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Mi comienzo

Barcelona, 31 de diciembre de 2005.

De todos los comienzos que se me ocurrieron, este es mi favorito: mi primer año nuevo en Barcelona después de dos años en Inglaterra. Dos años de gente fría, clima frío y mucho estudio. Hasta que convencí a mis padres de que era en Barcelona donde debía terminar mis estudios secundarios. Así que ese fin de año fue la encarnación de mi felicidad. Lo único que extrañaba era a Edward, mi conexión inglesa.

A todos los que no habéis tenido la oportunidad de pasar el año nuevo en Barcelona, aprovechad un tiempo y venid, no sabéis lo que os perdéis. Las calles están todas decoradas, además del calor humano que no he encontrado por ningún lado. Pero volvamos a esa noche maravillosa...

Recuerdo estar en mi habitación jugando tan entretenido que ni siquiera me di cuenta de que mi hermana menor, Valeria, entró en la habitación. Me sobresalto cuando toca mi brazo, captando mi atención. Dice algo, pero estoy al teléfono y no entiendo lo que dice, así que me quito los auriculares y la miro. Apuesto a que ella también quería usar la computadora para jugar.

—Te vas, ¿no? – pregunta Valeria con esos ojos almendrados más abiertos que de costumbre. —Dijeron que solo puedo ir si vas conmigo. Llevo meses esperando esta fiesta y todos estarán allí.

—¿Que fiesta? ¿De que estas hablando? – pregunto sin entender de qué está hablando.

—¡La fiesta de Julio! – dice Valeria chasqueando los dedos en mi cara. Se arrodilla dramatizando como siempre y pide — ¡Por favor, ven conmigo! ¡Será muy divertido!

—No lo sé.... – respondo con toda sinceridad. La fiesta de Julio es de esas en las que solo llegas a casa al amanecer.

—¡¡¡Por favor por favor por favor !!! – suplica mi hermana casi arrodillándose a mis pies — hasta le presto mi vestido blanco con lentejuelas...

—Te encanta ese vestido. – digo mirando a los ojos suplicantes de mi hermana. Para que Valeria use su vestido como moneda de cambio es por lo que realmente quiere que vaya. Tomo una respiración profunda y respondo— Está bien, iré contigo. Pero estaremos de vuelta cuando hable, ¿de acuerdo?

—¡Claro! – Contesta Valeria, abrazándome. Ella corre a nuestro armario, agarra su vestido blanco y lo pone en mi cama. Toma otro rojo y ve al baño, saltando, para cambiarte.

Parece una decisión tonta ir a una fiesta o no. Sin embargo, hoy veo que esa decisión desencadenó todo lo que sucederá a partir de ahora. Una cosa es segura: si retrocediera en el tiempo, tomaría la misma decisión.

Después de unos minutos estamos listas para ir a la fiesta de Julio, mis padres también están vestidos, pasarán el Año Nuevo en casa de un amigo y estarían listos para cuando los llame. Subimos al auto y me siento en la ventana. Me encanta ver la noche de Barcelona. Mi padre no tarda mucho en estacionar frente a la enorme casa de los Castillo, hogar de Julio.

—¡Buenas fiestas! – dice mi padre besando a mi hermana y luego a mi.

—Te veo el próximo año. – Juega mi madre dándome un beso en la mejilla.

— Adiós padre, adiós madre. – Me despido bajándome del auto.

Apenas salimos del auto y mi hermana ya me agarra del brazo para entrar a la fiesta. La alegría de mi hermana es casi sospechosa, siendo justificada cuando entro a la casa: Era como si todos los jóvenes más hermosos del pueblo se hubieran citado para estar en esa fiesta. Nos sonreímos y caminamos hacia el dueño de la fiesta, Julio Castillos, heredero de la cadena de hoteles Castillos. Y también uno de mis mejores amigos.

—Dalia Penedo. – dice Julio saliendo del círculo de amigos que hay y acercándose. Me abraza cariñosamente, luego se vuelve hacia mi hermana Valeria, curioso — ¿Y quién es esta, belleza?

—Mi hermana, Valeria. – Les presento a mi hermana que no oculta su interés por Julio.

