Capítulo 1
Acomode mi ropa, después de probarme un par de cosas, salí del vestidor, camine hacia la dependienta, deje la ropa sobre el mostrador, alegando que nada me complacía, me dirigí hacia la salida con una sonrisa sexy en mi rostro hacía el guardia de seguridad, cuando la alarma sonó tuve que correr tan rápido como mis pies me lo permitieron. No era la primera vez que me veía obligada a robar, conocía muy bien mi ruta de escape, hoy había sido ropa, algunas veces, robaba comida, zapatos, era mi modo de vida, pese a que tenía un trabajo de medio tiempo, no me alcazaba absolutamente para nada más que para pagar la matrícula de la Universidad y el cuarto tamaño de una caja de zapatos en el que vivía.
Aceleré el paso, cuando me di cuenta que los guardias del Centro Comercial venían tras de mí, creí que se cansarían luego, pero por lo visto, tenían otros planes así que corrí lo más rápido que pude, cuando los perdí de vista entre a la panadería mientras fingía comprar, apenas vi que se alejaron, sonreí una vez más había logrado escapar. Sabía que no siempre tendría suerte y que un día me pondría las manos encima, ese día estaría perdida.
Camine hacia mi casa, bueno si a eso le podría llamar casa, vivo en una pequeña habitación de alquiler, no tenía muebles, solo contaba con un catre, viejo y duro donde dormía, la cocina, casi nunca la utilizaba, carecía de lo necesario para incluso llamarle cocina, la vieja estufa casi nunca era encendida, porque no tenía dinero para el gas.
Deseaba muchas cosas que no tenía, había llegado de un pueblo remoto, perdido en algún lugar de mi país, no tenía familia, amigos o quien se preocupara por mí, ha sido así desde que tenía alrededor de doce años, escape muchas veces de personas con “buenas intenciones” de ayudarme, sabía que nada era gratis en la vida, y si tenía que elegir entre complacer o robar para poder comer, prefería robar, antes que darles lo que ellos querían de mí, pero estaba cansada, muchas veces me pregunte lo que sería ceder a sus intenciones si con eso lograba poner un techo decente sobre mi cabeza, pero no me atreví nunca dar el paso.
Sobre todo cuando conocí a Alberto, un chico mayor por un año, estábamos en la misma universidad, nos conocimos accidentalmente cuando venía con prisas, sin querer chocamos, termine en el piso, después de eso nos hicimos amigos y tres meses después acepté embarcarme en una relación sentimental con él, desde entonces ha pasado alrededor de cinco meses, los mejores cinco meses de mi vida, sentía que a alguien le importaba y no dude en entregarle mi amor, más no mi cuerpo, era lo único que podía llamar mío de verdad.
Alberto, tiene una solvencia económica estable, trabajaba en un Antro de prestigio en el centro de la Ciudad, a pesar de que llevamos cinco meses, nunca he sido capaz de hablarle sobre mi situación económica, le he mentido, diciendo que no tengo necesidad de trabajar y como siempre voy bien vestida, él nunca ha dudado de mí. Sé qué pensarán que no merezco a un chico como Alberto, pero es lo que hay y es lo que soy, quiero a Alberto, más nunca estaré preparada para revelarle mi secreto.
Hoy me ha invitado a celebrar mi cumpleaños, me ha pedido que asista a su lugar de trabajo, como era de suponerse, debía esperar a que entregara su turno, no podía molestarme, no debería, pero no puedo evitarlo, el que tenga un buen trabajo, un buen sueldo está bien, pero enserio ¿tenía que trabajar hoy? Como fuera entré a la ducha a darme un baño, era un verdadero milagro que hubiera agua hoy, estaba harta de la vida que llevaba, soñaba con otro nivel de vida, donde no tuviese que preocuparme por lo que comería al día siguiente o de pagar la renta el fin de mes, tenía un retraso, estaba segura que el dueño del edificio aparecería pronto en mi puerta para cobrarme, necesitaba dinero, necesitaba dejar de ser pobre, pero a menos que me ganara la lotería lo veía imposible, sobre todo porque no tenía dinero ni para probar mi suerte.
