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Capítulo 5; La tentación de su boca.

Sebàstian, salió con una enorme sonrisa de su oficina, era obvio que la pelirroja había quedado muy perturbada, le gustaba, no había dudas al respecto y aquello era un punto a su favor, a la hora de seducir. Si había atracción física, la mitad del camino estaba logrado.

No se había equivocado, aquella piel era tan suave, tan firme y tersa, tan fresca, era exquisitamente tentadora y ella, ella reflejaba tanta inocencia, tanta luz que la oscuridad en él debería sentirse intimidada, pero lo cierto es que muy en contra de las probabilidades no se sentía alejado, sino atraído hacia toda esa luz que ella emanaba, era como una tonta polilla tentada por todo aquel resplandor.

Después de haber comprobado su piel, estaba ansioso por morder esos sensuales labios...

Gilliam, se quedó en aquella misma posición por algunos minutos, mientras se concentraba en respirar, necesitaba hacerlo porque sentía que el aire no llegaba a sus pulmones. Nunca, en toda su vida, había conocido a alguien que tuviese ese abrumador efecto en ella y no estaba segura de poder controlarlo, es más, no estaba segura de si aquello era bueno o malo.

—¡Trabaja Gilliam!—se dijo—¡ trabaja pronto para que salgas de aquí!— Comenzó a llamar una a una todas las personas de la lista, pidiéndoles su asistencia para el día siguiente y solicitándole de la manera mas cordial posible que fuesen puntuales ya que "el señor Bentzell, tiene múltiples ocupaciones", de ninguna manera le diría que el arrogante hombre no les atendería si llegaban tarde.

No supo cuanto tiempo pasó realizando aquellas llamadas, hasta que su celular comenzó a timbrar.

Perfecto, era John.

—Hola, cariño— respondió la llamada.

—Buen día, amor mío. Estoy bastante preocupado de que no has llegado a la oficina.

—No iré, cariño—le dijo— estoy en las oficinas del señor Bentzell— agradeció de que John, no estuviese viéndola ya que se había ruborizado violentamente, lo supo por el calor que cubrió sus mejillas— le ayudo para una reunión para mañana con las editoriales.

—Oh rayos, bueno es una pena para mi, ya que muero por tenerte aquí y darte un beso.

—Lo siento, tesoro—suspiró—pero cenaremos juntos.

—Si, no podría sobrevivir un día entero sin ti. Pasaré por ti a las siete.

—Me parece perfecto. Un beso, ahora debo dejarte.

—Bien, un beso también para ti, preciosa te amo. —Y así cortó sin darle oportunidad a responder, gesto que Gilliam agradeció, aun no sabía si lo que sentía por él era amor.— Se dedicó a llamar el resto de las personas en la lista y luego de terminar, ya no supo qué hacer, él había dicho que volvería pronto pero lo cierto es que se estaba tardando.

Decidió llamar a Rita, para conversar un poco y calmar sus agitados nervios.

—Hola, pelirroja— respondió su amiga alegremente.

—Hola morena, ¿cómo estás?

—Perfectamente bien, estoy saliendo del control de la nena. El médico dice que todo está muy bien.

—Qué alegría Rita, ya quiero tener a esa pequeña entre mis brazos.

—¡Oh!, imagínate yo, no veo la hora de mirarla por primera vez y Hugh, está tan contento, sin duda será un gran padre.

—¡Ya lo soy!— escuchó Gilliam, la voz de Hugh y sonrió feliz.

—Si, ya lo es. Es genial saber que son tan felices, se lo merecen tanto.

—Tu también lo mereces cariño, yo sé que lo serás. Ahora debo dejarte, pasaremos a la tienda a comprar unas cosas de la nena.

—De acuerdo. Mucho amor a mi sobrina y saludos a Hugh. Los quiero.

—Y nosotros a ti, preciosa— la comunicación se cortó y ella suspiró agotada. ¿Ahora qué se supone que haría?, Pensaba abatida cuando la puerta de la oficina se abrió y aquel misterioso hombre apareció de nuevo, su corazón saltó y se obligó a mantenerse en calma.

