cualquiera, este lugar es lujo por doquier. Ya no hay rastro de aquel vetusto cuarto en el que estaba. Estoy desnuda, es humillante estar así, expuesta al infeliz de... ¿Aleksander? Creo que ese es su nombre.

No sé si ha pasado mucho tiempo desde que las sombras de un sueño obligado me atraparon. Lo único de lo que estoy al corriente es de una maldita tortura de parte de mi captor.

—¡Basta! ¡¿Por qué me haces esto?! —suelto temblando, temo que me dé hipotermia, aunque a estas alturas nada podría ser peor de lo que ya.

—No preguntes, no tienes derecho, entra a la bañera. —demanda con voz fuerte.

—P-puedo ducharme sola, por favor...

Niega, me lo temía.

Los siguientes minutos debo soportar el recorrido de sus manos moviéndose por todo mi cuerpo. No solo frota una esponja sobre mi piel, sino que me manosea con descaro. Se aprovecha de la situación, y por temor a recibir golpes me resigno a ello. Siento en el pecho una opresión que quema, me provoca disnea, nunca me sentí tan sucia que ahora.

—Si acatas mis normas, tu estancia aquí no será tan dolorosa —afirma. La declaración no alivia mi alma.

Sufriré, no hay duda, de todas maneras me hará daño, de hecho ya lo ha hecho.

Las lágrimas se mezclaban con el agua fría, mis dientes empezaron a castañear, mi cuerpo a tiritar debido a la temperatura baja. Respiro hondo. Después de un rato ha lavado mi cabello también.

—De pie —ordena, me ayuda al notar que se me dificulta moverse —. Te llevaré a la habitación, vas a permanecer en la cama, ¿de acuerdo?

Me da una toalla, como puedo me envuelvo en ella. Después de abrir la puerta, me hallo en una habitación que no suele ser el sitio para un secuestro. Todo es luminoso, moderno y elegante. Es una alcoba que emana soberbia en cada elemento. No es posible estar ahí, la incredulidad ocupa la mitad de mi cabeza que sigue sin dar crédito a la atmósfera que se respira.

—Mírame, no sé cómo podría caminar, tengo sed, hambre... Ya ves que no puedo dar siquiera un paso —susurro débil.

—Te daré comida, solo avanza. —insiste.

Las paredes combinan tonos pasteles que por un instante me dan calidez, la que me es arrebatada al posar los pies sobre la grotesca realidad. Aunque parezca perfecta, no termina de serlo, el propósito de la lujosa habitación es hostil, un objetivo malévolo que me señala. Hay un enorme televisor plasma negro, un diván a los pies de la cama de color blanco como el juego de sofás cercanos a una ventana, las cortinas satinadas cubren el cristal. Y finalmente posó los ojos en la enorme cama, acompañada de mesitas de noche con lámparas sobre cada una.

Abandonó el escrutinio, el ser maligno a mi lado se ha ido dejándome a orillas de la cama. Presiento que sobre esa colcha sucederán muchas cosas que me marcarán, hacerme a la idea desde ahora no hará menos demoledor el dolor, pero no me tomará por sorpresa. Sé muy bien que terminaré destartalada, tal vez muerta.

No lo sé, ¿cómo podría saberlo? Apesta todo esto, el infierno quema, ahora que lo vivo en carne propia, deseo la salvación. Es probable que la policía ya esté buscándome, tal vez papá o mamá piensen que estoy muerta. Enloquece no conseguir la salida, nada se me viene a la cabeza. Mis instintos fueron encadenados junto al vigor contenido en mi ser, él lo absorbió, ese desgraciado italiano, ahora otro busca inhalar mi último respiro.

Y... quiero sucumbir.

Clack, clack, clack...

Ese sonido me detona por dentro, es atronador para mi audición sensible. Muero de frío, me abrazó cuanto puedo, así provocar calor, no es suficiente. Aleksander me viste un camisón blanco, nada más. No exigiré ropa interior, es obvio que no me la dará. Aún bajo su profunda mirada, me meto en la tela consiguiendo calentar mis músculos entumecidos.

Me secó un poco el cabello, pero voy perdiendo el hilo, el sentido, me desmayo en un chasquido.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.