—Oh, sí, Valeria. – dice Julio, mostrando un ligero desinterés al reconocer a mi hermana. Me sonríe y continúa —Me alegro de que estés de vuelta en nuestros ojos mortales, querida. Ven a conocer a mis nuevos amigos...

— Sin duda, necesito actualizar mis contactos. – le digo sonriéndole.

Miro a mi hermana que tiene los ojos muy abiertos hacia el círculo de chicos hacia el que se dirige Julio. Entonces mi corazón se acelera... Allí, en medio de ellos, un joven con la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida me llama la atención. Sus ojos marrones se encuentran con los míos brevemente, invadiendo mi mente, como si estuviéramos destinados a estar juntos. Camino hacia él, hechizado por su rostro, que para muchos era simple, pero para mí era lo que siempre soñé. Él es mi alma gemela.

— Me voy a casar con él. – le digo sonriendo a mi hermana que me mira confundida.

— ¿Con quién? – pregunta mi hermana mirando el volante.

— Con ese. – le señalo disimuladamente.

— Bien, entonces me casaré con el de al lado. - Dice mi hermana en tono de broma. Me agarra del brazo y tira de mí — Vamos a conocer a nuestros futuros esposos.

Tan pronto como llegamos al volante, todos los muchachos nos miran. Incluido el que me mira fijamente, haciéndome temblar.

— Chicos, estas son las hermanas Penedo: Dália. – Presenta a Julio señalándome y luego a mi hermana —Y Valéria Penedo.

— Hola . – Dice mi hermana con la sonrisa más grande del mundo.

— Estos son: Eduardo. – dice Julio señalando a un chico rubio — Pierre. – El pretendiente de mi hermana — Elson – Por otro chico — Y Carlos. – Finalmente, señala a mi pretendiente.

Carlos, ese es tu nombre. La conversación comienza en el círculo, pero yo no participo en ella, prefiero encarar a mi pretendiente que me corresponde. Sus ojos son expresivos, más que cualquier palabra que pueda decir. Siento mi cara en llamas, así que sonrío, mirando hacia otro lado. Pero no por mucho tiempo y ya me encuentro mirándolo de nuevo. Podría vivir sólo para mirarlo. De repente escucho gritos, el tiempo pasó tan rápido que la gente ya estaba en cuenta regresiva para el nuevo año.

—¡¡¡Feliz Año Nuevo!!! – gritan todos. Mi hermana me abraza y luego se va abrazando a todos.

Julio me da un ligero beso en la mejilla, al igual que la mayoría de los presentes. Pero no me muevo, igual que Carlos, que se acerca lentamente. Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, su toque hace que mi estómago se agite. Siento el calor de sus manos en mi espalda. Su rostro se acerca al mío, sus mejillas están contra las mías. Siento cada parte de tu cuerpo pegado al mío. Sus labios casi tocan mi oído y su aliento delata que sus palabras están por llegar:

—Feliz año nuevo. – susurra Carlos. Me aprieta, muy lentamente. Mi cuerpo encaja perfectamente con el suyo.

Entonces mi futuro esposo se aleja con su hermosa sonrisa y camina hacia las otras personas en la fiesta. Todavía abrazo a algunos más mientras trato de seguir a Carlos con mis ojos. Lo noto hablando emocionado con alguien en su teléfono.

—Dália, ¿por qué sigues parada aquí? – pregunta Julio, ajeno a mi situación – ¿Estás bien?

—Estoy muy bien. Y seré genial si me cuentas más sobre Carlos.

—¿Cuál Carlos? – pregunta Julio, mirándome como si no conociera a Carlos.

— El chico que me presentó. – recuerdo, tomando un sorbo del champán que me sirvieron.

— Ah… Es amigo de Elson. – dice Julio, siguiendo mi mirada, que todavía está en Carlos que sonríe por algo que le dice un niño — Pero tú puedes sacar tu caballo de la lluvia, Dália.

— ¿Por qué? – Pregunto, sobresaltado, mirando a mi amigo.

—Primero, es un tipo pobre. Acabo de unirme a una empresa pesquera local... un proletariado. Sin mencionar que ese corazón ya tiene dueño. Él está comprometido.

— No me importa su clase social y... el novio no está casado. – respondo rápidamente.

— ¿Y tu boca inglesa? – pregunta Julio, recordándome a Edward, como si eso fuera a cambiar algo — El inglés apuesto, rico y poderoso.