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—He vuelto, señorita Warren— le dijo con voz ronca.

—Así parece— responde ella inquieta—las llamadas están listas, todos en la lista confirmaron su asistencia para el día de mañana a las diez en punto, le agradecen su tiempo y disposición para dedicarles.

—Siempre dicen lo mismo. Aduladores interesados, una horda de hipocritas — respondió quedándose de pie junto a ella. Gilliam, observó que dejó sobre la mesa un vaso desechable de café y una bolsa de papel, seguramente con algún dulce. Se sorprendió de que aquel hombre tuviese ese gesto— es para usted, espero les guste.

—Muchas gracias—dijo tímidamente. 

—Ahora me sentaré a revisar una documentación, mientras usted come su aperitivo. —Caminó hasta su silla, donde se sentó con la mirada perdida en unas carpetas de donde no volvió a levantar la vista. Después de algunos minutos Gilliam, no se había movido, entonces volvió a escuchar la voz de él— es mejor que coma ahora o se enfriará. —Inmediatamente Gilliam, comenzó a beber el café y a comer el pequeño dulce que él le había llevado. Lo comió todo con manos temblorosas y luego arrojó la basura a la papelera. Luego se mantuvo en silencio sin saber qué decir.

—¿Estaba tan delicioso como parecía?

—Si. Muchas gracias.

—Todo un placer, señorita Warren.— El silencio volvió a reinar y ella no sabía qué mas hacer allí, se supone que había cumplido con la tarea encomendada.

—Bien...no sé si usted quiera asignarme alguna otra actividad.

—No— dijo sin mirarla— ya cumplió con lo que quería para hoy.

—¿Entonces, puedo irme?

—No— levantó la mirada y clavó esos enormes ojos grises—azulados en ella— me agrada la sensación de tenerla allí— dijo con una sonrisa.

—Tengo cosas que hacer— dijo poniéndose en pie y tomando su bolso— si ha terminado entonces me marcho.— Sorpresivamente él siguió su ejemplo y de pocos pasos estuvo junto a ella, mirándola fijamente.

—¿A qué se debe la prisa?

—Lo he dicho, tengo cosas que hacer— intentó no temblar.

—Sus mañanas son mías— fijó la vista en aquellos labios carnosos. La respiración de Gilliam, se agitó ante aquella declaración—quizás también tus tardes...pero sobretodo, quiero tus noches— Gilliam, contuvo un gemido cuando aquellos firmes brazos la rodearon por la cintura y la atrajeron hacia aquel musculoso cuerpo, sus ojos se abrieron enormes.

—Su...su...suélteme, suélteme— dijo completamente nerviosa. El bolso resbaló de su mano y cayó al suelo— déjeme ir.

—Tengo una duda Gilliam Warren, ¿ese cabello color fuego es indicativo de la pasión que corre en tus venas?— acercó su rostro peligrosamente a ella— ¿o eres tan inocente cómo aparentas?

—Gritaré pidiendo ayuda— dijo sintiéndose tonta, era una adulta, se supone que no debía sentirse, ni comportarse así, pero... quería salir corriendo.

—Entonces tendré que callarte, preciosa— sintió como una mano aflojaba su cintura y luego la tomaba con fuerza de la parte posterior de la cabeza, mientras esa boca se lanzaba contra la suya, el simple contacto la hizo estremecer de pies a cabeza. Sus sensuales y hábiles labios, se movían contra los suyos haciéndola sentirse mareada.

Convirtió las manos en puños, porque no quería responderle, no quería dejarse arrastrar por las sensaciones que experimentaba su cuerpo. Mantuvo la boca firmemente cerrada, pero sintiendo que no permanecería así mucho tiempo. Se sorprendió cuando sintió como él tiraba con fuerza de su cabello, abrió la boca para protestar y fue el momento justo en el que la masculina lengua se deslizó dentro se su boca...estaba perdida.

