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El comienzo de "Para siempre"

Mi deseo es despertarlo . He pasado diez largos meses esperando ese momento en que sería completamente suyo y no creo que sea justo que me haga prescindir de mi noche de bodas. Me siento a su lado y le toco la frente, tiene fiebre y me hace desistir de mis planes. Acomodo a Carlos en la cama y lo cubro, vuelvo al baño y le quito la ropa interior. Me acuesto a tu lado apagando las luces. Apenas me arreglo en la cama, el cansancio se apodera de mí y termino durmiendo.

En medio de la noche siento que alguien toca mis senos lo que me hace saltar en la cama, ya que estoy acostumbrada a dormir sola toda mi vida y había olvidado que ahora estaba casada. Carlos me jala hacia atrás y sonriendo me dice:

— Shhhh … solo estoy sintiendo a mi esposa. Quiero ver y sentir todo lo que me fue negado todos estos largos meses.

Me acuesta en la cama y enciende la lámpara, admirándome como si fuera la primera vez que me ve desnuda. Carlos se quita la ropa, casi desesperado y se vuelve a acostar, empieza a besarme ya tocarme todo el cuerpo haciéndome temblar. Él sonríe y dice acariciando mis labios:

—Tan hermosa... no creo que necesitemos juegos previos, los hemos hecho durante toda la vida. – Abre mis piernas y se acuesta entre ellas. En un movimiento rápido e intenso me penetra cerrando los ojos para encontrarme excitado — Tú… estás tan caliente…

El ritmo es trepidante desde el principio, nos sentimos como dos conejos con una sed insaciable de placer. Entre gemidos y caricias, nos besamos enamorados. Observo su expresión de placer cada vez que se empuja dentro de mí. Mis manos lo acercan a mi cuerpo, muerdo su hombro, rasco su espalda, haciendo que acelere aún más. El ritmo es tan intenso, que gimo, grito y exijo más, siendo respondido con prontitud. No lleva mucho tiempo y nuestro clímax llega al punto en que Carlos niega con la cabeza y se derrumba en mis brazos. Abrazo a mi esposo, jadeando, tenemos el ajuste perfecto.

Carlos se levanta y me mira de forma maliciosa haciéndome mirarlo confundida. Me levanta de la cama, me pone a cuatro patas, acaricia mi espalda y acerca mis caderas a las suyas y se mete dentro una vez más, haciéndome gemir de sorpresa:

—Pero ya...? –pregunto, asombrada por el vigor de mi marido. Me tira del pelo acercándome a él y me besa intensamente.

—Ahora …tú…eres…mi…esposa – responde Carlos tomándome de la cadera y penetrándome sin la menor piedad por mi culo.

Hago lo que dice con prontitud. Carlos sostiene mi cabello en su mano y tira de él mientras penetra más profundamente. Acelera el ritmo mientras golpea mi trasero, sin piedad. Me agarra por el hombro y me levanta de la cama. Mi marido tira de mi cabeza contra la suya y me besa mientras sus manos me exploran con impaciencia. No toma mucho tiempo y él encuentra mi clítoris estimulándolo y aumentando mi excitación aún más. Ahora me penetró y me estimuló al mismo tiempo. Quería gritar de placer, pero Carlos se apoderó por completo de mi boca. Estoy tan caliente que empiezo a mover mis propias caderas hacia las suyas, frenéticamente. Lo siento endurecerse más y más hasta que me golpea con toda su fuerza haciéndome correrme de inmediato. Mis piernas tiemblan cuando Carlos besa mis hombros sudorosos. Nos acostamos en la cama exhaustos, abrazados en nuestro sudor. Beso los ojos cerrados de Carlos y él me mantiene pegada a él con sus brazos rodeándome.

—Te amo – digo aunque no sé si está despierto. Acaricio su brazo lentamente hasta sus hombros, luego bajo su pecho... No puedo creer que esté ahí conmigo.

—Yo también te amo. – responde Carlos, abriendo sus ojos castaños. Nos sentamos en silencio durante mucho tiempo, mirándonos el uno al otro. Toca mis labios, admirando — Eres hermosa Dália... Te amo... Siento que te amo para siempre.

Contengo la respiración ante esa declaración. Pasé los últimos meses persiguiéndolo y ahora está aquí, vaya, como nunca pensé que estaría... También siento que lo amo para siempre.

—Tenemos que ducharnos. – dice Carlos, despertándome de mis pensamientos. Se levanta y me da la mano para que yo también me levante.

Caminamos de la mano hasta el baño. Enciende la ducha fría y me jala dentro de la ducha, haciéndome gritar por el contacto del agua fría en mi cuerpo. Carlos se ríe de mi mueca y luego se inclina para darme un beso mientras toma el jabón cerrado detrás de mí.

— Te trataré como te mereces, mi amor – dice Carlos tocándome el cuerpo con la esponja del baño y enjabonándome lentamente.

Me masajea el cuello con la esponja, deslizo sus brazos por los míos, abrazándome. Beso sus hombros mientras mi marido me enjabona la espalda hasta el culo. Me empuja y comienza a enjabonar mis senos, mi estómago y luego deja de sonreír. Luego miro hacia abajo y veo el mito : Ha vuelto. Carlos acerca mi cuerpo al suyo y me besa mientras me lleva bajo la ducha de nuevo. Cuando ve que me quedé sin espuma, me levanta en sus brazos y me apoya contra la pared, así que envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Empuja con todo su corazón, atrapándome entre la pared y su cuerpo. Me mira y me besa mientras yo me aferro a sus hombros, el agua ayuda aún más a nuestra erección. Esta vez todo fue más lento, disfrutando cada momento... Carlos me pega a la pared y me besa mientras temblaba hasta llegar al clímax. Al darse cuenta de que estaba muy cerca, desciende entre mis muslos y me chupa el clítoris hasta que no puedo más y gimo de placer, casi cayendo encima de él.

— Estás deliciosa, Dália Penedo Salazar – dice Carlos, recordando mi nuevo apellido de casada.

Cierra la ducha y sale del baño para buscar su toalla. Regresa, me seca todo el cuerpo y me lleva de regreso a la cama, donde en unos minutos dormimos con una cuchara.

***

La luz del sol invade la habitación haciéndome despertar. Por unos momentos sigo pensando que todo fue solo un sueño hasta que encuentro el rostro sereno de Carlos a mi lado. Sonrío y me vuelvo hacia la mesita de noche, sobresaltándome al ver que el reloj marca las ocho de la mañana: teníamos menos de una hora para llegar al aeropuerto e irnos de luna de miel. Sacudo el brazo de Carlos, y él ni siquiera se mueve, desesperado.

—¡Despierta, Carlos, llegamos tarde!. – le grito sacudiéndolo, abriéndole los ojos con sueño. Me levanto de la cama y corro hacia el baño para arreglarme. De ahí sigo apurando a Carlos— Rápido amor, no tenemos mucho tiempo... ¡No puedo creer que estés en la cama! – Grito al ver a Carlos todavía dormido. Salto sobre la cama y empiezo a sacudirlo más aun haciéndolo despertar — ¡Vamos, Carlos!

Corro y agarro la ropa que me he dejado para el viaje mientras Carlos se arregla en el baño. En veinte minutos ya estamos en el taxi rumbo al aeropuerto. Miro nerviosa la vista de Barcelona. Entonces Carlos toma mi mano, acariciándola suavemente.

—Todo va a estar bien – asegura mi esposo con calma , sonríe y pregunta — ¿Cuál es nuestra primera parada?

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