capitulo 2. la cruda realidad
Miró fijamente a Riana quien seguía derramando lágrimas, su expresión de dolor era terrorífica para Hunter quien tenía un pálpito muy malo en su corazón.
—Riana, ¿Dónde está mi esposa? —insiste, Hunter termina sentándose en la cama esperando una respuesta que parecía no llegar nunca.
—Hunter… —ella niega y sigue llorando.
—Nosotros, nosotros… un coche perdió el control, ella grito y yo esquive el coche, pero luego —levanta la mirada —. Ella no estaba a mi lado —aquel recuerdo le puso los vellos de punta —. ¿Dónde está? ¿Dónde está?
Ella solo negaba y lloraba…
—¡¿DÓNDE ESTA?! —Grita frustrado.
—Murió, mi hija murió en el accidente—la mujer se derrumba en el sofá y solo llora sin consuelo.
Él se queda inmóvil, respiraba con fuerza y luego fue que reacciona, niega y comienza a sacarse las agujas de su cuerpo violetamente.
—No, no, eso no…—Riana lo ve haciendo aquello y se pone en pie nuevamente para detenerlo.
—No, Hunter no, estas mal herido —lo detiene, pero él no la deja.
—Ella no está muerta, no es cierto… Vic, mi bebé, no, eso no es cierto —susurra mientras camina sin sentido por el corredor.
—Hunter, hijo no hagas esto.
Se pone en pie como puede, siente mucho dolor en su costado, su cabeza le iba a estallar en miles de pedazos y todo su cuerpo se quejaba por intensas puntadas, sin embargo salió a buscarla.
Ella tenía que estar en otra habitación, su esposa no estaba muerta, eso era imposible…
—Hunterrr… por dios vuelve —grita Riana.
—NOOOOOO… ELLA NO ESTA MUERTA —le responde a los gritos, a lo que ella se cubre la boca.
Iba con el alma rota, no veía a su esposa por ningún lado y eso lo angustiaba. Solo pensaba en ella y su bebé, sus amores, sus tesoros no estaban.
En eso Alonzo sale del ascensor y ve a su yerno como loco arrastrarse por el corredor pegando gritos, el hombre corre hacia él y lo sujeta en el aire antes de que caía en el suelo.
—Hijo, cálmate…
—No, no, ella no está muerta —decía, para luego comenzar a llorar.
—Está bien, Hunter, está bien…
—Dime que no está muerta, Alonzo dímelo por favor —el CEO estaba derrotado en el suelo.
—Vamos muchacho, vamos a la habitación.
En eso, una enfermera apareció y le inyecto un poco de sedante a Hunter para tranquilizarlo. Con ayuda de otro enfermero, lo llevaron de vuelta a su cuarto y al dejarlo en la cama él ya estaba dormido.
Riana y Alonzo lo miraron y se tomaron de la mano.
—Ya está hecho… —dice Alonzo, a lo que su esposa aprieta su mano.
—¿Cómo se lo vamos a decir?
—Quizás no debamos hacerlo —Riana niega.
—Vic, no lo hubiera querido así. Debemos decírselo cuando este mejor.
—Se ha puesto muy mal, Riana. Saberlo lo matara.
La mujer llora, pero se mantiene firme.
—Su hija le dará fuerza, su bebé lo necesitara y él tiene que estar para ella de ahora en adelante.
—Pienso que es mejor que mantengamos eso en secreto.
—No, se lo diremos. Buscaremos un momento y se lo explicaremos.
Alonzo asiente y termina por abrazar a su esposa.
—Lo entenderá…
—Eso espero.
Hunter dormía profundamente mientras era observado por Riana y Alonzo. Le esperaba un largo camino de curación, y no se trataba únicamente de lo físico.
[…]
—Vas a estar bien, te lo prometo; haré todo lo posible por que salgas de esto ¿sí? —Jhon susurra muy bajo contra la frente de su hija —. Abril, ¿me oyes?
—S-sí —responde débilmente la castaña y medio sonríe.
—Sí, eso está mejor, así me gusta que sonrías para papá —ella niega y derrama una lágrima solitaria.
—Pa-papá —relame sus labios —. Voy a estar bien —abre los ojos un poco —. Ya es suficiente, papi.
El hombre cierra los ojos y aprieta los labios. No se iba a dar por vencido, todos esos años batallando con la enfermedad de su hija no iban a ser en vano, tenía que ayudarla. Ella aún tenía muchos años por delante.
—No lo digas, por favor, Abril no te des por vencida, lucha mi niña. Puedes hacerlo.
—Ya no tengo fuerzas, papi —traga saliva cosa que le cuesta y causa dolor —. Tienes… tienes que dejarme ir, ya hiciste todo por mí y estoy feliz —sonríe con dulzura.
