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Capítulo 4; ¿Es tan dulce como parece?

Después de llamar a Connie y Rita, como todas las mañanas, se dispuso a alistarse para ir al trabajo. Desayunó tranquilamente con la familia.

—¿Podrías llevarme a la escuela, Gil?— le preguntó Alex.

—Llevarnos, querrás decir—añadió Miguel— vamos a la misma escuela, puede llevarnos a ambos.

—¿Y el transporte escolar?— preguntó Gilliam, frunciendo el ceño.

—Es que quisiera llegar temprano—explicó Alex— tengo una evaluación muy difícil de mate y Loren, quedó en ayudarme a repasar si llegaba temprano.

—No hay problemas— Gilliam, sonrió— apurémonos y saldremos juntos, los dejaré en el colegio y pasaré al trabajo.

—¡Si!— dijo Alex, para volver su atención al plato.

—Diego amaneció muy bien hoy— dijo Gilliam— madre me asegura que vendrán a casa hoy mismo, soy tan feliz.

—Así es— dijo su padre sonriendo— solo son recaídas, es un chico muy fuerte.

—Lamento tanto que tenga que pasar por esas cosas. Quisiera tener un corazón que darle.— dijo triste.

—No te aflijas tesoro, estará bien. Es un guerrero.

Después de desayunar, se despedía de su padre, los chicos le esperaban en la puerta cuando el celular timbró, se apresuró a buscarlo en el bolso. Cuando lo tuvo entre sus manos, frunció el ceño ya que no reconocía el número.

—Gilliam Warren— respondió.

—Señorita Warren—la profunda voz le causó un escalofrío inmediato. Cerró los ojos para intentar controlarse.

—¿Señor Bentzell?

—El mismo— le escuchó decir— le llamo porque la necesito el día de hoy.

—¿A qué hora?— preguntó nerviosa— tengo algunas cosas que atender en la biblioteca.

—Esas cosas tendrán que esperar—su tono era frío— la necesitaré para dentro de...veinte minutos.

—Si pudieran ser treinta— pidió- debo llevar mis hermanos a la escuela.

—Treinta, me parecen perfecto— dijo— no se tarde de más, odio la impuntualidad.

—La puntualidad es uno de mis fuertes, señor Bentzell.

—Bien, sè que le di mi direcciòn, pero recibirá la dirección en un mensaje de texto para evitar equivocaciones. Treinta minutos— le recordó y cortó antes de que ella añadiera más. Gilliam, se quedó con el corazón latiendo desesperadamente en su pecho.

—Debes controlarte o terminarás haciendo el ridículo frente a él— se aconsejó— contrólate, tu no eres así.

Dejó a Alex y Miguel, en el colegio y giró apresuradamente hacia el otro lado de la ciudad, para llegar al lugar que él le había dado. Se estacionó frente a un enorme edificio, imponente y elegante. Entregó sus llaves al hermoso chico en la puerta para que estacionara su auto, suspiró intentando tranquilizarse y entró. La recepcionista parecía ser una mujer dulce y agradable.

—Buen día— la saludó.

—Buen día señorita, busco al señor Bentzell.

—¿Tiene cita?

—Pues...no, bueno no lo sé, trabajo en la biblioteca central, me llamó hace unos veinte minutos y me dio esta dirección para que viniera.

—De acuerdo— le regaló una hermosa sonrisa— suba al piso veinte, allí están las oficinas principales. Al fondo, mano derecha están los elevadores.

—Muchas gracias— dijo con una sonrisa. Mientras el ascensor marcaba el ascenso de los pisos, su corazón se aceleraba más, y es que odiaba profundamente el efecto que aquel hombre tenía en ella, ni siquiera John lograba alterarla tanto, no tenia motivos para sentirse así, quería salir corriendo para evitar esos grises, azulados ojos fijos en ella.

—Piso veinte— anunció la ascensorista— que tenga buen día.

—Igualmente— sonrió, los trabajadores allí eran muy amables. Caminó hasta la recepción, donde una linda rubia le dedicó una sonrisa.

—Buen día, busco al señor Bentzell.

—Su nombre, por favor.

—Gilliam Warren.