Sebàstian, la estrechó con más fuerza, sintiendo como su cuerpo se ajustaba perfectamente al suyo, ella temblaba y su cuerpo emanaba un delicioso calor. Asaltó su boca con pericia, recorriendo a profundidad. Ella se fue relajando y a los pocos minutos escuchaba sus gemidos que no podían ser contenidos. Era perfecta, tan suave, tan receptiva...

Decidió culminar el beso porque no quería abrumarla, era evidente que ella no se parecía en nada a las mujeres con las que estaba acostumbrado a lidiar. Quería seducirla lentamente, hasta hacerla perder el juicio.

Cuando sus bocas se separaron Gilliam, respiraba agitadamente, tanto que tuvo que mantener su boca entreabierta para no sentir que se asfixiaba. Lo miró con ojos enormes.

Le había fallado a John.

Se inclinó rápidamente y recogió su bolso, para después salir corriendo.

Nathalie...

Estoy hecha una furia, la estúpida secretaria no me deja pasar a ver a Sebàstian, asegurando que se encuentra en una reunión de trabajo. Evito entrar a su oficina, porque si es cierto me mataría si le interrumpo, pero odio que me trate como a todas, odio que quiera mantenerme alejada, que quiera que haga citas para verle, que espere como cualquier cliente ¡soy su amante!, Se supone que debo tener prioridad.

—Voy a entrar— digo mirando furiosa a la hermosa mujer.

—No, no lo hará— ella niega— ya le he dicho que el señor Bentzell, se encuentra en una reunión importante de trabajo, pidió no ser molestado.

—Yo nunca le molesto, no soy cualquiera, que te quede claro.

—De igual forma, no puede pasar señorita. Lo lamento.

—Pero...— La puerta se abre violentamente y aparece una mujer pelirroja, de lindos y grandes ojos verdes, tiene el rostro ruborizado y parece bastante agitada.

—¡¿Quién diablos es ella?!— explotó furiosa. La mujer se endereza y me mira fijamente.

—Hasta luego— es lo único que dice y se marcha apresuradamente. Estoy ardiendo en ira, así que sin esperar entro a la oficina y cierro de un portazo detrás de mí. El muy estúpido tiene una enorme sonrisa en la cara.

—¿Quién es esa mujer?— le pregunto enojada.

—¿Y a ti qué te importa?

—¡Por supuesto que me importa!— me llevo las manos en jarra a las caderas— la idiota de tu secretaria no me dejaba pasar porque supuestamente estabas reunido y mira nada más con quien.

—Nathalie— me dice en tono aburrido que no hace más que enojarme más— mi secretaria no es una idiota, es eficiente que es distinto. Efectivamente estaba reunido, pero no tengo que darte explicaciones, además, no eres mi esposa, ni nada por el estilo, así que baja tu tono de voz— dice amenazante— y deja el espectáculo.

—Pero, Tian— le digo y hace una mueca, sé que odia que lo llame así— ella...ella parecía como...agitada.

—Es normal— se encoge de hombros— la besé, la gente se agita cuando se besan.

—¡No lo puedo creer!—gimo ofendida— ¿Y me lo dices así como si nada?

—¿Y cómo quieres que te lo diga?, la verdad comienza a aburrirme tus escenas de celos y actitudes posesivas. No soy tuyo, no te pertenezco y no tengo contrato de exclusividad contigo— me dice en tono duro y las lágrimas queman mi garganta y mis ojos— puedo besar a quien quiera, puedo dormir con quien quiera y ni tú, ni nadie van a impedírmelo.

—Pero, Sebàstian...- gimo.

—Estoy de muy buen humor, Nathalie y odio las lágrimas, de verdad, así que mejor vete y búscame cuando se te haya pasado el enojo.

—Creo que necesitamos hablar— digo con voz temblorosa.

—Márchate, Nathalie— me dice con voz dura, me giro para marcharme justo en el momento en que las primeras lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.

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