—No… —musita soltando algunas lágrimas —. No puedo hacerlo, no me pidas eso. No me quiero quedar solo hija, no me dejes Abril.
La joven llora sin poder evitarlo, estaba tan cansada. Necesitaba descansar, ya no quería seguir tomando medicamentos costosos que la ponían mala, odiaba que su padre se preocupara, se endeudara, no comiera, no durmiera.
Cierra los ojos, ya quería irse y dejar de causarle tanto dolor a su papá. Él necesitaba descansar también, y rehacer su vida.
—Papá, tienes que aprender a vivir sin mi presencia ¿ok? —la joven acaricia su mejilla con dulzura—. Prométeme que harás una vida, conocerás a alguien y serás feliz.
—No, no, no, Abril no te despidas. Por favor, todavía hay…
—No hay tiempo… —tose un poco —. Sabes que no lo hay, papá estoy tan cansada de verte sufrir por mí.
—Estoy bien, te lo juro —ella niega y sonríe.
—Mientes mal, papi.
Jhon trata de mantenerse fuerte, pero le dolía tanto saber que su hija ya se estaba despidiendo de él. Era algo que no conseguía asimilar, de hecho nunca lo hizo desde que le informaron la condición de su bebé.
—Tienes que prometerme que seguirás adelante, por mí, por mamá… promételo, papá.
—Abril…
—Por favor, necesito escucharlo —cierra los ojos.
El hombre aplana los labios, baja la mira y luego observa la palidez extrema de su tés. Su cara tan demacrada, tan falta de masa muscular. Poco a poco su enfermedad la fue consumiendo.
—Te lo prometo bebé.
—Eso está mejor —ella sonríe parecido feliz con su respuesta —. Me siento mejor sabiendo que seguirás con tu vida, espero que algún día conozcas a una buena mujer. Sigues siendo un hombre muy guapo, papi.
Él se ríe, pero derrama muchas lágrimas sin poder evitarlo.
Su hija solo era una niña, apenas tenía 18 años y ya la vida se le estaba yendo. Era injusto, si apenas estaba comenzado a vivir.
—Señor Graham —Jhon levanta la mirada y ve al doctor de su hija —. Puede venir un momento.
—Regreso en un momento bebé, no te duermas ¿sí?
—Lo intentare.
El hombre se acercó al doctor quien lo miró seriamente.
—Lo siento mucho —en ese momento observa a Abril —. Dudo que su hija pase la noche, lo siento mucho señor Graham, ya no podemos hacer nada más por ella. Todo lo que hemos hecho la ha mantenido viva, pero ya ella no tolera ningún tratamiento.
—¿Qué me está diciendo? —El doctor coloca una mano sobre su hombro.
—Despídase de su hija esta noche, señor Graham.
Aquellas palabras las recibió como una puñalada en el corazón, contaba con que a ella le quedara un poco más de tiempo, pero eso parecía ser imposible.
—No, eso no puede ser…
—Jhon, he tratado a Abril por más de seis años. Desde que descubrimos que su corazón no andaba bien te lo dije, el tratamiento podían funcionar para alargar un poco su vida, no te garantizaba que funcionara a la perfección —mira a su paciente —. Ella lucho bastante a pesa de todo lo que ha tenido que pasar.
El doctor baja la mirada.
—El tratamiento dejo de hacer efecto hace un año, los resultados arrojados me los acaban de entregar. Por eso ella ha empeorado, ha sufrido por todo un año. Si ella…
—¿Qué? —el médico lo mira fijamente.
Desde que Abril nació comenzó a sufrir de un problema en el corazón, lastimosamente su padre se percató de ello un poco tarde. Y debido a lo costoso que eran las consultas, tratamientos a los que era sometida, a veces Jhon tenía que saltarse ciertos medicamentos por no poder comprarlos.
Y sufría cuando su hija pasaba por episodios en los que él no podía hacer nada. Sin embargo, como dijo el médico, Abril había luchado muchísimo contra la insuficiencia cardiaca terminal que tenía.
Era una niña a la que se le tuvo que negar hacer muchas cosas, nunca jugo con niños de su edad, las clases del colegio las recibió en casa y casi siempre se la pasaba recluida en el hospital.
Y ahora, el doctor le decía que ella iba a morir esa noche. Después de todo lo que pasaron juntos. Jhon mira al doctor de nuevo.
—¿Qué?
—Lo que te dije desde un principio cuando comenzamos con esto, Abril necesita un trasplante de corazón. Es su única posibilidad de seguir con vida, lo siento tanto Jhon. Como sabes, el hospital no cuenta con ese beneficio. Este es un lugar público, y es imposible que…
El hombre baja la mirada y asiente… lo sabía muy bien, las personas con una economía de clase muy baja morían por no poder conseguir un donante de corazón. Era la cruda realidad, su bebé se iba a morir por no tener una cantidad cuantiosa de dinero en el banco.