—Permítame un momento— buscó en la agenda— Señorita Warren, el señor Bentzell, efectivamente la está esperando, puede usted seguir adelante— le señaló una puerta.

—Gracias— caminó hasta la puerta y llamó, un adelante le permitió el acceso. Cuando entró, de inmediato esos ojos estuvieron fijos en ella. La recorrieron de arriba a abajo y volvieron a sus ojos.

—Buen día señorita Warren, adelante, la estaba  esperado— ella  entró  y  tomó asiento en la silla que él le indicaba— debo decir que me agrada que haya llegado usted ocho minutos antes de lo previsto.

—Me agrada la puntualidad— se encogió de hombros— ya se lo había dicho.

—Perfecto señorita Warren, veremos que otras cosas tenemos en común. ¿Trajo donde apuntar?

—Por supuesto— abrió su bolso y sin ningún problema extrajo la agenda y un lapicero, lo colocó sobre el escritorio para luego centrar su mirada en él.

Sebàstian, la observó moverse con pericia, parecía una mujer bastante organizada y serena, sin embargo un leve temblor en sus manos delataba que no estaba completamente serena o confiada como quería aparentar.

Su boca con aquel labial rojo, parecía una exquisita fruta, al punto, jugosa y anhelante de ser devorada, aquellos hermosos ojos esmeralda se abrían enormes y se concentraban en el, su perfecta nariz, parecía pretenciosa y respingona. Era hermosa, perfectamente hermosa. Daria la mitad de su fortuna, por poder saltar sobre ella, arrojar todo lo que estaba sobre el escritorio, al suelo, subirla y tomarla con la pasión que despertaba en su ser, hundirse en ella hasta sentir que la intranquilidad de su cuerpo era calmada, hasta ver aquella hermosa boca abierta para dejar escapar los gemidos de placer y... ¡Demonios! debía detenerse, o su cuerpo terminaría delatándolo.

—Bien— dijo tranquilo— lo primero  que  debe  saber  es  que  hasta  que  termine  el  evento  con los  autores  y  editoriales, tendrá  que  venir aquí  cada  mañana, por  instrucciones— ella  lo miró atentame y frunció el ceño.

—¿Todos los días?

—Todos los días— dijo frìo— estará aquí hasta medio día, luego si así lo desea puede retirarse a la biblioteca o tomar el resto del día libre, como dije, usted trabajara conmigo directamente hasta que termine el evento, no es necesario que vuelva a la biblioteca mientras esté bajo mi mando— ella tensó la mandíbula— si Liliana te exige ir a la biblioteca, puedes decirle que estás ocupada cumpliendo ordenes de mi parte.

—Bien— dijo conteniendo un suspiro.

—Otra cosa que debe saber es que en algunas ocasiones, deberá cenar conmigo.

—¿Disculpe?—lo miró con ojos enormes. ¿Se había vuelto loco?, ¿Era tan arrogante como para darle esa orden?, ¿no sabía cómo pedir una cita, que sonara de forma decente y no como un dictamen? Su corazón golpeó violentamente contra su pecho y la respiracion amenazó con fallarle.

—Como escuchó, cenará conmigo cuando así yo lo disponga.

—Creo que está usted equivocado señor Bentzell, usted puede disponer de mi tiempo en horario de oficina, pero no puede obligarme a cenar con usted.

—Recuerdo haber dicho el día de ayer, que no tendría horarios laborales.

—No creo que eso aplique las horas de la cena— lo miró confundida.

—Si, si así yo lo decido. Le explico—una media sonrisa se dibujó en su rostro—antes de las actividades, suelo reunirme con representantes de las editoriales, en algunos casos con autores y otros inversionistas, la necesito allí para que tome apuntes y esté al tanto de todo.

El corazón de Gilliam, volvió a la normalidad, no supo si de alivio o decepción de saber que las cenas eran referidas a trabajo.

—Bien, no tengo ningún problema siempre y cuando sepa qué días serán, tengo obligaciones qué atender. Solo quiero que me informe al menos con unas horas de tiempo.