Me vestí, con la ropa que había robado por la tarde, había perdido la vergüenza hace un tiempo atrás, no todos teníamos la dicha de nacer en una familia estable o incluso tener una familia, soy huérfana y aunque eso no me justifica, no tuve guía de nadie en mi vida. Comí el único trozo de pan que tenía, estaba duro e incluso mohoso, tenía varios días guardando las raciones que Félix, el panadero había sacado para que los perros se los comieran, sonreí ante lo que era mi vida, pelearme incluso con un perro por la siguiente comida. Si al menos tuviese un trabajo con sueldo decente, pero era casi imposible con la situación económica que se vivía en el país, era por eso que invertía cada centavo en mi educación, porque era la única manera de cambiar mi destino a menos que…
Vi mi reflejo en el espejo roto y opaco que venía incluido con la habitación, la falda de corte campana, quedaba sobre mi rodilla, no era lo suficientemente corto, para dar la impresión de ser una fulana y eso me gustaba, mi blusa pegada a mi cuerpo, con un escote decente, para quien viera pudiera imaginar lo que había dentro. Salí de mi habitación, hoy quería olvidar todo era la primera vez que celebraría mi cumpleaños en más de ocho años desde que mis padres murieran, tome la micro, pagar los servicios de un taxi, es un lujo que nunca podría darme, tendría para comer dos o tres días con eso, así que el recorrido fue largo hasta la zona viva, llegue alrededor de una hora y media después a la dirección que Alberto me dejó, el hombre de la puerta me dejó entrar apenas le dije que era una invitada de Alberto, el ambiente estaba aún tranquilo, eran apenas las nueve de la noche, pero tendría que esperar en el lugar por lo menos dos horas, hasta que Alberto, tomará un descanso o entregará su turno.
Alberto, me sonrió tan pronto me acerque a la barra
—Hola, ¿llegué temprano? —pregunté, recibiendo una cerveza, le di un pequeño sorbo, mientras veía a mi alrededor, era la primera vez que estaba en un lugar como este.
—Nunca, preciosa, lo siento, tengo que trabajar —se disculpó, asentí, porque el sonido de la música se hizo escuchar, gire sobre el banco donde estaba sentada y me dispuse a observar a los chicos de dinero que estaban en lugar, botellas del mejor licor, cervezas e incluso tenía la impresión que había polvo blanco en el lugar.
Suspire por enésima vez, eran pasadas las once de la noche y Alberto no había tomado un solo descanso, el lugar estaba abarrotado para esa hora, temía que no habría festejo.
—Lo siento cariño, no tendré el descanso habitual, mi compañero de turno se ha enfermado y tuvo que irse, tendré que trabajar hasta el cierre —sonreí
—Está bien, no te preocupes —dije, mientras por dentro me sentía, cansada y frustrada, había estado sentada por más de dos horas y media sin moverme siquiera, observando nada más.
—Iré a los servicios —dije mostrando hacía el lugar, para que me entendiera la música había subido de volumen, mis tímpanos parecía que se romperían, incluso la sensación extraña en mi pecho, odiaba los lugares cerrados con tanto bullicio, había estado tan emocionada que se me había olvidado
Camine, decepcionada, pero trate de comprender a Alberto, saqué el móvil que me había regalado por mi cumpleaños, había estado pidiendo mi número, casi morí de vergüenza, no tenía uno, así que dije que me lo habían robado y que no tenía tiempo ni ganas de comprarme otro, excusas, todas eran excusas.
Caminar entre la gente para lograr llegar a los servicios parecía misión imposible, los chicos se empujaban entre sí, lamente llevar la cerveza en la mano, cuando sin querer alguien empujó mi espalda y la vacié sobre el hombre frente a mí
—Lo siento —musite rápidamente, mientras levante la cabeza para ver al hombre alto frente a mí, parecía mayor, mucho mayor a cualquier chico en el bar.
—Ha sido un accidente —su voz era gruesa, muy atractiva, pero lo que más me llamó la atención fue la ropa que llevaba, Dolce Gabanna era una de las marcas más caras, mordí mi labio, ¿Qué haría si el hombre pedía que pagará los servicios de lavandería? Difícilmente podría permitírmelo.
—Permíteme ayudarle —tomé su mano y entré a los servicios, él no opuso resistencia y caminó con ella.
—¿Eres consciente que estamos en el servicio para hombres? —no, no había sido consciente de nada, me preocupé demasiado por la mancha que no me di cuenta a donde había entrado.
— Yo, lo siento, ¿podrías limpiarla? —pregunte tratando de encaminarme hacía fuera
—No tiene caso, déjalo así, en todo caso agradezco tu buena intención, pero está arruinado
—Realmente lo siento, ¿hay algo que pueda hacer por usted? — pregunté cruzando los dedos y mordiéndome el labio involuntariamente, ante la idea de que pudiera pagar la tintorería para el traje.
—No hace falta, en todo caso agradezco tu sentido de responsabilidad — sonreí aliviada, por su respuesta, sin embargo, el Rolex en su muñeca, llamó mi atención, el hombre no era cualquier hombre.
—Te invito una copa —dijo después de un momento de silencio.
—Yo —no sabía qué responder, Alberto estaba dentro y negarme sería demasiado ya le había arruinado el traje
—¿Estás sola? — Preguntó ante mi duda —si estas acompañada no hay problema— sonrió y se encamino a la salida
—Estoy sola —dije sin pensarlo más