— Ya sabes… más de lo mismo – contesto, enigmática.

—No vas a renunciar a él, ¿verdad? – pregunta Julio, refiriéndose a Carlos.

—Me conoces muy bien, Julio. – respondo, besando a mi amigo en la mejilla. Luego le susurro al oído — necesito su teléfono, antes de irme lo quiero en mis manos. Él será mío.

—¿Estás hablando del teléfono o de su dueño? – pregunta Julio en el mismo tono de voz.

—Ambos. – respondo, alejándome de Julio. Me acerco a mi hermana, sin quitarle los ojos de encima a Carlos que ahora está al otro lado de la habitación, despreocupado.

—No me digas que ya te quieres ir... – se queja mi hermana.

—No… solo estoy viendo cómo es. – explico, sonriendo.

—Esa sonrisa tuya no me engaña. ¿Qué estás haciendo? – pregunta mi hermana, mirándome fijamente.

—Nada... todavía. – le digo, sonriendo a mi hermana.

—La cena está servida. – dice Julio alto y claro a todos sus invitados.

Cuando me senté a la mesa, noté que mi amigo ya estaba moviendo sus piezas. Carlos se sienta a mi lado derecho, pero evita cualquier contacto conmigo. Pasamos toda la cena mirándonos el uno al otro. Miradas tímidas por su parte y miradas intensas por mi parte. La cena es bastante alegre, cuando se levanta y dice:

—Gracias a todos, pero me tengo que ir, tengo otra cita.

Sonríe en mi dirección, luego a los invitados y deja la mesa. Todo mi cuerpo tiembla hasta el punto de hacerme levantar e ir tras él. No puedo controlar mis pasos, al igual que no puedo controlar mi mano sosteniendo el hombro de Carlos, quien se da la vuelta, sorprendido. Le sonrío torpemente, sin tener idea de qué decir.

—Lo siento… pero ¿no crees que es un poco temprano para irnos? – Pregunto, ¿qué diablos es esa pregunta? — Quiero decir... creo que deberías quedarte un poco más..."

—Agradezco tu solidaridad con mi ausencia, pero necesito encontrarme con mi prometida – responde Carlos — Y ya llego tarde.

— Bien. – digo, un poco decepcionada.

—Feliz Año Nuevo… – dice poniéndose su abrigo, mientras obliga a su memoria a recordar mi nombre.

—Dália. – respondo rápidamente. Me muevo hacia su rostro y le doy un beso en la mejilla diciendo — Feliz año nuevo, Carlos.

—Nos vemos. – dice Carlos torpemente, abriendo la puerta.

—Sin duda alguna. – respondo con mi mejor sonrisa.

Tomo mi celular y llamo a mis padres para que me recojan, no quiero quedarme en la fiesta donde no estaría Carlos. Necesito quedarme en casa y pensar cómo lo conquistaría. Vuelvo a la mesa y le digo a mi hermana ya todos los demás que también nos vamos. A Valeria ni siquiera le importa mucho, pues la fiesta había sido un fiasco para ella que buscaba un gran amor para el Año Nuevo. Ya estamos en la puerta junto con Julio, cuando mi amigo me da un abrazo y luego toma mi mano, dándome un ligero beso. Siento como si hubiera puesto algo en mi mano, pero me impide abrirlo.

— Regalo de año nuevo. Solo ábrelo cuando llegues a casa – ordena Julio enigmáticamente.

Sonrío y me subo al auto con mi hermana. Quiero abrir mi mano allí mismo, pero no tenía idea de qué podía ser y cuando se trata de Julio Castillos, todo es posible. Apenas entro a la casa, corro al dormitorio y me tiro en la cama. Decido abrir la mano cuando mi hermana irrumpe en la habitación como un tornado y se acuesta a mi lado, curiosa.

—¿Qué te dio? – pregunta Valeria.

—Lo averiguaré ahora –digo, levantando la mano — Poco a poco, aparece un papel blanco con un número de teléfono. Pero lo que me hace feliz es el nombre de abajo: Carlos Salazar.

—¿De quién es este número? – mi hermana pregunta con los ojos muy abiertos.

— De mi futuro esposo. – respondo con una sonrisa astuta en mis labios.

De una cosa estoy seguro: ahora comienza la cacería.

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