—Me parece justo lo que pide— le respondió con una sonrisa— Bien, ahora, le daré un listado con nombres y números telefónicos, son personas implicadas en el evento, llámesle y concrete una cita para mañana a las diez de la mañana, recuérdeles la puntualidad, no tengo el tiempo de ellos, si llegan aunque sea cinco minutos tardes, no les atenderé.

—De acuerdo, señor Bentzell.

—Mañana a las siete, cenaremos con un representante de la Editorial Roman, y con Andrew Castell, autor del libro Estrategias, usted me acompañará y deberá estar muy atenta con todos los acuerdos a los que lleguemos.

—Perfecto.

—Ahora, señorita Warren, cuénteme desde su perspectiva, como va todo en la biblioteca.

—Afortunadamente asumimos la responsabilidad con mucho tiempo de antelación, el trabajo está hecho casi completamente, los espacios habilitados para comenzar a recibir el material con el cual trabajaremos, los estantes disponibles para ser ocupados, la gran sala de la biblioteca será el centro de todo, como dije solo esperamos el material y afinar algunos detalles, creo que será un evento exitoso. Nos hemos esforzado para que lo sea.

—Bien— abrió el cajón del escritorio y extrajo una carpeta que le tendió— allí está el listado de personas a los que debe llamar.

—Muy bien—lo tomó, intentando que sus manos no temblaran, lo dejó sobre su agenda.—¿tengo alguna oficina o espacio donde trabajar?

—Puede hacerlo aquí sin ningún problema, yo saldré un momento, tengo un asunto que atender y vuelvo, puede trabajar tranquilamente y sentirse cómoda.

—De acuerdo.

—Otra cosa, señorita Warren—la miró fijamente— pensé que me llamaría anoche— el rostro de Gilliam, se encendió a lo sumo. Su corazón se agitó y un fuerte calor se apoderó de ella- recuerdo que tenía usted un problema con el cual yo quería ayudarle.

—Como...como le dije, no tengo ningún problema.

—El estrés, lo es—sonrió—yo solo le ofrecía una buena ayuda.

—Si me disculpa, es una ayuda que no he pedido.

—Cierto, pero es muestra de que me preocupo por mis semejantes. Sigue en pie la propuesta— se levantó de su asiento y caminó hasta ella. Gilliam, quiso levantarse y salir corriendo de aquel lugar. ¡Cobarde! Se reprendió, pero no le importaba, todo su cuerpo temblaba, su respiración era agitada— ¿es tan dulce cómo parece?— le preguntó.

—¿Qué?— ella lo miró completamente confundida.

—Su boca— respondió como si nada— ¿y su piel, tan suave como lo aparenta?— Gilliam, no sabía qué decir o hacer, nunca se había encontrado en una situación como aquella. Aquel imponente hombre llegó junto a ella y la miró desde la ventaja de su posición, extendió una mano y tocó su cabello, un fuerte escalofrío le recorrió la espina dorsal al sentir sus grandes dedos, jugar con las hebras de su cabello.

—Yo...yo...—la mano abandonó el cabello y acarició el lóbulo de la oreja y el lado lateral derecho del cuello, tuvo que contraer los labios para contener un suspiro, además de luchar con el fuerte deseo de hacerse a un lado para evitar aquel contacto que le quemaba.

—Si—afirmó—es suave, muy suave—la vena en el cuello de Gilliam, palpitaba descontroladamente. Aquella atrevida mano se deslizó de un lado al otro de su cuello causándole un fuerte escalofríos.

—Por favor...—dijo Gilliam, lo más firme que pudo— aléjese.

—Una cosa pide esa hermosa boca y otra muy distinta es la que pide tu cuerpo—le sonrió— me pregunto que tan difícil sea hacer que tu boca esté en consonancia con tu cuerpo— Gilliam, tembló ante aquella posibilidad— pero ya habrá tiempo, señorita Warren, por ahora tengo asuntos que atender— le tomó del mentón y la obligó a mirarlo con aquellos enormes ojos esmeralda— ya comprobaré qué tan dulce es esa adorable boca— la soltó y se alejó con pasos rápidos, dejándola sentada y con la cabeza elevada en la misma posición por algunos minutos, con el corazón desbocado por la promesa que acababa de hacer...¿realmente se atrevería a besarla?

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